07 junio 2021

Vacunados de espanto

Titulares: “La tercera ola supera dos picos previos”, “UTI están saturadas”, “Caos hospitalario y crisis funeraria”, “La cepa brasileña mata en dos o tres días”, “No solo enferman ancianos sino jóvenes y niños”, “Médicos trabajan sin percibir salarios”, “Siete regiones sin oxígeno”, “Sin distanciamiento en aviones y flotas”…. 

Arce Catacora empezó cojeando y echándole la culpa al empedrado. Eso escribí el 12 de diciembre en el artículo titulado “El cojo”. Han pasado casi seis meses y Arce sigue obrando como si viviera en un mundo paralelo donde los zalameros que lo rodean lo aíslan de las noticias bolivianas.  

Antes de las elecciones subnacionales chantajeó a la ciudadanía: no les daría vacunas si no votaban por el MAS. Hizo contratos con cláusula secreta para que no conozcamos el precio, como si el costo saliera de su bolsillo. El presidente “de todos los bolivianos” convertido en un vulgar propagandista del MAS. Igual perdió porque el dedazo no se lo tragó nadie. Ni el MAS.  

Como Arce está desesperado por fabricar una imagen propia que sea distinta a la del cacique mayor, aumentó el presupuesto de propaganda en lugar de comprar vacunas a tiempo. Ahora que ya están llegando, el dinero de “comunicación” es malgastado en enaltecer la figura del presidente más gris de nuestra historia —ese rellenito guitarrista anónimo, en lugar de utilizarse en mensajes educativos que promuevan la salud y la urgencia de vacunarse. Cada vez que llega un lote, está el presidente para la foto con el puño en alto, como si las vacunas las pagara el MAS. El uso de recursos del Estado para seguir en campaña proselitista es indignante.  

Arce esperó hasta el 24 de mayo para vacunarse: qué ejemplar mandatario, qué liderazgo. En la foto le están midiendo la saturación y la presión, cosas a las que los comunes mortales de este país no tienen derecho. Además, escogió una vacuna segura, en lugar de someterse a la vacuna china Sinopharm (la de menor efectividad), que él ha recetado para la mayoría de los bolivianos y que no ha sido aprobada ni por la Agencia Europea de Medicamentos, ni por la FDA de Estados Unidos. Del vicepresidente, nada se sabe, seguramente tiene un chuño en el bolsillo para cualquier emergencia.  

Bolivia es el país más retrasado de la región en identificar las nuevas variantes de coronavirus, pero Arce sigue levantando un puño triunfante. Sin plan para contener el virus, el gobierno central deja la responsabilidad a los gobernadores y estos a los alcaldes. Como resultado, tan solo el 10% (1.185.725) de los bolivianos recibieron una dosis de vacuna, y menos del 3% las dos dosis. El gobierno menciona una “población meta” de 7 millones, pero somos 11 millones y ahora sabemos que en la tercera ola mueren también jóvenes y niños. El único que no lo sabe, es Arce.  

Mientras se apilan los cadáveres en depósitos insalubres porque los crematorios ya no dan abasto, y la gente se muerte por falta de oxígeno y medicinas indicadas para el Covid, el gobierno hace conferencias de prensa diciendo que no falta nada, que todo anda bien.  

Algunos alcaldes toman medidas para contener la tercera ola, pero el alcalde de La Paz, de quien se esperaba más, retrasa la toma de decisiones porque quiere complacer a transportistas y a gremiales, con los que pactó para llegar donde está. El COED solo prohíbe las fiestas en lugares públicos y el expendio de alcohol desde las 10 de la noche durante una semana, lo cual no sirve para nada. Son medidas timoratas en un momento de emergencia. A pesar del aumento diario de contagios y de muertes, El Negro Arias se hace el sueco y dice que confía en el “autocuidado” ciudadano. ¿Cree que los minibuseros y vendedores de la calle respetan medidas de distanciamiento y bioseguridad? Háganos reír un poco más, alcalde.  

Hay muertos, hay llanto, hay pobreza, hay desesperación, pero nada de esto parece afectar a las autoridades nacionales y locales, que no toman las decisiones que deben tomar. Pontifican sobre el “equilibrio” necesario entre la economía y la salud, y dicen que sin trabajo la gente “se muere de hambre”. Lo que no entienden es que si la gente se enferma no habrá quien pueda trabajar. Desde ya, vean las instituciones públicas: en los ministerios la mitad de los funcionarios está con contagio, no hay quien atienda.   

(Publicado en Página Siete el sábado 29 de mayo de 2021)

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Le pareció que la fuga del tiempo se había detenido, como un encanto roto. El torbellino se había hecho en los últimos tiempos cada vez más intenso, y después repentinamente nada, el mundo se estancaba en horizontal apatía y los relojes corrían inútilmente.

—Dino Buzzati