19 abril 2023

El primer Saura

(Publicado en Los Tiempos el domingo 19 de febrero de 2023)

Carlos Saura ©Foto Antonio Castro

 Carlos Saura Atarés falleció en Madrid el 10 de febrero de 2023 a los 91 años de edad, un día antes de que los Premios Goya le hicieran un homenaje por su inmensa carrera como cineasta, con la entrega de un Goya de Honor. Parece que su personalidad poco afecta a la figuración y al brillo de los reflectores, lo hizo adelantarse.

 En las generaciones más jóvenes de aficionados al cine o cineastas, muy pocos pueden medir la dimensión de Carlos Saura como director de cine. Yo sí puedo, porque me tocó vivir en España en 1971-1972, durante los años finales de la dictadura de Franco, y luego en Francia, donde vi las películas de Saura que en España se topaban con la censura.

Buñuel y Saura 

 El gran mérito de Carlos Saura es que nunca quiso abandonar España, y que su producción más extraordinaria (a mi juicio) la hizo precisamente durante los años finales del franquismo. Mientras Luis Buñuel (a quien Saura admiraba profundamente) hizo la mayor parte de su carrera como cineasta fuera de España, y otros talentosos cineastas españoles abandonaron el cine por las dificultades que encontraban para trabajar en su país, Saura logró realizar películas de extraordinaria importancia, aunque más tarde renegó de algunas de ellas, inexplicablemente.

 Tuve la suerte de ver muchas películas de Saura en parís, mientras estudiaba cine en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos (IDHEC), la gran escuela de cine europea, tan selectiva que solo admitía 22
estudiantes por año. Éramos privilegiados ya que nos daban un carnet para ingresar gratuitamente a todas las salas de cine de París, lo que nos permitía ver dos o tres películas cada día.

 Sobre cada película me hice la disciplina de escribir un comentario de dos páginas, y sobre esa primera etapa de Saura tuve el privilegio de ver la obra que dirigió durante la década final del franquismo, y escribir sobre “La caza” (1965), “Peppermint frappé” (1967), “Ana y los lobos” (1972), “La prima Angélica” (1972), “Cría cuervos” (1975) y “Elisa vida mía” (1977) que dirigió después de la muerte de Francisco Franco.

Críticías que escribí sobre filmes de Saura en la década de 1970

 Todas estas películas producidas por Elías Querejeta cuentan con un equipo técnico y  artístico formidable, con Luis Cuadrado en la dirección de fotografía (Theo Escamilla en las últimas), guiones de Rafael Azcona, montaje de Pablo G. del Amo, música de Luis de Pablo y las interpretaciones de actrices y actores tan destacados como José Luis López Vásquez, Fernando Fernán Gómez, Rafaela Aparicio, Ana Torrent, Fernando Rey, Héctor Alterio y la inefable Geraldine Chaplin, compañera de vida de Saura entre 1967 y 1979, que aparece en muchas de sus obras, incluso en alguna donde sobra.

 Luego de cincuenta años he desempolvado esos cometarios que escribí a máquina, fechados entre 1973 y 1977, y al releerlos he recuperado la memoria sobre la importancia de este cineasta cuya obra ya no seguí tan rigurosamente después, aunque realizó medio centenar de películas, casi todas relacionadas con la música y específicamente la danza: “Bodas de sangre” (1981), “Carmen” (1983), “El amor brujo” (1986), “Sevillanas” (1992), “Tango” (1998), “Salomé” (2002), “Iberia” (2005), “Fados” (2007), “Jota de Saura” (2016), entre otras.  Sin duda, la danza lo sedujo y hay un antes y un después en la obra de Saura desde 1980.

 El periodo que más me interesa es precisamente el que él quiso rechazar más tarde en una entrevista con Augusto M. Torres y Vicente Molina Foix: “Hoy, para mí, ‘La prima Angélica’ es la prehistoria”, dijo en esa oportunidad. Yo añadí al respecto en un comentario: “Si ese gran film de Saura es la prehistoria de su producción, no cabe la menor duda de que ‘Elisa, vida mía’ es la Edad Media. Esperemos la llegada del Renacimiento”.

“La caza"

 Muy pocos entenderán el valor de las películas de Saura realizadas durante el franquismo, cuando se ejercía una drástica censura sobre el cine, y todos los guiones debían ser presentados y aprobados previamente por la dictadura. Eso obligaba a los creadores (no solo a los cineastas) a emplear un lenguaje que hábilmente transparentaba sus ideas a través de la imagen y los diálogos, sin necesidad de emplear alusiones directas a la dictadura o a la Guerra Civil que había encumbrado en el poder al “Generalísimo” Francisco Franco durante 39 años.

 Con su primer largometraje “Los golfos” (1959), Saura intentó adscribirse al neorrealismo italiano de la posguerra. No le fue bien con “Llanto por un bandido” (1964) a pesar del reparto estelar que incluía a Paco Rabal, Lea Massari, Philippe Leroy, Lino Ventura Antonio Buero Vallejo y al propio Luis Buñuel. “Después de este film yo no quería hacer otro que no pudiese controlar totalmente”, dijo cuando terminó de dirigir “La caza”, una extraordinaria parábola sobre la guerra civil, a través de un grupo de amigos que van a cazar conejos. Toda la crueldad de la guerra se refleja a través de amigos cuyo pasado fascista se adivina en los diálogos y en la violencia contenida en sus relaciones, que deriva en la confrontación y el asesinato entre los personajes. Es una metáfora extraordinaria de la guerra, pero hay que saber de historia para hacer una lectura de segundo nivel.

José Luis López Vásquez en "El jardín de las delicias” 

 Sus películas subsiguientes tienen un estilo inconfundible donde las alegorías sirven para ejercer una crítica despiadada a la guerra, a la dictadura, a la religión y a los militares, sin necesidad de decirlo con todas sus letras.

 En “Peppermint frappé”, que dedica a Luis Buñuel, anuncia “El jardín de las delicias” y las otras cintas que trabajan el tema de la memoria familiar. Los que recuerdan o no recuerda, los inmovilizados por la parálisis y los más jóvenes, son parte de un discurso que habla de la desmemoria de la guerra, de la negación y de la decisión de vivir “en paz” en dictadura, lo cual suele suceder en muchos países donde un gobierno autoritario se instala demasiado tiempo.

Ana Torrent y Geraldine Chaplin en “Cría cuervos"

 El símbolo y la parábola caracterizan también a “Ana y los lobos”, que Saura calificó en su momento como “un salto al vacío”. Los tres poderes de la España franquista, el ejército, la iglesia y la burguesía, son desnudados en esta y otras dos obras de la trilogía que parece inspirarse en la fantasía y el simbolismo cruel de Jheronimus Bosch (el Bosco). El inmenso jardín de la casa donde transcurre la historia es una parábola de la España quebrada después de la guerra, la invalidez y los resentimientos que no cicatrizan. La España de negro, como viste siempre la madre, es una alegoría clara.

 Sobre el siguiente film, “La prima Angélica”, escribí con entusiasmo en 1974, colocando a Saura por encima de las corrientes de cine en boga en aquellos años: “Pocos realizadores como Saura, tan honestos, correctos, puros, tan consecuentes en su línea y en su evolución”.

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He hecho películas para expresar una violencia personal, para no matar.
—Carlos Saura