Murales de Solon Romero y Alandia Pantoja en el Monumento a la Revolución |
Los ciudadanos se volcaron a las calles y plazas y ocuparon el espacio público como si fuera suyo, porque la verdad es que aunque es suyo, se lo han arrebatado. Esa noche tan especial, se apropiaron de las calles ávidos de satisfacer la dieta cultural (y también alimenticia) que despierta su imaginario de colectivo ciudadano. Hay algo mágico en la Larga Noche de Museos (la primera tuvo lugar en Berlín en 1997), un evento mundial que con el paso de los años ha ido creciendo como para demostrar que los ciudadanos quieren más oportunidades para hacer suya la ciudad, para desplazar por unas horas la carga negativa de la política y su coyuntura perversa, y la frustración del medio ambiente enrarecido en el sentido a la vez literal y metafórico.
Carrera de Artes en la UMSA |
Ramiro Soriano y el coro de la Universidad Católica |
Los museos siempre están allí, no se mueven, pero en la Larga Noche de Museos hay oportunidad de ver cosas que habitualmente están cerradas al público. Si bien muchos de los museos ofrecen más de lo mismo (pero gratis), hay otros espacios cuya oferta es irresistible. Por ejemplo, quien no quiere conocer la “segunda entrada” lateral del emblemático Teatro Municipal, la puerta “solo para locos” que lleva detrás de bastidores para conocer los secretos de la maquinaria que se esconde detrás del escenario.
Museo de Rosita Ríos en la Calle Jaén |
Anticuchos: de todo coazón |
La fila era de tres cuadras para visitar la sede de la Gran Logia de Bolivia, la sociedad secreta abría por primera vez sus puertas a la población. Yo estaba más interesado en el Museo de la Policía, cerca de allí, que siempre está cerrado por falta de personal, pero encontré otra larga fila que me disuadió. Quedé con las ganas y el recuerdo de alguna vez que lo visité décadas atrás en la Plaza Murillo y descubrí lo que hasta entonces formaba parte de un mito (o yo creía que lo era), la camisa que Melgarejo hizo fusilar mientras afirmaba con su vehemencia habitual: “confianza ni en mi camisa”. La camisa baleada existe, y pocos lo saben.
En resumidas cuentas no pude visitar ni el Museo de Rosita Ríos, ni la entrada “para locos” del Teatro Municipal, ni el Museo de la Policía, que eran mis tres escalas programadas en el centro histórico de la ciudad, pero disfruté el ambiente que se vivía y resbalé en un par de lugares que no había incluido en mi agenda: el Hotel Torino, uno de los más antiguos de la ciudad, abierto de par en par con remembranzas de La Paz de antaño, y en una tónica similar la muy antigua Foto Gismondi, aunque en este evento fue la excepción por su propósito comercial y un letrero anacrónico: “Prohibido tomar fotos”, qué vergüenza.
Interminables filas de gente le daban varias vueltas a la Plaza Murillo y a las calles aledañas para visitar el emblemático Palacio Quemado que fue la sede del gobierno hasta que la megalomanía de Evo Morales hizo construir en 2018 su espantoso adefesio personal de 28 pisos detrás del histórico palacio inaugurado por el Presidente Isidoro Belzu en 1853. Las filas eran largas para uno como para el otro, pues hay quienes están motivados por su interés en la historia y otros por la novedad kitsch mussoliniana (cuyos arquitectos no hacen ningún alarde de su obra, es más, sus nombres son casi un secreto).
Hotel Torino |
Un aspecto que me parece digno de atención es la participación en la Larga Noche de Museos de la “nueva ola” de cafés con vocación cultural. Se sumaron al evento por derecho propio ya que en sus actividades regulares ofrecen actividades culturales: música en vivo, proyecciones de películas, exposiciones de arte, etc. Es un fenómeno relativamente nuevo que incluye espacios tan interesantes como Thelonius, Typica, Wayruru, Equinoccio, Ciclick, Magik, Retrato, Sultana, entre otros. Los café-cultura no eran tan frecuentes en La Paz como en otras ciudades de América Latina.
Las Flaviadas |
En síntesis, una experiencia estimulante por su carácter colectivo, por la recuperación del espacio público urbano, y por la posibilidad que ofrece de descubrir algunas instituciones culturales que en lo cotidiano un tanto esquizofrénico de esta ciudad, no son sino puertas cerradas durante todo el año.
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La noche tiene mil ojos, el día uno sólo.
--Francis William Bourdillon