22 octubre 2017

Abrir la muralla

(Publicado inicialmente en Página Siete, el 29 de julio 2017)

Aunque con retraso, reproduzco este texto que publiqué hace un par de meses, porque creo que el tema no pierde actualidad y es bueno que llegue a lectores de este blog que no leen necesariamente mis artículos en el diario donde publico regularmente.

Hay mucho más detrás de las postales de la ciudad amurallada

Con 1250 participantes de 96 países tuvo lugar en Cartagena de Indias, Colombia, del 16 al 20 de julio 2017, la reunión más importante de investigadores de la comunicación en el mundo: el congreso anual de la Asociación Internacional de Estudios de Comunicación y Medios, conocida como IAMCR por sus siglas en inglés.

Esta vez, no fue solamente una reunión de gringos que aprovechan sus vacaciones de verano para visitar un país exótico y combinar sus deberes académicos con el turismo. La presencia masiva de investigadores y profesores latinoamericanos y la organización impecable que estuvo a cargo de la Universidad Minuto de Dios (Uniminuto) de Bogotá, hizo que muchos esquemas tradicionales fueran cuestionados.

Contrastes violentos en Cartagena, dentro y fuera de la muralla
El hecho de que el congreso tuviera lugar en la ciudad amurallada más emblemática de nuestra región, se presta para elaborar un análisis simbólico. Durante muchas décadas los congresos de IAMCR han transcurrido en diferentes ciudades del mundo como eventos amurallados donde se reúnen siempre los mismos académicos sin permitir siquiera el acceso a los estudiantes de quienes se nutren para hacer sus investigaciones y publicar libros.

El costo impuesto para participar en el congreso es tan prohibitivo para los estudiantes de comunicación, que generalmente quedan afuera, como los pobres en las ciudades medievales amuralladas. Aún a aquellos que hicieron el esfuerzo de pagar sus propios boletos de avión y alojamientos para pernoctar, el arcaico modelo de negocio de IAMCR los mantuvo alejados de los profesores que son sus referentes en la literatura especializada sobre comunicación. Por eso en las múltiples salas del evento los estudiantes colombianos brillaron por su ausencia, salvo algunos afortunados que obtuvieron becas, muy pocas.

Cees Hamelink
Los miembros plenos de IAMCR, profesores en un centenar de universidades del mundo, no pasan esas penurias: sus propias universidades les pagan pasajes, hoteles y el costo de la inscripción, de manera que el dinero propio que traen en sus bolsillos se lo guardan para hacer turismo antes, después o durante el mismo congreso, lo que explica que en muchos casos (felizmente no todos) presentan sus ponencias y luego desaparecen por arte de magia, dejando salas semivacías.

Esta vez hubo voces que se elevaron contra el trato discriminatorio hacia los estudiantes. Nada menos que en la plenaria de clausura el holandés Cees Hamelink, ex presidente de IAMCR, tuvo la lucidez de afirmar categóricamente que los investigadores son ante todo maestros de las nuevas generaciones, por lo que la ausencia de estudiantes era absurda y mostraba una falta de consecuencia. Lapidaria sentencia que IAMCR debería tomar en cuenta en los próximos congresos.

El discurso central de apertura del congreso en la plenaria inaugural fue también un sacudón para los adustos profesores europeos y norteamericanos, cuando el colombiano Omar Rincón (homenajeando al mismo tiempo a Jesús Martín Barbero, que no pudo asistir) les dio una lección sobre la “comunicación bastarda” y afirmó enfáticamente que los académicos debían salir de sus ciudades amuralladas hacia la realidad social.  Y Omar lo hizo en su estilo muy latinoamericano, saltando por el escenario como un cantante pop y poniendo en aprietos a los intérpretes que no alcanzaban a seguir su ritmo.

También se cuestionó que el inglés fuera obligatorio para todos los participantes, aún cuando el congreso se realizó en tierra latinoamericana. Esa forma de hegemonía fue señalada por Omar Rincón cuando hizo una lista parcial pero contundente de los aportes de investigadores latinoamericanos al campo de la comunicación, muchos de ellos desconocidos por académicos anglófonos demasiado flojos para aprender otro idioma.

Es la gran paradoja del mundo académico mundial: nosotros nos esforzamos para leer en inglés y ellos, muy arrogantes, no hacen el mínimo esfuerzo para aprender la lengua de Cervantes, que es la segunda de mayor crecimiento en el mundo (después del mandarín). Para quienes no lo saben, hay 400 millones de hispanohablantes, contra 360 millones que hablan, lo cual hace inexcusable que los académicos anglófonos descansen en la cómoda pasividad que raya en la ignorancia.

El equipo de apoyo de Uniminuto
Hay excepciones, por supuesto, precisamente el caso de grandes investigadores y profesores de la comunicación como el citado Cees Hamelink que domina desde hace muchos años el castellano, o Nick Couldry, que prometió aprenderlo hace dos años y lo hizo.  Su presentación sobre Jesús Martín Barbero la escribió y leyó en impecable español.

El congreso fue una prueba de capacidad de organización y eficiencia. Al mando de un centenar de estudiantes y profesores colombianos, Amparo Cadavid (organizadora local del congreso) trabajó más de un año para que todo sucediera sin deslices y en alianza con una veintena de instituciones locales e internacionales, entre ellas la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), CIESPAL, Unesco y Unicef.

Iñaki Chaves, Vinod Pavarala y Alfonso Gumucio
No es nada fácil manejar un congreso que en todo momento tuvo sesiones simultáneas de los 31 grupos temáticos en diferentes salas del Centro de Convenciones de Cartagena, además de actividades paralelas dispersas por la ciudad.

Si el ingreso al congreso amurallado era imposible, eso fue compensado con dos otras reuniones de académicos independientes menos acartonados (REDECAMBIO y OurMedia) y con salidas a los barrios resilientes de Cartagena, donde pudimos convivir con jóvenes que a través de acciones de comunicación y con el apoyo de la Fundación Social y Renacer tratan de cambiar desde adentro las percepciones y estigmas de que son objeto. Ahí aprendimos que Cartagena es mucho más que sus murallas y que romper esa imagen que perpetua el turismo es fundamental para las nuevas generaciones.

A solicitud de UNICEF, la agencia en la que trabajé siete años (4 en Nigeria y 3 en Haití), y de Uniminuto, dirigí Pulir esa piedra (2017) un documental de media hora sobre los jóvenes del barrio El Pozón que se esfuerzan por mejorar la calidad de vida y la imagen de violencia y contaminación ambiental que los estigmatiza. Pero eso será motivo de otra nota, cuando el documental comience a circular por iniciativa de las instituciones antes mencionadas. Y también si no circula, escribiré sobre esa experiencia porque los jóvenes de El Pozón esperan que lo haga. 

Con Arleys Roca y Cesia Urango, jóvenes de El Pozón


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Lo eterno está siempre ocurriendo
ante tus ojos
vivo y opaco como una piedra
Y tú debes pulir esa piedra
hasta hacerla un espejo en el que poderte mirar
mirándola
Pero entonces el espejo ya será agua y escapará
entre tus dedos
Lo eterno está siempre en fuga ante tus ojos.

Rómulo Bustos Aguirre