Como otras palabras del castellano que comienzan con “al”, la palabra “alcalde” viene del árabe. Al-qāḍī significa “juez” y denomina a personalidades con criterio, experiencia, amplios conocimientos y elevada autoridad moral para gobernar una comunidad. Esa superioridad moral y ética quisiéramos ver en los próximos alcaldes de Bolivia, país caracterizado por la corrupción generalizada, la desidia y el abandono, particularmente en las alcaldías rurales donde no existe fiscalización alguna.
Lo más próximo al ciudadano son las alcaldías, de ahí que es tangible lo que hacen y lo que dejan de hacer. Por ejemplo, en La Paz tenemos nuevos hospitales, puentes y un buen servicio de transporte público (y educativo) como el PumaKatari —además del Teleférico que es obra del gobierno central. Estos últimos sirven como pedestal de campaña a dos candidatos a la alcaldía.
Las elecciones subnacionales del 7 de marzo, se presentan como un rompecabezas donde las piezas no encajan. Iré a votar con pesimismo, en un ambiente enrarecido por la demagogia barata y el transfugio político, la carencia de ideales y las propuestas ridículas.
A uno de los candidatos se le ocurre ofrecer autobuses PumaKatari de dos pisos, como en Londres, lo que supondría talar árboles en las aceras, pues los actuales de un piso apenas pasan debajo. Parece que el sujeto no entiende que el problema no es de espacio, sino de frecuencia y de rutas, es decir, de número de unidades, no de capacidad.
Otro candidato, que fue gerente del Teleférico (donde todas las cabinas tenían como sello de propiedad el rostro de Evo Morales), utiliza el apoyo presidencial en su favor, omitiendo que el proyecto fue realizado con sobreprecio y que es económicamente insostenible. Este candidato fue ilegalmente habilitado por un Tribunal Electoral pusilánime y entregado al gobierno.
Los barrios “de verdad” en las laderas de La Paz han mejorado en años recientes, lo cual tiene dos filos: se ven más bonitos con sus gradas pintadas de colores chillones y sus canchas de deportes, pero por otro lado así se legalizan asentamientos de avasalladores y construcciones fuera de norma, dotando de servicios de agua potable y electricidad a barrios enteros sin planimetría. Basta tomar el Teleférico, para descubrir debajo una ciudad caótica de ladrillo de construcción sin revoque, donde no hay ni un centímetro entre los edificios y las casas. La complicidad es una estrategia electoral, no de desarrollo urbano.
Los grandes proyectos de urbanismo y vialidad de la administración saliente nunca se terminaron en los plazos prometidos inicialmente. La excusa manida es el periodo de lluvias y la más reciente la pandemia, pero precisamente el periodo de confinamiento permitió a otros alcaldes de América Latina terminar obras viales de importancia, ya que no había circulación de vehículos. Bogotá (donde nunca cesa de llover) hizo más: aumentó 80 kilómetros de ciclovías y embelleció áreas verdes. En La Paz “maravillosa” ni siquiera repintaron los pasos de cebra, pero dejaron a las compañías de cable arrancar árboles de cuajo.
En un acto de burda demagogia electoral en favor de su frustrado heredero, el alcalde saliente de La Paz ofrece destinar recursos del gobierno municipal para comprar 250 mil vacunas y priorizar su destino a conductores de minibús y gremiales, algo que ningún país del mundo haría cuando aún no se ha vacunado al personal de salud. La cruel paradoja es que esos dos sectores mafiosos son los que hicieron la vida difícil a la ciudadanía de La Paz, mientras en sus diez años de gestión el alcalde Revilla (por quien voté) cedió al chantaje, incapaz de actuar con firmeza y sabiduría.
Hay muchas áreas grises en la gestión municipal, y parece que no será diferente gane quien gane, porque no se ve determinación para acabar con la corrupción. ¿Alguien propone fiscalizar de oficio las construcciones que se hacen para lavar dinero en efectivo proveniente del narcotráfico y del contrabando? Hay más de 8 mil departamentos vacíos en La Paz, pero los edificios continúan elevándose sin dejar un mínimo espacio para jardines y colapsando los servicios de agua y electricidad. Ningún candidato se atreve a tocar el tema.
¿Alguien ha propuesto formalizar el transporte privado de las mafias sindicales? ¿Alguien propone limpiar las vías de puestos de venta de contrabando, que ocupan no solamente las aceras sino hasta la mitad de las calles? ¿Alguien ha propuesto salvar al rio Choqueyapu y sancionar a los que lo saturan de basura? ¿Alguien se ha comprometido a eliminar la maraña de cables que arruinan el paisaje urbano y controlar a las compañías que no retiran los cables inservibles?
Así como a nivel nacional estamos condenados con un gobierno de mentira, me temo que en los niveles departamentales y locales no tenemos tampoco esperanza.
(Publicado en Página Siete el sábado 20 de febrero de
2021)