21 junio 2021

Negro: no puedo respirar

(Publicado en Página Siete el sábado 22 de junio de 2021). 

Nunca habrá tenido tanto sentido la frase desesperada: “no puedo respirar”. Nuestro mundo se está ahogando. En Bolivia no pueden respirar los que mueren por COVID-19 y no pueden respirar los ciudadanos que sienten la opresión de un sistema político que en tiempos de pandemia es indolente, comete abusos y viola las libertades ciudadanas.  

Acaban de condenar en Estados Unidos a 30 años de cárcel al policía Derek Chauvin que asfixió al ciudadano negro George Floyd de manera brutal. La justicia actuó de manera independiente y expedita. Para un caso tan complejo, un año desde el hecho criminal hasta el fallo judicial, no es mucho. (Por si acaso, la palabra “chauvinista” o chovinista se atribuye a otro señor, el soldado francés Nicolás Chauvin, que durante las guerras napoleónicas no entendía la diferencia entre ser patriota y ser patriotero).  

En Bolivia no podemos respirar, pero también nos sentimos muy chauvinistas y autosuficientes. Ya sabíamos que en las alturas de nuestras montañas y en ciudades como La Paz, El Alto, Oruro y Potosí, no hay suficiente oxígeno (con lo que ello implica para el desarrollo normal del cerebro). Pero lo peor es que ahora tampoco tenemos en Bolivia oxígeno de tipo medicinal y lo estamos importando de Chile y Brasil, dos países muy “amigos” del actual gobierno, para decirlo con sorna (la falta de oxígeno mata el humor).  

Importar “aire” es una barbaridad. Claro que también es aberrante que importemos papas de Perú, frutas de Chile y productos lácteos de Argentina… Cuando hablo de “importar” soy generoso, pues en realidad se trata de contrabando. El mundo al revés: en este país los contrabandistas traen cantantes de Alemania (Modern Talking o Mr. President) para amenizar fiestas en Huachacalla, que tiene mil habitantes. Todo entra por pasos clandestinos o por aduanas corruptas, ya que Bolivia es incapaz de producir lo más básico para alimentarse, y ahora, algo elemental para sobrevivir: oxígeno.  

La crisis de oxígeno en la primera semana de junio hizo titulares de cinco columnas en los diarios: “Cochabamba desbordada por la muerte y sin oxígeno para paciente”, “El peregrinaje contrarreloj para comprar aire”, “Relatos de agonía: Santa Cruz se asfixia por la escasez de oxígeno”, “Aumentan casos de pacientes que mueren por falta de oxígeno”, “Nada es suficiente para abastecer de oxígeno a tres regiones”.  

Esos titulares son una marca de oprobio: mientras la gente moría por falta del elemento básico de la naturaleza, el presidente estaba guitarreando en Tupiza o en algún otro lugar del país donde le gusta esconderse para no estar en la sede de gobierno.  

En la sede de gobierno está el alcalde, que tampoco hace nada. Cada semana anuncia que “se tomarán medidas drásticas”, pero nunca las toma. Los que votamos por él estamos arrepentidos al ver su actitud pusilánime. Está concentrado en “bachear” las calles para que circulen mejor los minibuses, pero la pandemia solo aparece en declaraciones sin consecuencias.  

Obra realizada por Ejti Stih 

Hace un año, cuando Arias era ministro de Obras Públicas del gobierno de la presidenta Añez, había en Bolivia menos de 6 mil casos de contagios semanales (hoy hay 18 mil). Solo el día miércoles 9 de junio hubo 3.839 casos en el país, pero en la misma fecha en 2020: 630 nuevos casos. Y sin embargo, el gobierno transitorio tuvo la visión de declarar una cuarentena estricta en todo el país, para contener el avance del virus, del que todavía se conocía muy poco. Y se contuvo la primera ola. Ahora, sabemos más y tenemos vacunas, pero los casos se han multiplicado por seis, aunque ni el gobierno central ni el alcalde de La Paz toman medidas. Ambos rehúyen la responsabilidad.  

Iván “Negro” Arias, alcalde de La Paz 

Más que la salud de la población al alcalde Arias le preocupa crear un nuevo logo para su gestión y descartar los chalecos amarillos de la anterior. Que escoja el color gris, porque así se pinta el futuro de la nueva alcaldía. Cada semana posterga decisiones sobre la pandemia. Dice: “Dios no quiera que La Paz llegue a circunstancias como Cochabamba y Santa Cruz” (como si fuera una cuestión de fe), “en La Paz hemos optado por el camino de la concientización y el autocontrol” (babosadas), o “La Paz analiza restricciones de circulación” (todas las semanas “analizan”).  Viva la pepa, todo normal… Pero luego se asusta: “Arias alerta posible situación inmanejable en julio”… Voy a usar una palabra aceptada por la Real Academia de la Lengua: ¡qué carajos espera el alcalde!  

Apela a la “responsabilidad ciudadana” y al “autocontrol” como si estuviéramos en Suecia. El Negro Arias debería ser alcalde de Upsala o de Mälmo. Si cree que con bonitas palabras va a convencer a los micreros o a los gremiales que cumplan con medidas de bioseguridad, distanciamiento, etc. está pateando oxígeno. Es obvio que pactó con ellos para llegar donde está, y que no tiene intenciones de contrariarlos. Mientras tanto, la gente se contagia y muere.

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El que respira, dice: tengo todavía todo por respirar.
El infeliz, dice: tengo todavía lugar para las desdichas de los otros.
El que ha muerto, nos dice: no conozco nada todavía, no puedo estar muerto.
—Elias Canetti