09 agosto 2016

De serpientes y volcanes

Bajo un sol invernal se desarrolló en Punta del Este a fines de julio la tercera edición de los premios Platino, que se han convertido desde 2014 en una de las plataformas más importantes de promoción de la industria del cine latinoamericano, con una proyección que aspira a conquistar en los próximos años el amplio mercado latino de Estados Unidos.

Un centenar de cámaras de televisión y periodistas de toda América Latina y España garantizan, según los organizadores, la difusión del evento a cerca de cien millones de hispanohablantes. El mercado de las películas nominadas y premiadas puede multiplicarse exponencialmente gracias a esa estrategia en la que se han asociado redes de televisión, productores, distribuidores y cineastas.

La modalidad de los premios Platino era inédita en América Latina, pues no se trata de un festival de cine como los de La Habana, Guadalajara o San Sebastián (para no mencionar sino tres de los principales), sino de una gala armada según el modelo de los Oscar de Estados Unidos, los César de Francia o los Goya de España, un espectáculo que mezcla canciones, presencia de artistas de la farándula e intermedios de humor (no muy logrados) con la entrega de reconocimientos a las películas más votadas por el jurado.

Ricardo Darín
La evaluación de las obras en concurso y de votación es similar a la de los premios Oscar: los jurados reciben enlaces para ver las películas, y votan en línea a través de una plataforma digital. Se otorgan también premios especiales a la carrera de actores prominentes. En Marbella se le entregó a Antonio Banderas y este año al argentino Ricardo Darín.

Estas ventajas tecnológicas eran impensables hace una década, como era impensable una cobertura inmediata de los eventos que se realizan alrededor de los premios Platino. Junto a las sofisticadas cámaras de los canales de televisión más poderosos de la región o de las revistas de la farándula de mayor tiraje, la metralla de celulares que fotografían, filman y transmiten inmediatamente imágenes y sonido ha logrado igualar a profesionales y amateurs que hacen la cobertura periodística.

Los premios Oscar, con su enorme influencia en el mercado mundial del cine, tardaron décadas en reconocer al cine de autor, pero los premios Platino han empezado en ese sentido con buen pie pues en los tres primeros años las películas nominadas y ganadoras son sin duda un reflejo de lo mejor que se hace en el cine iberoamericano. La estrategia es sumar para crecer y no apostar necesariamente al cine más comercial (el equivalente a la comida chatarra), sino hacer que el cine independiente pueda acceder a más pantallas en más países.

Ciro Guerra, director de El abrazo de la serpiente
Este año es la mejor prueba de ello, pues la selección de películas nominadas y la votación del jurado permitió que la película colombiana El abrazo de la serpiente, dirigida por Ciro Guerra, se llevara los premios en las principales categorías. Esto pone en el radar mundial a un largometraje cuya temática es el mundo indígena amazónico, muy bien realizada en blanco y negro, con actores poco conocidos.

La apuesta por el cine independiente hizo que este año Ixcanul de Jayro Bustamante, una película guatemalteca, uno de los pocos largometrajes dirigidos por cineastas de ese país, se llevara también varios premios, consagrando así a un director novel, a un elenco de mujeres mayas y un volcán, el Pacaya (cuyas fumarolas pude observar todos los días desde la terraza del departamento en el que vivía al final de la Avenida de las Américas en Ciudad de Guatemala, durante casi tres años, de 2006 a 2009).

Jayro Bustamante y las actrices mayas de Ixcanul
En Punta del Este conversé con las actrices mayas de Ixcanul, la productora española y con Jayro Bustamante, motivado por mi entrañable memoria de Guatemala y de París, donde ambos estudiamos cine, solo que con 40 años y muchas canas de distancia. El paralelismo de las trayectorias dice mucho de la precariedad del cine en nuestros países. Jayro sintió la necesidad de regresar a Guatemala para contar las historias que hablan de la injusticia social y de la fortaleza de la cultura maya. Me dijo que mantiene un pie en París pero que tiene varios proyectos en su tierra, un país sediento de contar historias en el cine, historias que hasta ahora habían sido contadas por cineastas de otras latitudes.

La sola presencia en los Premios Platino de Rigoberta Menchú, la Premio Nobel de la Paz, indígena quiché de Guatemala, sirvió para afirmar que en medio de la alfombra roja y de la farándula, los Platino buscan un espacio propio para el cine que refleja la realidad de la región iberoamericana. A mi juicio un cambio positivo desde el año anterior, cuando Relatos salvajes una película bien narrada pero sin otros méritos que vincularan su temática a la sociedad latinoamericana, arrasó con los premios en Marbella.

El cine latinoamericano no puede competir con las gigantescas inversiones del cine dominante de Hollywood, pero lo puede hacer con talento y creatividad. En ese sentido iban las palabras de Ricardo Darín, honrado este año con el premio a su trayectoria, quien afirmó durante la conferencia de prensa y en los espacios de entrevistas, que la fuerza de los cineastas latinoamericanos radica en su capacidad de contar historias, antes que obnubilar a los espectadores con el bombardeo de costosos efectos especiales.

Edward James Olmos y Alfonso Gumucio Dagron
Al igual que Antonio Banderas el año anterior, cuando estuvimos en Marbella, y que Edward James Olmos, y tantos otros actores iberoamericanos, Darín enarbola el discurso en favor de un cine latinoamericano que compita comercialmente con la calidad de sus historias antes que con el artificio de la técnica, al que han sucumbido algunos directores latinoamericanos que lograron posicionarse en Hollywood.

Eventos como este me sirven para intercambiar puntos de vista con directores, técnicos y actores, aunque es una pena que por su naturaleza no brinden un espacio para ver aquellas películas que no llegan a nuestros países, o que se exhiben casi a hurtadillas en algún festival o en una cinemateca. Quiérase o no, la piratería ayuda a veces a conocer películas que de otra manera no habría manera de ver.

Los intercambios con actores demuestran que en el modo de producción del cine latinoamericano, todos los miembros de un equipo se involucran en los temas y en la realización, y todos pueden mantener con propiedad una discusión que vaya más allá de su propia participación en una obra.

Más adelante abordaré en otra nota mis conversaciones con Marcia Tambutti, directora de Allende, mi abuelo Allende, Salvador del Solar, director de Magallanes, Javier Cámara, actor en Truman y David Gallego, jefe de fotografía de El abrazo de la serpiente.
 
Los bolivianos en Punta del Este: Alfonso Gumucio, Carla Ortiz, Mela Márquez, Carlos Mesa,
Juan Carlos Valdivia y Alejandro Fuentes 
No fue menos agradable coincidir con colegas bolivianos invitados a los Premios Platino en diferentes capacidades: Carlos D. Mesa, Mela Márquez, Juan Carlos Valdivia, Marcos Loayza, Carla Ortiz, Alejandro Fuentes y Reynaldo Pacheco, joven actor radicado en Estados Unidos.
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Lo fundamental es la experiencia de ver una película en grupo a oscuras. Y eso está desapareciendo. Es muy peligroso que esto ocurra. Me resulta algo triste el imperio de las pantallas pequeñas. Mucha gente ve el cine en el ordenador. Y eso es otra cosa. Ver una película es entrar en un mundo a oscuras, sin teléfonos que suenen, sin nada alrededor; Sin nada que puede romper esa experiencia.
—David Lynch