27 marzo 2020

Espinal

 Solamente vivió 12 años en Bolivia, pero 40 años después de su muerte el legado de Luis Espinal no deja de crecer. Tenía apenas 35 años cuando llegó a nuestro país el 6 de agosto de 1968, y 47 cuando fue secuestrado, torturado y asesinado, por haberse convertido en el emblema del periodismo independiente y combativo. 

Desde las páginas del semanario Aquí Lucho nos dio a un grupo de periodistas jóvenes la oportunidad de decir lo que pensábamos sobre el país y de luchar contra los afanes golpistas, contra la corrupción y contra el abuso de poder. 

Fue nuestra escuela no solo de periodismo, sino nuestra escuela de ética. Bajo su dirección y gozando el privilegio de su amistad, nos sentíamos seguros de que era correcto lo que hacíamos, de que valía la pena arriesgarlo todo para decir la verdad y revelar lo que los medios de información excesivamente cautos no se atrevían a publicar. 

Nunca retrocedimos ante el peligro, ni cuando nos pusieron una bomba en las oficinas a principios de 1980, ni cuando asesinaron a Lucho durante la noche del 21 al 22 de marzo de ese mismo año. Seguimos con el trabajo mientras se pudo, imprimiendo el semanario en una imprenta clandestina, con el apoyo de miembros de la Asamblea de Aquí que hacían el enorme trabajo de plegar los ejemplares durante la madrugada y distribuirlos. Erick de Waseige y Amparo Carvajal, entre muchos otros, fueron pilares en esas etapas difíciles que vivimos hasta el golpe artero del General García Meza el 17 de julio de 1980. 

El tiempo nos juega con frecuencia triquiñuelas. Llevo 40 años recordando aquella noche fatídica, cuatro décadas recordando el profundo compromiso con Bolivia de ese joven cura español que eligió nuestro país como destino final. El tiempo se comprime cuando uno ha vivido los hechos de cerca. Para otros, parece un pasado remoto. Para nosotros, algo que todavía tenemos a flor de piel, como si hubiera sucedido hace muy poco tiempo. 

A pesar del trágico desenlace que tuvo la vida de Luis Espinal, yo conservo sobre todo gratos recuerdos de su amistad. No nos unía solamente el compromiso en el semanario Aquí, sino también el cine. En buena medida él me impulsó para ir a estudiar cine a Europa y fue gracias a los primeros cursillos sobre cine que dio en La Paz que yo empecé a escribir regularmente sobre cine como lo sigo haciendo hasta ahora. 

Creamos junto a Pedro Susz, Julio de la Vega y Carlos Mesa una Asociación de Críticos de Cine de Bolivia (CRIBO) de corta duración, pero nuestras recomendaciones sobre películas se publicaban en el semanario Aquí. Lucho y yo participamos junto a Oscar “Cacho” Soria en la escritura de los primeros guiones de “Chuquiago” de Antonio Eguino. Luis escribió la historia de “Isico” y yo la de “Patricia”. 

Solía visitarlo en su casa en Miraflores para tomarnos un whisky mientras me mostraba sus tallados de madera y hablábamos de cine, nuestra pasión común. Bolivia le quedaba chica en ese sentido, por eso sentía el deber de ejercer como pedagogo del cine, ya sea en la Universidad Mayor de San Andrés (donde daba su clase justo antes que yo), en sus cursillos, en colegios y a través de su colección de pequeños libros de cine que ahora se reeditarán con un prólogo que me ha pedido escribir la Editorial Don Bosco. 

Durante cuatro décadas he escrito dos libros e infinidad de artículos sobre Luis Espinal. Cada vez que visito la tumba de mi padre en el Cementerio General de La Paz, dejo un clavel en el nicho de Lucho. Nunca le faltan flores frescas. 

Lucho está presente en mi vida cotidiana y en mis decisiones. Siento su presencia constantemente. Cada vez que miro nuestro país me pregunto cuál sería su comentario sobre la situación social y sobre los personajes de nuestra política. Imagino que al igual que Xavier Albó y que tantos otros, se hubiera decepcionado de un “proceso de cambio” corrupto y mentiroso, que ha vaciado al país de sus recursos naturales y ha endeudado a varias generaciones futuras. 

No lo dudo, Lucho estaría otra vez luchando en la trinchera de la verdad y de la ética, contra la impostura y el oportunismo. 

(Publicado en Página Siete el sábado 21 de marzo 2020)
_______________________________.
La lucidez con que hemos pensado jugarnos la vida en algún momento,
me trae un instante de suprema serenidad:
la vida es para esto, para gastarla... por lo demás.
Luis Espinal