16 agosto 2012

Tres sorpresas en Guatapé

Álvaro Idárraga Alzate
No hubiera sido lo mismo conocer Guatapé sin Álvaro Idárraga Alzate, historiador de la ciudad, activista cultural, autor de varios libros, promotor de teatro y poesía, y caminante, aunque no necesariamente en ese orden. Su activismo de larga data lo ha llevado a fundar las “Noches de poesía luna azul”, las temporadas teatrales, la revista Zócalo y el Museo Histórico Comunitario. En sus libros Oralitura y tradición oral (1995), Por la calle del recuerdo (2008), escritos con humor y a ratos con prosopopeya decimonónica para hacerlos más propios, reúne relatos históricos, crónicas y leyendas.

Nadie conoce mejor que Álvaro los orígenes, las historias de la vida cotidiana y la cultura de ese municipio del oriente Antioqueño, a 77 kilómetros de Medellín, que en los años 1970 fue parcialmente sumergido por las aguas de un gigantesco proyecto hidroeléctrico. Lo material y lo inmaterial lo apasionan. No solamente conoce cada casa, cada familia y cada historia de este pueblo de cinco mil almas, sino que además se ha dedicado a censar los “espantos”, es decir, todas aquellas historia populares de apariciones y personajes curiosos cuya existencia está en los límites del mundo tangible.

Además de todo lo anterior Álvaro Izárraga tiene otra faceta interesante, complementa su amor por el terruño guatapense con una proyección hacia fuera: es caminante, y ha llevado sus pasos y su conocimiento por itinerarios de Colombia, América Latina y el mundo, como parte de esa fraternidad internacional.

Juan Diego Agudelo, David  Montoya,
Juan Gabriel López y Albeiro Giraldo
La primera sorpresa cuando llegué a Guatapé acompañado por Juan Diego Agudelo, David Montoya y otros colegas de la región vinculados a la comunicación para el desarrollo, fue el peñón, un batolito (esa es la palabra técnica), que emerge imponente con sus 200 metros de estatura, con un perfil que tiene cierto parecido con el Pan de Azúcar (396 metros), en Río de Janeiro. El peñón guatapense es más pequeño en masa y altura, y para acceder a su cima hay que subir 658 escalones. Luis Eduardo Villegas López, fue el primero en subir hasta la cima del peñón el 16 de julio de 1954, y tuvo a lo largo de su vida una obsesión con la piedra, se hizo dueño de todos los terrenos vecinos y construyó la empinada escalinata que hoy hace posible llegar hasta arriba. 


Los embalses del río Nare cambiaron la vida de esta región desde 1978. La generación de energía en el oriente antioqueño cubre más del 60 % de las necesidades nacionales. Uno esperaría encontrar gigantescas torres de electricidad, usinas y represas, pero a vista de pájaro, desde lo alto del peñón, no se ve otra cosa que un apacible paisaje de lagos rodeados de naturaleza exuberante. La ingeniería de punta logró que las turbinas permanezcan bajo tierra, entre dos de los embalses, de ese modo el paisaje se mantiene aparentemente intacto. Si bien la mitad de Guatapé acabó bajo el agua, lo más importante quedó encima del nivel del embalse: la iglesia, el cementerio, y la alcaldía. Allí donde llegaron las aguas hay ahora un malecón agradable, lugar de paseo de guatapenses y turistas de fin de semana.

A partir de allí Guatapé se convirtió en el paradigma de un pueblo que renace como ave Fénix, pero no de sus cenizas, sino del agua. Sobre al sentimiento de pérdida, se impone la voluntad de reconstruir su memoria e incluso reinventar su cultura: los zócalos.

La segunda sorpresa superaba con creces todo lo que yo había escuchado antes sobre los famosos zócalos. Así como Cartagena tiene sus balcones, Guatapé tiene sus zócalos de intenso color que representan símbolos o escenas cotidianas. La mirada del visitantes es halada hacia ese espacio multicolor que une las casas a la tierra firme. No hay casa que no los tenga, tanto por efecto de una ordenanza municipal de 1981 como por el apego de los habitantes a esa tradición que se ha ido reforzando con el tiempo, y que hoy constituye el principal atractivo cultural de la pequeña ciudad. Los zócalos son frisos de 80 cms de altura, que cubren no solamente la base de las fachadas de todas las casas, sino que se prolongan hacia adentro en los zaguanes y los patios tradicionales.

Las fotografías antiguas de Guatapé muestran que los zócalos no eran tan frecuentes ni tan elaborados antes de la creación del embalse. El precedente más antiguo data de 1919 cuando la beata más beata del pueblo, Isadora de Jesús Urrea, adornó con el símbolo católico del cordero de la paz, el zócalo de un altar en la plaza principal. José María Parra Jiménez, un liberal que no era precisamente conocido por su sometimiento a la religión, reprodujo ese motivo en los zócalos de su propia morada, conocida desde entonces como “la casa de las tres ovejas”. A partir de allí Don Chepe pasó a ser “el hacedor de zócalos”.  

La Casa del Arriero y sus zócalos que cuentan historias de la vida cotidiana, fue la primera parada con Álvaro Idárraga, para quien no hay puertas cerradas. “Las calles gozan de un lenguaje deliberadamente codificado”, dice en uno de sus libros, y explica que la aparición de los zócalos cumplía una función no solamente decorativa: antiguamente los muros de las casas se cubrían con una “capa de pañete” de barro y estiércol de caballo, que la aves de corral terminaban devorando. Álvaro ha clasificado y descrito más de cien motivos diferentes: geométricos, simbólicos, religiosos, antropomorfos, zoomorfos, precolombinos…

La tercera sorpresa fue la emisora comunitaria, Radio Peñón de Guatapé Cultural, una iniciativa que tiene una larga historia, pues comenzó en 1994 en el pequeño espacio de la garita de la cárcel del pueblo, usualmente utilizado para la vigilancia de los presos. Sus comienzos fueron humildes, con un transmisor artesanal de 30 vatios a través del cual se difundían los primeros CDs de música de Carlos Vives o de Nana Mouskouri.

En Radio Peñón de Guatapé Cultural
Administrada por la Asociación Comité Ético y Cultural de Guatapé, la emisora obtuvo su licencia como radio comunitaria en 1997 y desde el año 2001 cuenta con estupendas instalaciones en el tercer piso del Centro Integrado de la Cultura, un lugar alto desde donde la vista domina los alrededores y remata en el peñón. Wilson Uriel Jiménez, locutor de la emisora desde los inicios, y ahora su director, me invitó una mañana a conversar frente al micrófono. La entrevista completa quedó alojada en la página web de la emisora, pero yo hice un resumen que comparto en un video de cinco minutos: Peñón de Guatapé

Radio Peñón de Guatapé Cultural es miembro de la Asociación Emisoras en Red de Antioquia (Asenred) y junto a otras redes de medios del territorio forma parte de la Mesa de Comunicación del Oriente Antioqueño, una iniciativa creada en 2010 que lleva adelante el Proceso Estratégico Regional (PER).

El segundo Laboratorio de Paz en el oriente antioqueño, en 2004-2005, permitió generar instituciones dedicadas a la comunicación, y unos años más tarde iniciativas de coordinación para el desarrollo, como el Proceso Estratégico Territorial (PET) y el Proceso Estratégico Regional (PER), con líneas que toman en cuenta no solamente la planeación y el ordenamiento territorial, los temas de género y generación, los derechos humanos, el desarrollo rural y la participación ciudadana, sino también la comunicación como uno de los seis componentes centrales.

El PER ha hecho muchas cosas interesantes en comunicación bajo la conducción de Juan Diego Agudelo; entre ellas la apertura de un diplomado con la Universidad Católica de Oriente (UCO), la creación de la Agencia de Prensa del Oriente Antioqueño (Oriente Apress) que busca integrar la información del territorio como un componente estratégico para la región a través de una red de corresponsales, y la línea de actividades de comunicación y pedagogía social. Estas iniciativas hacen parte del trabajo de socialización del PER entre las comunidades y actores sociales de Oriente Antioqueño, para dinamizar la participación de medios de comunicación, actores y organizaciones sociales del territorio. 


En las actividades de pedagogía social y sensibilización en los municipios, el PER implementa acciones de información, de intercambio de saberes, y expresión, que incluyen dinámicas grupales, actividades lúdicas participativas y relatos de cuenteros, todo ello en espacios públicos de los municipios. Uno de esos cuenteros del PER es Ferney Quintero, y este es su cuento: Relatos de la memoria.  





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Avant de parcourir une ville, de la connaitre,
il faut la rêver.
                     —Julien Roumette