30 septiembre 2008

Ada Foah

La frontera con Togo está a pocos kilómetros, pero para llegar a ella hay que tomar un ferry que atraviesa la desembocadura del Río Volta, que vierte las aguas que arrastra desde Mali y Burkina Faso en Ada Foah, lugar que marca la separación entre el Golfo de Guinea (hacia el este) y el Océano Atlántico (hacia el oeste).

“Ada Foah” es la deformación de Ada Fort, pues en esta punta de arena hubo alguna vez un fuerte. Hoy hay algunas casas lujosas, y balnearios para gente con recursos. El paisaje al atardecer es apacible, los colores saturan el escenario natural, a uno lo invade una sensación de paz.

La desembocadura del Río Volta es también apacible, ningún rumor de agua, tan solo un espejo pulido y tranquilo.

Ada tuvo importancia estratégica por su posición con relación al Río Volta. En su momento fue un imperio que cubría un territorio de 20 mil kilómetros cuadrados. Pero la influencia de los reyes (matse) de Ada fue cada vez menor y aunque siguen existiendo (el más reciente fue entronizado en 1977), su rol es simplemente simbólico.

El Río Volta con sus tres brazos -el Volta Negro, el Volta Blanco y el Volta Rojo- dibuja un entramado de curvas que tocan varios países del oeste de África –Mali, Burkina faso, Costa de Marfil, Togo- antes de converger en Ghana donde tiene su cauce más caudaloso y desaparecer en el Golfo de Guinea. Al mirar en el atardecer las aguas tranquilas del Río Volta recuerdo haber estado en los márgenes del mismo río en otra latitud, en Dédougou (Burkina Faso) a fines de los 1980s. Pero no son las mismas aguas, por supuesto, mucho tiempo ya ha pasado en la vida de uno. Y el río no se detiene.