01 septiembre 2018

Cuando Pedro palpita

Pedro Susz (foto: Cecilia Fernández) 
  Detrás de la barba espesa, ahora canosa, y los lentes de montura gruesa que quisieran esconder la mirada, hay un hombre tierno que no se deja ver. Norma Merlo probablemente lo ha visto cuando se descuida. Conmigo no se deja.  Entonces lo intuyo, lo adivino detrás de la cordialidad de su trato, de su humor lacónico y de su voz a veces inquisidora. 

Pedro no se abre fácilmente y sin embargo Susz lo da todo de sí.  En su trabajo tesonero -primero en la Cinemateca y luego en el Gobierno Municipal de La Paz, lo da todo, menos su intimidad. 

Cada día se levanta a las 4:00 para escribir dos horas y luego ser el primero que llega a su oficina de Presidente del Concejo Municipal. Allí recibe pacientemente quejas frecuentes como las mías, como si él fuera responsable de todo lo que pasa en la ciudad. Tiene derecho a un vehículo oficial con chofer, pero no lo usa. Transita las calles de La Paz a pie o en transporte público. 

Su apariencia a veces distante y la cadencia de su hablar enfático puede asustar a algunos, pero es un hombre de una sola pieza, comprometido hasta el tuétano, de una honestidad prístina y de un envidiable tesón para el trabajo. 

Es tan sobrio que solo palpita fuera de su caparazón cuando juega el “tigre” en el Estadio Hernando Siles. El otro ventrículo de su corazón es para el cine que ve todos los días, como lo hacía Luis Espinal: casi cinco décadas de crítica de cine constante, destilada en los cuatro tomos de 40/24 Papeles de cine (2014), 2.850 páginas que aún no he terminado de leer, del mismo modo que me he puesto el desafío de adentrarme en la selva de 582 páginas de Para una filosofía de la insubordinación (2012). 

Pedro Susz es admirablemente íntegro. Nos inspira.  

(Publicado en la revista RascaCielos de Página Siete, el domingo 29 de julio 2018)