(Publicado en Página Siete el domingo 30 de mayo de 2021)
El virus comenzó en China, por un contagio de murciélagos a seres humanos. Una viajera lo trajo a occidente y en cuestión de días se propagó a otros países. Los infectados tenían síntomas de deficiencia pulmonar y morían rápidamente pues al principio no se conocía ningún remedio o paliativo. Lo mejor era evitar el contagio lavándose las manos, usando barbijos y alcohol para desinfectarse. El contacto con personas infectadas y con objetos que hubieran sido tocados por ellas, era altamente peligroso.
Los trabajadores de la salud cayeron enfermos y las farmacias y supermercados fueron vaciados por gente atemorizada. Los gobiernos decidieron confinar las ciudades, suspendieron vuelos y viajes por carretera. Cerraron las oficinas, restaurantes, hoteles, fábricas, y solo quedaron abiertos los servicios esenciales: hospitales, farmacias, mercados de alimentación. Se prohibió la circulación en las calles sin justificativo. Mucha gente no le daba importancia al principio, y en internet surgieron remedios milagrosos promocionados por blogueros con millones de seguidores que se enriquecieron difundiendo teorías conspirativas. Los protocolos de bioseguridad se hicieron estrictos y se comenzó a trabajar a distancia, por plataforma.
Las ciudades, desiertas, eran desinfectadas por cuadrillas de trabajadores, mientras la basura se acumulaba. Los hospitales y cementerios se vieron rebasados, y no era extraño ver cadáveres en las calles y entierros en fosas comunes, porque los crematorios no daban abasto. Se ensayaron más de un centenar de vacunas, pero el proceso de aprobación llevaba varios meses. La gente se organizaba solidariamente para repartir comida a los más necesitados.
El Dr. Sanjay Gupta ofrecía sus análisis en CNN cada noche. Se empezaron a administrar las primeras vacunas pero hubo que decidir quién tenía derecho a recibirla primero. Poco después surgieron las primeras mutaciones del virus en África y otros continentes.
¿Lo anterior suena conocido?
Es el argumento de “Contagio” (2011) película dirigida por Steven Soderbergh con guion de Scott Z. Burns y una pléyade de grandes actores. Todo lo que vivimos ahora está en ese filme realizado hace 10 años. El futuro nos ha alcanzado antes de lo que podíamos suponer en 2011.
Las diferencias de “Contagio” con la pandemia del coronavirus son mínimas comparadas con las coincidencias. Todo comenzó en Wuhan y no en Hong Kong, como narra el filme. Y la primera persona que llevó el contagio a occidente aterrizó en Chicago y no en Milán. En la película el virus ataca a todos, no solamente a adultos mayores, como sucedió en 2020. Por ello, cuando comienzan a aplicarse las vacunas, es por sorteo según la fecha de nacimiento, y no por edad. La vacuna es descubierta en Estados Unidos y parece tener efecto instantáneo, no hay mucho que esperar. Un brazalete con código de barras permite a los ya vacunados circular libremente.
Julio Verne escribió obras que predijeron con 150 años de antelación el viaje a la luna, y la exploración en el fondo de los océanos o en el centro de la tierra. Pero en un mundo que gira vertiginosamente a la velocidad de internet, los diez años de anticipación de “Contagio”, equivalen a un siglo. Soderbergh ha sido tan visionario, que incluye al personaje real del Dr. Sanjay Gupta, cuyo rostro se ha hecho familiar en CNN durante la pandemia de Covid-19.
Soderbergh no es un desconocido para nosotros, ya que dirigió “Che” (2008) superproducción en dos partes, parcialmente filmada en Bolivia. Un detalle para cinéfilos: el autor de “Sexo, mentiras y video” suele hacer la fotografía de sus películas con el seudónimo Peter Andrews.
“Contagio” transcurre en un periodo de 135 días, con varias líneas paralelas de acción y numerosos flashback para armar el rompecabezas. El relato se construye mientras se investiga el origen del virus. Lo principal sucede en Chicago, Minneapolis, San Francisco y Atlanta (Estados Unidos) y Hong Kong (China), con saltos en el tiempo y en espacio, y un montaje eficaz que mantiene al espectador pegado a la pantalla.
Es en un casino de Hong Kong donde se produce el primer contagio. Cuando Beth Emhoff (la actriz Gwyneth Paltrow) regresa a Estados Unidos y hace una parada de varias horas en Chicago, contagia allí a un antiguo amante y luego, en Minnesota, a su hijo menor. Sin embargo, su esposo Mitch (Matt Damon) y su hija parecen inmunes. En Atlanta, el equipo del Dr. Ellis Cheevers (Laurent Fishburne) del Center for Disease Control (CDC), alerta en San Francisco al especialista Dr. Ian Sussman (Elliott Gould) y envía a Minnesota a la Dra. Erin Mears (Kate Winslet) para investigar la cadena de transmisión del virus desde la llegada de Beth Emhoff.
Muy hábil para atrapar noticias y convertirlas en teorías de conspiración, el bloguero Alan Krumwiede (Jude Law) trata de sacarle información al Dr. Sussman, sin lograrlo. Sin embargo, difunde información falsa sobre un medicamento que supuestamente cura el extraño virus: Forsitia (como la Ivermectina de ahora). Eso provoca largas filas e incluso asaltos en las farmacias. Al otro lado del Atlántico la Organización Mundial de la Salud envía a la Dra. Leonora Orantes (Marion Cotillard) a Hong Kong donde es secuestrada por su contacto local, cuya familia vive en un pueblo que ha sido contagiado: la tendrán como rehén hasta que puedan intercambiarla por vacunas.
Los clímax de suspenso no opacan la seriedad del relato, por el contrario, son ocasiones para transmitir el estado generalizado de pánico frente al virus desconocido. A lo largo de “Contagio” hay una descripción minuciosa de la cadena infecciosa. Todos nos tocamos la cara más de mil veces cada día, sin ser conscientes de ello. A partir de allí, la revisión de los videos de Beth en Hong Kong permite explorar el detalle de sus contactos: una ficha de casino, una copa, su teléfono celular… Cada persona que tocó esos objetos, muere en poco tiempo.
Probablemente no era la intención, pero la proyección apocalíptica de un futuro imaginario puede verse ahora como un filme didáctico: todo lo que hemos vivido desde febrero de 2020 está explicado en detalle y a través de un film que tiene acción, suspenso y muerte como las que conocemos ahora cada día.
El film deja para el final el “Día 1”, el más
importante, una sucesión de planos sin palabras: un tractor (de la empresa de
Beth) derrumba un árbol en la selva, los murciélagos salen volando y uno de
ellos se cuelga en el techo de un criadero de cerdos que a su vez terminan en
el restaurante del casino donde está Beth. El cocinero se toma una foto con
ella y le da la mano. La cadena queda establecida: la deforestación y la
reducción del entorno natural de los animales los empuja a acercarse a las
poblaciones. De allí a la transmisión del virus a los mamíferos, hay un solo
paso. ¿Aprenderemos alguna vez?
____________________________________ Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida. —Woody Allen