17 marzo 2006

Manu Chao y la memoria (mía)

Las vueltas que da la vida… Conocí a Manu Chao cuando él era apenas un niño de 11 años y yo un exiliado en Paris que no tenía donde caerse muerto. Mientras él se dedicaba a tocar piano bajo la mirada vigilante de su madre yo me dedicaba a otras artes: la pintura… en realidad la pintura interior de la casa de Ramón Chao en Sevres. Ese trabajo de pintor de brocha gorda fue el primero que tuve cuando llegué a Paris en septiembre de 1972 y lo conseguí gracias a Amalia Barrón, colega periodista. Amalia me consiguió además otro trabajo de “artista” para pintar el departamento que Gérard y Mimi Barthelemy tenían en Monmartre, en Rue d’Abesses (¿o Rue Berthe?), a dos pasos de la imponente iglesia de Sacra Coeur, ese promontorio maravilloso desde el que se tiene una de las mejores vistas de Paris. Además de ayudarme a sobrevivir, los dos trabajos me permitieron conocer a Ramón Chao y a Gérard Barthelemy por quienes tengo enorme aprecio.

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