27 junio 2019

Blindaje de hojalata

 La economía boliviana no había estado “blindada” como afirmaba con tanta soberbia el gobierno de Evo Morales. La realidad es bastante diferente: el revestimiento es de hojalata y ya empiezan a anunciarnos una versión arrepentida del supuesto blindaje.

Cuando Morales subió al poder fue bendecido por un contexto económico internacional favorable. Los precios de las materias primas e hidrocarburos estaban muy altos. En esas condiciones no le fue difícil hacer el simulacro de una “nacionalización” que no fue otra cosa que una renegociación de precios con las empresas transnacionales que estaban operando en Bolivia y que siguen haciéndolo ahora, las mismas.

Para quienes no van más allá de los discursos presidenciales y del juego de espejitos que manipula el gobierno, el “boom” económico no se debía al contexto internacional favorable, sino a la habilidad y clarividencia de Evo Morales y de su ministro de Economía y Finanzas, Arce Catacora, que anteriormente había servido en gobiernos “neoliberales” sin que se notara su magia como economista.

Luis Arce Catacora
Se creó alrededor de Arce Catacora la areola de un experto capaz de convertir la pobre economía de Bolivia en una economía sólida y resistente a cualquier crisis futura.  Como él mismo cacareó en determinado momento, la economía boliviana estaba “blindada” porque no dependía del contexto internacional, sino de la habilidad de sus administradores.

Ahora resulta que ya no es así, y durante las últimas semanas varios personeros del gobierno se han encargado de desdecir sus propias palabras y recordar que sí dependemos del contexto internacional, algo que ya sabíamos los que leemos diarios serios y vemos informativos internacionales, y no la Intox-TV nacional que nos presenta un país sin problemas.

Sabíamos, por ejemplo, que el negocio del gas tiene sus días contados, y que el gobierno de Morales cometió el grave error de seguir apostando a los hidrocarburos (dinero fácil) en lugar de invertir en agricultura para alimentar al país y en industria para generar empleo permanente.

No era necesario ser clarividente para atar cabos: por una parte Argentina ya tenía suficiente gas (puesto que revendía el nuestro a Chile), mientras reclamaba que Bolivia le envíe la cantidad de gas comprometida en los contratos. Luego, con el inicio de la explotación del campo gasífero de Vaca Muerta, en el norte de la Patagonia, Argentina puede exportar mucho más gas del que necesita.

La relación económica con Brasil también se puede hacer “gas” este mismo año, cuando finaliza el contrato firmado en 1993 durante la presidencia de Jaime Paz Zamora, sin ningún mérito de Evo Morales, que por entonces se dedicaba a tocar trompeta y jugar fútbol (como ahora). Brasil puede comprarle gas a Argentina o a quien le ofrezca el precio más bajo, porque mientras Bolivia depende de gasoductos y sigue invirtiendo en ellos (ahora a Paraguay), el gas comprimido circula en inmensos buques metaneros por el mundo.

Tratando de curarse en salud (y esta no es una alusión a su kermesse de beneficencia), Arce Catacora afirma ahora lo que antes negaba: que la “crisis brasileña tendrá un efecto negativo en el crecimiento económico boliviano”. Casi a coro, Pablo Ramos, Presidente del Banco Central, hasta hace poco otro optimista disciplinado, nos dice que la guerra comercial entre China y Estados Unidos tendrá un impacto en nuestra economía. Ahora sí, cuando le va mal, el régimen está dispuesto a echar culpas al contexto internacional.

El disco rayado de la bonanza económica que con mucho acierto menciona Juan Antonio Morales en un artículo reciente, está tan gastado que ya se puede ver la verdad que emerge al otro lado.

En un país donde hasta las rosas para el Día de la Madre vienen de Ecuador, algo huele muy mal (y no son las rosas).


(Publicado el sábado 15 de junio 2019)
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Los empresarios desean verse libres del Gobierno cuando prosperan,
pero protegidos cuando les va mal.
¾ ¾William Simon