09 julio 2007

Diálogos de paz

La paz no se consigue con la guerra. La paz no se conquista con supremacía bélica. En la guerra no hay victorias, solamente muerte. Se pueden ganar batallas a costa de muchas vidas, pero las heridas que quedan no cierran nunca. Quienes piensan que por la fuerza de las armas se puede acabar la guerra, se equivocan. Solamente el diálogo puede llevar a la paz, pero mejor si ese diálogo se establece desde la base de la sociedad.

Participé la semana anterior en Bogotá, Colombia, en el Seminario Internacional de Comunicación y Paz, junto a otros participantes internacionales: Mark Carruthers (Irlanda del Norte), Grace Githaiga (Kenya), Sevda Alankus (Turquía), Eugenio Bermejillo (México), Oscar Pérez (El Salvador), Aadielah Maker (Africa del Sur).

El evento tuvo tres componentes: a) un Seminario Taller de tres días de duración, con ocho mesas de trabajo en las que se presentaron experiencias y se discutieron temas pertinentes para la búsqueda de la paz en situaciones de conflicto interno; b) una Muestra de Experiencias en la que unos treinta programas exhibieron sus materiales impresos y audiovisuales; y c) un Seminario Internacional con participación de los invitados de varios países.

Lo más importante del evento fue la posibilidad de establecer un diálogo entre comunicadores y periodistas, y todas aquellas personas que desde otros campos de acción y de estudio trabajan en programas de apoyo a la paz y la reconciliación en Colombia. De alguna manera, según pudo constatarse en las discusiones, todos trabajan desde la perspectiva de la comunicación, aunque a veces no utilicen esa palabra para definirse.

Desde mi mirada, me pareció extraordinaria la amplia participación de jóvenes en procesos de comunicación que están transformando Colombia desde las comunidades. Los jóvenes que participaron en el evento venían de los rincones más apartados del país, casi todos de regiones que viven (o han vivido recientemente) el conflicto armado con sus manifestaciones más violentas. La lucidez y claridad con que todos ellos se expresan demuestran que existe un gran consenso sobre la paz, que madura en base a la actividad cotidiana de miles de grupos, programas y proyectos.

Esos miles de jóvenes que cotidianamente amplían los objetivos de paz y conquistan espacios de convivencia en los lugares más aislados, están contribuyendo a desarrollar la paz en medio de la guerra. Cuando la paz se establezca formalmente, oficialmente, ya existirá en las prácticas cotidianas de una nueva generación de colombianos.

Así como los indígenas conciben su territorio como algo que los contiene, como un espacio de la identidad y de la cultura, el territorio de la paz se está extendiendo más allá de las fronteras administrativas de las regiones, en el imaginario de los colombianos.