30 septiembre 2018

Arde la memoria

 La memoria es un laberinto lleno de incógnitas. Nadie recuerda todo lo que ha vivido. Algunos recuerdan episodios que no han vivido.  Abundan los estudios sobre memorias inventadas y memorias reales. La única memoria relativamente fiel es la que está registrada al instante, en el momento en que los hechos ocurren, pero aún ahí hay un sesgo, una forma de narrar, una elección de los límites del campo. 

No importa que la memoria sufra el desgaste del tiempo o su caprichoso enriquecimiento con los años. Así es: un producto de manipulaciones involuntarias, de recuerdos confusos, una nebulosa de estrellas que a veces brillan y tan pronto se extinguen. La memoria será siempre una versión personal: lo que queda cuando hemos recorrido el laberinto en el que estamos atrapados. 

Todos tenemos memorias no resueltas y laberintos sin salida aparente. Tenemos deudas pendientes con el pasado que no llegamos a resolver a lo largo de nuestras vidas, o que resolvemos parcialmente a través de ejercicios de catarsis y ceremonias de exorcismo. 

Eso sucede en “Algo quema” (2018) el documental de Mauricio Ovando que no entenderíamos si no situáramos al director en su contexto familiar: nieto del ex presidente y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Bolivia, General Alfredo Ovando Candia, e hijo del cineasta y activista social Alfredo “Bis” Ovando. El General Ovando fue presidente tres veces mediante golpes militares y una copresidencia con René Barrientos. Lo curioso es que Ovando fue partícipe de un golpe de derecha con Barrientos, pero “su” golpe cívico-militar en 1969 fue de izquierda. 

Barrientos y Ovando 
Por su temperamento taciturno y su reticencia a defenderse públicamente, se le atribuyeron a lo largo de su estadía en el poder, responsabilidades en episodios históricos de gran magnitud: la muerte de René Barrientos y asesinatos que se produjeron a fines de la década de 1969, la ejecución del Ché Guevara, los fusilamientos de jóvenes guerrilleros en Teoponte y la masacre de San Juan en las minas. 

Menos se recuerdan sus logros, como la creación de la fundición de estaño de Vinto y posteriormente, en 1969, la nacionalización de la Gulf y la conformación de un gobierno de izquierda con jóvenes intelectuales probos y brillantes como Marcelo Quiroga Santa Cruz, José Ortiz Mercado, Alberto Bailey Gutiérrez, Mariano Baptista Gumucio, Edgar Camacho Omiste, Oscar Bonifaz y José Luis Roca, entre otros. 

Entierro de Ovando
Describo lo anterior en detalle porque tengo la certeza de que muchos jóvenes de ahora, atacados por una amnesia colectiva escalofriante y sumergidos en la pantalla de sus prótesis electrónicas, no tienen idea de quién fue Ovando o Torres o Paz Estenssoro… No es cuento: me ha tocado dar conferencias a estudiantes universitarios (repito “universitarios”), que no tenían la más remota idea de quién fue Marcelo Quiroga Santa Cruz o Luis Espinal.  Por ello, contarles quién era Ovando no está de más (aunque tampoco leen diarios, o sea que no leerán esta nota). 

Mauricio Ovando no es de esos jóvenes porque la historia lo rodeaba desde que nació. Desde la edad más tierna estuvo empapado de símbolos relacionados con el poder, como en las filmaciones familiares de la primera parte de “Algo quema”, donde se lo ve con la gorra militar o el sable del abuelo, o armado de una pequeña escopeta que dispara corchos. La referencia militar y la vida política fue parte de su vida y la de sus padres, Bis y Liliana. 

Mauricio Alfredo Ovando, director
Quizás este film debió realizarlo antes Bis, su padre cineasta, pero ha sido el nieto el que ha decidido saldar cuentas con la memoria familiar y hacerlo de manera que funcione como un exorcismo para todos: su padres y sus hermanos. Eso requiere una gran dosis de valentía, una decisión desgarradora de enfrentar con sentido autocrítico lo más duro que puede vivir una familia: la noción de que el abuelo que en casa era tierno y cariñoso, en su función pública era implacable y tomaba decisiones que se traducían en muertes violentas. 

No es fácil saldar esas cuentas porque se corre un doble riesgo: defender al abuelo y a la familia a toda costa adoptando una posición de negación, o por el contrario asumir las culpas como si fueran propias, y sufrirlas toda la vida. 

De manera inteligente y sentida, Mauricio Ovando logra un equilibrio a costa de mucho dolor y lágrimas. Lo hace de manera descarnada, creando a lo largo del documental un ritmo que va en crescendo alimentando la reflexión del espectador al mismo tiempo que indaga “la verdad”, una verdad que solamente podremos conocer parcialmente, pero de manera suficiente como para dejar la impresión de que el personaje retratado tenía luces y sombras. A cada quien de evaluar cuales pesaron más en la historia. 

Mauricio Ovando, niño 
La pesquisa de Mauricio Ovando, desencadenada a partir de la muerte de su tío Marcelo en un accidente de aviación, comienza en una primera secuencia anterior a los títulos del film, donde se establece quién era el general Ovando con imágenes documentales de su entierro en 1982. La primera parte del film incluye filmaciones artesanales en Súper 8mm que muestran la convivencia familiar y alguna en 16mm que nos remite a la vida pública del personaje. Para el espectador es quizás un poco larga esta parte, aunque para la familia pueda estar llena de significados. 

Las voces de la familia construyen el relato mientras observan esas imágenes y analizan la vida del personaje con una enorme apertura, para expresar sentimientos y tomar posiciones a medida que avanza la narración, excepto doña Elsa, afectada por la edad y principios de demencia senil, pero también por un bloqueo defensivo que le impide indagar dentro de sí misma. 

Lo interesante es que el documental se narra a sí mismo: el realizador incluye en campo del film la revisión que hace de esas imágenes y más de una vez introduce en la edición el momento en que el film se quema en la ventana del proyector, algo que solía suceder y que los jóvenes de hoy no entenderían. Esos fotogramas que arden por el calor de la lámpara nos introducen en el tema de “Algo quema”: el fuego de la memoria, un leit motiv a lo largo del documental. 

Si los espectadores estaban distraídos, un giro en el relato los sacará de su adormecimiento. Apoyado por una banda sonora muy bien trabajada, el realizador corta abruptamente el relato familiar idílico para enfrentarse cara a cara con una realidad exterior que es adversa: todo lo que se dice del abuelo puede resumirse en una palabra: asesino. 

Frente a ello la indagación familiar es descarnada y sirve de catarsis. Son extraordinariamente emotivos los testimonios de Techy (la tía de Mauricio), de Bis (su padre) y de Carolina (su prima). La capacidad de ellos de analizar críticamente los hechos, aunque quemen en el pecho, hace del documental una obra magnífica de relato introspectivo y de honestidad intelectual. 

En esa línea, la toma final de un cerillo encendido en la oscuridad mientras la voz de Mauricio trata de entender hasta dónde llegó su pesquisa, no solamente es conmovedora sino magistral como expresión cinematográfica. 

Además “Algo quema” es una demostración de que se puede hacer buen cine en Bolivia con presupuestos modestos (en este caso, 12 mil dólares).
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No importa lo mucho que has sufrido,
a veces no quieres dejar marchar ciertos recuerdos.
—Haruki Murakami