(Publicado el sábado 30 de noviembre en Brújula Digital, Público Bo, EjuTv y ANF)
La lluvia revela. El agua lava y pone al descubierto lo que estaba escondido. El turbión destruye, sobre todo si no hay medidas de previsión. Cuando llueve poco rogamos que el cielo descargue nuestra fuente de vida, que los campos reverdezcan y que se llenen las lagunas de reserva. “Ojalá que llueva… rogaremos a San Pedro”. Pero cuando llueve mucho, lamentamos los desastres: “Ojalá que deje de llover”.
Sin embargo, las lluvias apenas comenzaron el sábado 23 de noviembre. Tres lluvias breves y ya tenemos consecuencias nefastas. La primera dejó el saldo de una niña ahogada en lodo y numerosas casas dañadas a raíz de una mazamorra que arrastró toneladas de tierra hasta Bajo Llojeta. Alrededor de esos hechos se montó todo un circo político de acusaciones sobre las responsabilidades. Lo cierto es que se trata de una responsabilidad compartida. Hay tres responsables principales: las alcaldías (límites, politiquería, corrupción y falta de fiscalización de oficio), los avasalladores (que “legal” o ilegalmente avasallan y aplanan los cerros que circundan La Paz), y los ciudadanos que ocupan (con papeles truchos) terrenos loteados que violan las normas municipales establecidas desde hace décadas, a pesar de que existe un plan de uso de suelos para toda la ciudad donde se determinaron las áreas de riesgo.
Sobre loteadores, especuladores y aplanadores hablaremos en otro momento, así como sobre quienes a sabiendas de que es peligroso y de que está prohibido, ocupan terrenos de riesgo para construir sus viviendas.
La responsabilidad de las alcaldías es mayor porque debería ser un ente regulador y fiscalizador, por encima de los loteadores (grandes como Terrasur y pequeños también), y sobre las familias que se asientan en terrenos deleznables. La falta de fiscalización se ha convertido en una “norma” no escrita, que evacúa el contenido de las normas municipales existentes, por ejemplo, aquella que prohíbe construir a menos de 25 metros del cauce de un río. Nadie cumple, a nadie le importa. Hay una gasolinera exactamente sobre el río en la curva de la calle O de Obrajes. Y ahí seguirá hasta que se produzca un desastre.
Me preocupa lo que puede suceder en esta temporada de lluvias que apenas comienza, por dos temas sobre los que el alcalde de La Paz no ha tomado medidas efectivas de prevención. Al parecer, su política minimalista se reduce a pintar aceras, arreglar plazas y tapar agujeros. Privilegia la cantidad y no la calidad. No parece tener noción de las prioridades, sus planes son signo de inmediatez y dejadez (obras a medias, alcalde a medias).
Dos obras importantes para la ciudad de La Paz son ejemplo del abandono: por una parte, la futura y cada vez más lejana avenida La Paz, y por otra, la consolidación de diques y gaviones del río a la altura del barrio Amor de Dios.
La primera obra la dejó muy avanzada el ex alcalde Luis Revilla, pero no ha progresado a pesar de ser re-inaugurada demagógicamente cada año (y con vistosa fanfarria) por el alcalde “Negro” Arias. Se trata de pavimentar apenas 950 metros sobre el embovedado del río Choqueyapu o Choqia (como se llame), desde la gruta de la virgen (final de la avenida del Poeta), hasta la calle O de Obrajes, pero no pasa nada. Cualquier día que uno pase en el teleférico Celeste por encima de la “obra”, no verá más de 6 o 7 obreros laneando, comiendo a cualquier hora o conversando en grupos. Lo que no se ve es trabajo y resultados. Las máquinas apenas se mueven, parecen de adorno, monumentos destartalados.
El alcalde dirá que no tiene suficiente dinero para pagar más personal, pero cuando lo avanzado hasta ahora se lo haya llevado una crecida de río, dirá que la culpa la tiene la lluvia y no la mala planificación, y gastará más de lo que hubiera gastado en pagar a un centenar de obreros para terminar en época seca ese tramo que está tardando más que la construcción de la muralla China. Y ya que hablamos de China, aunque no se puede comparar, uno se muere de sana envidia cuando ve cómo los chinos son capaces de poner mil obreros a trabajar y construir un puente en una semana, un hospital de tres mil camas en 10 días o una estación ferroviaria en 48 horas. Lo que vemos en Bolivia confirma lo que las estadísticas dicen: el índice de productividad del trabajo en nuestro país es el más bajo de América del Sur. Traducción: somos lerdos.
Trabajando como chinos (son chinos)
Obviamente, no se puede pretender que el alcalde de La Paz tenga la misma vocación o voluntad que los chinos porque su estatura de planificador no da para tanto. Pero uno esperaría que al menos muestre cierta astucia en función de sus planes políticos (aunque quizás ya los ha descartado en vista de que es uno de los alcaldes más repudiados de la historia del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz).
El tramo de la avenida La Paz contribuiría a desahogar el tráfico insoportable que se forma en la curva de Holguín, más aún cuando no hay gasolina o diésel y uno de los carriles de la Avenida del Libertador queda taponeado con largas filas de camiones y autos que van desde la gasolinera de la calle O de Obrajes a veces hasta la curva de la gruta de la virgen. (YPFB debería retirar la gasolinera de ese lugar). Precisamente, la idea de Revilla cuando embovedó el río era crear un acceso directo desde la avenida del Poeta hasta la calle Cero de Obrajes. Lamentablemente esta obra no será completada por un alcalde incompetente.
Cien años atrás Obrajes era un barrio alejado de la ciudad y Calacoto era área rural para salir los fines de semana, pero ahora que viviendas, oficinas y comercios se han trasladado a la zona sur de la ciudad, las varias rutas alternativas resultan insuficientes: la avenida de Los Leones, obra del alcalde Raúl Salmón, y la avenida Kantutani, obra de la gestión del alcalde Ronald MacLean, si mal no recuerdo.
Lo que sucedió en Bajo Llojeta la noche del sábado 23 de noviembre luego de una lluvia (que no fue torrencial), es una muestra de lo que puede suceder en las siguientes semanas: una mazamorra de lodo invadió varias casas y aisló el barrio de Santa Cecilia, además de cortar la circulación de una vía muy importante, la Costanera. El presidente Arce Catacora (“Tilín” para sus amigos), miembros de su gabinete y concejales arcistas aprovecharon para opacar la presencia del alcalde Arias, quien enfrentó en calzoncillos la primera emergencia de la temporada de lluvias. Obviamente, esto apenas comienza.
El sistema de drenaje de la ciudad está colapsado y no se han hecho obras en profundidad. Ni siquiera se destapan las rejillas de las bocas de tormenta, es decir lo más superficial del entubado.
El segundo tema urgente es la consolidación de diques y gaviones del río La Paz (confluencia de los ríos que bajan del centro de la ciudad, de Irpavi, Achumani, etc.) a la altura del barrio Amor de Dios. El 8-9 de marzo hubo ahí un desastre cuando una lluvia de varias horas hizo que la crecida de aguas se llevara una parte de la plataforma de la avenida Hernán Siles Zuazo que vincula el sur de la ciudad con Aranjuez, Mallasa, Mallasilla y todo el sector de Río Abajo. Es la única vía que existe, de modo que su importancia es enorme.
Ni gaviones ni dices de concreto
Los trabajos que ha realizado el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz son paliativos que con una lluvia copiosa mostrarán su inutilidad. Lo que podemos constatar son unos pocos gaviones junto al parque Bartolina Sisa, pero río arriba no hay ni gaviones ni diques de concreto, sólo se ven dos o tres tractores empujando piedras hacia ambos lados del cauce, lo cual no sirve para nada. La nueva plataforma es de cascajo, piedra suelta, muy fácil de ser nuevamente erosionada. Ni siquiera se colocaron árboles para retener el terraplén. El alcalde puede ponerse cada noche de rodillas rezando a San Pedro, pero eso no solucionará el problema. Su argumento será, como siempre, la falta de recursos, y tiene razón. Recibió una alcaldía sin recursos, pero malgastó los pocos que tenía en tonterías como remozar (y arruinar) plazas que no necesitaban ningún arreglo (plaza Abaroa, Isabel La Católica y otras), o volver a pavimentar avenidas que no tenían nada malo (Av. Ballivián y calle 21 de Calacoto), mientras deja otras obras inconclusas durante meses (calle Abdón Saavedra).
Ni mencionemos el disparo en el pie a quienes creemos en las ciclovías y en una ciudad con menos autos y amigable para los peatones: su obra mal diseñada y sin consulta con las asociaciones de ciclistas le ha hecho más daño que bien al concepto. Podríamos mencionar otras “súperobras” ridículas, como “el árbol de navidad más alto de Bolivia”, y babosadas populistas que no hacen sino repetir las tácticas del MAS. En suma, una alcaldía de baldes de pintura, bailes carnavalescos y guirnaldas, pero no de obras de infraestructura.
Probablemente para justificar su incapacidad el alcalde dirá que estamos viviendo lo mismo que la Dana de Valencia (si no lo dijo ya), aunque sabemos que las lluvias en esa región de España han sido las más abundantes en lo que va de este siglo, en cambio aquí todos los años llueve más o menos igual.
Debido a la falta de una política de prevención eficiente, hemos llegado al extremo de que lo único que nos queda es cruzar los dedos para que no llueva mucho y para que en una próxima gestión tengamos un mejor alcalde.
Que llueva, que llueva, el alcalde está en la hueva, los taparancus espantan y el alcalde no se entera...