26 noviembre 2019

El hombre que leía cine

 Sobre llovido, mojado. Cuando uno cree que las malas nuevas van a terminar al día siguiente y cuando uno busca algo de descanso después de tanta zozobra, siguen llegando esas noticias que uno no quisiera leer ni escuchar. Por ello me ha tomado varios días vencer mi parálisis y escribir lo que sigue.


Jean Douchet (1929-2019)
A los 90 años de edad, el 22 de noviembre, falleció Jean Douchet, gran crítico y también realizador del cine francés. Cuando yo lo conocí en 1973, tenía 44 años. Fue mi maestro en el Institut de Hautes Études Cinématographiques (IDHEC) en París, y junto a Louis Daquin, fue la persona que me entrevistó el primer día en el IDHEC, luego de haber pasado dos meses de pruebas exhaustivas que fueron reduciendo el número de más de 600 aspirantes a 22 finalmente aceptados, entre ellos solo cuatro extranjeros, uno de ellos un boliviano que entonces apenas balbuceaba el francés.

En esa primera entrevista, luego de interesarse en mi procedencia (fui el primer y único boliviano que estudió en el IDHEC), me hizo varias preguntas, de las que me marcó una aparentemente inocente, pero que no lo era en absoluto: “¿Para qué quieres estudiar cine”?” Ahí empezó una larga amistad.

Jean Douchet me enseñó a ver cine.  No a mirar cine, sino a ver. Es decir, me enseñó a desarrollar la capacidad (o el instinto) de analizar una película en toda su complejidad y en los niveles que un espectador normal no alcanza a distinguir. Las clases con él eran deliciosas, porque nos sentábamos alrededor de una mesa de edición y en la pequeña pantalla pasaban las escenas de grandes clásicos del cine en copias en 16mm o en 35mm. Jean detenía la imagen cuando era necesario, o volvía a mostrar una toma para revelar en un encuadre algo que no habíamos notado. Con él analizábamos plano por plano algunas películas, con especial atención al montaje, a la fotografía, a la luz, a las líneas de la composición. En los grandes maestros, nada era gratuito. Todo lo que aparecía en la imagen tenía una razón de ser. Después de cada clase con él, nos sentíamos más inteligentes.

Nos decía que el conocimiento a través del cine se hacía de adentro hacia afuera, en lugar de estudiar el objeto de arte desde afuera hacia adentro. Y para demostrar aquello todas sus clases de análisis de filmes, en grupos muy pequeños de estudiantes alrededor de la mesa de montaje, tenían la misma estructura: ver una película y analizarla escena por escena, plano por plano.  Era la escuela que había dejado Henri Langlois, el creador de la Cinemateca Francesa: no fijarse tanto en los diálogos y en la historia, sino en la manera de narrar a través de la imagen.

Douchet, profesor en el IDHEC 
En un libro de entrevistas con Douchet, titulado “El hombre cine”, el historiador Joël Magny lo llamó el “Sócrates del cine”, porque fue un maestro de varias generaciones que veneraban sus enseñanzas. Era un erudito del cine, un cinéfilo que tenía un conocimiento profundo del lenguaje cinematográfico (en especial de la composición de la imagen) y una sensibilidad especial para ver en una película lo que los demás no veían. Con el aprendimos a “leer” el cine de Murnau, Mizoguchi, Kurosawa, y Godard, entre otros. Le interesaba mucho “cómo” y “porqué” un director decide componer una imagen o construir un movimiento de cámara. La historia podía ser muy importante, pero para él lo era más aún la manera de contarla: la construcción del lenguaje cinematográfico.

En mis tiempos de estudiante de cine (1972-1976), gracias a su estímulo comencé a escribir comentarios de todas las películas que veía. Lo hice con férrea disciplina durante cuatro años, pero no era una tarea fácil ya que en virtud de una tarjeta mágica que nos permitía entrar gratuitamente a todas las salas de cine de París, veíamos entre 3 y 4 películas diarias. Solíamos terminar a media noche en la última proyección de la Cinemateca Francesa, que entonces quedaba en el Palais de Chaillot. Antes de acostarme, escribía varias páginas. Como resultado, tengo probablemente dos mil comentarios de cine inéditos, en cuatro gruesos archivadores de palanca, escritos de un solo golpe en una máquina de escribir portátil, Olympia.

Douchet nació el 19 de enero de 1929 en Arras, la ciudad capital de Pas-de-Calais, y después de sus estudios de filosofía comenzó a escribir en La Gazette du Cinéma fundada por Eric Rohmer, y posteriormente durante la década de 1950 en Cahiers du Cinéma, la emblemática revista especializada fundada por André Bazin. Jean Douchet ejerció la crítica junto a François Truffaut, Jean-Luc Godard, Eric Rohmer, Claude Chabrol y otros que en años siguientes se convirtieron en los grandes cineastas de la Nouvelle Vague (Nueva Ola) del cine francés. Jean hizo también algunos filmes, pero lo suyo era escribir sobre cine, analizar películas, desmenuzarlas, y eso es lo que hizo a lo largo de su vida.

Su personalidad era la de un diletante, al menos así lo recuerdo, un hombre grande y bonachón a quien le gustaba la buena comida, el buen vino y por supuesto el buen cine. Nunca lo vi de mal humor, ni durante mi periodo de estudiante ni años después, cuando me daba modos para verlo un rato cuando regresaba a París.

Aunque menos conocido como cineasta, fue uno de los autores de “Paris, visto por…” (1965), un largometraje de ruptura compuesto por seis historias que suceden en diferentes barrios de París, dirigidas por Jean Douchet, Jean-Luc Godard, Jean Rouch, Claude Chabrol, Eric Rohmer y Jean-Daniel Pollet. Douchet hubiera querido dirigir el corto sobre el barrio de Le Marais, más suyo que ninguno, pero aceptó desarrollar su historia al otro lado del Sena, en St. Germain des Pres. Un dato no menor es que la fotografía del corto la hizo Néstor Almendros, a quien Jean Douchet llevó como profesor al IDHEC, donde fue un lujo tenerlo como maestro y amigo.

Sobre el IDHEC, ofreció en abril de 2018 una larga charla que me ha traído a la memoria aquellos años. Esa conversación, en francés, se puede ver en YouTube. Fue una de sus últimas apariciones públicas.

Douchet, con Agnes Varda y Jean-Luc Godard 
Entre 1962 y 2010 hizo una docena de filmes, la mayoría documentales sobre personalidades de la Nouvelle Vague que él conocía muy bien. Publicó también libros importantes sobre Hitchcock, André Bazin, la Nouvelle Vague, entre otros.

A pedido de sus amigos cineastas, hizo breves apariciones (cameos) en películas emblemáticas de Godard, Truffaut, Rohmer, Eustache y Rivette, y posteriormente interpretó papeles en películas de directores de las nuevas generaciones que él había formado. Una tercera faceta es su trabajo en la televisión, realizando el análisis de películas de grandes realizadores.

Lo vi pocas veces en este siglo, por razones de distancia mayor, pero lo extrañaré como si hubiéramos estado conversando ayer en un café de Le Marais, su barrio, y el barrio donde nos encontramos la última vez.  
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La critique est l'art d'aimer. Elle est le fruit d'une passion qui ne se laisse pas dévorer par elle-même, mais aspire au contrôle d'une vigilante lucidité. —Jean Douchet