26 abril 2018

Claves para Julia


Entre Julia Vargas y Loida Rodríguez, el 1 de septiembre de 2017
A raíz de mi artículo sobre la situación de Cataluyna, Julia Vargas me escribió: “Estoy totalmente de acuerdo con tu comentario... El tema catalán es muy complejo y no empieza hace dos años con un grupo de políticos que quieren ‘dividir’ un país con una sacrosanta, costosa, inoperante, corrupta y obsoleta monarquía. Yo vivo en Cataluña el día a día y veo manipulación mediática, una justicia al servicio de un gobierno incapaz de afrontar y resolver políticamente conflictos políticos, la libertad de expresión coartada judicialmente. Me consta que el referéndum considerado ‘ilegal’ se hizo totalmente pacíficamente, como todas las manifestaciones en las que estuve fotografiando. He visto de cerca a uno de los civiles imputados por incitar a la violencia, en el momento en el que pedía a la multitud calma, que se retiraran pacíficamente, mientras abría camino a los policías que registraban el local. El tema catalán no es el resultado de una rebelión reciente de un grupo de políticos ‘sediciosos’. Es un proceso que tiene raíces antiguas, y se agudizó con un estatuto autonómico aprobado por el congreso y luego impugnado por iniciativa personal del Sr. Rajoy. Si tan importante es mantener la ‘unidad’ de España, es tarea del gobierno abrir un diálogo al que se ha negado 18 veces, y encontrar los caminos. Pero no parece estar dentro de los intereses del partido gobernante..." 

Julia de niña
Eso fue el 26 de marzo. Cinco días después estaba muerta. La parca la sorprendió en la computadora, escribiendo quizás a otros amigos o anotando ideas para un nuevo proyecto cinematográfico. El 19 de marzo me había escrito: “Que bonito verte con tu familia. Disfruta esta magnifica ciudad...” Estábamos ambos en Barcelona a fines de marzo, pero no pudimos vernos. 

Julia Vargas era mi amiga desde hace cinco décadas, de esas amistades que se heredan de los padres. El mío solía contarme con admiración la historia de los jóvenes socialistas, Jorge Bartos y Juan Barga, que llegaron a Bolivia para quedarse y convertirse en empresarios exitosos. 

A don Juan Barga lo visité varias veces en Cochabamba pero mi amistad con su hija Julia creció posteriormente por la afinidad con la fotografía y con el cine. Julia empezó como fotógrafa, con bellísimas imágenes en blanco y negro de paisajes y gentes del altiplano y de los valles de Bolivia. Cerca de 30 exposiciones de fotografía, individuales y colectivas, permitieron conocer su obra dentro y fuera de Bolivia. 

Alfonso Gumucio Reyes,
fotografiado por Julia Vargas 
En los años setenta me obsequió una serie de retratos que hizo de mi padre, con una barba patriarcal, en el Chapare donde él trabajaba como contratista de alcantarillas en las carreteras 1 y 4 que él mismo había dibujado antes en un mapa de Bolivia cuando era Ministro de Economía en el segundo gobierno de Víctor Paz Estenssoro.  Don Jorge Bartos, para ayudarlo, le dio ese trabajo de campo.  Fue la única vez que mi padre ganó algo de dinero en su vida, pues durante su paso por el gobierno no tuvo ni siquiera casa propia. 

Julia estaba decidida a publicar su obra fotográfica más representativa.  La última vez que vino a Bolivia, en septiembre de 2017, nos reunimos en un café de San Miguel y me mostró las pruebas de página de ese libro, grande, hermoso.  Me pidió que escribiera el prólogo y acepté encantado, pero le dije que prefería hacerlo cuando ya tuviera la versión definitiva. Ella quería publicar un segundo libro de menos páginas con los paisajes pero le sugerí que publicara un solo libro, con toda la obra reunida, con secciones que fueran agrupando las fotografías por temas, con títulos poéticos y abiertos para incluir en una misma sección fotos de gente o de paisajes.

Su inclinación social la llevó a crear y dirigir desde 1980 AVE (Audiovisuales Educativos) y ahí coincidimos en actividades similares pues yo dirigía en esa misma década el Centro de Integración de Medios de Comunicación Alternativa (CIMCA). 

El cine fue una pasión relativamente tardía pero que emprendió con la misma pasión y dedicación que la fotografía o el trabajo de comunicación social. En su primer largometraje, Esito sería (2004) aborda la fiesta del carnaval de Oruro. Siguió Patricia, una basta (2005) la historia de una joven con VIH positivo, un drama con intención educativa. 

Su obra mayor es sin duda Carga sellada (2016) con la que obtuvo reconocimiento de la crítica y en varios festivales.  Le dediqué una página comentando lo que me había parecido bueno y débil en el film. Me escribió pronto un correo desde Barcelona, donde residía, para comentar mis apuntes sin desestimar las críticas. 

Durante algunos años fijó su residencia en Buenos Aires, aunque sin dejar su casa en Cochabamba. En la Capital Federal de Argentina preparaba sus proyectos con paciencia y persistencia, quizás porque tenía cierta holgura económica que se lo permitía. Desde allí, “Juliska” (como rezaba la dirección de su correo electrónico), me contaba de sus avances en los pasos de tango, que llegó a dominar y que disfrutaba verdaderamente. 

En Machacamarca, durante la filmación de Carga sellada
Julia nos sorprendió a todos con su muerte el 1 de abril de 2018.  No era una muerte anunciada, sino totalmente inesperada. Cuando recibí en París la noticia pensé que era una inocentada porque ese día se celebra en Francia el poisson d’avril, o Día de los Inocentes. Me hubiera gustado que fuera una inocentada, pero no era.  Luego me enteré que un aneurisma fulminante había acabado con sus días. Había nacido en 1942, me llevaba unos pocos años de ventaja pero con los años nos fuimos igualando. 

Ahora ya no podré escribirle a vargasjuliska@gmail.com ni leer sus comentarios en Facebook. No habrá quien responda. 

Milton Guzmán colaboró con ella durante casi tres décadas: “Fueron casi 29 años de haber transitado junto a Julia un mismo camino, el imaginar, soñar y plasmar en imágenes esos sueños, Ella era una visionaria que nos contagiaba su ansiedad de mostrar nuestro país, nuestra gente, sus historias, sus dramas. Así nacieron, El hombre símboloA los pies del TatalaSolo PanchoEl fragor del silencioPara ElisaEsito SeriaCarga SelladaShirley La Milagrera...  y otras historias. Era una mujer con mucha pasión por los que hacia, metódica y muy ordenada, nuestras sesiones de trabajo o de viaje eran extensas, sin claudicación hasta llegar a cumplir el objetivo planificado, sin importar los trasnoches o la cantidad de kilómetros que íbamos a viajar,  pero el mejor recuerdo que guardo es la similitud en nuestra forma de mirar, de ver, y eso creo que hizo crecer esa amistad y complicidad que tuvimos  para realizar los trabajos que hicimos...   Juliska,  hasta la próxima claqueta”. 

(Publicado en Página Siete el domingo 15 de abril de 2018)

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La memoria debería tener unos espejuelos suplementarios
capaces de sobreponer, con capa tras capa de piel,
los rostros anteriores al rostro actual,
hasta develar el rostro final de la muerte.
—Carlos Fuentes