02 julio 2015

La nariz del diablo

En materia de narices hay todo tipo de expresiones que van desde “meter las narices” donde no te llaman hasta aquel “érase un hombre a una nariz pegado”, el maravilloso verso del soneto de Quevedo. Y ahora esta “nariz del diablo”. Como no he visto al diablo en persona (aunque sí algunos de la misma calaña pero de poca monta), no sé qué tipo de nariz tenga. Sin embargo, en Alausí, la Nariz del Diablo tiene connotaciones históricas vinculadas a la integración territorial de Ecuador. Veremos de qué se trata.

Mi visita a Alausí no estaba prevista cuando llegué a Ecuador a mediados de junio para incorporarme al Comité de Selección de Fomento a la Producción Cinematográfica y Audiovisual Intercultural del Consejo Nacional de Cine (CnCine), pero cuando Pocho Álvarez y Pecas Corral me invitaron a acompañarlos para participar en la apertura de la primera sala de cine de Alausí, no pude sino regocijarme y saborear el viaje.

Dumas Mora y Alexandra Cusmi
En el sediento vehículo del Pecas atravesamos el páramo neblinoso, a 3.800 metros de altitud, que se extiende a los pies del Chimborazo, donde exactamente 40 años atrás, también en junio, participé como asistente de dirección del largometraje Fuera de aquí de Jorge Sanjinés. Solo la niebla me remontó a esa época, todo lo demás ha cambiado. Mi memoria era en blanco y negro y la realidad es ahora en color. Dicho esto en un sentido tanto literal como simbólico.

Llegamos al anochecer, directamente al estreno de la sala y a la proyección de Ale y Dumas, el documental de Pocho Álvarez, en presencia de los protagonistas que llegaron  de la costa el día anterior, Alexandra Cusmi y Dumas Mora, personajes “de película”, sobre todo Dumas que a sus 90 años y su caminar frágil sigue haciendo las delicias de quien quiera escuchar sus ocurrentes y picarescas frases rimadas.

Cuando el cine llega por primera vez a un lugar, hay magia. En realidad, antes existió una sala de cine en Alausí, pero hace tantas décadas, que ya nadie la recuerda. Esta vez, se trata de una sala enorme y cómoda en el propio edificio de la alcaldía, institución presidida por un indígena, Manuel Vargas, que participó orgulloso en los actos de inauguración. Con el apoyo de la Cinemateca Nacional del Ecuador y del Consejo Nacional de Cine (CnCine), habrá en la sala de cine de Alausí una programación permanente de películas de calidad, así como exposiciones fotográficas, visitas de cineastas y otras actividades que serán parte del Sistema nacional de Difusión del Cine Nacional, un proyecto ambicioso que pretende cubrir todo el territorio de Ecuador.

Viaje al pasado con Pocho, Dumas, Ale y Pecas
Con Ale y Dumas, con Pocho y Pecas, fuimos temprano al día siguiente a visitar la Nariz del Diablo. Entre Alausí y Sibambe el tren zigzaguea en las faldas de la montaña para hacer menos agresiva a la pendiente. En dos ocasiones entra a una vía cuyos rieles se extienden solamente unos metros, para permitir a la locomotora y sus cuatro vagones de pasajeros dar marcha atrás y seguir el camino de descenso. De esa manera salva los niveles que llevan de las alturas de Alausí a Sibambe. Quién diría, al ver la pequeña y desierta estación de trenes de Sibambe, que alguna vez este lugar fue la bisagra entre la costa y la sierra, un lugar de enorme importancia geopolítica.

Taladros, barrenos y cartuchos de dinamita pero sobre todo miles de hombres armados de picos y palas de los cuales más de mil, según algunos, dejaron sus huesos en el esfuerzo vencieron la distancia vertical de roca que separa a la sierra de la costa. Dado que los indígenas kichwa de la zona trabajaban como peones en las haciendas, la empresa constructora trajo negros de Jamaica, que luego permanecieron en Ecuador y se instalaron en Guayaquil, uno de los dos extremos de la pionera red ferroviaria. 

La Nariz del Diablo
Para nivelar el paso del tren en la montaña hubo que extraer alrededor de 90 mil metros cúbicos de roca por cada kilómetro y medio de recorrido. Entre 1875 y 1895 se construyó una vía entre Durán y Yaguachi, y otra entre Bucay y Chimbo, pero fue con la llegada al gobierno de Eloy Alfaro que en junio de 1897 se contrató a la empresa Guayaquil & Quito Railway Company y se optó por una ruta que sigue el valle que recorre el río Chanchán y luego sube abruptamente en zigzag por la montaña conocida hoy como la Nariz del Diablo. No fue sino en 1901 que pudo superarse ese tramo y un año más tarde, el 8 de septiembre, el tren llegó a Alausí. De allí a Quito sobre el espinazo de la sierra era cuestión de tiempo, no de dificultad.  

La Nariz del Diablo recibe el nombre porque la montaña representó en ese momento el desafío más grande, como si la roca se negara a dar paso a esa conexión vital entre la sierra y la costa, y como si una maldición diabólica cayera en forma de pesadas rocas sobre las cabezas de los trabajadores que osaban hincar sus palas y picos en la montaña. Sin embargo el esfuerzo y la voluntad de integración lo lograron.

Alausí se convirtió así en la puerta de la sierra, o si se quiere, en la salida a la costa, según se vea el trayecto desde Guayaquil o desde Quito. Un eslabón entre dos pisos ecológicos. El clima saludable de Alausí convirtió a la pequeña ciudad no solamente en un lugar de paso, sino en residencia temporal para quienes huían del extremo calor y humedad de la costa, y de enfermedades tropicales como la malaria.

En Alausí el tren pasa todavía en medio de filas de casas pintadas de vivos colores, pero ya no sobre el Puente Negro cuya estabilidad ponen a prueba los peatones que cruzan de un lado al otro de la quebrada. El pueblo conserva un aire nostálgico del pasado y el orgullo de su cocina local: el hornado de cerdo, que en el mercado es donde mejor lo sirven, según pudimos constatar.

El círculo de la historia se cierra aquí. El arribo de un tren a La Ciotat (Lumière, 1895) y la llegada del cine a Alausí se funden en un abrazo.

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La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren.
—Francis de Croisset