19 noviembre 2021

En los pulmones de Kafka

(Publicado en Página Siete el domingo 3 de octubre de 2021)

La angustia y el sentimiento de lo inexorable dominan los relatos que Raúl Teixidó presenta en Con permiso de Franz, inspirado en la figura literaria y humana de Kafka, quizás la que más influencia ha tenido en su propia personalidad de escritor. La misma coherencia entre Kafka y sus personajes, que son la extensión de su ser, se refleja en la obra de Teixidó. En ambos casos se trata de una unidad indisociable.

Se trata de personajes que atraviesan la vida en trayectos que podrían ser sencillos o por lo menos llevaderos para los comunes mortales, pero para ellos se convierten en pesadillas diurnas, túneles interminables, complejos itinerarios donde los personajes se desdoblan entre su vida interior y su apariencia externa, algo como Dr. Jekyll y Mr. Hyde, y otros ejemplos de la literatura que rayan en la esquizofrenia.

En Kafka y en Teixidó el desdoblamiento de los personajes no es solo un trastorno bipolar de personalidad, como se le llama ahora, sino una manera de caminar en la cuerda floja del destino, un sino demasiado pesado para los personajes que en la mayoría de los relatos soportan la vida estoicamente y en otros deciden abandonarla sin gestos espectaculares, como una consecuencia lógica de lo vivido. En esos casos la muerte es como acabar la última página de un libro que no será leído nuevamente.

Los personajes se sienten acosados por la sociedad y se refugian en un mundo interior enriquecido por la reflexión, lo que les otorga cierta superioridad sobre los demás a la hora de enfrentar la muerte.

Raúl Teixidó 

La manera de narrar es precisa, cada palabra cortada con bisturí para que nada sobre. No hay en las descripciones regodeo en el lenguaje ni malabarismos innecesarios, solo economía de palabras y un derrotero lineal hacia la resolución de cada historia narrada. La condición humana se expresa casi en silencio. El estilo del lenguaje e también de época porque el narrador está empapado de la manera de expresarse de Kafka. No en vano le pide “permiso” desde el título, y en ningún momento esconde su intento de forjar una amistad literaria tan imposible como reconfortante.

Un hilo autobiográfico se teje con la ficción, en algunos relatos más reconocible que en otros, al menos para quienes conocen al autor, o diríamos mejor: a los autores, pues Teixidó escribe sobre Kafka con profundo conocimiento de la vida y de la obra, y la lectura de los relatos de Teixidó pasa también por un doble conocimiento. Son autobiográficos, por ejemplo, sus apuntes sobre el cine, una pasión que Teixidó ha alimentado a lo largo de su vida: “Las relaciones con mi entorno se reducen a lo estrictamente indispensable: mientras existiese el cine no necesitaba para nada la vida real”. Otro relato, “La velada”, se inspira en una sesión de Las Flaviadas, aunque pocos podrían establecer la relación sin haber vivido esa experiencia.

La habilidad del narrador consiste en trasladar la dimensión de tiempo y lugar a las de Kafka. Las vivencias de Teixidó en Sucre, Barcelona o La Paz aparecen transfiguradas en los relatos, transportadas a lugares donde Kafka pasó etapas de su vida.

A medida que avanza, de los relatos más breves con final sorpresivo a otros más extensos que parecen truncados sin final, el lector siente la complicidad e intimidad entre Kafka y Teixidó, algo que el escritor bohemio (de nacimiento únicamente) nunca pudo experimentar en su corta vida. Como si estuviera sentado en la misma mesa de trabajo que Franz, Raúl escribe lo que podría ser el preludio de “La metamorfosis”: la última frase de “El señor Samsa” es el inicio del emblemático cuento de Kafka. Como Kafka, Teixidó también sueña.

Aunque Teixidó ejerció poco o nada su profesión de abogado, hay una impronta de esa formación en algunos relatos que se asemejan a los de Kafka, basados en su experiencia como burócrata de un sistema opresivo. Teixidó usa esa experiencia para subrayar las arbitrariedades del sistema de justicia y señalar a sus administradores indolentes y torcidos.

La muerte ronda en todos los relatos como rondó siempre el frágil estado físico de Kafka. Los personajes de Teixidó son producto de esa sensación de fragilidad agravada por los tiempos de pandemia y la soledad cuyo peso se siente más en una sociedad confinada y disociada por el miedo.

No puede dejar uno de pensar que este libro es también un libro de adioses: cada relato está dedicado a una relación familiar o de amistad que ha tenido mayor o menor influencia en la vida de Teixidó. Es como si el autor considerara que su libro más reciente puede ser el último.

La última página del breve libro de Teixidó es una de las más bellas. A manera de describir quién fue Franz Kafka, elabora un perfil que no solamente es preciso sobre el autor de “El castillo”, sino que además está escrito con un inmenso cariño, como quien escribe sobre un amigo íntimo del que ha recibido muchas enseñanzas:

“Calle de los Alquimistas, al pie del castillo. Un hombre escribe a la luz de una lámpara, con letra diminuta y presurosa. Es-el-que-vive-de-noche. El-que-cierra-los-ojos-para-ver. El que busca la luz y el guardián de las tinieblas, a un mismo tiempo, en lucha sin cuartel. La vida de Franz Kafka es comparable a la de un personaje mitológico (Sísifo, Prometeo) sobre el que pesa una condena desproporcionalmente cruel, que ha de cumplir hasta las últimas consecuencias. Su “absoluta necesidad de pureza, de verdad y de perfección” (según sus propias palabras) no le bastaron para remontar el muro infranqueable de sus condicionamientos personales. Desbordante de nobleza y humanidad, extraordinariamente dotado para la introspección y la paradoja (en mayor medida que cualquier otro escritor conocido), Kafka fue, sin embargo, un hombre acorralado que encontró la definitiva liberación sólo a través de la muerte”.

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Toda revolución se evapora y deja atrás
sólo el limo de una nueva burocracia.
—Franz Kafka