(Publicado en Página Siete el sábado 26 de junio de 2021)
En esta pandemia tan cruel, los dirigentes políticos del mundo se distinguen en dos grupos: los embaucadores indolentes y los “un poco menos”.
Dibujo de Abecor en Página Siete
Habría que ir hasta Nueva Zelanda para encontrar un ejemplo de dirigente nacional que pone por delante la salud y protege al pueblo que representa como servidora: la primera ministra Jacinda Ardern. En Europa, la mayoría de los populistas se aplaza. El británico Boris Johnson hizo un acto de contrición después de que la Covid-19 le calló la boca y estuvo al borde de la muerte durante varias semanas. En España y en Francia, Pedro Sánchez y Emmanuel Macron ya se equivocaron dos veces abriendo la economía antes de tiempo. Ahora, con la tercera ola de contagios, tampoco aprenden porque llega el verano y necesitan el dinero de los turistas internos y externos, pese a que muchos vayan a contagiarse en sus vacaciones.
Desde que se inició el proceso de vacunación, ninguno de los países europeos ha logrado completar más del 35% de la doble dosis: España 32.4%, Alemania 32.2%, Italia 27.5 %, Francia 25.5%. En otras palabras, están todavía lejos de la “inmunidad de rebaño”, pero ya han autorizado que la vida regrese a la “normalidad” y que la gente ande sin barbijo. En septiembre y octubre, lo estarán lamentando una vez más, por haber privilegiado la economía sobre la salud de la población.
Y qué decir de América Latina, con ejemplares de la categoría de Bolsonaro, López Obrador, Maduro y el no-presidente de Bolivia, Arce Catacora. Nuestros países están mal, muy mal. Estamos peor que hace un año en número de contagios, a pesar de que ahora hay mayor conocimiento sobre el virus y además tenemos vacunas. En América del Sur solo Chile destaca con un 51% de su población vacunada con las dos dosis, seguido de cerca por Uruguay con 42.8%. Los demás países están muy rezagados, y como siempre, Bolivia está en las peores posiciones: Brasil 11,6%, Colombia 10,2%, Argentina 8,3%, Perú 8,1% y Ecuador 7,1%. En la cola está Bolivia con 5%, Paraguay con 3,4% y Venezuela con menos del 1%, la vergüenza total. Al menos estos últimos están mejor en fútbol: Bolivia está mal en todo.
México, el gran hermano, debería ser un ejemplo, pero no lo es. Un slogan de la campaña presidencial de López Obrador fue “abrazos y no balazos”. La frase quería ser un gesto de reconciliación con relación al narcotráfico, quizás por eso uno de los actos sorprendentes de AMLO fue liberar al hijo del narcotraficante Chapo Guzmán, tan narco como su padre, y unas semanas más tarde, bajarse del vehículo presidencial para ir a estrechar la mano de la madre del mismo narcotraficante, rodeada ella de un ejército irregular para garantizar su seguridad.
En tiempos de la pandemia, esos abrazos cariñosos se revelaron mortales. Desde el inicio “El Peje” minimizó la pandemia. Con una sonrisita burlona en una de sus “mañaneras” dijo al mundo que él se protegía con una estampita de la virgen y un billete de dos dólares, y alentó a los mexicanos a seguir saliendo a comer a las fondas del barrio. Resultado: México es el cuarto país del mundo en número total de muertes por Covid-19, y el séptimo en muertes diarias esta semana. Persistente en su arrogancia, López Obrador sigue apareciendo en actos públicos sin tapabocas, al igual que Bolsonaro, para quien la pandemia es solo “uma gripezinha”.
Justicia divina: ambos enfermaron con Covid-19, al igual que otro negacionista de marca mayor, Donald Trump, pero ya se sabe que a ellos no les importa el mal ejemplo que dan a sus conciudadanos. En Bolivia cayó enfermo Evo Morales y muchos de su séquito, mientras el no-presidente Arce Catacora esperó hasta el 24 de mayo para vacunarse (aunque circula el rumor de que se había vacunado mucho antes en Brasil).
Arce Catacora se ha despreocupado del coronavirus, aunque aparecía en todas las fotos junto a las vacunas y a los primeros vacunados (muestra de propaganda) en el periodo anterior a las elecciones subnacionales. Después de eso, se la pasa viajando a cualquier rincón del país para evitar la sede de gobierno, que le produce urticaria. Prefiere no-gobernar.
A falta de liderazgo nacional, las
gobernaciones y alcaldías se han visto obligadas a asumir la responsabilidad de
la lucha contra el coronavirus, pero lo han hecho tímidamente, de ahí que los
casos de infección y las muertes se multiplican, los hornos crematorios ya no
dan abasto, y la gente peregrina desesperada de hospital en hospital buscando
una cama en las unidades de terapia intensiva (UTI). Pero las medidas de las
alcaldías son ridículas, parece que complacen las exigencias de los gremiales y
transportistas, como la absurda prohibición de circular en el horario en que
todos duermen…