08 julio 2023

Armando Urioste, orfebre

(Publicado en Página Siete y Los Tiempos el domingo 19 de marzo de 2023)

 En Bolivia la fotografía es un arte y un oficio que no la tiene nada fácil. A diferencia de otros países donde es valorada, donde hay museos, galerías y grandes coleccionistas particulares (como Elton John) que se especializan en fotografía, en el nuestro el ejercicio de la fotografía enfrenta día a día un ninguneo deplorable. No solo no se valora al fotógrafo ni se valora su obra, sino que se suelen omitir los créditos correspondientes, se piratean las imágenes sin autorización de sus autores (y sin pagar un centavo) y se las recorta al gusto de cualquier editor mediocre para su publicación en algún diario o revista.

 Muchos fotógrafos han abandonado el oficio, pero por suerte hay nuevas generaciones que llegan con mucha energía, y quedan algunos de generaciones anteriores que, como Armando Urioste, renuevan cada cierto tiempo sus votos para continuar con la proeza de crear fotografía en un país que ni la entiende ni la valora.

 Desde que en 1986 fundamos con otros 12 colegas la Sociedad Boliviana de Fotografía (de corta vida), con Armando tenemos muchos años de compartir la afición casi morbosa de persistir en una tarea que a nadie le importa. Él lo ha hecho siempre con mayor entusiasmo, en una búsqueda de perfección que se puede ver en sus trabajos más recientes, que dedica como homenaje a tres pintores que admira: María Luisa Pacheco, Alfredo La Placa y Tito Kuramoto.

 Como fotógrafo, ha transitado durante varias décadas desde la fotografía social documental en blanco y negro, hasta estas expresiones muy sublimadas del abstraccionismo poético. Ese largo camino se ha visto enriquecido, sin duda, por su especialización en la técnica de reproducción e impresión de imágenes, un oficio en sí mismo que le ha permitido sobrevivir.

 Ante la escasez de galerías que abran sus muros a la fotografía, Armando Urioste ha optado por elaborar lujosas carpetas con reproducciones de su obra, que se pueden ver y adquirir en la Galería Chroma, en La Paz.

 Una de esas series está dedicada a los trabajos de reinterpretación de la pintura de los tres artistas citados anteriormente, sobre los que ha escrito un texto de presentación que en sí mismo tiene mucho más valor que una introducción académica.

 Dice por ejemplo de María Luisa Pacheco: “Contarme de La María Luisa de Pacheco que perdiere el nombre artístico fruto de una separación matrimonial para recuperarla de un caballero de idéntico apellido que le brindara generoso su nombre, para que recupere la propiedad de su arte, parece un cuento de Cortázar, en sus inicios”.

 Y de Alfredo La Placa destaca que “fue de las manos de mi madre que entreví a este alquímico personaje de encomiable dulzura y benigna mirada que me llevó a su colección de platería potosina y luego me introdujo al universo de su taller donde encontré las más inimaginables muestras de su incansable peregrinaje por las formas, en que lo bello se nos presenta en el mundo, desde la esfera de cristal que me trae al Salvatore Mundi de Leonardo hasta el caracol marino que da forma a una de las maravillas de la geometría…”

 De Kuramoto me contó Armando, que el cruceño vino a La Paz y quedó tan impresionado por los celajes, que decidió pintarlos. (Me hizo recuerdo a Pérez Alcalá que me decía que le habían cerrado tantas puertas en su vida, que decidió pintarlas).

 Las interpretaciones que hace Armando de los tres artistas revelan tanto de ellos como de sí mismo. Los cuchillos afilados que se yerguen como picos de montañas o las transparencias de vidrio y metal que destellan azules imposibles, son a la vez el homenaje cabal que él logra hacer a María Luisa Pacheco y a Alfredo La Placa, y la revelación de su propia creatividad en el manejo de la luz, de la materia y del color.

 La abstracción en fotografía no es fácil (o a veces resulta demasiado fácil cuando el fotógrafo se topa con ella en la naturaleza), pero en este caso es una abstracción buscada y sublimada. Urioste trabaja sus fotos como un orfebre que pule hasta conseguir el brillo adecuado a una pieza, y los toques finales son siempre con el material más delicado, aquel que ya no le puede quitar a la obra su entereza, sino otorgarle un guiño más de gracia.

 Si bien se suele decir, con toda razón, que el arte del fotógrafo radica en su ojo y no en el aparato que utiliza (el ejemplo clásico fue Cartier-Bresson), y que en la fotografía el principal elemento de la composición es la luz, no cabe la menor duda de que una buena parte del trabajo también está en el laboratorio. Siempre lo estuvo, pero más aún en estos tiempos digitales en los que las posibilidades se han ampliado al mismo ritmo que los desafíos.

 Por ello, para pasar de las pobres reproducciones de una obra fotográfica en el humilde papel periódico o en su versión digital, los invito a revisar las carpetas que ofrece Armando y que ha trabajado meticulosamente una por una, para que no exista la menor sombra de imperfección.  Qué mejor homenaje a estos tres grandes artistas. 


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I'm lucky enough and wealthy enough to be able to buy photographs and buy art that inspires me from day to day. I don't want a Picasso on my wall; it's great art, but it's dead art to me. I'd rather have a photograph by someone I've never heard of that really inspires me.
—Elton John