(Publicado en Página Siete el sábado 10 de julio de 2021).
Más allá de las maniobras políticas para mantenerse vigentes, hay rasgos característicos en los dirigentes del MAS y devotos de Evo Morales: gente deshonesta, corrupta y malosa, capaz de mentir sin siquiera sonrojarse. ¿Estoy generalizando? ¿No todos son así? Ciertamente, estoy generalizando, pero lo sostengo: todos son culpables por acción directa o por asociación delictuosa y encubrimiento. Pocos son los que se desmarcan, la mayoría se escuda en “el fin justifica los medios”, que dista de ser ideológico y se convierte en una coartada oportunista.
El discurso falaz del “golpe” con el que la dirigencia masista (y el no-presidente Arce) trató de encubrir el fraude electoral ha resultado un bumerán que de regreso está segando cabezas o por lo menos lenguas.
Los testimonios sacan a la luz detalles verosímiles que se incorporan en la minuciosa cronología del fraude y dejan mal parados a los verdaderos golpistas: el jefazo y su rebaño de fervientes seguidores. Las revelaciones de quienes han sido apresados con acusaciones ridículas, dinamitan el discurso de los fiscales corruptos que llevan adelante la estafa histórica del caso “golpe”.
Dibujo de Abecor en Página Siete
El artificio que Morales trató de montar ya no engaña a nadie, ni siquiera a sus simpatizantes internacionales. Las injusticias cometidas contra la ex presidente constitucional Jeanine Añez y otras personas detenidas, son aberraciones judiciales por donde se las mire. En Bolivia se persigue igual que en Nicaragua y en Venezuela, gracias a un aparato judicial corrupto sometido a las orientaciones de Evo Morales.
Este personaje siniestro le ha hecho mucho daño a Bolivia. Más allá de la malversación y dilapidación de miles de millones de dólares percibidos por el Estado en la década dorada (2006-2016), el daño causado a la moral y la ética de los bolivianos es profundo. Tan profundo, que tendrían que pasar décadas para que las nuevas generaciones crezcan con un código de valores que ha sido destruido, hecho añicos, por las acciones del MAS.
Morales y su guardia personal con uniformes venezolanos
El Nerón de Orinoca fue siempre un hombre violento, aún más cuando adquirió el poder que llegó a tener durante 14 años seguidos. Los testimonios recientes se suman al video donde instruye el cerco de las ciudades, un documento veraz, según comprobaron peritajes realizados en Perú y en Colombia. Tenemos declaraciones juradas de comandantes que vivieron minuto a minuto los intentos de Morales de socavar la democracia. Los militares se negaron a reprimir y también rechazaron el juego golpista, una suerte de “mamertazo” fallido.
Morales alentó actos vandálicos
El propósito de Morales de volcar a miles de sus seguidores sobre la ciudad de La Paz es coherente con otras acciones que instruyó para crear caos y violencia, tal la estrategia de acarrear simpatizantes a los que pagaban en efectivo por sus actos vandálicos, como demuestran varios videos de 2019. Así sucedió en El Porvenir y así sucedió en Sacaba, con gente que subió desde el Chapare con la instrucción de invadir la ciudad de Cochabamba.
Morales es un político acostumbrado a ganar mediante el uso de presiones y violencia, pero no siempre sus disparos dan en el blanco. En esos días aciagos del 2019 trató de crear un vacío de poder con la ilusión de que todas las instituciones de Estado dejaran de funcionar y él pudiera regresar al palacio en hombros (como Hugo Chávez en abril del 2002).
Pero el tiro le salió por la culata: no tiene autoridad moral, es un hombre enredado en sus mentiras, incapaz del menor gesto de hidalguía y probidad. Como Donald Trump, insiste en una gran falacia paralela y le creen quienes lo idolatran. Ha convertido a una generación de funcionarios del Estado en vasallos serviles, carentes de ética, dispuestos a todo para mantenerse en el poder, saltando de un cargo a otro. Morales nombra embajadores, delegados en los tribunales electorales, jueces y fiscales que sirven sus intereses personales.
Nunca estuvo Bolivia en una situación de
corrupción generalizada y carencia de valores como ahora, todo ello encubierto
en un discurso barnizado de izquierdismo inexistente, pero en realidad
neoliberal, extractivista y violador de derechos de los ciudadanos y de la
naturaleza.