(Publicado en Brújula Digital, Público Bo y ANF el sábado 24 de febrero de 2024)
Pedro Chaskel ©foto AlfonsoGumucio
No hay semana sin tristeza. La que acaba de terminar registró en las noticias la muerte de Pedro Chaskel, amigo cineasta chileno vinculado a Bolivia, quien falleció el martes 20 de febrero a los 91 años de edad. Pedro estuvo en Bolivia en agosto de 2015, y tuvimos tiempo de pasear y conversar largo y tendido en Sucre. Tomamos algunas fotos en La Recoleta y grabamos una conversación sobre su cine, de la que salió un artículo que se publicó en Página Siete, pero como ese diario ha desaparecido incluso de internet por la mezquindad y desgracia de sus propietarios, rescato una parte del texto para recordarlo a pocos días de su partida.
Luego de
muchos años de habernos topado en los festivales de La Habana, lo volví a
encontrar con ese mismo carácter comprometido y coherente, aunque con el tiempo
miraba las cosas de manera menos apasionada, como muchos que hemos vivido las
épocas duras y ahora escuchamos las cornetas del triunfalismo fácil en las
épocas blandas.
Una de las primeras películas de Pedro Chaskel como director, Érase una vez (1966), es un cortometraje de cinco minutos que sorprende por su actualidad. La idea es sencilla: una historieta dibujada por Vittorio di Girolamo y animada mediante hábiles movimientos de cámara y una banda sonora eficiente. Llena de simbolismo, es casi cruel: un poeta forma el “Partido de la Primavera”, con flores como banderas. Ese partido cae en manos de otros dirigentes que fundan el “Ejército de la Primavera” que comienza a eliminar a los opositores e incluso fusila al poeta fundador. En el fondo de la banda sonora se escucha la voz de Nelson Villagra imitando un furibundo discurso de Hitler. En pocos minutos tenemos la evolución de un movimiento democrático a un régimen autoritario y de corte fascista. ¿Suena conocido?
Con la
sencillez que lo caracterizaba, Pedro calificaba a Érase una vez como una obra primeriza, un simple experimento
realizado con pocos medios, en el marco del Cine Experimental de la Universidad
de Chile. “No había una intención ideológica, pero de alguna manera es una
llamada de atención sobre ciertos procesos políticos”.
Antes de
este corto animado, Chaskel había realizado otros documentales como camarógrafo,
montajista (ahora se dice editor) o director. Aquí vivieron (1964) fue una
colaboración con el antropólogo suizo Jean Christian Spahni (a quien conocí
cuando pasó por Bolivia en 1970). Spahni realizó excavaciones en la
desembocadura del río Loa, que le permitieron descubrir restos de la cultura
Chango. Chaskel y Héctor Ríos documentaron ese proceso con un comentario
poético de Ernesto Fontecilla, que lleva las imágenes documentales a otro nivel
de creación artística. “Me fascinó el paisaje misterioso y lunar del
lugar. Había que llegar en bote, se
tardaba un par de horas en acceder. Ahora pasa por allí una carretera”.
De esa década inicial, su película preferida es Testimonio (1969), que retrata las condiciones infrahumanas del Hospital Siquiátrico de Iquique: “Me pasó algo muy raro, yo no le había dado mucha importancia, pero después del golpe contra Allende algunos colegas me decían buenas cosas sobre el film, de modo que empecé a mirarlo con otros ojos y a valorar sus cualidades. Creo que es una película redonda, que tiene una intención en cada toma, en cada movimiento de cámara. Filmamos en una mañana y la edición la hice en un día”.
Poco
antes del golpe militar de Pinochet, Chaskel codirigió con Héctor Ríos el film Venceremos (1970), sobre la situación
social y política en Chile durante el proceso de llegada al poder de la Unidad
Popular. La película obtuvo un premio en el Festival Internacional de Leipzig,
pero a varias décadas de distancia Chaskel me dijo que ese no fue un premio
destinado a su obra, sino al cine chileno en su conjunto, un premio político. En
el film destaca su forma de mirar la realidad: la cámara toma el tiempo
necesario para observar. Las imágenes sin texto, son similares a las que seis
años antes había registrado Jorge Sanjinés en Revolución (1964). En ambos films se contraponen imágenes de la
pobreza, la injusticia social, la represión y finalmente el triunfo popular. Otras
obras, como Aborto (1965) y No es hora de llorar (1971) sobre las
víctimas de la dictadura brasileña, confirman su interés por el cine documental.
En su carrera destacan las colaboraciones como editor con directores del cine chileno, en películas emblemáticas realizadas antes y después del golpe militar de Pinochet, que lo envió al exilio en Cuba durante diez años. Participó en El chacal de Nahueltoro (1969), largometraje fundacional en el nuevo cine chileno, que muchos seguimos considerando la mejor obra de Miguel Littin. Colaboró con Helvio Soto en Érase un niño, un guerrillero y un caballo (1967), editó las tres partes de La batalla de Chile (1974-1977) de Patricio Guzmán, monumental registro documental del periodo de Allende, y apoyó a Jorge Sanjinés en Para recibir el canto de los pájaros (1995): “A Jorge se le metió en la cabeza (yo no tenía la culpa) que las secuencias en las que aparecían los conquistadores españoles debían ser editadas por otra mano. No sé si realmente se nota la diferencia, pero para mi fue una oportunidad de trabajar con él durante un par de semanas”.
En Cuba hizo varios documentales, el más conocido es Una foto recorre el mundo (1981), donde indaga, en una entrevista con Alberto Korda, cómo este fotógrafo cubano tomó la emblemática foto del Che que ha sido reproducida cientos de miles de veces en diferentes formatos. “El problema de la entrevista con Korda es que él ya había contado el cuento cien veces, y yo quería algo diferente. Entonces se me ocurrió decirle a Alberto que empezara a contar ese día desde el momento en que se levantó. Y empezó a contar, de manera que cuando llegó a ese episodio ya estaba totalmente metido en sus recuerdos, y por ello creo que es una de las entrevistas buenas que he hecho”, me contó Chaskel.
Hizo
otras dos películas sobre el Ché en Cuba, Constructor
cada día, compañero (1982) y Ché, hoy
y siempre (1983), pero me dijo que él nunca fue partidario del culto a la
personalidad, aunque le interesaba explorar el símbolo.
Pedro
Chaskel fue un cineasta emblemático del cine chileno, y es importante recordar
su contribución al nuevo cine latinoamericano.