11 octubre 2025

Los círculos del infierno

(Publicado el sábado 11 de octubre de 2025 en Brújula Digital y Agencia de Noticias Fides)

Dibujo de ©Abecor 

Mientras más cerca estamos de las elecciones, menos ganas tengo de votar. Un par de meses atrás escribí que, a falta de un mejor candidato, iba a votar por Doria Medina, pero no tanto por él sino por la plancha de senadores y diputados que lo acompañaban en las listas (varios de ellos amigos míos), y por su candidato a vicepresidente, José Luis Lupo, a quien los actuales contendientes no le llegan ni a la suela del zapato.         

En estas semanas de la recta final a la segunda vuelta electoral, se han ido definiendo algunas posiciones, muchas veces en contraposición a los discursos y promesas demagógicas. En campaña los candidatos son capaces de ofrecer el bienestar instantáneo a todos, como si la felicidad de unos fuera compatible con la felicidad de otros. Ya sabemos que durante dos décadas el “buen vivir” no pasó de ser una argucia propagandística para que una cúpula política y sindical se enriquezca, y la mayoría padezca.

Entre promesas y acusaciones vehementes, para la segunda vuelta se filtran medias verdades o media mentiras que preocupan. Por ejemplo, mientras Jorge “Tuto” Quiroga ha prometido inequívocamente que “en 15 minutos” tomará preso a Evo Morales, Rodrigo Paz marea la perdiz con frases que desconciertan: “la justicia tiene que hacer su parte…” Decir eso en un país donde no existe justicia o está controlada en buena parte por el masismo, es lo mismo que decir no va a pasar nada, o peor, que entre bueyes no habrá cornadas.        

Tuto Quiroga ha dicho sin ambages que los organismos internacionales o bilaterales que se especializan en el control y detección del narcotráfico podrán operar en el Chapare, territorio que está vedado incluso para las autoridades de Bolivia. Todos sabemos que lo único que impide que la policía y el ejército sean más eficientes en la represión del narcotráfico y la aniquilación de las fábricas de cocaína que hay en el Chapare, es la autoridad “de facto” de Evo Morales y las amenazas de portavoces delirantes, como el diputado Leonardo Loza. Los campesinos que cultivan coca en el Chapare y los que producen pasta base y refinan cocaína defenderán al cacique Morales hasta las últimas consecuencias porque la sociedad chapareña en su conjunto depende de esa cadena productiva ilegal que genera miles de millones de dólares. 

Loza convocó el jueves 9 de octubre a formar “comités de autodefensa” para proteger la coca del Chapare, admitiendo de una manera ladina, que cada día es más evidente la complicidad de los productores con el narcotráfico. Loza sabe mejor que nadie que la hoja de coca del Chapare no es apreciada para acullicar, y que más del 90% se destina a la producción de droga. Y la familia Terán, tan cercana a Evo, es una prueba de ello, apenas la punta del iceberg de extensas redes familiares de narcos (con “primos” brasileños, colombianos o mexicanos).       

Es evidente que la promesa (o amenaza) de Tuto Quiroga es más concreta (aunque no necesariamente más creíble) para acabar con la criminalidad y el contrabando que van del brazo del narcotráfico, y en cambio, la ambigüedad y tibieza de Rodrigo Paz parecen confirmar una alianza tácita que facilitaría la sobrevivencia política de Evo Morales y del MAS colectivista, cuyas bases están atrincheradas en el bastión del Chapare como “territorio libre” de la acción de los organismos de inteligencia y militares que intentan desmantelar el narcotráfico. 

Una posible relación con esa tibieza y ausencia de confrontación con el MAS, es la nueva composición de la Asamblea Legislativa donde, según se ha comprobado en el padrón electoral, una parte de los diputados y senadores electos en las listas de Rodrigo Paz ha militado y aún milita en el MAS. Eso es preocupante porque sería como darle sangre fresca al vampiro moribundo. Evo Morales se levantaría como zombi para seguir aterrorizando a la sociedad boliviana que busca una nueva etapa de justicia competente, aniquilación del narcotráfico, y liberación de los presos políticos, sobre los que el candidato Paz también ha mostrado una posición ambigua.

Cada vez tenemos menos dudas de que una parte del MAS se está reciclando a través de varias fuerzas políticas y en particular del PDC de Rodrigo Paz. (¿Otra vez un “puente sobre ríos de sangre”?)            

La paradoja es que uno vota por dos o tres nombres en los que confía, y en la misma lista aparecen delincuentes (que no se sabe cómo llegaron ahí), o gente sin experiencia, sin educación, que se duerme en las sesiones (cuando asisten, porque ya sabemos que diputados y senadores se la pasan viajando sin motivo, como agentes de turismo, aunque no tanto como la folclórica ministra de Relaciones Exteriores, que se sacó la lotería de la vuelta al mundo en 24 meses). 

No me gusta lo que está pasando en nuestro país. No me gustan los arreglos políticos que no están basados en principios y en ideología, sino en componendas oportunistas. No me gusta la gente que se recicla en uno y otro partido, convertidos en tránsfugas profesionales. No me gusta que nuestro país gaste más de 80 millones de dólares anuales en mantener un parlamento de inútiles, donde ni el 10% de los legisladores vale la pena. 

Estoy asqueado de ver que tenemos todavía la peor Asamblea Legislativa de nuestra historia, con inútiles que se duermen en las sesiones, que no saben leer ni escribir, que no aportan nada, que no razonan, y sin embargo ganan sueldos jugosos, dietas, viáticos, pasajes y una cantidad de privilegios que son un insulto a los ciudadanos en circunstancias en que la mayoría de los profesionales no tiene cómo llegar a fin de mes, aunque haya trabajado toda su vida.         

Estoy harto de la falta de ética generalizada, pero con mayor gravedad en las esferas del mundo político, en el gobierno y en otros poderes del Estado, en el Legislativo y Judicial, donde semana tras semana vemos los actos más vergonzosos que no son sancionados porque la impunidad reina. La simulación, la hipocresía y la traición son la norma.  

Nuestros políticos se mueven en el noveno y último círculo del infierno de Dante. Se han especializado en ese nivel del embudo de la perdición.       

El noveno círculo está reservado para las almas de los traidores. Este círculo es un lago helado dividido en cuatro zonas: 1. Caína: Traidores a sus familiares. 2. Antenora: Traidores a su patria o partido. 3. Ptolomea: Traidores a sus huéspedes. 4. Judecca: Traidores a sus benefactores y señores. 

Las almas están sumergidas en el hielo, algunas hasta el cuello y otras completamente congeladas. En el centro del infierno se encuentra Satanás, el traidor supremo, con tres rostros devorando eternamente a Judas Iscariote, Bruto y Casio. El hielo eterno simboliza la frialdad y la ausencia total de amor y humanidad que caracteriza a la traición.

Dante quería mostrarnos en su obra cómo la traición es el pecado más grave, que lleva al alma al nivel más bajo y alejado de la luz divina. Parece que hubiera imaginado la Bolivia de hoy. 

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En medio del viaje de nuestra vida me encontré en un bosque oscuro 
donde se perdió el camino recto. 
―Dante Alighieri
 

09 octubre 2025

Blues que reaniman nuestro cine

(Publicado en Brújula Digital y Agencia de Noticias Fides el miércoles 23 de septiembre 2025) 

Desde su título, esto no es lo que el espectador espera, sino todo lo contrario. 

Lejos de los patrones archiconocidos a que estamos acostumbrados en el cine boliviano (en todas sus gamas: propuestas patrióticas o retratos de resiliencia social), aquí aparece El último blues del croata (2025, 80 minutos) de Alejandro Suarez, una película bien hecha en todo sentido, que rompe con algunas tradiciones: el cine indigenista o minero, el cine histórico, la comedia chabacana o de conventillo, el cine experimental, el cine exótico for export, etc.       

¿Es una película intimista? Sí y no. ¿Es una comedia de equivocaciones? Sí y no. ¿Es un drama? Sí y no. El último blues del croata es eso y más, muchas cosas a la vez, pero no se inscribe en aquello que es predecible en el cine boliviano. El espectador no deja de sorprenderse, sin que eso signifique que es manipulado con escenas rebuscadas. 

No es la primera película con esta tónica, por supuesto. Hemos visto otras en años recientes, de realizadores nuevos que nos han sorprendido con propuestas que hablan de las relaciones humanas sin derivar en relatos forzadamente nacionalistas. Pero la primera obra de Alejandro Suarez (de quien he leído que es cubano-boliviano), me ha dejado un sabor a fruta fresca, a ratos ácida y a ratos dulce, como un achachairú.      

Para empezar, es atractivo un relato en el que el personaje principal nunca aparece en escena, en este caso, porque ya está muerto cuando comienza la película. Todo lo que vemos es un bulto “pesado como un muerto”. No es una idea inédita, pero está llevada adelante con mucha habilidad y fino humor. Sin ánimo de “spoiler”: nada más sensorial para el espectador, que aquel olor a cadáver en las primeras escenas, que parece desprenderse de la pantalla. Instintivamente, tendemos a cubrirnos la nariz o sostener la respiración. Nada truculento, por si acaso, pero parte esencial en esta historia que transcurre en unos pocos días, pero que dice mucho de la amistad recobrada, de la solidaridad inclaudicable entre pares (los músicos), de las relaciones con personajes representativos de la sociedad, aunque algo caricaturales, hay que decirlo (los policías, el médico forense, los burócratas locales, el joven del crematorio de animales, la vendedora de lotes de lujo en un cementerio arbolado, el dueño del crematorio clandestino, el marginal del canal de desagüe, etc.) que hacen de este drama-comedia una obra fresca y renovada. 

Además de la excelente dirección, guion, diálogos, estupenda fotografía (Eduardo Osorio) y edición (André Blondel), El último blues del croata se sostiene en las actuaciones de Mariana Bredow y de Pedro Grossman, ambas excepcionales. Es lo que más me ha gustado, más allá del argumento picaresco y nostálgico. Pocas veces he visto en el cine de Bolivia interpretaciones tan justas, que evitan caer en la hipérbole o en el otro extremo, la solemnidad. La relación entre ambos actores fluye con una naturalidad que subyuga al espectador. Entre Willy y Perla no solamente hay buenos intercambios de palabras, sino una gama notable de lenguaje corporal, de grandes gestos dramáticos (la canción de Perla: “Hay un gran monstruo entre los dos…”), pero también pequeñas señales de complicidad que no necesitan palabras, que se transmiten con una discreta sonrisa, con un leve movimiento de cabeza o en una mirada que lo dice todo (eso que llaman “química”).       

La música incidental de Alejandro Rivas y Gonzalo Pardo se convierte en un hilo conductor fundamental. Está todo el tiempo allí pero no invade, no busca protagonismo, no nos saca de la pantalla. Unos suaves acordes solitarios de guitarra, piano, batería o el eco de una armónica actúan en el subconsciente recordando que es la argamasa que aglutina a los personajes y evoca tiempos mejores. Todo ello adquiere sentido en la medida en que no solamente es un homenaje al compañero desaparecido (en la vida real Drago Dogan, y Drazen Novak en la película), sino porque su muerte y a la vez su recobrada presencia, permite a los personajes darse una nueva oportunidad (“Estoy viva”, le dice Mariana a su hija por teléfono), recuperar lo que perdieron como artistas o incluso como seres humanos. No es menos importante la recuperación que hace Ivana, la hija de Drazen, de un mundo que su padre le negó porque engañaba a todos como se engañaba a sí mismo.       

Además de todo lo anterior, valoro mucho el hecho de que no es una película pretenciosa. No pretende ser “fundacional” de una nueva corriente del cine boliviano, ni “matar al padre” pionero, ni mostrar rasgos de una supuesta “genialidad” expresiva que desconcierte a los espectadores de festivales. Simplemente pretende narrar bien una historia, y lo logra.

Para quienes no han visto todavía la obra, este comentario puede parecer críptico. Es a propósito. Vayan a verla. 

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La realidad, sin imaginación, es la mitad de la realidad. 
Luis Buñuel 


05 octubre 2025

Bolivia en el eje narco

(Publicado en Brújula Digital y Agencia de Noticias Fides el sábado 27 de septiembre de 2025)

Para decirlo de manera irónica: uno termina extrañando los tiempos en que había un solo narcotraficante, Roberto Suárez, el “rey de la cocaína” que, por comparación a los actuales, era un verdadero caballero que se ofreció a pagar la deuda externa de Bolivia. 

Elba Terán

Los actuales narcotraficantes, disfrazados de pobres indígenas, han aprovechado sus conexiones con los gobiernos del MAS para hacer negocios sucios impunemente durante 20 años, reincidiendo una y otra vez, ya que tardan más en entrar a la cárcel con “detención preventiva”, que en salir para seguir delinquiendo. La impunidad es la verdadera “marca país”.      

En días recientes dos nuevos casos son prueba fehaciente de la conexión política del narcotráfico con los gobiernos del MAS: el apresamiento de Elba Terán y de Felipe Cáceres con “las manos en la masa” (blanca o amarilla). 

Estos dos son narcos con “pedigrí”, es decir, en su prontuario ya tienen maestría y doctorado ad honorem en materia de producción y tráfico de droga.         

Es la enésima vez que la FELCN apresa a Elba Terán y a otros miembros de su familia. Recordemos que Elba es hermana de Margarita Terán, conocida por su relación sentimental con el expresidente Evo Morales. Eso no sería delito (conociendo al depredador sexual que presidió Bolivia durante tres periodos consecutivos y pretendió hacerlo por cuarta vez), lo grave es que ambos son corresponsables de los asesinatos y tortura de los esposos Andrade.  ¿Qué hacía Elba en libertad cuando en 2020 la condenaron a 15 años de cárcel? ¿Cuántas veces más habrá traficado en su camioneta con placas chutas sin que la detengan? 

El otro caso es igualmente emblemático: Felipe Cáceres fue el “zar” antidroga en el gobierno de Evo Morales y tenía todo el apoyo de su compadre. En 2019 Cáceres declaró un patrimonio personal de Bs 9.251.814,84 millones, superior al de Evo Morales (Bs 2,5 MM) y al de Álvaro García Linera (Bs 1,8 MM). Parece que nadie le preguntó de dónde tenía tanta plata. 

Ahora encontraron en su humilde propiedad rural un narcolaboratorio que “contaba con área de diluido, cernido y filtrado; área de filtrado de acetato y destilación de ácido; sector de secado y prensado; área de depósito de sustancias líquidas y un denominado muelle industrial, con capacidad para que una decena de personas operen”, con capacidad de producir de 150 a 160 kilos de clorhidrato de cocaína por día. Generosamente le dieron a Cáceres detención domiciliaria, ya que alega que él no sabía nada, aunque la fábrica de cocaína está a apenas 500 metros de su casa. Es como si alguien enterrara un muerto en tu jardín y no te dieras cuenta ni por el olor.        

La complicidad de la población es clarísima. Cuando la la FELCN aprehendió a Elba Terán, la gente salió en su defensa y la policía tuvo que escapar del lugar para evitar un linchamiento: “La intervención provocó la reacción de vecinos, quienes comenzaron a lanzar petardos y a salir de sus viviendas, lo que obligó a la fuerza antidroga a evacuar rápidamente el área para evitar incidentes”, dice la noticia. Deberían estar todos presos.

Antes de Felipe Cáceres, todos los jefes antidroga del MAS, en su mayoría policías de alto rango, fueron apresados por narcotráfico: René Sanabria, Oscar Nina, Maximiliano Dávila, Omar Rojas Echevarría, Gonzalo Medina… Y podríamos seguir con la lista de narcos que fueron apresados infraganti y condenados gracias a la intervención de otros países. A Nina lo condenaron con su esposa y su hija, toda la familia estaba metida. Varios de ellos ya están libres, calladitos, disfrutando de sus millones y quién sabe si metidos nuevamente en el narco.       

El narcotráfico ha permeado en toda la sociedad boliviana y Bolivia se ha convertido en un eje principal del tráfico entre Brasil, Paraguay, Perú, Colombia, etc. Gracias a la intervención de la policía de Chile, de Argentina, de Brasil, de Paraguay, de España y de otros países, se ha podido apresar a centenares de traficantes bolivianos que están presos en esos países y que no habían sido detectados por nuestras brillantes fuerzas de policía y ejército. No solamente hay el tráfico hormiga de los “tragones” que llevan en sus estómagos cápsulas con unos gramos droga, sino tripulaciones de líneas aéreas y también militares y policías que usan sus uniformes, credenciales y vehículos para hacer el tráfico de muchos kilos.

El ministro de Gobierno, Roberto Ríos, informó el 15 de septiembre que desde enero la fuerza antinarcóticos decomisó 170 toneladas de cocaína y 1.619 toneladas de marihuana. Nada menos que 15.600 personas fueron detenidas, involucradas en el transporte o tenencia de droga. Además, se destruyeron 388 laboratorios de refinación, 5.047 fábricas de pasta base, se decomisaron 238 aeronaves y se intervinieron 386 pistas clandestinas. La FELCN destruyó también 5.047 laboratorios y fábricas de producción de cocaína base. Desde noviembre de 2020, “se han realizado más de 48.000 operativos de interdicción contra el narcotráfico, estos han tenido resultados sustantivos, como el secuestro de más de 1.700 toneladas de droga entre cocaína y marihuana”, detalló Ríos.      

¿Se da cuenta el lector de la enormidad del problema? El ministro informó que el 90% de las fábricas y laboratorios de droga intervenidos en el país se encuentran en el trópico de Cochabamba.

Si esto ha sucedido durante el gobierno de Arce Catacora, podemos multiplicar por cien esas cifras durante los 15 años de desgobierno de Evo Morales y García Linera. 

El viceministro de Defensa Social y Sustancias Controladas, Jaime Mamani, es tan ingenuo o tramposo, que quiere hacer creer a la población que un mayor número de droga capturada y de fábricas destruidas, es indicio de una mejor gestión. Mamani declaró un promedio anual de 35 toneladas de droga secuestrada durante el gobierno de Arce Catacora, frente a 14 toneladas en el gobierno de Jeanine Áñez (no toma en cuenta que estábamos en plena pandemia), 23 toneladas anuales en los gobiernos de Evo Morales, 11 toneladas en el de Carlos Mesa, 9 toneladas en el de Gonzalo Sánchez de Lozada y 5 toneladas en el de Jorge Quiroga. “Estos datos demuestran claramente que somos la mejor gestión en la lucha contra el narcotráfico”, aseguró. El tonto no sabe lo que Naciones Unidas o la DEA podrían enseñarle: eso significa simple y llanamente que hay mayor producción de droga, ya que estadísticamente se captura aproximadamente un 10% a 20% del total que se produce. Es simple aritmética.         

Son muy ingenuos los que piensan que Evo Morales es ajeno a la producción y comercio de droga a partir del Chapare, o de que hay una “conspiración” para desacreditar a la gente más cercana a él. Nada, absolutamente nada, se hace sin la venia y autorización explícita del cacique en esa zona roja, que incluso mientras era presidente mantuvo su cargo de ejecutivo de las seis federaciones de cocaleros del Chapare. Un claro conflicto de intereses que nadie objetó. 

En septiembre de 2018 publiqué en Página Siete el artículo “Titulares de narcolandia”, que solamente contenía titulares de los diarios sobre hechos relacionados con el narcotráfico en Bolivia. Sólo citando textualmente los titulares pude llenar varias páginas y hoy cualquier lector podría hacer lo mismo, porque no hay día que pase sin una noticia sobre narcotráfico (material interminable para los guiones de la serie de televisión Narcos, sobre ese tema, entre otras similares que nunca he visto ni veré porque siento repulsa). 

Nuestro país ha crecido en estos 20 años de masismo como parte del engranaje delincuencial que incluye a Colombia, Perú, Paraguay y Brasil, con “contribuciones” directas de mafiosos y sicarios colombianos, brasileños y mexicanos. Estados Unidos y Brasil son los principales consumidores, pero la distribución en Europa no ha cesado de crecer. Es un problema internacional, sin duda, pero Bolivia se ha convertido en un eje. No ganamos nada argumentando que “la culpa la tienen los países consumidores”, porque eso no va a cambiar.          

Es cierto que no sólo en el Chapare hay centenares de fábricas de cocaína, también en Santa Cruz, en el Beni, en Challapata o en El Alto, para no citar sino algunos lugares. Por si no lo recuerdan, el “amauta” que entronizó a Evo Morales en Tiwanaku, fue descubierto por la FELCN con una fábrica de cocaína en su modesta casa de El Alto con unos “alojados” colombianos. Los propios gobiernos masistas no han podido esconder los delitos. 

El país entero está podrido. La “escuelas de aviación” que hay en Santa Cruz entrenan a pilotos para el narcotráfico. La mayoría de las avionetas con registro de Bolivia se dedican a eso, por eso aparecen a veces calcinadas para no dejar huellas. Hay miles de pistas clandestinas en propiedades agrícolas que pocas veces son confiscadas. Creen que con destruir la pista y secuestrar las avionetas ya está arreglado el asunto. Los dueños de las propiedades se hacen los del otro viernes: “yo no sé, no me di cuenta”. Hay secuestros de drogas, de avionetas, de precursores, de vehículos, de armas, de celulares, pero muy pocos narcotraficantes de peso en la cárcel, cuando sabemos que varios clanes familiares se dedican de lleno a ese ilícito.        

Varias “Miss Bolivia” han caído con droga, familias enteras cuyos apellidos sería largo enumerar están metidas en el negocio. El lavado y planchado de dinero procedente del narcotráfico se blanquea a través del contrabando y de la compra-venta de miles de edificios de departamentos que se siguen construyendo, a pesar de que el país está supuestamente “en quiebra”. Los pagos se hacen, por supuesto, en maletas con efectivo. No pasan por entidades bancarias.         

Los ajusticiamientos entre mafias de narcotraficantes son cada vez más frecuentes en lugares fronterizos donde no existe control del Estado, o en grandes ciudades como Santa Cruz y Cochabamba. Como la justicia boliviana impuesta por el MAS es corrupta, los jueces, fiscales, abogados, y otros magistrados protegen a los delincuentes. La lucha entre clanes hace que a veces la FELCN intervenga por denuncias de unos a otros, pero el narcotráfico ha penetrado tanto en la policía como en el ejército. 

Las declaraciones notoriamente tibias de uno de los candidatos a la presidencia y la alianza tácita que parece existir con las bases del MAS en el Chapare y en otros lugares que son focos calientes del narcotráfico, hacen temer que nuestro país está condenado, como México, Colombia y Perú, a ser por mucho tiempo parte del eje de la delincuencia internacional. 

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Procure recordar que la tolerancia se convierte en un crimen 
cuando se tiene tolerancia con el mal.
—Thomas Mann  
 

01 octubre 2025

Tráfico de valores

(Publicado el sábado 4 de octubre de 2025 en Brújula Digital y Agencia de Noticias Fides)

Cada vez que veo en las gasolineras las largas filas de camiones, autobuses o volquetas esperando que llegue la cisterna para descargar diésel, me acuerdo de la experiencia que tuve hace un par de años cuando viajé a Perú por tierra, en una “flota” de las que todos los días cruzan la frontera del vecino país.       

Apenas pasamos los controles de aduana en Desaguadero, el chofer paró en un taller de mecánica y desde la ventana pude ver cómo colocaban una manguera y vaciaban el contenido del tanque en turriles. Seguramente dejaron en la reserva el combustible mínimo para que pudiera regresar desde Puno a territorio boliviano. No sé si ese vehículo con pasajeros tenía un doble tanque con más capacidad, pero sí estoy seguro de que no era la primera vez que hacía contrabando de diésel. Todo estaba meticulosamente organizado y en menos de diez minutos ordeñaron el combustible de la flota. Ningún pasajero rechistó, probablemente todos ya acostumbrados a esas prácticas dolosas que yo atestiguaba por primera vez

Hagamos el cálculo de lo que representa en cantidad de litros esa práctica, si todas las flotas hacen lo mismo (y seguramente lo hacen). Estos buses atraviesan la frontera cada día, de modo que el contrabando es permanente y como nadie controla cuando regresan a Bolivia, los buses hacen de nuevo la fila de diésel y otra vez se lo llevan de regreso a Perú o a Chile, paradójicamente a los países donde compramos el carburante a un precio tres veces más alto.        

He descrito la experiencia de la frontera peruana porque me consta, pero indudablemente muchos camiones y toda suerte de vehículos, compran combustible a precios subvencionados y lo vacían en depósitos clandestinos en El Alto (como la policía ha descubierto varias veces) en cualquier otra ciudad donde las autoridades no tienen capacidad de controlar. Ya sabemos que en Caranavi, en Challapata, y en muchísimos otros pueblos, las gasolineras venden combustible a vehículos chutos sin placas, o con placas falsas, algo contrario a las disposiciones legales (que nadie respeta).

Dibujo de ©Abecor 

En estos tiempos de nuevas tecnologías existe software que debería estar instalado en la red de distribución de combustible de YPFB o ANH, no solamente para registrar el número de placa y la licencia de conducir del responsable del vehículo, sino también para anotar el kilometraje y determinar si realmente se ha usado el carburante comprado anteriormente. No debería ser tan difícil hacer eso.         

Lamentablemente, todo lo anterior parece una exigencia exquisita e injusta frente a las revelaciones sobre Botrading, la empresa fantasma montada por ejecutivos de YPFB para enriquecerse mediante compras de combustible con sobreprecio a través de ese mecanismo fraudulento. Ese hecho de corrupción de decenas de millones de dólares, que involucra a Armin Dorgathen, expresidente de YPFB, a varios altos ejecutivos de la más importante empresa estatal, a una joven abogada paraguaya que sirvió de “palo blanco”, y al parecer también a un hijo del presidente Arce Catacora, constituye un precedente nefasto y un insólito caso de notoriedad que se suma a centenares de hechos de corrupción propiciados durante las dos décadas de gobiernos del MAS. 

Armin Dorgathen

 “Botrading es un cascarón vacío”, a través del cual se incurrió en pagos sin contrato, sobreprecio y tratos privilegiados, afirmaron los legisladores que llevaron adelante la investigación: Carlos Alarcón, Tatiana Añez y Enrique Urquidi.       

En nuestro país todos los que encuentran una oportunidad para hacer trampa, la hacen. Yo no pongo mi mano al fuego por nadie. La decadencia de valores ha sido tan acentuada en los veinte años del MAS, que en cualquier sector de actividad del Estado los funcionarios de mayor o de menor rango usan su efímero poder para enriquecerse rápidamente aprovechando el menor resquicio burocrático para sacar ventaja ilegalmente, y lo peor de todo es que lo hacen con el sentimiento de que al engañar al país están haciendo algo bien y de que son más vivos que todos los demás. Ojo: esto sucede con la complicidad de los empresarios privados, que no son de ninguna manera angelitos pulcros y pintados de blanco.

Cuando la viveza criolla se generaliza de tal manera que engloba a toda la sociedad, el país pierde. No solamente pierde en términos económicos, sobre todo pierde en términos de ética y de moral. El mal ejemplo de los líderes políticos y empresariales ha cundido como un virus infeccioso, de tal manera que en cualquier estrato de la sociedad, incluso en los espacios donde el factor económico es secundario o ínfimo por su volumen, el engaño se ha instalado también como un antivalor que se practica con entusiasmo.

Dibujo de ©Abecor 

El tráfico de combustible, al igual que cualquier otra forma de corrupción, cuenta con una red de complicidad muy amplia. Los que expenden gasolina en los surtidores son igualmente culpables de mirar a otro lado y de no ser más estrictos, al igual que quienes conducen cisternas, o los que mezclan la gasolina con productos de baja calidad que dañan los motores de los vehículos, o los contrabandistas que trafican a países fronterizos el carburante subvencionado o quienes lo acopian clandestinamente en tanques y turriles para especular.           

Quizás el siguiente gobierno pueda mejorar los controles y establecer precios reales para limitar el daño económico que se hace a Bolivia, pero no podrá recuperar durante muchos años los valores éticos que ya hemos perdido y revertir la manera de vivir haciendo trampa y de anclar al país en el engaño. Los valores humanos han sido malversados y los comportamientos corruptos ya son parte del tejido social que hemos heredado del MAS, y por ello no es casual la conducta del primer mandatario de la nación y de toda su familia.

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Commit a crime, and the earth is made of glass. 
—Ralph Waldo Emerson 
 

29 septiembre 2025

Bibliotecas descuartizadas.

(Publicado en Brújula Digital y Agencia de Noticias Fides el sábado 20 de septiembre de 2025)

Ciudadela de los libros, Ciudad de México

Uno de mis lugares predilectos en Ciudad de México es la Ciudadela de los Libros, en la avenida Balderas, frente al gran mercado de artesanías y a seis cuadras de la Alameda Central. Es un lugar mágico donde se encuentra la Biblioteca de México José Vasconcelos y cinco grandes bibliotecas que pertenecieron a Carlos Monsiváis (el cronista), Jaime García Terrés (el poeta), José Luis Martínez (el bibliófilo), Antonio Castro Leal (el humanista), y Alí Chumacero (el editor). Cada biblioteca personal tiene su propio espacio y estilo. Los altos techos del edificio colonial de una sola planta han permitido instalar hasta dos pisos de pasillos y anaqueles que dan cabida a cada una de las bibliotecas como si sus autores siguieran vivos entre sus libros. No solo hay libros, sino también objetos personales, memorabilia de esos grandes personajes de la literatura mexicana.         

Ciudadela de los libros 

El majestuoso edificio de piedra, rodeado de jardines magníficos, y junto a la plaza del Danzón (donde cada fin de semana las parejas bailan espontáneamente) fue inaugurado en 1807 como la Real Fábrica de Tabaco, se usó en diferentes periodos como cuartel militar, cárcel, fábrica de armas, escuela y, desde 1946, sede de la Biblioteca de México. Con la intervención del arquitecto Abraham Zabludovsky en 1987, se cubrieron los cuatro patios principales con grandes parasoles metálicos para aprovechar mejor esos espacios. Otra intervención de los arquitectos Alejandro Sánchez García y Bernardo Gómez Pimienta permitió añadir un teatro, una sala infantil, salas de consulta para investigadores, una hemeroteca, una sala para discapacitados visuales con libros en braile, una librería y habilitar cuatro patios con nombres emblemáticos: patio de escritores, patio de lectura, patio de la imagen y patio del cine, en uno de ellos la agradable cafetería El Péndulo. Además, muchas obras de arte en los pasillos y patios. Hay conferencias, música, proyecciones, en fin, actividades todos los días.         

No es el único templo para los escritores en la capital de México, la ciudad cuenta también con la Capilla Alfonsina (casa y biblioteca de Alfonso Reyes), el Museo del Estanquillo en la calle peatonal Madero, que conserva y exhibe las colecciones formidables de ese coleccionista compulsivo que fue Carlos Monsiváis, la casa museo del poeta Ramón López Velarde, que guarda además las bibliotecas de Salvador Novo (6.000 volúmenes) y de Efraín Huerta (5.200 libros), y también la hermosa Casa Alvarado, última morada de Octavio Paz y Elena Garro en la calle Francisco Sosa No. 383 de Coyoacán, hoy convertida en la Fonoteca Nacional. Hay muchas otras casonas formidables que se pueden visitar en la ciudad, que preservan la memoria de grandes escritores mexicanos, y también artistas plásticos (Frida Kahlo, Diego Rivera), arquitectos (Luis Barragán), músicos, etc.       

Sólo países serios y no paisitos de pacotilla, preservan la memoria de sus grandes hombres de letras y artistas en general. En países serios el Estado invierte en la cultura, aunque no sea rentable en términos económicos, pero sí en términos de identidad nacional y de orgullo intelectual. Y no es una cuestión de falta de recursos, porque todo Estado tiene lo suficiente: es una cuestión de prioridades. Por ejemplo, en nuestro país, Evo Morales, como buen autócrata ignorante, prefirió malversar 7 millones de US$ dólares del Estado para hacer un museo a su propia gloria en Orinoca, su pueblo natal (que no tiene siquiera alcantarillado) y que se está cayendo en pedazos por falta de mantenimiento y por el poco interés que reviste. Ese dinero hubiera bastado para siete museos medianos o bibliotecas en ciudades más accesibles. El cacique del Chapare gastó otros 2 millones de US$ dólares en la terminal aérea presidencial en El Alto, con dos pisos, dormitorios con jacuzzi, y otros lujos. La megalomanía típica del acomplejado que se hace amarrar los cordones de los zapatos. 

Mientras tanto nuestros escritores y artistas mueren pobres, sin seguridad social y sin pensión, aunque hayan trabajado toda su vida escribiendo libros, componiendo música o dirigiendo películas que honraron a nuestro país internacionalmente. En otros países el Estado les otorga seguro social y pensiones, en reconocimiento a sus aportes a la cultura. Aquí les dan premios de plástico, medallas de latón o simples diplomas de cartulina.       

En Quebec visitamos hace tres años una iglesia convertida en biblioteca. He visto en otros países centros culturales y museos muy agradables en edificios que antes fueron conventos. Esa parece ser una excelente opción para que haya vida en los templos donde cada vez hay menos feligreses porque el relato de la Iglesia se ha estancado en un lenguaje vaciado de contenido. Qué mejor que los libros, muchos libros, con muchas ideas diferentes, para darle vida a espacios antes lúgubres y ófricos (para usar una bella palabra que sólo se usa en Chile y en Bolivia). 

En aquella biblioteca de la ciudad de Quebec se podía acceder directamente a los libros, sin que hubiera que pedirlos y llenar formularios engorrosos, como si uno entrara a un banco. El que quiere entra, busca y se pone a leer, nadie le pide identificación ni le pregunta nada. Es un espacio libre, que contrasta sin duda con la función deprimente que pudo tener antes. Ahora es un lugar lleno de luz.        

Todo lo anterior para manifestar mi desazón y la de muchos lectores por la pérdida en Bolivia de grandes acervos de libros, bibliotecas personales de enorme valía, cultivadas con amor (y con mucha inversión de tiempo y dinero) a lo largo de la vida de personalidades fundamentales de nuestra cultura. Por ejemplo, supe que la biblioteca que perteneció a Jorge Siles Salinas y a su esposa María Eugenia del Valle, fue descuartizada y terminó en los puestos de libros usados de la avenida Montes, porque ninguna biblioteca pública del país quiso recibirla como donación, ya no digamos comprarla (como debería ser). La biblioteca de Julio Méndez, precursor de la geopolítica de Bolivia, se vende por ejemplares sueltos cerca del Mercado Lanza, así como las de otros escritores y bibliómanos. Cuando muere el propietario que tanto quiso cada uno de sus libros, la familia se ve obligada a vender por peso, miles de obras (muchas dedicadas y bellamente encuadernadas) que no merecen ese destino tan despiadado. 

Hubo un tiempo en que las alcaldías hacían más que el gobierno nacional. La biblioteca de don Arturo Costa de la Torre fue comprada durante la gestión de Luis Revilla por el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, y la de su hijo, mi querido amigo Rolando Costa Arduz, permanece encajonada en algún depósito de la Alcaldía sin que él, que ya falleció, haya recibido a cambio una justa compensación que le hubiera permitido pasar sus últimos años con una mejor calidad de vida.       

Me dicen que el Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia (ABNB) en Sucre, una de las instituciones de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, ya no compra bibliotecas ni las recibe en donación a pesar de que en el edificio nuevo tiene espacio todavía (sólo “escogen” en el mejor de los casos, algunos libros que les interesan). Las universidades tampoco las aceptan. Lo que se está perdiendo todos los días es enorme, porque la mentalidad de la burocracia estatal es tan pequeña como una biblioteca de alasitas. En los cerebros de los gobernantes y funcionarios caben pocos libros, igual que en las bibliotecas de Bolivia.

 Ahora que estamos en año electoral, vemos que en las propuestas de los candidatos presidenciales no hay ni migajas sobre la cultura. Sencillamente no existe para ellos. Hablar de política cultural es una exquisitez, porque ya sabemos que en tiempos de crisis económica (y también de bonanza) la cultura es para los gobernantes algo secundario. Qué digo: “secundario” sería maravilloso. En el rango de prioridades la cultura y las artes están seguramente tan atrás que ni siquiera se ven en la lista. Sin embargo, se gastan millones en entradas folklóricas donde los candidatos bailan sonrientes mostrando su lado más demagógico e hipócrita, a eso se ha reducido la cultura. Qué lejos estamos de países serios, tan lejos, que en el horizonte de los próximos 30 años no se vislumbra ninguna política de Estado en favor de la cultura.          

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Sin bibliotecas, ¿qué nos quedaría? No tendríamos pasado ni futuro. 
—Ray Bradbury 
 

23 septiembre 2025

La burbuja

(Publicado en Brújula Digital y ANF el sábado 13 de septiembre de 2025)

Llevamos mucho tiempo engañándonos a nosotros mismos. Me refiero a quienes publicamos estos artículos en los diarios impresos que todavía sobreviven, o en los medios virtuales donde hemos recalado casi todos los columnistas que durante años contribuimos en las páginas de opinión de Página Siete, sin duda el diario boliviano independiente más importante (a pesar de su corta existencia) en lo que va de este siglo.         

Otros, que no cuidan su hígado (como yo) con este tratamiento semanal de verter frases a veces contundentes y otras inspiradoras, participan activamente en plataformas virtuales que aguantan todo y no rinden cuentas, donde hacen conocer sus opiniones publicando cada día dos o tres notas y comentando activamente lo que otros escriben. A veces los comentarios publicados en Facebook son sendos artículos por su extensión y su categoría de análisis. 

Los comentarios en X (Twitter) donde también suelo desgañitarme, son más breves (a menos que uno pague a Elon Musk por el derecho de escribir largo), pero no menos contundentes. TikTok ha ganado terreno y seguirá haciéndolo rápidamente por la posibilidad y facilidad de elaborar videos cortos, donde los que tienen buena labia, capacidad de síntesis y humor destacan por sus certeros dardos sobre la coyuntura política o económica (o por sus brulotes y desaciertos). Muchos hacen lo propio en Instagram, otra plataforma que se presta a la imagen.         

Cada día estamos sometidos a esos estímulos tribales (consanguíneos, podríamos decir) de algoritmos cada vez más sofisticados, que instalan la certeza de que el país entero está en la misma sintonía, de que a pesar de ciertas diferencias conceptuales o simplemente personales, todos queremos lo mismo: un mejor país, sin corrupción, que ama la naturaleza, con reglas claras en la política, con una justicia justa y respeto de los derechos humanos, con personalidades públicas inteligentes y honestas, con medios de información confiables, etc. 

¿Quién podría estar en contra (públicamente) de los valores humanos fundamentales y de deseos colectivos que apuntan a una Bolivia que viva en paz, justicia y convivencia?       

Sin embargo, hay otra realidad bastante más cruda que no queremos ver. Los que nos identificamos con los primeros párrafos de este artículo vivimos engañados en una burbuja autocomplaciente, el algoritmo nos ha convencido de que nuestras opiniones y buenos deseos definen el camino a seguir, y no nos damos cuenta de que hay otro país que no comparte esos mismos valores, que casi siempre obra en misterioso silencio, pero que a la hora de expresar su voto muestra la verdadera cara de sus aspiraciones, que no necesariamente van en la dirección de un mejor país. Es decir, viven de acuerdo a un algoritmo diferente al nuestro. 

El voto oculto que hizo ganar al MAS en las elecciones de 2020, cuando ese partido político tenía la peor reputación imaginable (según los que vivimos en la burbuja), fue un baldazo de agua fría sobre nuestras cabecitas de pititas entusiastas. Y las elecciones anteriores en las que el MAS ganaba sistemáticamente con las trampas de la propaganda y el uso de recursos del Estado, también eran una demostración de que hay otro país, otra sociedad (la cara oculta de la luna), que no comparte los mismos valores, y cuyos “valores” —si se los puede llamar así— no están definidos por la ética, la moral y el compromiso con el país. 

Esa “otra” Bolivia numerosa, no vota para que acabe la corrupción, el contrabando y el narcotráfico, no vota para que se proteja a la naturaleza y acaben los incendios que destruyen millones de hectáreas cada año, no vota por magistrados, jueces, fiscales y abogados que promuevan una justicia legítima. Esa otra parte de la sociedad boliviana no quiere eso. Lo que quiere es que las cosas sigan como están, porque eso les permite seguir viviendo como hasta ahora, beneficiándose mucho o poco de un país sin reglas, sin ética y sin valores.        

¿Para qué quieren que cambie el país hacia una nación “mejor” los miles de bolivianos que son parte principal o periférica en la cadena del contrabando, del narcotráfico y del lavado de dinero, que están íntimamente ligados entre sí? ¿Para qué quieren los constructores (que en su mayoría son eslabones de esa misma cadena), que haya reglas claras que impidan el lavado de dinero en la compra-venta de edificios en efectivo o en el tráfico de coimas y sobornos para obtener contratos del gobierno? ¿Para qué quieren que haya control efectivo del contrabando quienes lavan dinero del narcotráfico importando clandestinamente autos chutos o contenedores llenos de productos chinos? ¿Para qué quieren que haya una justicia honesta, respetuosa de las leyes y disposiciones legales, quienes ya se han acostumbrado a hacer su propia justicia a la medida de los abogados y magistrados corruptos, que por un poco de dinero pueden torcer las decisiones en su favor? 

Para la economía informal de Bolivia, la más alta de América Latina, las cosas deben seguir como están, por eso tanto deseo oculto para que nada cambie, con el candidato que tiene mejores posibilidades de perpetuar esa continuidad, sea quien sea.       

No nos engañemos, ese país sin valores es el nuestro. Ese país al que no le convienen reglas de juego claras es el nuestro. Ese país que prefiere que exista el narcotráfico, el contrabando, el lavado de dinero, es este. Es un país corrupto, numeroso y silencioso, que nunca lo admitirá públicamente, salvo con el candor de ese niño de primaria al que le preguntaron qué quería ser cuando fuera grande, y respondió ingenuamente: narcotraficante. 

Mientras algunos decimos lo que pensamos abiertamente, ese otro país obra en las sombras. Pero no lo podemos ver porque vivimos dentro de una burbuja. 

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No hay nada más fácil que el autoengaño. 
Ya que lo que desea cada hombre es lo primero que cree. 
—Demóstenes 
 

17 septiembre 2025

Entre peatones y adictos al volante

(Publicado en Brújula Digital el sábadol 6 de septiembre de 2025) 

Cada año, cuando se acerca el Día del Peatón, se repite la misma estúpida discusión: ¿es o no es necesario? Bolivia debe ser el único país del mundo donde eso todavía se discute, lo cual muestra el grado de retraso cultural que tenemos como sociedad: no entendemos todavía lo que significa vivir en comunidad ni entendemos lo que significa aspirar a un medio ambiente más sano, en concierto con el resto de las naciones. 

Vivimos en una ciudad que es un embudo, donde basta que un camión se pare donde no debe, para que genere una trancadera que taponea una calle o avenida y causa bocinazos y manifestaciones de energúmenos que están llegando tarde a alguna parte. Los conductores, incivilizados e incultos, cometen faltas de tránsito todos los días, pero luego se quejan del tráfico de la ciudad. Hay mucha incoherencia en ese comportamiento: “Yo sí puedo hacer lo que me da la gana, pero me molesta que otros hagan lo mismo”.       

A eso se suma que la policía de Tránsito y la Guardia Municipal son inexistentes. Sabemos que hay miles, pero no sabemos dónde se esconden y qué hacen para justificar su salario (que pagamos todos nosotros). Un ejemplo: a la alcaldía (ese nido de inútiles) se le ha ocurrido recientemente levantar y volver a colocar (sin motivo) adoquines en las estrechas calles del barrio de San Miguel, reduciendo a la mitad el espacio para que circulen los vehículos, lo que produce innecesarias trancaderas. Vemos cuatro o cinco obreros con chalecos color turquesa, trabajando lentamente y de mala gana (ya sabemos que la productividad laboral de Bolivia es de las más bajas del mundo), pero no vemos ni un solo Guardia Municipal para ayudar a que el tráfico circule. La ciudad entera está llena de calles taponeadas y trancaderas que aumentan por las largas filas de camiones y de autos que esperan durante horas la venta de diésel y de gasolina. Pero nunca hay policías ni Guardias Municipales.

Por todo ese caos vehicular y mucho más, es absurdo y grotesco que haya gente que se queje de tener una o dos veces al año un día sin autos en las calles. La mayoría de las ciudades del mundo civilizado lo hacen regularmente y la gente lo aprecia, porque el aire es menos contaminante, hay menos ruido, y uno puede salir a caminar sin riesgo de que lo atropellen los adictos al volante.      

El Día Mundial del Peatón se celebra el 17 de agosto (desde 1897), pero aquí no les ha llegado a muchos la noticia. Y el Día Mundial sin Coche es el 22 de septiembre, desde 1973. Además de esas dos efemérides clave, hay muchas otras fechas en las que las ciudades inteligentes guardan sus autos en el garaje y aprovechan del aire limpio y la naturaleza.      

Los peatones en Bolivia son rehenes de los vehículos motorizados, que ni siquiera saben lo que significa un paso de cebra o un semáforo. Creen que ambas señales de control del tráfico son optativas, no obligatorias. Los automovilistas bolivianos son especialmente necios: la mayoría conduce sin cinturón de seguridad, habla por teléfono mientras maneja, no respeta las señales, se estaciona en lugares donde claramente dice que está prohibido hacerlo, cruza los semáforos en rojo, acelera cuando un peatón está por cruzar un paso de cebra, etc. Son de lo peor que he conocido. 

Las calles de La Paz

Y encima lloriquean cuando queremos librarnos de ellos una vez al año. Tienen tal adicción por sus motorizados, que bien podrían meter las narices en el escape de sus autos para satisfacer su avidez de dióxido de carbono. Son incapaces de caminar unas cuantas cuadras, de relajarse un poco, de sacar la bicicleta el día domingo. Por último, quedarse en casa leyendo un buen libro o escuchando música (les aseguro que no van a sufrir ataques de abstinencia de CO2).              

La Paz no tiene espacios para peatones, ni grandes parques como otras ciudades agradables, donde la cantidad de árboles filtra el aire constantemente y donde cada vez se convierten más calles y avenidas en vías peatonales permanentes. No quiero comparar este agujero infame, atravesado por ríos que son cloacas abiertas, con ciudades de Europa, porque sería injusta la comparación, por ejemplo, con Ámsterdam, Copenhague o Múnich. Pero sí puedo compararla con ciudades latinoamericanas que conozco.           

Bogotá, donde me ha tocado vivir algún tiempo, y a donde regreso cada vez con mucho placer, tiene más de cien kilómetros de ciclovías y paseos peatonales permanentes, y además, todos los domingos, la alcaldía cierra muchas avenidas troncales para que las familias puedan salir a caminar o desplazarse en bicicleta. Repito: todos los domingos. Y así lo hacen muchas ciudades civilizadas del mundo, mientras en este ensayo de aldea marginal los automovilistas se quejan porque no pueden lucir sus bólidos un domingo cada año. 

Todos los domingos en Bogotá 

Estamos como estamos porque somos lo que somos: retrógrados, conservadores, inconscientes sobre temas ambientales, egoístas, poco informados y mal educados. Repetimos como loros la frase “ciudad maravilla” y ese mantra nubla nuestros sentidos y no somos capaces de ver la basura tirada en cualquier lado, de oler el rio hediondo, o de mirar la maraña de cables que apenas se sostiene entre los postes. Vivimos en una ciudad lamentable, donde no se puede tener calidad de vida, donde no hay lugares para pasear, donde caminar sobre las aceras rotas puede ser un peligro.         

Entonces, que no molesten los adictos a los autos. Aquí deberían los peatones tener el derecho de respirar aire puro todos los fines de semana, y no sólo una vez al año. Deberíamos imitar las buenas cosas de otros países, pero sólo imitamos las malas. 

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Los automovilistas tienen miedo de caminar 
y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
—Eduardo Galeano