Durante el gobierno del MIR (1989-1993), llamábamos
“casimires” a los simpatizantes del partido del presidente Jaime Paz Zamora que
ocupaban cargos dentro del país o en el servicio exterior, pero afirmaban que
no eran militantes miristas.
Guardando las distancias, sucedió algo
parecido durante los gobiernos del MAS: una pléyade de personajes, funcionales
al partido de Evo Morales, no se reconocían como militantes. De hecho, admitían
cada vez menos una relación orgánica, a medida que el “proceso de cambio” se
deterioraba corroído internamente por la corrupción, el abuso de poder y las continuas
violaciones de la Constitución.
A estos “casiMAS” yo los llamo los “celestes”
(sin ánimo de ofender a los seguidores del equipo de fútbol). Durante 14 años medraron
de contratos de consultoría o cargos públicos más o menos visibles. Aunque decían
que no eran militantes, orbitaban alrededor de la vicepresidencia, a veces
adoptaban tímidas posiciones públicas en favor del gobierno del MAS, pero las más
de las veces trabajaban para él manteniendo un perfil bajo.
Como este es un país desmemoriado, vale
la pena dedicarles una columna, ahora que están más callados que nunca -aunque
probablemente todavía estén vinculados a instituciones del Estado por contratos
que no lograron concluir. Durante años intercambiaron consultorías en proyectos
que supuestamente contribuían a la democracia y a la gobernabilidad, pero que
en realidad las socavaron, como se ha visto en el “apoyo” al Órgano Electoral
Plurinacional (OEP), copado por afines al MAS hasta después del fraude
electoral.
Los “celestes” tienen una sorprendente habilidad
para reciclarse como grupo: hoy por ti, mañana por mí… Algunos ocuparon
posiciones públicas y luego desaparecieron discretamente, pero siguieron como “operadores-submarino”
(modelo silencioso, sin sonar), replegados en instituciones donde se turnan como
en puerta giratoria de hotel para obtener trabajo de botones bajo el rótulo de “gobernabilidad”
o “apoyo a la democracia”: Idea Internacional, el PNUD, la FES, otorgaban un
barniz “independiente”, mientras se beneficiaban de los “celestes” por sus
vínculos políticos con las más altas esferas del MAS. En ese grupo figuran
“expertos” y “analistas” como: Mayorga, Exeni, Mendoza, Ortuño, Villanueva, Peña
y otros que optaron por un perfil muy bajo (en todos los sentidos de la
palabra). Varios han desaparecido, dentro o fuera de Bolivia, aunque solamente los
amenaza su propia conciencia.
Era un negocio sin ética: compra y venta
de consultorías, la mayoría de las cuales no sirvió para nada, pero garantizaba
ingresos continuos a los “celestes”, rotando de un proyecto a otro, serviles a un
proceso corrupto, autoritario, aferrado al poder, promotor del narcotráfico, extractivista
y depredador de la naturaleza. Los “celestes” nunca tomaron distancia en posiciones
públicas sobre los grandes problemas que aquejan al país. Ellos conocían perfectamente el daño
irreversible que se le hacía al país y no pueden argumentar ignorancia o
inocencia, pues no son parte de la masa masista ingenua que se traga las
consignas y los discursos. Es peor aún: los “celestes” son los constructores de
ese discurso del engaño.
¿Dilema ético? Ninguno. Ahora están calladitos,
pero se reciclarán, son expertos en hacerlo. Hace mucho que traicionaron sus
ideales, si es que alguna vez los tuvieron. Era un negocio frío y calculado,
una argolla de contratos. No importaba cómo estuviera Bolivia.
Algunos “celestes”
se dedican a denostar a nuestro país en el extranjero, para aislar el proceso
constitucional de transición a la democracia. A través de sus contactos internacionales
contribuyen a crear un cerco que es más doloroso que el cerco sobre Cochabamba
y La Paz que impuso Evo Morales a costa de varias vidas humanas. Ahora es un
cerco sobre la paz de Bolivia, una paz que se está logrando a costa de mucho
sacrificio y dolor, y pese a los “celestes”, tan ubicuos como oportunistas.
(Publicado en Página Siete el sábado 30 de noviembre 2019)
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Todos esos oportunistas que se llaman
socialistas pueden irse.
¿Son acaso algo más que un desecho
que la historia arrojará al cesto de la
basura?
—Leon Trotsky