10 abril 2016

Otra vez Marcelo

En la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), la principal universidad pública del país, donde la politiquería, la envidia y la mediocridad dominan y atentan contra la calidad académica, de vez en cuando hay algo bueno que merece la pena destacar.

Así como en la Facultad de Ciencias Sociales no saben escribir correctamente el apellido de René Zavaleta pero bautizan con su nombre un edificio (y en la placa de inauguración escriben “Zabaleta”), la Facultad de Humanidades ha decidido honrar la memoria de Marcelo Quiroga Santa Cruz con un museo que se despliega en los muros de ese espacio emblemático que es la Casa Montes en la Avenida 6 de Agosto.

Un museo que se precie de serlo debería contar con un edificio propio o por lo menos con salas especialmente adecuadas para cumplir con requisitos museográficos, pero sabemos que eso es un sueño en un país cuyas universidades públicas, en lugar de financiar meas investigación, usan los recursos del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) –que no son pocos- para comprar muebles superfluos, más computadoras que las necesarias (pero sin ofrecer conexión libre de internet en el campus universitario) y pagar comidas y recepciones pomposas, en lugar de destinar más presupuesto a la investigación y al crecimiento intelectual de la comunidad universitaria. En otras palabras, la escasez de recursos ya no es una buena excusa, y es el destino poco sensato que se da a esos recursos lo que determina la calidad de las actividades que se desarrollan en nuestras universidades. 

Por eso es meritorio el esfuerzo realizado por la decanatura de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, que encabeza María Eugenia Pareja, de apoyar la iniciativa de Beatriz Rossells, historiadora en esa facultad, de rendir un homenaje a Marcelo Quiroga Santa Cruz con pocos recursos que se han puesto a su disposición.

El primer panel a la entrada explica el propósito y las condiciones de la exhibición: “La Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, instalada en la casa que lleva el nombre de Marcelo Quiroga Santa Cruz, ha querido rendir este homenaje a su memoria mediante un museo que recoge aspectos importantes de su vida familiar, intelectual y política. Este repositorio cumple también el propósito de mostrar el paso de las cinco décadas en las que transcurrió su existencia, a través de los hechos y personajes que sobresalieron en Bolivia y en el mundo desde 1930 hasta 1980. (…) El desafío era poder utilizar los espacios públicos de la casa sin interferir en las labores ordinarias de las oficinas. El Auditorio refleja la fulgurante y breve vida de Marcelo y su trágico, prematuro e injusto final. Las escaleras y los pasillos del segundo piso contribuyen también con sus imágenes a recrear la vida intelectual y política del mismo periodo”.

Marcelo Quiroga Santa Cruz y Cristina Trigo
Este un museo humilde (nada que ver con el museo de Orinoca que el jefazo de turno erige para su vana-gloria…) Más que un museo donde se recupere objetos personales de Marcelo para desplegarlos en ambientes adecuados para ese fin, lo que se ha hecho aquí es aprovechar los muros de la entrada, del auditorio, de la escalera y del pasillo del segundo piso, para exhibir paneles gráficos que no solamente nos hablan de la obra y de la participación política de Marcelo Quiroga Santa Cruz, sino también del contexto que vivía el país en las diferentes etapas de la vida del líder político asesinado en julio de 1980.

Marcelo y Cristina
Hay paneles referidos a Cochabamba en la época de la década de 1930 en que nació Marcelo, la minería del estaño (con fotos muy bellas de Jean-Claude Wicky), la familia, las guerrillas del Ñancahuazú y de Teoponte, la famosa interpelación el General Barrientos, su actividad intelectual en el periódico El Sol, sus mentores y amigos (José Luis Roca, José Ortiz Mercado, Augusto Céspedes, René Zavaleta, Luis Zilveti, René Bascopé, Sergio Almaraz, Mariano Baptista Gumucio, entre otros), su afición por el deporte y por las artes, su incursión en la política como máximo dirigente del Partido Socialista 1, la masacre de Tolata en tiempos del General Bánzer, el movimiento de intelectuales y artistas Whiphala, y muchos más. 

Dibujos de Clovis Díaz
Clovis Díaz dibujó especialmente para este museo la secuencia del asesinato de Marcelo el 17 de julio de 1980.

Por fin el auditorio que lleva el nombre de Marcelo Quiroga Santa Cruz contagia con su personalidad. Además del estupendo mural que ya existía (medio escondido detrás de una mesa enorme y algunos estandartes patrióticos), ahora los muros permiten un recorrido temático y también cronológico por las etapas de la vida de Marcelo. Esas paredes antes vacías, un tanto lúgubres por la deficiente iluminación, presentan ahora fotografías ampliadas y textos que dan cuenta del hombre de familia, del político y del creador cultural que fue Marcelo. Hay fotos que no se conocían y textos que han sido seleccionados con extremo cuidado por la curadora de esta muestra permanente.

Me ha sucedido varias veces en ocasión de conversatorios con estudiantes de universidades de nuestro país, que no tienen idea de quién fue Marcelo Quiroga Santa Cruz. Para muchos de ellos el año de su asesinato es una fecha demasiado remota. Lo es también para algunas autoridades de la Universidad Mayor de San Andrés cuya mirada sobre la historia es, por decir lo menos, bastante precaria. Pareciera que detestan el pasado en función de su militancia actual.

El trabajo sobre la memoria debería ser una de las prioridades en la facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, y ello no cuesta mucho. Lo que importa es una disposición de ánimo positiva para mirar el pasado con el objetivo de construir un mejor futuro. Los estudiantes que visiten este museo podrán aprender que hubo hombres de una sola pieza, íntegros, gracias a los cuales se conquistó la democracia y se estableció un ejemplo de ética en la política (algo que escasea en los actuales gobernantes).

Como su novela “Otra vez marzo”, la vida de Marcelo es una vida inconclusa. Su ausencia en la vida política y cultural de Bolivia se siente como una referencia obligada de ética y compromiso social. Nos referimos a Marcelo desde todos los ángulos del espectro político, e incluso ha tratado de recuperar su figura y su nombre el gobierno de Evo Morales con el que tengo la certeza de que Marcelo mantendría una distancia crítica, por decir lo menos.

Entonces, recuperar su memoria, su discurso, su figura, es una tarea de todos y que lo hace ahora la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UMSA constituye una excelente iniciativa.

(Una versión corta de este texto se publicó en Página Siete el sábado 9 de abril 2016)
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Un intelectual está en la obligación de advertir aquello que pasa inadvertido para los demás. Y cuando advierte esto -una asechanza, una amenaza cualquiera, cualquier hecho que pudiera poner en riesgo la vida de la comunidad y su futuro- está en la obligación de decirlo públicamente y con todo el valor civil del que sea capaz.
Marcelo Quiroga Santa Cruz