Oscar Cerruto en La Paz, 1971 |
Este miércoles 13 de junio el poeta Oscar
Cerruto habría cumplido 100 años, pero murió relativamente joven a los 68 años
de edad, el 10 de abril de 1981. Dejó detrás una obra literaria sólida,
meticulosa, escrita con el mayor esmero. Su novela Aluvión de fuego (1935) es de lo mejor que se ha publicado sobre la
Guerra del Chaco, los cuentos de Cerco de
penumbras (1958), son ejemplares, y qué decir de sus poemas, reunidos en Cifra de las rosas y siete cantares
(1957), Patria de sal cautiva (1958),
Estrella segregada (1975), Reverso de la transparencia (1975), y Cántico traspasado (1975).
Me pregunto si Oscar hubiera publicado
otras obras si viviera. Y me respondo que probablemente no, porque su actitud
frente a la literatura era muy parecida a la de Juan Rulfo: ambos eran
partidarios de escribir poco pero con excelencia. Juan Rulfo eliminó más de un
centenar de páginas del original de Pedro
Páramo, y otras después de publicarse la primera edición, y Oscar corrigió
tanto su novela de juventud, Aluvión de fuego, que prácticamente escribió otra.
La principal razón por la que en vida de
Oscar Cerruto no se publicó una nueva edición de Aluvión de fuego, es porque él no quiso. Me consta, porque cuando
lo visité en su casa me mostró un ejemplar de la primera edición, donde no
había página, ni párrafo, ni línea de la novela, que no hubiese cambiado. “Es
otra novela”, me dijo para explicarme porqué no quería que se publicara.
La tapa "buena" de Cerco de Penumbras |
Ese celo casi obsesivo de Oscar por cada
palabra, cada verso, cada página de su obra era parte de su personalidad
meticulosa en extremo. Tengo dos ejemplares de la primera edición de Cerco de penumbras, porque son
testimonio de ese rasgo de personalidad de Oscar. La tapa de uno de los
ejemplares es ligeramente diferente a la otra. La diferencia es mínima entre
ambas: su nombre y el sello editorial en letras rojas, y el título en la mitad
superior de la portada. La edición “mala”, en cambio, tenía solamente letras
negras sobre el fondo . Pero a Oscar la primera tapa no le gustó, y pidió que
se volviera a imprimir. El título estaba en la mitad inferior de la tapa, no
aparecía el sello editorial, y el nombre estaba en letras negras. Además, decía solamente “La Paz”,
mientras que en la tapa “buena”, se lee “Ciudad de La Paz”.
Así de meticuloso era Oscar, y esos
detalles me quedaron grabados. No era muy afecto a las fotos, y me costó
convencerlo para que se dejara tomar algunas. Esa sesión tuvo lugar en su
departamento. Me hizo esperar un buen rato en la sala mientras se acicalaba. La
corbata, el traje, la camisa blanca y el peinado tenía que estar impecable. Así
era él. Posó casi inexpresivo, un poco incómodo. Disparé cinco veces, y una de esas fotos es la que se ha reproducido
muchas veces, en muchos libros sobre él y sobre su obra. Es la misma fotografía
que yo incluí el año 1990 en mi exposición “Retrato hablado”, acompañándola de
un breve texto.
Alfonso Gumucio y Oscar Cerruto, en La Paz, 1967 |
La personalidad de Oscar era bastante
hermética, y me precio de haber logrado que se abriera conmigo para hablar de
sus ideas sobre la literatura. Fue siempre cordial y generoso, tanto
que la primera vez que me recibió para una entrevista fue el año 1967, cuando
yo era apenas un mozalbete que no había terminado la secundaria. Esa entrevista
salió en la revista Vínculo que se publicaba en el Colegio St. Andrew’s. Yo
fungía como secretario de redacción, apoyado en esa iniciativa por Carlos Coello y
Oscar Rivera Rodas.
La entrevista fue la primera publicación
que hice en un diario de circulación nacional, en el suplemento "Presencia
Literaria" que dirigía Juan Quirós, con un dibujo muy bueno de Clovis Díaz.
Cerruto, por Clovis Díaz |
Oscar era parco, no hablaba mucho de su
obra y dosificaba sus anécdotas, aunque algunas de ellas lo enorgullecían, por
ejemplo su encuentro con Albert Camus.
Nuestras conversaciones derivaron
inevitablemente en un texto de mayor envergadura, que se publicó como capítulo
de mi primer libro, Provocaciones
(1977), donde reuní los testimonios literarios de 14 escritores bolivianos que
yo frecuentaba: Oscar Cerruto, Augusto Céspedes, Pedro Shimose, Oscar Rivera
Rodas, Renato Prada Oropeza, Jesús Lara, Mariano Baptista Gumucio, Humberto
Guzmán Arze, Augusto Guzmán, Arturo von Vacano y Jaime Sáenz. Titulé el
capítulo de Oscar Cerruto: “Precisión, aluvión de poesía”.
Durante años he querido ampliar esa
aproximación y escribir un libro sobre Oscar, un testimonio biográfico construido
con base a las conversaciones que sostuvimos, nuestros intercambios de
correspondencia, y una veintena de entrevistas con personas allegadas a él, ya
sea su familia más cercana o sus amistades literarias, con quienes solía
reunirse regularmente en las sesiones de Prisma que facilitaba Monseñor Quirós.
Como suele suceder, el tiempo avanza más
rápido que uno, porque el tiempo no se dispersa sino que se concentra en cada
minuto y el que viene después. Y al tiempo no lo exilian, no tiene que buscar
trabajo, ya lo tiene desde siempre y para siempre. Son explicaciones, no
excusas, para expresar las razones que me han impedido hasta ahora publicar ese
libro en el que he seguido trabajando con la esperanza de acabarlo este año.
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Poesía es la unión de dos palabras
que uno nunca supuso que pudieran juntarse,
y que forman algo así como un misterio.
— Federico
García Lorca