25 junio 2018

Duele Nicaragua

Es una película que nunca llega al final y las escenas más escabrosas se repiten una y otra vez sin que uno pueda dejar de verlas, como la tortura visual a la que es sometido el personaje de Malcolm McDowell en “La naranja mecánica”.  Así veo ahora las imágenes de Nicaragua, y duele. 


Barricada de jóvenes en la ciudad de León
Es un dolor particular porque tuve la fortuna de vivir el inicio de la Revolución Sandinista a principios de 1980, a pocos meses del derrocamiento y la huida precipitada de Somoza a Paraguay. Estuve en la plaza el día que se lanzó la Campaña de Alfabetización. Eran otros tiempos: la dirección colegiada del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) era entonces un ejemplo de juventud, entereza, honestidad y compromiso para devolverle al país la dignidad que el dictador le había arrebatado. 

Somoza y su familia eran dueños de medios de información y de empresas, controlaban con mano férrea al aparato militar que tuvo que ser desmontado al triunfar la Revolución Sandinista. La década de 1980 fue muy dura debido al bloqueo y a la agresión del gobierno de Estados Unidos que no solamente se negó a comerciar con Nicaragua, sino que convirtió a Honduras en una suerte de portaviones listo para atacar, y alentó con dinero y armas la formación de los tristemente célebres “contras”, mercenarios nicaragüenses que organizaron una contraguerrilla que enlutó una por una a todas las familias nicaragüenses. 


Con el Comandante "Modesto" y Jaime Balcázar, en 1980
Con el apoyo de Jaime Balcázar que estaba en Managua como Representante de las Naciones Unidas, me tocó colaborar como consultor de Henry Ruiz, Ministro de Planificación, mejor conocido como “Modesto”, uno de los nueve Comandantes de la Revolución que compartían la dirección colegiada del FSLN, representando a las tres tendencias que habían luchado durante la guerra de guerrillas contra Somoza: tres de la GPP (Guerra Popular Prolongada), tres de la corriente Proletaria y tres de la tendencia Tercerista. 

A pesar de las dificultades, era una época de entusiasmo. Todos daban lo mejor de sí mismos para sostener el proceso revolucionario que todavía no mostraba las ambiciones personales de Daniel Ortega. La comunidad de bolivianos era pequeña, pero se hacía notar sobre todo en las artes: Luis Ramírez (arquitecto), Marisol Barragán (cineasta), Antonio Peredo (periodista), Álvaro Montenegro (músico), entre otros. 


Inauguración oficial del Taller de Cine Super 8 de la Central Sandinista de Trabajadores (CST)
en presencia del Ministro de Planificación, Comandante "Modesto", Jaime Balcázar del PNUD y otros invitados 
Mi trabajo era en la Central Sandinista de Trabajadores (CST) donde creamos el Taller de Cine Súper 8. Lo menciono por un hecho específico: mostré a mis estudiantes fotos de las milicias del MNR en 1952 y ellos encontraron un paralelo con lo que sucedía en ese momento en Nicaragua: un pueblo en armas.  Sin embargo, les dije, no se hagan ilusiones porque estos procesos no son eternos, si uno se descuida, se desvían. No me creyeron, estaban muy seguros de que su revolución sería para siempre. 


Daniel Ortega Saavedra, aferrado al poder 
Rosario Murillo, la "Chayo"
No lo fue, claro. La ambición de poder fue encumbrando cada vez más a Daniel Ortega y separándolo de otros Comandantes de la Revolución (los nueve), de los pocos que no participaron en “la piñata” y que se alejaron de los autoritarios hermanos Ortega. Modesto fue de esos pocos, al igual que el Comandante Luis Carrión, hoy acérrimos opositores. También entre los Comandantes Guerrilleros (cerca de 50), hubo disidencias importantes como Doris Tijerino, Dora María Téllez, Mónica Baltodano, y otros. 

Ungido nuevamente como presidente en 2007, Ortega pactó con la extrema derecha de Arnoldo Alemán, con la iglesia reaccionaria de Monseñor Obando y Bravo y con los “contras”, incrustados en la Policía Nacional que ahora reprime a los estudiantes. 


La iglesia progresista de Nicaragua junto a la ciudadanía y familiares de las víctimas 

En dos meses hay 164 personas asesinadas y muchas más torturadas, presas o desaparecidas. Daniel Ortega ha dejado atrás todos los ideales del sandinismo. Sólo queda un discurso de impostura para aferrarse al poder con su mujer, Rosario Murillo, en el cargo de vice-presidenta, y sus hijos dueños de los principales canales de televisión y un sinnúmero de empresas. Ni Somoza se había atrevido a tanto. 


Sandor Dolmus, asesinado
El jueves 14 de junio fue un día clave para Nicaragua: todos los sectores sociales contrarios a la dictadura de Ortega-Murillo se unieron en un paro nacional que paralizó al país por completo: estudiantes, empresarios, transportistas, entidades religiosas y de derechos humanos, y todos los que consideran que es hora de que Daniel Ortega y Rosario Murillo se vayan del poder. 

No solamente actuó la resistencia civil auto convocada, sino también Ortega que usó todos los recursos de violencia que tiene bajo su control: paramilitares, censura de medios y otros mecanismos. El régimen logró bloquear durante varias horas la página web del emblemático diario La Prensa que fundó y dirigió Pedro Joaquín Chamorro en su lucha contra la dinastía Somoza. La Prensa siguió informando a través de sus cuentas en las redes virtuales. Y lo que pudimos leer ese jueves duele: más jóvenes asesinados, incluyendo un monaguillo de la Catedral de León,  Sandor Dolmus, con un balazo en el pecho. 


No pasa un día sin que la violencia viole el límite de toda humanidad. Una familia entera murió carbonizada porque se negó a prestar su casa para que paramilitares francotiradores se instalaran allí para disparar contra el pueblo. Ante la negativa estos asesinos incendiaron la casa. 


Ortega se ha vuelto incómodo para Estados Unidos, aunque recibió apoyo de la potencia del norte anteriormente.  Ahora, parece que ya busca una manera de salir de Nicaragua que preserve su seguridad personal y de su familia cercana, y se sabe que está negociando una salida con enviados de Estados Unidos. Como todos los dictadores derrotados, huirá a un país donde no pueda ser alcanzado por la justicia. Pero en algún momento la justicia le dará alcance, como pasó con Somoza. 

(Publicado en Página Siete el sábado 16 de junio 2018) 
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Los héroes y mártires de la revolución sandinista no merecen que su memoria sea manchada por los actos genocidas de un dictador que los traicionó. Las víctimas de Ortega y Murillo merecen justicia.
—Ernesto Cardenal