Hace exactamente un mes, el 7 de enero, murió a los 72 años Philip Agee, ex -agente de la CIA que desde los años 1970s denunció las operaciones encubiertas de la agencia y expuso las maniobras sucias que la CIA utilizaba en varios países con el propósito de influir en la situación política interna. Yo no me hubiera enterado de la muerte de Agee si no era por La Hojarasca, una revista de análisis político y cultural, que publica en línea mi amigo. el escritor colombiano Enrique Santos Molano.
El personaje de Philip Agee tiene cierta relación conmigo porque lo conocí en París en 1975, cuando él todavía andaba dando tumbos por el mundo (“On the Run”, como tituló uno de sus libros), pues lo expulsaban de un lado a otro por las presiones del gobierno gringo. Finalmente se fue a La Habana y vivió (y murió) tranquilo allí luego de haber fundado y operado durante años una agencia de turismo, Cubalinda.
En París lo entrevisté para mi película "Señores Generales, Señores Coroneles", (también entrevisté a Regis Debray para ese documental). Le hice preguntas sobre la intervención de la CIA en los gobiernos militares y me dio la información con pelos y señales, como aparece en la película. Pero además, nos dio a Jaime "Negro" Galarza, a Alain Labrousse y a mi, datos y nombres sobre los agentes de la CIA que operaban en ese momento en Ecuador, Uruguay y Bolivia respectivamente.
............................ Alfonso Gumucio, Jaime Galarza y Philip Agee en 1975
Con esa información los compañeros del Comité de Resistencia Antifascista (bolivianos organizados contra la dictadura de Banzer) nos fuimos a conversar con un amigo periodista de la Agence France Presse (AFP) que difundió a todo el mundo la denuncia con nombres y apellidos, causando un gran revuelo en Bolivia, donde tuvieron que cambiar de la noche a la mañana a varios "agregados comerciales" de la Embajada de Estados Unidos.
Por esas mismas fechas mi amiga
El libro “Diario de la CIA”, traducido casi inmediatamente a varios idiomas, acababa de publicarse cuando conocí a Agee en París. El me mostró entonces por lo menos una docena de ediciones diferentes. En esas memorias narra cómo tuvo que estar clandestino, huyendo de un país a otro, porque la CIA le pisaba los talones. Los SOB llegaron al extremo de plantar un dispositivo electrónico escondido en la tapa de su máquina de escribir, para vigilar lo que iba escribiendo cada día… es decir, inventaron una computadora antes de tiempo con la intención de conocer de primera mano lo que el agente “renegado” decía sobre ellos. De hecho, el libro de Agee no se publicó en Estados Unidos, “tierra de libertad de expresión”, sino en Europa, en las ediciones Penguin.
El “Diario de la CIA” es revelador porque cuenta en primera persona lo que Agee vivió. Ahí no hay suposiciones ni inventos, Agee ofrece la información con pelos y señales, al mismo tiempo que narra su proceso interno que lo lleva a cuestionar el trabajo que hace en la CIA, organización a la que había ingresado muy joven, con el idealismo de que iba a trabajar a favor de la paz y la justicia social…
Bueno, así, la memoria sobre Philip Agee.