(Publicado en Página Siete el domingo 3 de octubre de 2021)
Los fotógrafos tenemos una vida difícil en Bolivia, porque en este país no se respeta esta profesión que está a caballo entre el arte y el testimonio. La piratería de fotos es y ha sido siempre, algo “normal”, incluso antes de que exista internet.
Ahora que se cumple el centenario del escritor Jaime Sáenz, veo reproducido a diestra y siniestra el retrato que le hice, como si me hubiera muerto hace 50 años y mis derechos ya hubieran caducado.
De vez en cuando los fotógrafos nos sentimos reconfortados cuando nos escriben de países civilizados para comprar los derechos de reproducción de una fotografía, y generalmente pagan por ello. Cuando no pueden pagar, al menos piden permiso y colocan el crédito del fotógrafo.
Nada de eso sucede en Bolivia: cualquiera se apropia de las fotos de uno y las usa alegremente sin siquiera pedir permiso y menos aún poner el crédito respectivo. En otro país, uno podría hacer un juicio y ser resarcido económicamente por el abuso. Aquí no vale la pena siquiera intentarlo.
Mis retratos de Luis Espinal, Jaime Sáenz, René Zavaleta, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Augusto Céspedes, Oscar Cerruto, Jesús Lara, Adolfo Costa du Rels, Ricardo Pérez Alcalá, Juan Lechín, Liber Forti, Pedro Shimose, Juan José Torres, José María Velasco Maidana, Walter Solon Romero y tantos otros, son usados, recortados y maltratados sin permiso, a pesar de que se han exhibido públicamente, por lo que no debería quedar duda sobre la autoría.
Me he cansado de pedir a los diarios que
borren de sus archivos mis fotos, ya que no se dignan solicitar la autorización
respectiva para publicarlas. Como siguen usándolas con la excusa de que “están
en internet”, he decidido publicar aquí las más emblemáticas, por lo menos para
que se sepa quien es el autor y se tenga más cuidado para poner el crédito
respectivo.