16 noviembre 2025

La increíble y triste historia de Choquehuanca

(Publicado el sábado 15 de noviembre de 2025 en Brújula Digital y Agencia de Noticias Fides) 

Con su discurso de humo como prestidigitador de feria, Choquehuanca se mantuvo en el poder 20 años encandilando a quienes se empeñaban en encontrar en su palabrería, algo para creer. En realidad, querían a fuerzas creer en él, sobre todo aquellos que lo consideraban como producción propia, porque lo habían parido y prohijado por muchos años en las ONG, modelándolo a imagen y semejanza, y poniendo en su boca discursos atrapa-bobos, pero sin darse cuenta de que en la cabeza del sujeto no existía la menor convicción.         

La filosofía superficial del embustero, que echó mano de la retórica para sembrar símbolos que no estaban respaldados por argumentos verosímiles, creó esperanzas también en pueblos indígenas que se tragaron el cuento de que él era el último Inca, algo que se sacó de la manga con un oportunismo que, de verdad, asombra por su habilidad ladina. 

Lector flojo e improvisado, siempre quiso contrapesar la retórica pachamamista animista, con el relato libresco académico del falso matemático García Linera, que tampoco tiene mayor espesor intelectual porque no expresa ni una idea propia, sino muchas notas al pie de las ideas de otros. 

Como buen pajpaku de la plaza San Francisco, Choquehuanca ocupó el espacio fronterizo entre la clase media y el cholaje crisolado de los inmigrantes urbanos, encandiló con fórmulas poéticas tan sugerentes como inteligibles, con un poderoso guiño a los turistas “revolucionarios” de la calle Sagárnaga. Algunos incluso creyeron que era representante de una inexistente “izquierda indigenista”. Por favor: aterricen ¿qué estaban fumando?       

Cuando dispuso (con qué autoridad, si todavía era parte del Ejecutivo y no del Legislativo), que el reloj del Congreso girara sus manecillas hacia atrás, puso en marcha el mecanismo de retroceso histórico en el que Bolivia ha estado sumida durante los gobiernos del MAS. Los dóciles diputados y senadores jamás se preocuparon por rectificar esa aberración simbólica, muy ocupados en atornillar sus curules. La anécdota del reloj, digna de la novela del realismo mágico, antes que un símbolo con significado, fue una provocación de un hombre mediocre que se sintió de pronto con todo el poder.

Ahora ya sabemos de dónde vino la peregrina idea: en uno de sus múltiples e innecesarios viajes de turismo pagados por el Estado, en una visita a Londres entró a una relojería y vio un reloj que inspiró su relato del tiempo reversible, que no resiste el análisis más somero: si el tiempo pudiera ser desandado por decreto para retornar a los valores primigenios de la cultura aimara (suponiendo que estos no fueran idealizados), Choquehuanca no hubieran sido electo vicepresidente en 2020 sino en 1992, puesto que el reloj se puso en marcha hacia atrás el año 2006. En su propia lógica, ni él ni Evo Morales estarían en el calendario actual. En lugar de sumar 16 años habría que restarlos. Por eso hemos retrocedido tanto.        

Sin mencionar que el reloj mecánico del Congreso dista de parecerse a un reloj de sol más cercano a los conocimientos científicos de los antiguos habitantes andinos. 

Así y con otras imposturas inverosímiles, que rayan en lo anecdótico y jamás conviven con la seriedad y responsabilidad de la función pública, el personaje que antes de llegar a la política emergió de las ONG que lo alimentaron y catapultaron, trató de convertirse en un referente místico de la vapuleada y ahora minoritaria población aimara de Bolivia. 

En realidad, detrás del discurso confuso embellecido por imágenes de cóndores equilibrados y wiphalas racistas de supuesta conciliación, sobrevive el político avieso, el Olañeta aimara que acomodó su discurso para cada audiencia (los aventureros españoles de Podemos o el papa Francisco), y que nunca dejó de lado sus resentimientos y complejos de inferioridad. Lo que no tiene de propuesta, tiene de labia. Estos son tiempos de impostura y flotan mejor los que se reciclan en personajes históricos.       

No sé si sorprenderme o reírme de quienes creyeron (o quisieron creer a la fuerza) que con la elección de 2020 había regresado un “nuevo” Choquehuanca, cuando durante los 14 años anteriores ya habían tenido la oportunidad de conocerlo a fondo. Estos caudillos grises del oportunismo no se transforman, sólo adaptan su discurso para seguir engañando. El “pacificador” engañabobos es más falso que el cacique del Chapare, con quien comparte el discurso de impostura de la pobre y dilapidada Pachamama, a la que ambos masacraron no sólo con su indiferencia, sino con decretos que fueron sentencias ejecutoriadas para millones de hectáreas de bosques y pastizales calcinados. Y quienes los apoyaron, son cómplices de los desastres naturales causados. 

Dibujo de Abecor 

David Choquehuanca no pasará a la historia como un descendiente de los Incas o de los antiguos aimara, sino como un político impostor producto manipulable de un puñado de irresponsables que lo rodearon y lo alentaron, para ellos mismos garantizarse puestos en el gobierno. Pasará también a la historia como el Canciller más inútil de todos, aunque por el tiempo de su gestión y los recursos con que contó, podía haber sido responsable de una buena gestión internacional para poner a Bolivia en el mapa de la dignidad (no en el mapa de la vergüenza donde estamos ahora). Finalmente, pasará a la historia como el presidente de una Asamblea Legislativa onerosa, penosa y lamentable desde todo punto de vista, a la que no supo dirigir hacia buen puerto a través de un funcionamiento orgánico decoroso y con resultados elocuentes.           

Nada, nada, nada, habrá que recordar de este oscuro y mediocre personaje, como no sea la anécdota cruel del reloj en reversa, que terminó atrapándolo en su mecanismo retrógrado. 

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Los impostores no necesitan estudiar mucho las causas naturales, 
sino que les basta con servirse de la común ignorancia, estupidez 
y superstición de la humanidad.
—Thomas Hobbes 
 

12 noviembre 2025

Momentum

(Publicado en Brújula Digital y Agencia de Noticias Fides el sábado 8 de noviembre de 2025) 

Dibujo de Abecor 

Es el momentum de Rodrigo Paz Pereira. El momento preciso del impulso, de la alineación de los astros, de las cartas del Tarot que auguran mejores tiempos, el tiempo de la oportunidad de un verdadero cambio y no el engaño y la impostura que padecimos durante 20 años con el MAS.      

No será, evidentemente, un momentum como el que la providencia deparó a Evo Morales. Eso no se da más que una vez en la historia, y se desperdicia una sola vez de la manera grosera en que lo hicieron los gobiernos masistas y todos los que creyeron en ese engaño y ahora no quieren acordarse (ni tienen el valor civil de reconocer públicamente que se equivocaron).

Morales llegó a la presidencia no solamente con el apoyo mayoritario de los votantes y de la población boliviana, sino que su elección coincidió con el inicio de la mayor bonanza económica que haya conocido nuestro país en toda su historia republicana. 

Entre 2005 y 2015 el país nadaba en gas (aunque no había en el subsuelo el “mar de gas” prometido), y recibió por ese concepto más de 65 mil millones de US$ dólares, además de los 10 a 15 mil millones de US$ que entraron al país por otros rubros de exportación: minerales (oro que sale todavía de contrabando), soya en torta y aceites, carne vacuna, quinua, madera, etc. 

Evo Morales con el rey Juan Carlos

Además del apoyo nacional y de la bonanza económica sin precedentes, el apoyo internacional que recibió el cacique del Chapare, no lo había recibido antes ningún presidente de Bolivia. Los asesores de Evo Morales, que no era más que un dirigente cocalero local, supieron vender con mucho éxito la imagen del indígena representante de todos los indígenas de América Latina, que reivindicaba los 500 años de opresión y exigía compensaciones. A las recepciones de la embajada de España por el 12 de octubre llegaban invitados nuestros torpes cancilleres que creían que era su deber insultar a los anfitriones.       

La culpabilidad de los europeos se tradujo en mimos y ayudas económicas adicionales, y por supuesto, tanto gringos de Estados Unidos como de Europa condonaron las deudas que tenía pendientes el país, de manera que el nuevo presidente tuviera la posibilidad de partir de cero, de la primera casilla de la rayuela, con pies firmes para saltar al cielo. 

Los españoles también se rindieron a los pies del nuevo monarca de Tiwanaku (donde hizo su aparatosa ceremonia de ascensión al poder). Los entusiastas muchachos de Podemos (y algunos del PSOE, como Rodríguez Zapatero), venían con frecuencia a Bolivia para sobar el lomo del presidente indígena, y con el tiempo se fueron haciendo asiduos y ya no venían solamente para eso sino para llevarse dinero por ficticias consultorías bien pagadas. El “coletas” Iglesias, el Orejón y el Monedero no se perdían ni una oportunidad. (Hacían lo mismo con Venezuela, pero un poco menos con Nicaragua, porque ahí no había tanto dinero). 

Hugo Chávez, Fidel Castro y Evo Morales 

En el plano geopolítico Morales entró como llave maestra en la chapa del “Socialismo del Siglo XX”, y el presidente Hugo Chávez de Venezuela, que había ganado con legitimidad su puesto (no como Maduro), le enviaba cheques desde Caracas para repartir en los pueblos más arrinconados de Bolivia, donde ahora Morales podía llegar ya sea en el jet de lujo que compró al Manchester United, o en los helicópteros presidenciales que se usaban hasta para volar de San Jorge a la torre fálica que hizo construir para sus travesuras y las de su sucesor.         

Popularidad nacional e internacional, recursos económicos descomunales y el montaje de la impostura indígena mezclada con la falsa “izquierda” de Chávez, Ortega o Correa, le permitieron al “gran jefe indio del sur” (como lo llamó Maduro), quedarse 15 años, aunque ya le habíamos dicho que NO en el Referendo Constitucional del #21F de 2016. Torció no solamente la justicia nacional, sino la internacional (CIDH) para atornillarse en el poder, y nunca le faltaron voluntarios para amarrarle los cordones de los zapatos y lamer sus suelas. Muchos de los que hoy lo repudian, le sirvieron felices durante sus primeros años en el poder. 

Todo lo anterior, para decir que Rodrigo Paz no llega en las mismas condiciones, pero igual, este es su momentum y no debe desperdiciarlo.      

Para empezar, encontrará las arcas del Estado más vacías de lo que le han dicho los masistas, porque han vendido hasta el oro que por ley no se podía vender. Tendrá que ver cómo reponer los “préstamos” que los gobiernos del MAS se hicieron de la Gestora de pensiones, para garantizar un mínimo para la vejez de los bolivianos (confiados en que vivirán 109 años, porque sobre esa edad se han calculado sus pensiones tramposamente). Además, encontrará una deuda externa que se eleva actualmente a más de 13 mil millones de dólares. 

A pesar del panorama económico desolador y las pocas o nulas perspectivas de continuar con una política económica extractivista, tiene en su favor la confianza que han decidido otorgarle los bolivianos de todos los sectores políticos, una confianza que se ha reflejado no solamente en las urnas, sino en las declaraciones de todos los dirigentes políticos democráticos, y de los que representan a la opinión pública. Nosotros, los opinadores, creemos que es una oportunidad para sacar al país del agujero profundo en que se encuentra. 

Rodrigo Paz y Edmand Lara 

Momentum, palabra del latín, significa impulso, ímpetu, ventaja, oportunidad… Su adaptación al inglés es también ilustrativa, pues significa “la fuerza que algo gana con el movimiento” y también “la capacidad de crecimiento y desarrollo”, que no sólo se aplica a la economía sino a las personas: el impulso para crecer y el momento para actuar. Es “un estado dinámico intenso, generado internamente por un individuo o colectivo y que marca una velocidad de movimiento, ímpetu y éxito elevados…”       

En otras palabras, es un impulso para aprovechar, no un momento para frenar. 

Por ello, desde el primer día, Rodrigo Paz y su equipo de colaboradores debe tener claro que su llegada a la presidencia significa esperanza de paz y convivencia, pero también la oportunidad de demostrar que para sacar a Bolivia del pantano se deben tomar medidas radicales inmediatas y no graduales. 

Si el nuevo gobierno se equivoca y toma medidas graduales, el deterioro del apoyo político con el que cuenta será igualmente gradual. Si toma las medidas como lo hizo el Dr. Víctor Paz Estenssoro en 1985, dolerá al principio, pero el país sobrevivirá y años después todos agradecerán el coraje de un estadista para dar la cara y poner su firma en decisiones que no son fáciles de tomar, pero son necesarias. 

Hay consenso entre la gente que cree en Bolivia y que le apuesta al país, en que las principales medidas económicas deben ser inmediatas. Hay tres medidas que todos esperamos que sean anunciadas en el discurso de posesión del nuevo presidente.    

En primer lugar, dejar de subvencionar los combustibles para que la oferta y la demanda establezcan su precio real en un monto equiparable a los países vecinos. De esa manera se evitará el contrabando hacia o desde Argentina, Chile y Perú. 

En segundo lugar, y con el mismo objetivo anterior, dejar que el precio del dólar sea fijado de manera natural por la oferta y la demanda, de modo que no sigan llevando clandestinamente a países vecinos millones de dólares subvencionados por un boliviano raquítico que ha perdido peso y valor. 

Dirigentes de Fencomin 

En tercer lugar, y no menos importante, un control radical de la producción de oro para que beneficie al país y no solamente a “cooperativistas” que no son sino patrones que explotan a indígenas y mineros pobres, y causan un daño irreversible a la naturaleza y a las comunidades. Todas las zonas de producción aurífera deben ser controladas por el Estado y todas las concesiones a empresarios privados (“cooperativistas”) deben ajustarse a las normas de seguridad laboral y cuidado ambiental. No se necesita inventar la pólvora porque esas normas ya existen internacionalmente. No hay nada que “negociar”. Lo que sí se necesita es recobrar para el país lo que ahora está en manos de bribones expoliadores de recursos y depredadores de la naturaleza.           

Otras medidas políticas y económicas pueden ser graduales (el primer año). Entre estas está una profunda reforma de la Justicia (con plazos bien establecidos), el control y erradicación del narcotráfico y de los narcotraficantes, mecanismos implacables de sanción contra el enriquecimiento ilícito (estatal o privado), programas de gobierno y planificación para favorecer el crecimiento del turismo y de los cultivos no tradicionales, de manera que el país pueda tener ingresos que sustituyan los del gas, y pueda alimentarse dignamente desarrollando la pequeña agricultura con una mentalidad no extractivista y gamonal. No es la CAO la que debe tomar las decisiones sobre la producción agrícola, mejor sería contar con el asesoramiento de la FAO (y hacerle caso). 

Hay otros desafíos fundamentales que llevarán tiempo, pero que deben empezar cuanto antes: una reforma educativa no politizada, cuyo principal objetivo sea la calidad de la educación, por ahora tan mediocre y precarizada por los gobiernos del MAS, que nos pone detrás de todos los países de nuestra región. Los pésimos administradores de la educación pública y privada en las dos décadas recientes no han querido siquiera que seamos evaluados según estándares internacionales, como PISA, pero cualquier boliviano con un mínimo de educación se da cuenta de que nuestro sistema educativo está en ruinas, y nuestros niños en manos de profesores que apenas saben escribir sin errores. Las excepciones son honrosas.       

Un país sin educación de calidad no puede prosperar. Nuestros gobiernos (los del MAS y también los anteriores), no se dan cuenta de la estrecha relación que existe entre la educación y la economía, de la educación con la política, con la organización de la sociedad, con la cultura, el turismo y todos los campos de la actividad creativa y productiva. Es precisamente esa falta de educación de calidad que hace que los líderes políticos no lo entiendan y prioricen otras cosas.

En el plano internacional, ya anunció el nuevo presidente algo que es fundamental: mantendremos relaciones diplomáticas con todos los países democráticos, y por ello volveremos después de veinte años a ser parte del concierto internacional, aunque al principio nos toque solamente hacer vibrar el triángulo. 

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En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, 
pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven.
—Maquiavelo 


10 noviembre 2025

La turista folclórica

(Publicado en Brújula Digital y Agencia Nacional Fides el sábado 1 de noviembre de 2025) 

La cadena de mediocres y vergonzosos ministros de Relaciones Exteriores del MAS concluye finalmente con la turista folklórica (ratito, estoy buscando su nombre…) Ya: Celinda Sosa Lunda, de quien la página web del ministerio de Relaciones Exteriores nos dice que nació en la comunidad de Yesera, en Tarija, un pueblo con 363 habitantes (362 desde que ella se fue). La misma página informa que luego de concluir el bachillerato “se entregó por completo al trabajo con las organizaciones y movimientos sociales”, lo cual al parecer es meritorio cuando se trata de dirigir las relaciones internacionales de un país.          

Ocupó cargos sindicales en la Federación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Tarija, en la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia y en la Federación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias Bartolina Sisa. De ahí dio un salto a una ONG, el Centro de Capacitación e Investigación de la Mujer Campesina y fue su directora Ejecutiva por 18 años (1988-2006). Ya en los gobiernos del MAS fue ministra de Producción y Microempresas, pero no nos dimos cuenta aunque durante su gestión “germinó la idea de la creación de empresas estratégicas nacionales” como Lácteos de Bolivia, Papelbol y Cartonbol, tres de las más de 300 empresas que nacieron quebradas o subvencionadas, y que el MAS creó para dar empleo a sus militantes.

Sosa (izq) con Arce Catacora 

Aunque su biografía oficial no dice nada de las quiebras que su brillante cabeza “germinó”, sí dice que se fue acomodando en años siguientes en diversos puestos del Estado, de manera que nunca estuvo en situación de desempleo, como la mayoría de los bolivianos: Representante Presidencial en el departamento de Tarija, Oficina de Coordinación Departamental de Autonomías en este departamento, Gobernación Departamental de Tarija, Banco de Desarrollo Productivo… Y todo esto pasando, por supuesto, como tantos otros masistas, entre los gobiernos de Evo Morales y Arce Catacora, sin que existiera la menor señal de lealtad a ninguno.        

Así como su nota biográfica oficial precisa detalladamente los puestos que ocupó y sus años de servicio, no especifica en qué centros de enseñanza, ni en qué años hizo “estudios en gestión y planificación”, ni cómo adquirió una “amplia formación para el desarrollo de proyectos productivos y cadenas de producción”. Su ascenso político está mejor contado en El País por Miguel V. de Torres, que en la página de la cancillería.

En cualquier caso, fue nombrada por Arce Catacora como ministra de Relaciones Exteriores el 14 de noviembre de 2023, por lo que habría cumplido dos años en el cargo pocos días después del cambio de gobierno. 

Huanacuni y Choquehuanca 

No ha sido la ministra de Relaciones Exteriores más mediocre del MAS. En ese concurso se lleva la flor David Choquehuanca, también producto de las ONG. Los que le siguieron, Fernando Huanacuni Mamani, Diego Pary Rodríguez y Rogelio Mayta Mayta no tenían mejores credenciales: no quedará de ellos ni rastro en los anales de la Cancillería de Bolivia. Todas fueron gestiones grises, mediocres y lamentables, que contribuyeron al aislamiento de Bolivia y al fracaso de la política internacional de nuestro país.      

Sin embargo, quedará en la memoria el desfile de moda tarijeña que protagonizó Celinda Sosa, aunque fue igualmente mediocre su gestión. De sus 24 meses como ministra, sólo recordaremos dos cosas: por una parte, su atuendo folklórico tarijeño, con pollera, mantilla y sombrero, que adoptó desde que asumió ese ministerio para que su presencia fuera más colorida en las fotos dentro y fuera de Bolivia (lo que estoy subrayando no es la vanidad sino la impostura), y por otra parte, su imbatible trayectoria de turista mundial: en 24 meses recorrió el planeta varias veces. 

Pary y Mayta 

Con o sin motivo, Celinda Sosa se recetó viajes internacionales a todos los países que quería conocer. Cualquier reunión donde la presencia de Bolivia no era necesaria, y que podía haber sido atendida por un diplomático acreditado, contaba con la presencia folklórica de la canciller. Hizo a nivel internacional lo que Evo Morales y Arce Catacora hicieron en el territorio nacional: viajar todos los días (a un costo inmenso para los contribuyentes), para challar pequeñas obras que los alcaldes podían perfectamente haber inaugurado. Los viajes (avión, helicóptero, seguridad y personas acarreadas) terminaban costando más que las obras inauguradas.         

La misma fobia a la sede de gobierno padeció Celinda Sosa Lunda: irse lo más lejos posible de La Paz, de Tarija y de Yesera, su pueblo natal. Puedo equivocarme, pero el seguimiento somero que hice de sus movimientos indica que hizo al menos tres viajes internacionales por mes durante los 24 meses de su gestión. Es decir, más de 70 viajes al exterior. 

Antes del disfraz tarijeño 

 Esto implica un abuso de sus atribuciones y un daño económico al país, más aún en un periodo de escasez de dólares y de depresión económica. ¿A cuánto se eleva el gasto de todos esos viajes de la canciller? ¿Cuántos viajes fueron realmente justificados y cuántos el mero deseo de conocer otro país más?        

Hay que tomar en cuenta que cada viaje implica decenas de miles de dólares, porque incluye el costo del boleto para ella y su comitiva, viáticos para el pago de hoteles y comidas, seguros de viaje y otros gastos que suman y suman. 

Me parece que todos los ciudadanos tendríamos que conocer de manera precisa cuánto nos ha costado la veleidad de la ministra Celinda Sosa. Por ello, elevo a los nuevos (y no tan nuevos) diputados y senadores la sugerencia de que instruyan una solicitud de informe escrito al ministerio de Relaciones Exteriores, para que de manera concreta y sin ambages se responda a las siguientes preguntas:

a) ¿Cuántos viajes realizó durante su gestión la ministra?; b) ¿A qué países y con qué motivos?; c) ¿Cuánto costó cada viaje (detalle: pasajes, viáticos para ella y sus acompañantes); d) ¿Cuáles fueron los resultados de sus gestiones (aparte de los “memorándum de entendimiento” es decir, las cartas de buenas intenciones que suelen firmar los países para justificar esos desplazamientos)?       

Escribo esto en momentos en que la canciller, calladita, está nuevamente visitando China (dicen que con su hijo, aunque no he podido confirmar ese dato). Uno se entera de refilón de esos viajes, porque —así como el aparato masista ha sido muy eficiente para propagandizar sus logros más pequeños— ha mantenido una sospechosa discreción para referirse a la viajadera de funcionarios del Estado en estos tiempos de profunda crisis económica, funcionarios que además (y no es un detalle menor) ya van de salida. Quizás por eso aprovechan para viajar más y sin motivo, porque saben que se acabó su abuso del poder. 

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El ambicioso quiere ascender, hasta donde sus propias alas puedan levantarlo; 
el vanidoso cree encontrarse ya en las supremas cumbres codiciadas por los demás. 
—José Ingenieros
 

06 noviembre 2025

La máscara del gorila

(Texto leído el jueves 16 de octubre de 2025 en la presentación del libro La máscara del gorila) 

Luis Arce Gómez y Luis García Meza 

La presentación de la tercera edición de mi libro La máscara del gorila (Editorial 3600, 2025) tuvo lugar el 16 de octubre en el patio central del café Typica, en Obrajes (La Paz), gracias a la apertura de “Mosca” Claros, su gestor. El lugar tiene, desde ya, mucha magia. No es lo mismo presentar un libro en un salón frio, que en un café rodeado de amigos y calor humano. Nos permite recuperar la costumbre de conversar.     

Cada libro tiene su historia, y no me refiero a su contenido únicamente, sino al libro como objeto. Cada edición es única por el papel, por la imagen que lleva en la tapa, por su formato y su peso, y sobre todo por su trayectoria como objeto cultural y el uso que el lector hace de ese objeto. No existe una obra literaria si no tiene lectores. Toda obra se completa en sus lectores. Unos acarician los libros, otros los marcan con lápiz o tinta, otros los huelen la primera vez que lo abren (como hace mi amigo Carlos D. Mesa). Cada quien trata los libros de manera diferente, unos como una pala para excavar un tesoro y otros como una ventana para salir a jugar. 

En el caso de La máscara del gorila quiero referirme primero al lugar que escogí para presentarlo, no sólo porque es un bello espacio con historia, que permite conversaciones y diálogos en torno a una buena taza de café, sino porque para mi representa muchas cosas desde mi infancia. 

Mi casa familiar quedaba en la calle 6 de Obrajes, sobre el mismo lado de la avenida, a apenas dos cuadras de la plaza de la iglesia. Todo el barrio era en realidad nuestra casa, la de los obrajeños que vivíamos lo cotidiano de la amistad y de la complicidad juvenil. No puedo dejar de recordar a cada uno de los amigos que vivía a 500 metros a la redonda, en apenas 10 cuadras. Muchas de sus casas ya han desaparecido, igual que la mía, convertidas en edificios. 

Quienes vivimos ese Obrajes de la década de 1960 éramos miembros del club Los Haraganes. Como no podía ser de otra manera, nuestro lema es: “si el trabajo da salud, que trabajen los enfermos”. Algunos ya han fallecido y otros se han mudado de barrio o de país, pero nos mantenemos unidos y cada 1º de mayo, Día del Trabajo, celebramos un año más de sobrevivencia dando un par de vueltas a la plaza de la Loba. En la esquina del parque de la subalcaldía de Obrajes, hay cuatro placas que recuerdan a este club de barrio tan peculiar. 

El ahora café Typica era la antigua casa de los curas de la iglesia de la Exaltación. Recuerdo a dos de ellos, José Antonio y Bernardo, que eran nuestros amigos. Con José Antonio hice a mis 16 o 17 años mis primeros viajes a las minas, para conocer esa realidad a la que regresé muchas veces en las décadas siguientes.

En la nueva casa parroquial, construida junto a la iglesia (que fue inaugurada en 1956), conocí a Néstor Paz Zamora y a su compañera Cecilia Ávila. Vivieron allí durante algún tiempo, no sé si protegidos de la persecución durante la dictadura de Barrientos, o simplemente porque eran profundamente religiosos y cercanos a los curas pasionistas. Néstor murió en la guerrilla de Teoponte en 1969 y Cecilia dos años más tarde en Cochabamba. 

La iglesia de la Exaltación es un punto de referencia central en el barrio de Obrajes. Poco a poco, en años recientes, ha sido enriquecida con el concurso de artistas plásticos de alto relieve. Las figuras escultóricas de Pablo Eduardo en el portal de entrada son una muestra de ello, al igual que el mural de Luis Zilveti sobre el altar principal, y otro de Ricardo Pérez Alcalá en una de las capillas laterales. Ambos queridos amigos míos desde hace décadas.

¿Qué tiene que ver esto con La máscara del gorila? Mucho, puesto que uno es el resultado de su formación inicial, de los amigos, de la familia y del barrio, que está presente en el relato. 

En la plaza de la iglesia, mi padre se sentaba a tomar sol en una de las bancas, mientras fumaba un cigarrillo, uno más de los 720 mil puchos que lo mataron con un enfisema pulmonar. Y esto tiene que ver también con el libro, porque estuve asilado en la residencia de la embajada de México, en la calle 5 de Obrajes, después del golpe militar de García Meza en 1980, y mi padre solía caminar una cuadra desde la casa para visitarme en el patio de la embajada. 

Allí fue la última vez que lo vi con vida, puesto que tuve que huir de la residencia mexicana para cruzar la frontera por tierra hacia el Perú a fines de septiembre de 1980. Además, la fecha de presentación del libro es también significativa: mi padre murió el 17 de octubre de 1981. Yo no pude regresar para acompañarlo en sus últimas horas. Han pasado 44 años. 

El día del golpe de García Meza estábamos en las oficinas de CIPCA, en lo alto de la calle Sagárnaga, escuchando por radio la transmisión en vivo de la reunión de emergencia del Comité Nacional de Defensa de la Democracia (CONADE). De pronto, en plena transmisión escuchamos los disparos: los paramilitares estaban tomando por asalto la Central Obrera Boliviana. Bajamos corriendo hacia el Prado con la peregrina ilusión de defender a la COB, pero cuando llegamos ya se habían llevado a Marcelo, los cuerpos de Carlos Flores Bedregal, Gualberto Vega Yapura, y a todos los presos. Encontré en la puerta a don Julio Tumiri, presidente de la APDHB, y a Lupe Cajías que se habían escondido en el baño para salvarse. Estábamos hablando de lo acontecido cuando vimos llegar un grupo de tanquetas: “hacerse humo hasta contar cero”…

Al no poder regresar a mi domicilio, me fui a la casa de amigos que me habían ofrecido generosamente albergarme en caso de peligro: Macri Bastos y Gustavo Adolfo Mejía, mejor conocido como “Chaskas”. En casa de ellos, al lado de la Nunciatura, en San Jorge, empecé a escribir el libro durante las dos semanas que estuve escondido antes de asilarme en la embajada de México, en la calle 5 de Obrajes, donde lo terminé de escribir antes de escapar hacia Perú. De milagro no se perdieron esas hojas de las que había una sola copia, escrita en máquina de escribir.

Inicialmente, queríamos hacer un libro a cuatro manos con René Bascopé: él escribía un análisis histórico sobre los militares en la política de Bolivia, y yo un testimonio que pretendía hacer eco de las versiones que llegaban al asilo, donde estábamos congregados más de cien perseguidos políticos (y alguno que otro “buzo”), acogidos por el embajador Plutarco Albarrán López. 

Al no concederme el ministro del Interior, Luis Arce Gómez, el salvoconducto de salida al exilio (éramos seis en una lista de “vetados”), organicé mi propia salida por la frontera peruana, disfrazad y con papeles de identidad falsos. Pero esa es otra historia, más larga. 

Ya en México, René Bascopé y yo enviamos el libro, con este mismo título, al concurso Casa de las Américas de Cuba, sin suerte. Años más tarde Eduardo Galeano, que había sido miembro del jurado, me dijo que era un libro dispar, carecía de unidad, las dos partes eran muy diferentes. René decidió retirar su parte porque quería trabajar otras fuentes documentales para mejorar el texto, mientras que yo presenté mi parte como estaba, al concurso del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), y gané el Premio Nacional de Literatura en la categoría de testimonio en 1982. El jurado estaba presidido por el escritor Jaime Labastida, que fue director de la Academia Mexicana de la Lengua y de la Editorial Siglo XXI. Jaime escribió el prólogo de mi libro. 

Y aquí vuelvo al principio: todo libro es un objeto que tiene vida propia. La primera edición se publicó en México en la editorial Oasis, en 1982. La publicación era parte del premio, que me fue entregado por un notable cuentista mexicano, Edmundo Valadés. Varios escritores escribieron artículos sobre la obra premiada: Juan Domingo Argüelles, Saúl Juárez, Eduardo Langagne.

En 1989 se publicó una segunda edición en Bolivia, sobre la que nadie escribió, pero tuvo una presentación entrañable en el Salón de Honor de la UMSA, con Pablo Ramos como rector y un nieto del presidente mexicano Lázaro Cárdenas, que era Agregado Cultural. La tapa de la segunda edición contó con el concurso de Carlos Villagómez, que enfatizó una foto tristemente célebre: la presidenta interina Lidia Gueiler recibiendo la máscara del gorila, emblema del regimiento Tarapacá, de manos del coronel Arturo Doria Medina, autor de la “masacre de Todos Santos” durante el golpe de Natusch Busch el 1º de noviembre de 1979. 

La tercera edición, de la Editorial 3600, tiene una tapa especial, una obra de mi amigo Diego Morales, uno de sus cuadros secuestrados por los militares, y hasta el día de hoy desaparecidos. Por suerte, existía la foto de la obra. 

En la presentación de la nueva edición he contado con dos presentadoras de lujo, amigas que quiero desde hace muchos años, Gloria Ardaya y Sonia Montaño.

@AlfonsoGumucio es escritor y cineasta  

03 noviembre 2025

La persistencia de la memoria

(Texto leído el jueves 16 de octubre de 2025 en la presentación del libro La máscara del gorila)

Gloria Ardaya Salinas

Gracias a una amistad de varias décadas (amistad heredada de Luis Espinal), me precio de conocer casi toda la obra de Gumucio. Confieso, sin embargo, que esta no la conocía. Hasta que adquirí el compromiso de comentarla. La máscara del gorila se encuentra en su tercera edición. Es un libro reconocido internacionalmente con el Premio de Testimonio del Instituto Nacional de Bellas Artes de México, cuyo jurado estuvo encabezado por Jaime Labastida. Este premio (1982) además de sus méritos, también, fue una muestra de empatía y solidaridad del pueblo mexicano con las luchas del pueblo boliviano.         

La obra tiene muchos méritos. Nos muestra un momento fundacional de la democracia boliviana y que marcó a la República toda. Fundamentalmente, a una generación, a mi generación, memoria que es recogida en este libro. El libro nos muestra lo difícil e incompletas que son las transiciones a la democracia en la región. Hoy mismo comenzaremos a vivir una transición, que presumo será larga y deberemos comprometernos a que no sea inacabada. 

El libro, a través de los testimonios, nos muestra una parte de aquella lucha dolorosa, sufrida y entonces conscientemente asumida por los actores sociales y políticos. Así se construyó una democracia resiliente. Que lo ha sido hasta ahora. Y que seguirá siéndolo.

A diferencia de otros golpes de Estado, el 17 de julio de 1980 a la cabeza de García Meza contó con la “convergencia unánime” de las fracciones de las Fuerzas Armadas, temerosas de que la transición a la democracia y el triunfo de la Unidad Democrática y Popular a la cabeza del Dr. Hernán Zuazo, fuera el regreso de la entonces llamada izquierda armada y la “destrucción de la Patria”. 

Esas Fuerzas Armadas no entendieron que el “Pacto de Caracas” —acuerdo entre el MNRI y el MIR— había asumido que la contradicción principal de la coyuntura era “democracia vs. dictadura”. 

Sin embargo, cabe recordar que también otros actores políticos, especialmente de la “izquierda”, tampoco entendieron la substancia del acuerdo de Caracas. Paradójicamente o, quizás en la misma línea, décadas después se sumaron al Movimiento al Socialismo (MAS), es decir, a un proyecto no democrático. 

Tampoco debemos olvidar, la presencia militante de la dictadura militar argentina a su similar boliviana.

El libro relata las distintas formas de resistencia que se dieron antes y después del 17 de julio de 1980, especialmente las que llevaron adelante los sectores sociales, periodistas y sindicales. Cabe una digresión. 

La mayor parte de los líderes sindicales entonces vigentes, también eran militantes de los principales partidos de la izquierda.

Y, desde la militancia partidaria, también tuvimos un papel en esa resistencia. Después de haber ganado tres elecciones, nos convencimos de derrotar a la dictadura y llegar al gobierno por la vía de elecciones competitivas. 

Izquierdistas asumiendo a la democracia, no fue una tarea fácil. Tuvimos que aprender a ser demócratas, desde lo personal hasta lo público. 

Proceso que sigue hasta ahora. Aprender, cada día, a vivir en democracia, aplicarla en todos los ámbitos de la vida. Porque la democracia siempre será una utopía que se construye, deconstruye y reconstruye. También porque es a la vez certezas e incertidumbres, en sus reglas y resultados, respectivamente.

Asimismo, se incorporan actores y territorios en la disponibilidad democrática. También se construyen instituciones modernas de esencia democrática. Y, fundamentalmente, pugnamos por introducir a la democracia en nuestros comportamientos cotidianos.

La tarea inmensa y acuciante es integrar modernidad y democracia. 

Las mujeres éramos casi invisibles. Pero teníamos roles públicos. Yo misma fui la única mujer en la Dirección Nacional de mi partido de entonces, el MIR de la transición a la democracia. Y llegué ahí con mucho esfuerzo. Mostrando que podíamos ser tan eficientes como el resto de compañeros.

Los campesinos también comenzaron la ruta de la visibilidad política y dirigencial. Rescato la figura de Genaro Flores, secretario general de la CSUTCB y, a partir del 20 de julio de 1980, secretario general de la COB, por impulso de mi partido y debido a la ausencia de los principales dirigentes, por su encarcelamiento en el Estado Mayor del Ejército.

También se incorporaron territorios, especialmente aquellos de la llamada “media luna oriental”. Particularmente, Santa Cruz. 

A diferencia de entonces, ahora no existe un sistema político y predomina la cultura de la informalidad. La trasgresión es una forma generalizada de comportamiento social y político. Sin embargo, nos enfrentamos a una transición con algunas características similares. Y una diferencia importante, antes salíamos de un sistema dictatorial, ahora debemos hacerlo desde un sistema autoritario.

La transición es asentar instituciones que den sustentabilidad a la democracia sobre la base de una nueva correlación electoral y de fuerzas, levantadas sobre la estabilización.

La transición debe venir acompañada de un reposicionamiento de la política en el ámbito público.

El debate estratégico hoy es escaso. No sabemos hacia donde vamos y qué queremos para nuestro país. Las incertidumbres, las polarizaciones y las desconfianzas nublan nuestro entendimiento y la posibilidad de ser plurales y tolerantes. 

Detengámonos a reflexionar sobre el imperativo de consensuar sobre nuestra comunidad de destino, en un contexto de muchas crisis, las que pueden volverse una crisis general.

Repensar a la comunidad política, es nuevamente nuestra tarea. De esa generación y las actuales. Hay que construir a las formas y contenidos de la transición, para alejar a los diversos órdenes del populismo y del autoritarismo recreando una democracia boliviana moderna y justa.

—Gloria Ardaya es feminista, política y académica