06 marzo 2022

Segunda división

(Publicado en Página Siete el domingo 20 de febrero de 2022)  

 En un artículo anterior abordé las cinco películas nominadas a los Premios Goya de España, manifestando mi aprensión ante las 22 nominaciones que obtuvo “El buen patrón”. Ahora quiero referirme a otras películas, no menos interesantes, que no tuvieron tanta suerte o tan buen aparato promocional. Algunas fueron candidatas o nominadas a los Goya, otras al Premio José María Forqué y otras ni siquiera tomadas en cuenta. En conjunto constituyen una suerte de “segunda división” en el pelotón de obras que ofrece un panorama muy rico del cine español durante el año transcurrido. Estos son algunos ejemplos, entre más de un centenar.

“La hija” (2021) de Manuel Martín Cuenca 

 “La hija” (2021) de Manuel Martín Cuenca, tuvo dos nominaciones en los Goya pero ningún premio. Es una obra de drama y suspenso que mantiene en vilo al espectador: Javier, profesor de bachillerato (Javier Gutiérrez) y su esposa Adela mantienen en calidad de rehén (al principio “voluntaria” y cómplice), a Irene, una joven estudiante embarazada que se ha comprometido a entregarles el bebé que ellos no pueden tener. Lo que al principio parece una relación armoniosa y paternal, se convierte en una pesadilla en medio de hermosos paisajes de campiña (que el dron, maravilloso instrumento, ayuda a revelar). La remota hacienda en la que mantienen escondida a la joven se convierte en un escenario de violencia creciente. A partir de la mitad del filme se crea un conflicto de dimensiones mayores cuando la pareja decide retener por la fuerza a Irene. El paisaje bucólico se convierte en un escenario de terror y la obra se torna en una reflexión ética y moral. El profesor y su esposa, buenos ciudadanos y buenas personas toda su vida, están convencidos de que hacen lo correcto, pero se transfiguran en criminales sin casi darse cuenta. Bellamente filmada, con excelentes interpretaciones, lo único que desentona es la música omnipresente que adquiere protagonismo al punto de distraer al espectador de la historia.

“Bajocero” (2020) de Lluís Quílez

 El mismo Javier Gutiérrez aparece como protagonista en “Bajocero” (2020) de Lluís Quílez otro buen ejemplo de cine de suspenso que cuenta el traslado de presos en un furgón blindado, en una noche invernal (e infernal). El furgón es atacado por alguien que quiere matar a uno de los presos, para ello elimina a los guardias del convoy, menos al conductor que resiste y se atrinchera con los presos dentro del furgón. Al margen del suspenso que constituye la amenaza exterior en ese invierno extremo, la obra desarrolla con habilidad las historias de cada uno de los presos.  En ese ambiente de enclaustramiento e incertidumbre, parecen humanizarse incluso en su relación con el custodio que defiende su propia vida como la de los reos. “La única vida interesante, es la de los artistas y de los delincuentes”, dice uno de los presos. Poco a poco la amenaza exterior y las disputas internas van eliminando físicamente a los presos, hasta el final sorprendente del furgón que se hunde sobre un lago congelado.

“Karen” (2019) de María Pérez Sanz 

 “Karen” (2019) de María Pérez Sanz, sobre la escritora Karen Blixen, se basa en sus diarios. Por ello quizás su carácter fragmentario, una suma de viñetas bellamente filmadas. Blixen y su fiel criado somalí, Farah Aden, representan el apego de la escritora danesa a su vida en África. Está compuesta como una serie de postales de la vida de Blixen como propietaria de su hacienda de café en Kenia. El ritmo del montaje es lento, en parte por razones estéticas y también para sobrepasar los 60 minutos de duración e ingresar en la categoría de largometraje. Nada espectacular sucede en la obra, porque de lo que se trata es de reflejar un estado de ánimo y de contemplación, mientras Blixen escribe su diario y reflexiona sobre su vida en medio de la enfermedad y la inminencia de la muerte. La película concluye con imágenes de las visitas de turistas a su casa-museo en Kenia (también para estirar el filme), y una canción que no viene a cuento. Esta caída narrativa impidió quizás que la obra accediera a las nominaciones.

“El club del paro” (2021) de David Marqués 

 En un registro diferente, “El club del paro” (2021) de David Marqués tampoco accedió a nominaciones, aunque postuló a 22 candidaturas. La obra muestra a cuatro desempleados amigos en una España que tiene “mejor circuito de bares que de carreteras”, según dice uno de los personajes. Fernando, el Negro, Fermín y Jesús, y un periódico, El Relativo, donde Fermín, que no da pie con bola, es nombrado jefe de redacción y Fernando despedido inmisericordemente dan vida al argumento, que incluye entrevistas falsas donde cada uno habla de los demás amigos. Fernando, el más racional, nunca consigue trabajo. A Fermín, el despistado, todo le va bien. El Negro nunca trabajó, pero hace negocios turbios. Lo interesante es que todo, o casi todo, sucede en el bar Rami, como en un escenario de teatro. Es una comedia divertida, sin más.

"Destello bravío” (2021) de Ainhoa Rodríguez

 Algunos críticos suponen que “Destello bravío” (2021) de Ainhoa Rodríguez, fue una de las mejores películas españolas de 2021. Me pareció pretenciosa, de esas que esconden sus deficiencias detrás de un lenguaje visual enrevesado que hace que algunos espectadores se sientan demasiado tontos como para entenderla, y por lo tanto no se atreven a ejercer su derecho a la crítica. Tenemos que suponer que, aparte de lo que vemos en la pantalla, hay “mucho más” que sucede en códigos escondidos entre líneas. El título de la obra es grandilocuente, más grande que la propia película. Alude a supuestas iluminaciones e intensidades sensoriales de los personajes en un pueblo aislado de Extremadura, donde varias mujeres maduras enfrentan la soledad envejecidas, pero recuperando resabios de fantasías sexuales, mientras el tiempo parece no transcurrir. Una que otra escena sorprende positivamente, como aquella surrealista donde veinte mujeres reunidas en torno a una mesa para comer, se acarician en silencio. Una de ellas se desnuda y vierte sobre su cuerpo un vaso de leche. Otra se masturba. Planos fijos, largos. Escenas que no parecen conectarse. Fotografía contrastada, oscura. La experimentación es interesante, pero no equivale forzosamente a la genialidad que se suele atribuir a obras que no se entienden.

“Nación” (2021) de Margarita Ledo Andión 

 Finalmente, el documental de mi amiga Margarita Ledo Andión, quien en “Nación” (2021) registra los testimonios de un grupo de mujeres que rememora la resistencia, años atrás, frente al cierre de la empresa Pontesa. Se trata en realidad de un semi-documental, ya que ha sido rigurosamente planificado y filmado con dos o tres cámaras para ofrecer diferentes ángulos de las mismas secuencias, lo cual permite registrar los testimonios desde diferentes perspectivas. Algunas escenas están concebidas como en una película de ficción (la escena dramatizada sobre una roca junto al mar), preparadas hasta en el mínimo detalle. No solo constituye una reivindicación social y de la memoria, sino también de la lengua (la lectura del poema en gallego) y la importancia de la solidaridad local comunitaria. Incluye documentos de acontecimientos pasados que actúan como disparadores de la memoria colectiva (el partido de futbol de mujeres filmado en súper 8 o imágenes en blanco y negro de la fábrica de cerámica). La estación de trenes de Arcade (Pontevedra), tomada por mujeres de Pontesa, se convierte en un lugar emblemático de las historias de las obreras. Es notoria la dirección de actores, que hablan por turnos, con monólogos escritos para cada personaje. Las imágenes de la resistencia a la represión policial alternan con secuencias de la vida cotidiana que tienen peso cultural, como la secuencia de dos mujeres y una niña desgranando maíz, y las canciones que unen a tres generaciones que recuerdan los tiempos armoniosos en que trabajaban en la fábrica. Muchos otros sub-temas se entrelazan en este fresco social y memorioso. 

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El negocio del cine es macabro, grotesco:
es una mezcla de partido de fútbol y de burdel.
—Federico Fellini