(Publicado en Página Siete el domingo 20 de marzo de 2022)
Han pasado 42 años de aquella noche en la que se impuso la intolerancia y la crueldad. Al amanecer del sábado 22 de marzo apareció en Achachicala el cuerpo torturado y acribillado de Luis Espinal, el sacerdote jesuita que decidió ser boliviano desde el momento en que pisó nuestro país.
Hace más de cuatro décadas que venimos recordando a un hombre que en apenas 12 años de vida en Bolivia dejó una marca indeleble como sacerdote, cineasta, periodista y maestro.
Me tocó vivir el secuestro y asesinato de Lucho a 3741 kilómetros de distancia. Ese día estuve en Nicaragua en una jornada histórica: el inicio de la campaña de alfabetización del gobierno sandinista. He relatado en varias ocasiones esa mezcla de dolor y de alegría que sentí entre ambos eventos íntimamente vinculados en el espacio de las luchas por la justicia social.
Cuando regresé a La Paz, Gregorio Iriarte –de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDHB)- me encomendó coordinar un libro sobre nuestro amigo asesinado. Pasé varias semanas encerrado en el dormitorio de Espinal, contiguo al de Xavier Albó en la casa que ocupaban en Miraflores, revisando sus papeles, sus fotos y sus archivos sobre cine. Uno de los momentos culminantes en la búsqueda de Luis a través de su obra y de sus pertenencias, fue el hallazgo de una caja de cartón donde conservaba decenas de fotografías suyas acumuladas a lo largo de su vida. Escogí algunas para armar una sección iconográfica en el libro. Además, filmé todas esas fotografías, así como los tallados en madera que Luis solía hacer para sus amigos y entrevisté a varias personas que lo conocieron de cerca: Xavier Albó, Oscar Soria, Domitila Chungara, Walter Solón Romero, Aníbal Aguilar, Antonio Peredo y René Bascopé, entre otros, para una película documental que nunca pude terminar.
Acabé el libro en un tiempo record, incluyendo una selección de textos y fotos de Lucho, y ocupándome del diseño de la portada (foto de Antonio Eguino) y en la contratapa una fotografía mía en la que aparece Lucho en medio de una multitud durante una concentración de la Central Obrera Boliviana, en 1979. El rostro de Luis destaca en medio de los trabajadores y defensores de la democracia con los que se identificaba plenamente. Se lo entregué a Gregorio para que lo hiciera publicar, pero en eso nos cayó encima el golpe militar de García Meza en julio de 1980 y tuvimos que pasar a la clandestinidad y luego emprender la ruta del exilio. El golpe militar y la represión impidieron que tanto la película como el libro pudieran ver la luz. Casi todo lo filmado desapareció: lo más importante se ha extraviado.
El libro de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos se publicó más tarde en Perú con el título Luis Espinal, el grito de un pueblo (1981) y por razones de seguridad salió sin los nombres de los autores. Dejo establecido que el capítulo “El compromiso del periodista” lo escribió Antonio Peredo, el de Lucho y la religión, “Su vida con Dios”, lo escribió Xavier Albó, el del secuestro y asesinato, “La hora de los asesinos”, lo escribió Gregorio Iriarte, y yo escribí la introducción “Trayectoria del hombre” y el capítulo sobre la actividad de Espinal como crítico y cineasta, “Un hombre de cine”. Un año después la segunda edición del mismo libro se publicó en España con el título Lucho Espinal, testigo de nuestra América (1982), también sin los nombres de los autores. La tercera edición y primera en Bolivia, se publicó recién en 2017 (Plural Editores) con los nombres de los autores y el título y foto de portada originales.
Mientras preparaba el libro para la Asamblea Permanente de Derechos Humanos fui ampliando mi capítulo sobre Luis Espinal y el cine. Encaré apasionadamente esa tarea, sumiéndome entre los papeles de Luis que estuvieron a mi disposición en la casa donde vivía muy cerca del lugar donde fue secuestrado. Encontré centenares de críticas de cine, ponencias, guiones para cine y televisión. A lo largo de todos esos documentos, su trayectoria como hombre de cine quedaba claramente establecida, tanto en España, como en Bolivia. El libro se publicó primero en México en 1986 y una segunda edición en Bolivia en 2014 (Plural Editores).
Descubrí algo que pocos bolivianos conocían: la etapa de Luis Espinal en su país de origen, sus estudios de cine, su trabajo en la televisión española. Allí estaba todo, distribuido en prolijos archivadores y carpetas: Luis cineasta, Luis poeta, Luis periodista, Luis sacerdote, Luis crítico cinematográfico. Fue a la vez doloroso y estimulante reconocerlo en su obra. Leí todo lo que escribió sobre cine y acabé clasificando sus archivos y documentos. Al concluir el trabajo, sentí que cerraba una mina muy rica cuando apenas había comenzado a explorarla. De ese modo, al final, tenía otro libro, que tampoco pudo publicarse debido al golpe militar.
Un golpe es a la vez uno y muchos. No es la contundencia monolítica de un golpe militar –como los que ocurrieron en América Latina- lo que destruye el edificio de la cultura en libertad que nos proponemos construir. Es la suma de golpes, certera y arteramente disparados, la que mina ese edificio debilitándolo por todos sus flancos, aunque sin afectar sus cimientos.
Golpes durísimos fueron el asesinato de Luis Espinal y de Marcelo Quiroga Santa Cruz, ambos comprometidos con el cine en diferentes etapas de sus vidas. Hay otros golpes no menos dañinos: una película censurada, un libro en llamas, un autor marginado o ninguneado por su posición política.
Todo esto para llegar otra vez al principio, para subrayar lo relevante de la actividad de crítico y cineasta de Luis Espinal, no solamente en Bolivia – donde entregó lo mejor de sí a partir de 1968, sino también en España, donde sembró un precedente libertario en una época oscurantista.
En honor a Luis Espinal conmemoramos cada año el día del Cine Boliviano el 21 de marzo. La Cinemateca Boliviana ha preparado para el lunes 21 de marzo un nutrido programa de películas nacionales que ofrecen un amplio panorama de la diversidad de nuestra producción cinematográfica. No hay excusa para quienes dicen que no conocen el cine que se hace en Bolivia: en una sola tarde-noche pueden ver diez películas importantes. Y al día siguiente, el 22 de marzo, la Fundación Cinemateca Boliviana hará entrega del Premio Semilla, con el que me honró en 2017.
Espinal será recordado a las 10:00 hrs. del martes 22 de marzo en Achachicala, donde fue encontrado su cuerpo torturado y donde hay un memorial que lo recuerda. La Asamblea Permanente de Derechos Humanos ha previsto reunir nuevamente a los defensores de la democracia, como lo hizo regularmente cada año hasta que llegó la pandemia.