(Publicado en Página Siete el domingo 7 de febrero 2021)
Para quienes escribimos, el papel impreso tiene una importancia que los más jóvenes distan de apreciar. Lo que está en internet (en una “nube” en San Francisco o Hyderabad) se lo lleva el viento y con el tiempo muere porque cambian los URL (enlaces) o las plataformas desaparecen en la feroz competencia por el espacio cibernético. Nos pasó hace años a los que teníamos, por ejemplo, una página web en Geocities que los dueños de Yahoo decidieron aniquilar, dejándonos en el aire a millones de usuarios.
Un correo electrónico se pierde en la selva de ceros y unos y hace extrañar las cartas escritas a mano o en máquina de escribir. Un chat de amor electrónico es más frío que un cubo de hielo, aunque llegue acompañado de un corazoncito prediseñado que millones más utilizan. Si alguien conserva una nota de amor escrita y dibujada con la mano, conoce la diferencia. Los demás no lo pueden entender, peor para ellos.
Cada vez valoro más los libros y los recortes de periódicos que guardé durante décadas, no desaparecen como tantas páginas web en las que deposité mis escritos y mi confianza. Internet es útil para muchas cosas y encandila sobre todo a los que nacieron con computadoras y teléfonos más inteligentes que ellos, pero solo el papel tiene memoria de largo plazo.
No se sabe cuánto pervive la memoria digital. Hemos pasado del floppy disk, al minidisk 3.5, a los discos CD, DVD, BluRay, HDD (Hard Drive), USB y SSD (Solid State), y eso seguirá mutando aceleradamente. Perderemos todo lo anterior a menos que repetidamente copiemos nuestros documentos escritos y audiovisuales en los nuevos soportes que la industria impone. No en vano el Archivo Nacional de Gran Bretaña decidió imprimir los documentos más importantes de su colección en papiro, porque ese antiguo soporte vegetal ha podido resistir más de 2 mil años, mientras que ningún soporte digital dura más de 20 años.
La memoria de internet es como la memoria de la televisión y de la radio: lo que hoy vemos y escuchamos se desvanece en pocas semanas debido a nuestra frágil capacidad de retención. Lo olvidamos por completo o deformamos el recuerdo, que queda como la borra púrpura arenosa en el fondo de una botella de mal vino. Para saber lo que pasó hace años, solo queda acudir a los diarios, que con el tiempo aumentan su valor testimonial porque los periodistas y editorialistas trasladan por la palabra escrita una vivencia que tiene un lugar y un tiempo concretos. Podrá parecer una provocación de ateo, pero un diario tiene más valor testimonial que el Nuevo Testamento de la Biblia, que empezó a escribirse 170 años después de ocurridos los (supuestos) hechos, es decir: una novela sin base histórica fiable.
Estas reflexiones me vienen cada vez que entre mis archivos encuentro algún recorte o periódico guardado durante décadas o años, o incluso unos pocos meses. Si no los tuviera, no podría buscarlos en internet. Una de las grandes mentiras es que en la red “está todo”. Diarios como La Razón solo suben una parte de las noticias de su edición impresa, lo demás se pierde. Los diarios más influyentes del mundo no permiten acceso a sus archivos completos si uno no paga. La digitalización de sus ediciones diarias data de apenas 20 años, solo queda ir a una biblioteca, lo cual en Bolivia es doloroso, pues las colecciones no están completas o han sido brutalmente cortadas con Gillette por más de un imbécil. O una imbécil, para usar el lenguaje políticamente correcto.
Para una persona interesada en la política (ya no digamos la historia), la revisión de un periódico impreso le permitirá recuperar la memoria de dichos y hechos de personajes que con el tiempo sufrieron un proceso de metamorfosis, pretendiendo borrar con el codo lo que habían dicho o hecho apenas unos años antes.
Página Siete del 26 de agosto de 2019 |
En estos días revisé ejemplares en papel de diarios conservados en meses anteriores a la pandemia: son una mina de oro cuando se los lee con este tiempo de distancia. Por ejemplo, el ejemplar del 26 de agosto 2019 de Página Siete, incluso anterior al fraude electoral del MAS, excepcionalmente tiene dos tapas (anterior y posterior) porque se ocupa de dos temas nacionales importantes: la inauguración de la ruta del PumaKatari de San Pedro a Achumani, (donde los vecinos tuvieron que defenderse y defender al medio de transporte público de las agresiones salvajes de los choferes), y los incendios forestales en la Chiquitanía, autorizados y avivados por el Decreto 3973 de Evo Morales.
Seis páginas (incluida la portada) se ocupan del primer tema: “Vecinos abren paso al Puma ante choferes vandálicos” y “Choferes ebrios, con piedras y gases muestran su peor cara”, entre otras notas, además de un dibujo de Abecor que pinta a los choferes de cuerpo entero, en minibuses destartalados, sucios y sin medidas de seguridad, a pesar de que, como se descubrió más tarde, los choferes recibían del gobierno por debajo de la mesa un porcentaje jugoso de los peajes. ¿También nos hemos olvidado de eso?
La contraportada hace alusión a una tragedia y lleva el titular: “Evo no solicita ayuda internacional y desoye clamor de afectados”. El diario de esa día le dedica al tema nada menos que 15 notas y 4 columnas de opinión: “Francisco expresa su preocupación por los incendios”, “Hay 1.817 familias afectadas por el incendio, según el gobierno”, “Suma rechazo a DS 3973 que autoriza quemas controladas”, “Marchas piden ayuda internacional”, y las opiniones “Supertanker busca apagar el miedo presidencial” de Javier Diez de Medina Valle, “Demostrado: son falsos pachamamistas” de Alejandro Núñez, “EvBolsonaro: depredadores y pirómanos” de Iván Arias, y “El MAS hace historia con el incendio” de Rafael Sagárnaga.
Hay mucho más en esa edición. La doble página central está dedicada a “Bolivia: en 2018 se registraron 65 ataques a la prensa, el Estado es el principal agresor”, con profusión de datos concretos sobre las violaciones de la libertad de expresión en varios países latinoamericanos, según un informe sobre el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda para 2030 de las Naciones Unidas.
Otra nota ese mismo día informa sobre el fallecimiento de Genaro Flores, fundador y líder histórico de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia y la elección del Mallku como ejecutivo de la CSUTCB anti-oficialista y crítica al gobierno del MAS. Desde todo punto de vista, es una edición que no se lleva el viento fácilmente, pero ¿cuántos se acuerdan de ella si les preguntamos? Probablemente ni los propios periodistas y editores de Página Siete.
Y podríamos tomar al azar cualquier otro diario independiente para, de pronto, recuperar la memoria sobre un día o una semana de la vida política y social de nuestro país.
Mi consejo: guarden diarios o recortes de noticias que llaman la atención, como el anuncio triunfalista del gobierno (14 de enero) de que en abril de 2021 habría vacunas para todos los bolivianos. Falta menos de tres meses, veremos cómo cambia la historia en tan breve plazo.
(Después de publicado
ese artículo, pasó abril, mayo, junio, julio, agosto, septiembre, octubre y… estamos
a la cola en América del Sur con apenas 34% de vacunación completa).