Quizás por ser tiempos de coronavirus, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) se lava las manos con mucha frecuencia. Ha perdido autonomía como poder del Estado y ante cualquier denuncia les hace quite a los problemas remitiendo la responsabilidad al Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) que, como todos saben, está alineado con el MAS, como lo están ahora otra vez todos los poderes del Estado.
Pareciera que hemos regresado al tiempo inmediatamente anterior a las elecciones de 2019, cuando el TSE, luego de la renuncia de Katia Uriona y de Dunia Sandoval, quedó en manos de masistas + un tonto útil (Costas). Y ya sabemos lo que pasó: suspensión del TREP, gigantesco intento de fraude electoral comprobado primero por el ingeniero independiente Edgar Villegas, luego por las dos empresas de seguridad informática contratadas por el propio TSE, y finalmente por los expertos de la OEA (invitados por Evo Morales), cuyo informe fue avalado por la Unión Europea, a pesar de los intentos de Morales de impedir la publicación.
El actual TSE no tiene siquiera el valor moral de defender la verdad histórica. Frente al relato de la posverdad del MAS, de que “no hubo fraude, sino golpe”, el TSE calla, como si se hablara de otro país. Los que salimos a las calles con pititas y banderas bolivianas a protestar contra el fraude de 2019, nos sentimos insultados por un TSE que baja la cabeza frente al poder. Se lavó las manos de nuevo y no dijo nada cuando los culpables confesos del fraude de 2019 fueron liberados sin juicio. Entonces, si hay coherencia, que devuelvan sus vocalías a los que fueron eximidos de culpa. Por lo menos así no nos engañamos.
El TSE tampoco hace cumplir la ley, no decide sobre las denuncias de impedimento de candidatos que no deberían estar habilitados para participar en las elecciones subnacionales. Pilatos se lava nuevamente las manos y le pasa el bulto a los TED o al TCP. En cambio, a la vocal Rosario Baptista que denunció irregularidades en las elecciones de 2020 y pidió transparencia, el TSE la sacrifica como cordero para calmar la ira de los dioses masistas.
Que hubo irregularidades en 2020 no es un secreto. Soy testigo de esas irregularidades, nadie me las contó. Es cierto que no habrían cambiado el resultado final de las elecciones, pero para muestra basta un botón, aunque sucediera en pequeña escala. Por ejemplo, la Sala Plena del TSE decidió “unir” el padrón electoral de Venezuela y de Colombia, un absurdo total ya que esos dos países no mantienen relaciones diplomáticas. Quizás los vocales no estaban informados o esperaban que los votantes residentes en Venezuela cruzaran clandestinamente a pie las trochas fronterizas para llegar a votar a Bogotá y cumplir con su patriótico deber en plena pandemia.
Al fusionar con tanta torpeza ambos padrones, en el sorteo de los 12 jurados electorales seleccionados para Colombia, solamente 2 residían en ese país. Cosa de Ripley: las propias notificaciones oficiales del TSE a los jurados indicaban que uno de ellos residía en Chuquisaca, dos en Cochabamba, otros en Madrid, en Caracas, etc. Obviamente, eso creó desconfianza entre los votantes. Hubo problemas similares en Brasil y en Argentina, donde los mismos notarios afines al MAS fueron elegidos en 2019 y en 2020. Los problemas del padrón electoral saltan a la vista. ¿Alguien cree en un padrón “saneado”?
En otro ámbito falla también el TSE: las autonomías indígenas. Los vocales que hoy juzgan a Rosario Baptista son los mismos que hace pocas semanas omitieron aplicar la Constitución Política del Estado ante la demanda de los pueblos indígenas del TIM–1 en el Beni (el mítico bosque de los Chimanes), y aprobar su Estatuto Autonómico por normas y procedimientos propios.
Reyes Villa, Dockweiler y Alanoca |
Los vocales actuaron en contra de la Ley Electoral e interfirieron en la aplicación de la democracia comunitaria para imponer una decisión que obligó a cinco pueblos indígenas a modificar su estatuto autonómico y erróneamente aprobarlo fuera de toda normativa, montando un show mediático en complicidad con el diputado supraestatal del MAS Adolfo Mendoza (que tiene antecedentes de violencia contra la mujer).
Estamos a un pelito de que el TSE se derrumbe. Tiene todavía la oportunidad de tomar una posición apegada a la ley en el caso de Dockweiler, Reyes Villa y otros candidatos cuestionados. La legitimidad del TSE en la opinión pública llegará erosionada a las elecciones del 7 de marzo si ese “poder” (que no puede nada) continúa con una actitud sumisa y timorata.
(Publicado en Página Siete el sábado 9 de enero de 2021)
__________________________Cuando
los que mandan pierden la vergüenza, los
que obedecen pierden el respeto”. —George
C. Lichtenberg