14 noviembre 2024

Lucho trucho

(Publicado el sábado 19 de octubre de 2024 en Brújula Digital, Público Bo, ANF y Cabildeo Digital)

Lleva casi 20 años mintiéndole a los bolivianos, primero desde su puesto de zar de la economía del país (con las consecuencias que conocemos) y luego desde la silla presidencial con el rótulo socarrón de “Tilín”.

Luis Arce Catacora

Las maniobras del presidente trucho son notables: simula una sordera proverbial cuando se le recuerda que acordó en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) un pacto político con la oposición parlamentaria, para viabilizar las elecciones judiciales ANTES de discutir la aprobación de créditos (que sin duda se destinarán a pagar salarios y no a programas específicos); luego se hace la víctima y dice que la no-aprobación de esos créditos pone en riesgo la economía de Bolivia, pero se olvida de la primera parte del acuerdo que pone en riesgo la democracia en el país, al mantener prorrogados indefinidamente a magistrados corruptos y serviles.

Luis Arce Catacora nunca soñó, ni cuando se hacía pis en la cama, que llegaría a la presidencia de Bolivia. El “cajero” del Banco Central, como lo ha calificado con propiedad su ex jefazo Evo Morales, gozó de poder ilimitado mientras mal administraba la bonanza de ingresos (2005-2015) a la manera de un rey Midas a la inversa: convirtió el oro en barro (por no usar otra palabra). Junto al cacique del Chapare, es el responsable de la desaparición de más de US$ 65 mil millones de dólares que entraron al país por exportaciones de gas y minerales, así como US$ 15 mil millones de las reservas internacionales del Banco Central, y 22 toneladas de oro. Por eso debería pagar una condena de 100 años de cárcel y ser borrado de los libros de historia.

Arce y Morales

Sólo se mantiene en el poder porque ha aprendido las mañas del jefazo: comprar voluntades políticas. El carácter prebendal de su gobierno es el mismo que instauró el patrón feudal: las mismas caras circulan por la plaza Murillo y se siguen llenando los bolsillos para seguir sus dictados y darle la espalda al que antes amarraban los cordones de los zapatos. Ejemplo: los dirigentes de la COB.

La miseria humana en todo su esplendor: podríamos hacer una larga lista de todos los “pasa-pasa” que siguen flotando como corchos en el gobierno de Luis Arce Catacora, cuando unos años antes eran adoradores del impostor de Orinoca. Ejemplo: Héctor Arce Zaconeta, embajador ante la OEA, el mismo que antes de que llegue Evo Morales al poder decía: “cómo van a votar por ese indito”, pero luego abrazó las piernas del indito con devoción, lo que le permitió hacer grandes negocios perdiendo fallos arbitrales internacionales (Quiborax, entre otros). Como él, una larga lista de chupamedias de antes y lambiscones de ahora.

Para los bolivianos que ya no tienen otra fuente de información que los diarios impresos del gobierno y la televisión domesticada, las cosas no están tan mal. Eso dice la propaganda de Arcínico para que eso crea “el pueblo” (pero no se lo cree ni el mismo gobierno). Ni los que votaron por él creen que dice la verdad, pero en realidad les importa un comino que mienta todo el tiempo, mientras se beneficien de las migajas (y no tan migajas).

Bolivia tiene más de un 80% de empleo informal. Es el país con más informalidad de América del Sur. Para que entiendan los del gobierno que parecen no entenderlo: ese 80% se dedica en buena parte al comercio (léase contrabando), a la cadena del narcotráfico, a la minería salvaje, a la construcción sin regulación. Los más honrados, forman pequeñas empresas familiares (restaurantes, servicios, etc.), aunque también, si pueden, evitan pagar impuestos y pasar por controles sanitarios o de cualquier otra naturaleza. El que puede trampea, y con una justicia tan corrupta, las trampas se pueden arreglar con sobornos.

¿Para qué querría esa masa de informalidad laboral que cambien las cosas? Están muy bien como están mientras puedan seguir haciendo negocios y acumulando billetes en el “Colchón Bank” (como dice Gonzalo Chávez). El joven de 25 años que vende US$20 mil dólares mensuales en celulares y computadoras en la Uyustus, pero no paga impuestos porque se acoge al régimen simplificado, ¿para qué diablos querría que las cosas cambien? Los informales están muy bien como están, su crecimiento económico continua, basta ver las fiestas de US$70 o US$100 mil dólares que se despachan sin pestañear.

Los que dependen directamente del Estado son los funcionarios públicos, cuadriplicados durante los gobiernos masistas, un 10% de la masa laboral (400 mil empleados públicos, incluyendo maestros). Los burócratas del Estado (desde el viceministro hasta el portero) tienen temor de perder sus pegas y por lo tanto tragan sapos, bajan la cabeza y pagan las cuotas del MAS calladitos. Han perdido dignidad por un plato de lentejas. Claro que votarían por Arce de nuevo, de otro modo podrían perder los puestos que obtuvieron por adherirse al caballo ganador.  

Entonces, los “éxitos” que (todavía) cacarea cada vez Lucho Trucho a través de las cajas de resonancia del Estado (propaganda que pagamos nosotros), no tienen el menor asidero en la realidad y no convencen a nadie, menos aún a los que están en el gobierno y ven los toros de cerca. Pero eso no importa, los cálculos electorales deben tomar en cuenta el factor informal en lugar de minimizarlo, un sector al que la política le interesa tan poco como los principios, pero que votará por quien siga garantizando la inmunidad informal.

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Una mentira es como una bola de nieve; cuanto más rueda, más grande se vuelve.

—Martin Lutero

 

 

11 noviembre 2024

Un mismo populismo

(Publicado el sábado 12 de octubre de 2024 en Brújula Digital, Público Bo, ANF y Cabildeo Digital)

No hay un populismo de izquierda y un populismo de derecha, son la misma cosa porque son las formas más corrientes de la política mundial desde inicios del siglo XXI. Además, tampoco hay “izquierda” ni “derecha” en el sentido en que las entendíamos y conocíamos a lo largo del siglo pasado, porque esas etiquetas ya no están empapadas de ideología.

Hay gente ingenua, incluso analistas serios, que siguen pensando en el “fantasma del comunismo”. Creen que Rusia, China, Vietnam o Cuba son países “comunistas” porque gobierna un partido hegemónico y autoritario que establece las reglas de juego y las impone a veces por la fuerza y otras porque no deja espacio para otras reglas. Lo mismo sucede en los países llamados “capitalistas” (que tampoco lo son como quiere hacernos creer la caricatura), donde dos partidos hegemónicos se turnan en el poder y no dejan espacio para otras reglas del juego que las impuestas por las grandes empresas y consorcios.  

¿Acaso hay realmente diferencias notables en la ideología y la política de los laboristas y conservadores británicos? ¿Hay distinciones mayores entre los republicanos y los demócratas de Estados Unidos? Más allá de las personalidades a veces delirantes como Donald Trump o Boris Johnson, son casi lo mismo. Son lo mismo en su política exterior e interna, con algunas diferencias en cuanto a la ética y la moral de los dirigentes, pero no en otros ámbitos. Por ejemplo, la política internacional de Estados Unidos es similar con cualquier gobierno: su apoyo incondicional a Israel, aunque sea un país agresor y genocida, o su política migratoria de cara a América Latina. Las diferencias son mínimas.

Paradójicamente, la “derecha” representada por el Partido Republicano de Estados Unidos, que lidera el convicto Donald Trump, se lleva muy bien con el “comunismo” del patético Kim Jong-un de Corea del Norte o el de Vladimir Putin, asesino que envenena a sus opositores y se enriquece por su asociación con las mafias rusas, al extremo de haber acumulado una fortuna personal de al menos 22 mil millones de dólares (según Forbes). 

¿Qué une a Trump, Putin, Kim Jong-un, Le Pen, Meloni, Geert Wilders o Viktor Orban? Los extremos se juntan en lo que tienen en común: el populismo, es decir una forma de hacer política que en lo esencial manipula a sectores de la población con niveles de educación precarios y capacidad muy limitada para el análisis de contexto. El grueso de los votantes de Putin o de Trump es muy parecido. No es sorprendente que muchos inmigrantes hayan votado en favor de Trump, Marine Le Pen, Geert Wilders o Giorgia Meloni, que prometen sacarlos a patadas y regresarlos a sus países.

El fanatismo populista se parece en todas partes porque se basa en la posverdad, una palabra elegante para aludir a la mentira que se construye después de los hechos. Trump sigue jurando que le robaron la elección presidencial (aunque no existe el menor argumento real) y en Bolivia el diminuto Arce Catacora sigue argumentando que fue víctima el 26 de junio de 2024 de un “golpe” militar que fue un sainete mal representado. Son actitudes muy similares en el populismo que se disfraza con discursos de derecha o de izquierda, ya no importa. 

Esas tendencias se reflejan en América Latina, porque seguimos siendo una región que mira hacia el norte, incapaces de crear un camino propio sobre la base de principios e ideales en el campo de la acción política, de la cultura, de la economía y de la sociedad. Jair Bolsonaro o Javier Milei no son sino una expresión folclórica del extremismo conservador y reaccionario, lo que antes se denominaba la “extrema derecha”. El caduco “socialismo del siglo XXI” con líderes populistas como Rafael Correa, Evo Morales o Nicolás Maduro, no es sino una versión similar pero alineada al comunismo trasnochado e inexistente de Putin.

Siempre he sostenido que los gobiernos del llamado “socialismo del siglo XXI” han sido y son (los pocos que quedan), reaccionarios y conservadores y en eso se asemejan a sus espejos ultraneoliberales. Las diferencias en el discurso son un simple maquillaje: la verdadera opción ideológica está en las acciones concretas. Desde el punto de vista de la depredación del medio ambiente, de la manipulación de movimientos sociales mediante prebendas, de la corrupción generalizada, de la violación de los derechos humanos, de la anulación de la independencia de poderes y de la falta de respeto por la Constitución Política del Estado, son parecidos Nahib Bukele, Nicolás Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega, Correa, Milei o Bolsonaro. En México, a falta de alternativa, se ha ratificado en el poder al “obradorismo” que no es un partido (Morena) sino un movimiento con liderazgo mesiánico unipersonal con un pesado pasado arraigado en el PRI. Los vasos comunicantes entre dirigentes de unos y otros partidos son sorprendentes, saltan como marionetas de un partido a otro. En Bolivia, Evo Morales pretendió eternizarse en el poder y para ello inventó el sistema de elecciones judiciales que padecemos hasta ahora y que México adoptará como el suicida que se pone la soga al cuello. 

Las excepciones a la regla en nuestra región son muy pocas. Sigo pensando que Gabriel Boric es un presidente honesto y progresista que quiere llevar adelante políticas que favorecen a la mayoría de los chilenos, y lo hace con un pragmatismo que lo ha enfrentado a sus aliados más radicales. A pesar de su cola de paja creo que Gustavo Petro es mejor para Colombia que el uribismo que tanto daño le hizo durante décadas de confrontación interna hasta la firma de la paz que es mérito de Juan Manuel Santos. El problema de Petro es su demagogia y su incontinencia verbal. Y aunque esto pueda sonar a anatema para muchos, creo que Lula tiene una nueva oportunidad de enmendarse como presidente, apostando por el medio ambiente (ya hay resultados concretos en la disminución de la deforestación y el respeto por las comunidades indígenas), y luchando contra la corrupción en la que su propio partido, el PT, estuvo y está todavía envuelto. Boric, Petro y Lula se han puesto firmes con Nicolás Maduro para que muestre las actas electorales.

Hago estas distinciones porque me aburre escuchar o leer a quienes siguen dividiendo al mundo en dos bloques: el “comunismo” y el “liberalismo”, y ponen en el mismo saco a países y dirigentes muy diversos. Si bien el populismo de los que se reclaman “socialistas” (y no lo son) o “libertarios” (menos aún) los convierte en aliados naturales, hay unos pocos dirigentes políticos en el mundo y en América Latina que todavía levantan las “viejas” banderas del cambio social que pasa por la lucha contra la corrupción, por la vigencia de las libertades colectivas e individuales, por el respeto del medio ambiente contra la deforestación y la minería salvajes, por el reconocimiento de derechos (pero no privilegios) de las comunidades indígenas, y por la eficiencia y la honestidad en la gestión de la cosa pública. 

Si no creyéramos en esos pocos, ya no podríamos creer en nada.

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A people that can no longer distinguish between truth and lies cannot distinguish between right and wrong. And such a people, deprived of the power to think and judge, is, without knowing and willing it, completely subjected to the rule of lies. With such a people, you can do whatever you want.

—Hannah Arendt

 

08 noviembre 2024

Vida bien vivida

 (Publicado el jueves 10 de octubre de 2024 en Brújula Digital, Público Bo, ANF y Cuarto Intermedio)

Mi amigo Pierre Kalfon me dejó un regalo precioso antes de despedirse de este mundo a los 89 años, el 14 de octubre de 2019: un ejemplar de sus memorias Gracias a la vida (así en castellano, aunque el libro es en francés), publicada un mes antes de su muerte y dedicada a su bisnieta más reciente, Clara Victoria Agatha. “Una manera de unir un siglo a otro”, escribió. Pandemia de por medio, recién pude recoger el ejemplar tres años después, de la mano de su hijo Jerome, quien me contó las circunstancias de su partida.

Pierre Kalfon

Al leer la obra que publicó como edición personal limitada y sin sello editorial, “para la familia y algunos amigos”, rememoro las veces que estuvimos en París, en Managua, en Roma o en La Paz, y lo mucho que disfruté su amistad, su jugosa experiencia latinoamericana y su sentido del humor. Cada vez que llegaba a París, sabía que tendríamos al menos una tarde o noche de charla, buen vino y quesos, con Pierre y con Nicole, a veces con Theo Robichet o Jean Mendelson y otros amigos, en su departamento del sexto piso en la rue Quatrefages, muy cerca de la Gran Mezquita y del Jardín de Plantas, a cuatro cuadras de donde aterricé como exiliado novato en 1972, y muy cerca de donde ahora vive mi hija mayor y dos de mis nietas. Es como si el destino hubiera acercado los espacios en el mapa para facilitar los encuentros.

Tengo 22 páginas de notas tomadas a mano mientras leía sus “reminiscencias” (término que él prefirió en lugar de autobiografía), y no sé si podré resumir mis emociones y hacer un comentario digerible. Cada página me trae a la memoria anécdotas e imágenes, como si fueran la llave para transitar de ida y vuelta un portal del tiempo comprimido. Él mismo en el preámbulo aborda la dificultad de escribir una autobiografía, que califica de “misión imposible” porque la única manera sería con una película que registre todo hasta en los mínimos detalles, pero eso “sería aburrido”.

Pierre no escribió sus memorias porque ya no veía. Las dictó a su amiga Colette Vacquier y luego revisó con otro amigo y colaborador, Karim Sarroub. Una degeneración macular le impedía leer y escribir. Los últimos correos que intercambiamos eran cada vez más cortos y espaciados, y cuando nos veíamos en París notaba su enorme frustración, aunque su visión periférica le permitía todavía desplazarse solo por su casa y por el barrio. 

Los diez capítulos de su última obra cubren en 280 páginas una vida plena laboral, creativa y familiar, desde su nacimiento en Orán (Argelia) de padres judíos sefaraditas, hasta sus últimos años en París, pasando por su tiempo en Argentina, en Chile, en Colombia, en Uruguay y en Italia, en diferentes capacidades: director de la Alianza Francesa, agregado Cultural, corresponsal de Le Monde, funcionario cultural de la Unesco, escritor, etc. Una vida que él escogió variada y orientada sobre todo hacia América Latina y con especial devoción por Chile (donde estuvo en dos periodos), lo cual explica entre otras cosas el título de sus memorias, tomado de la canción de Violeta Parra.

Aunque solamente regresó a Orán en dos o tres ocasiones, sin duda su infancia y adolescencia allí lo marcaron profundamente. Argelia era todavía colonia francesa y desde sus primeros años Pierre fue testigo de las luchas por la liberación, pero también de un entorno cultural muy diverso, donde judíos como él convivían con árabes y españoles pobres. Su destino de pied noir (“pie negro”, francés nacido en el norte de África) sería un sello identitario a lo largo de su vida. “Profundamente ateo”, cita a su buen amigo Edgar Morin, también judío: “Puedo, como Spinoza, ser ajeno a toda idea de pueblo elegido. Puedo y quiero basar mi filosofía en el mensaje de la democracia y de los filósofos de Atenas y no en el de las Tablas de la Ley.”

En Orán fue testigo de la II Guerra Mundial, la disputa territorial y el desembarco de los soldados gringos en 1942. Su afición por la pesca submarina pero también por el esquí de montaña data de esos años. Puede parecer improbable, pero su primera experiencia de esquí (de las muchas que tendría en Francia, en Suiza, en Chile y en otros países) se produjo en las alturas de Chréa, en la propia Argelia, a menos de 70 km de la capital. Su espíritu aventurero lo llevaría a muchas otras montañas a lo largo de su vida.

No duda Pierre en narrar con naturalidad y sin ninguna inhibición otro tipo de “aventuras” que fueron centrales a lo largo de su vida. En Orán fue desflorado (dépucelé) a los 17 años y a partir de allí su biografía está sembrada de guiños que sugieren las aventuras que tuvo, toleradas por la única mujer que importó en su vida, Nicole Kervévan, madre de todos sus hijos con excepción de la mayor, que fue resultado de una corta aventura juvenil. El sexo es un leit motiv importante en este testimonio autobiográfico, y era un tema recurrente en nuestras charlas. De hecho, para su libro anterior, Amour (pas) toujours (2019), pidió a sus amigos y amigas, incluido yo, el relato de una experiencia íntima, que luego transformó con picardía en una serie de cuentos eróticos, disimulando con seudónimos a los autores originales. 

Su primer viaje a París, a los 17 años está marcado también por la aventura con una dama de compañía que le dejó un recuerdo indeleble… y requirió de tratamiento médico. Pero lo importante es que París se convirtió muy pronto en su destino, ya que decidió estudiar allí cine, nada menos que en el IDHEC, el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos (donde estudié veinte años más tarde), y después literatura, embrujado por El rojo y el negro de Stendhal. Lo disuadió el historiador Marc Ferro (otra casualidad que nos vinculaba, ya que fue mi profesor en la Escuela Práctica de Altos Estudios Sociales). Finalmente, luego de idas y venidas entre París y Marruecos se inclinó hacia las ciencias políticas.

El futuro del joven Kalfon se iba dibujando al azar de las oportunidades y de las decisiones que tomaba guiadas por su sed aventurera, por ejemplo, su temprana adhesión al Partido Comunista Francés a los 19 años de edad, o su primera paternidad (irresponsable según él mismo), a los 22 años de edad luego de una relación tan apasionada como breve. Fue padre por segunda vez, a los 24 años, cuando le tocó el servicio militar, en plena Guerra de Argelia. El azar quiso que, por su mal comportamiento en el cuartel de Vincennes, donde estaba a cargo de la cinemateca del ejército, fuera destinado como castigo a la base de paracaidistas en Romainville. “Un regalo del cielo”, escribe, porque no podía existir un mejor desafío para su espíritu aventurero que tener la oportunidad de lanzarse desde un avión dando gritos de júbilo.

Por suerte para su dicotomía argelino-francesa, no tuvo que participar en la guerra. Con Argelia independiente, otros caminos lo esperaban en América Latina. Abierto a experimentar, aplicó a un puesto de director en la Alianza Francesa de Rosario (Argentina), donde partió en barco con Nicole y sus hijos Pia (3 años) y Jerome (9 meses). A partir de allí su vida iba a cambiar de manera extraordinaria. De 1958 a 1965 vivió en Rosario, Mendoza y Mar del Plata (d0nde en 1960 nació su hija Valérie). Pierre comenzó detestando Argentina y terminó amándola, según sus propias palabras. Al punto de que el primer libro que publicó en su vida fue sobre Argentina, en la colección Petite Planète de la prestigiosa editorial Le Seuil. 

En sus “reminiscencias” dedica varias páginas a la pampa argentina y su historia. Menciona los enfrentamientos de los indígenas con los estancieros, una verdadera guerra donde el silbido de las boleadoras tenía un efecto sicológico, hasta que los estancieros introdujeron los alambres de púa inventados por los ingleses y el fusil Remington de la guerra de Secesión de Estados Unidos. Años después Pierre haría su primera (y última) incursión en la novela con Pampa (2007, Le Seuil). Lamentablemente el libro no se tradujo al castellano.

Además de su reputación como eficiente organizador y gestor de la Alianza Francesa en las ciudades argentinas donde vivió, Kalfon fue cónsul honorario en Mendoza, un antecedente de la carrera diplomática por la que optó después, y representante de Uni France Films, con lo que cultivó su afición por el cine.

No sospechaba que en su siguiente estadía en América Latina, de 1967 a 1973, viviría en Chile uno de los periodos más intensos: la llegada al poder de la Unidad Popular y el derrocamiento sangriento de Salvador Allende con el golpe militar de Pinochet. Su regreso a la región se había producido a raíz de su nombramiento como agregado Cultural de la embajada de Francia. “Una vez más el cine me perseguía”, escribe al recordar que una de sus funciones diplomáticas era organizar ciclos de cine francés. Su cargo diplomático le permitió trabar amistad con lo más granado de la cultura chilena. Su visita a Pablo Neruda en Isla Negra, su relación con Jorge Edwards y sus viajes por la estrecha y alargada geografía convirtieron a Chile en su nuevo amor, al punto que eligió San Pedro de Atacama como el lugar donde quería construir una casa para quedarse a vivir allí. Sus descripciones de ese lugar muestran una suerte de encantamiento mágico que lo subyugaba en ese desierto que alguna vez fue territorio boliviano.  

Rápidamente se involucró en el proceso democrático de cambio social que vivía Chile. Sus agudos análisis de la coyuntura política se publicaban en Francia, en el prestigioso Le Monde, hasta que luego de ganar las elecciones Salvador Allende, el 4 de septiembre de 1970, el diario francés le pidió que fuera formalmente su corresponsal. Este escritor y periodista experimentado escribía todas sus notas a mano y luego las hacía transcribir: nunca usó una máquina de escribir y sólo usó la computadora ocasionalmente en sus últimos años. Sus análisis sobre los éxitos y dificultades del gobierno de Allende mantuvieron informados a los lectores europeos durante varios años, pero ello no estaba exento de riesgos. Las amenazas del golpe militar se cernían sobre Chile, aunque pocos podían creer que sucedería algo así en un país con instituciones tan sólidas. En Chile confluían las esperanzas del mundo progresista latinoamericano y de alguna manera mundial, pero los choques con grupos conservadores alentados por Estados Unidos eran cotidianos. 

Régis Debray y Elisabeth Burgos

Fue entonces que Nicole y Pierre se fueron diez días de visita a Bolivia, donde el clima social y político no era mejor. En un vuelo que los llevaba de La Paz a Sucre, conocieron a Elizabeth Burgos, la compañera de Regis Debray que estaba preso en Camiri. Pierre narra en tono jocoso algo que vieron en Sucre durante esa visita: los estudiantes y la policía se enfrentaban en las calles durante la mañana, pero ambos bandos hacían una pausa para almorzar antes de seguir la confrontación en la tarde. “¿Era una señal de civilización?”, se pregunta. En Bolivia fracasaría poco después la Asamblea del Pueblo instalada durante el gobierno del general Juan José Torres, y centenares de exiliados políticos cruzarían la frontera hacia Chile. Debray había sido liberado y en Santiago solía visitar la casa de Pierre, con una enorme pistola en la cintura, “regalo de los cubanos”.

El testimonio de Pierre sobre el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 ocupa algunas de las páginas más vibrantes de su relato. En ellas cuenta cómo usó su escudo diplomático para ayudar a quienes eran perseguidos y corrían riesgo de muerte. Una tras otra, las escenas de desolación reviven en su memoria: la muerte y el entierro de Neruda, los cadáveres flotando sobre las aguas del Mapocho, los centenares de presos políticos en el estadio de Santiago. Nuestro amigo Theo Robichet, que aterrizó con una carta de recomendación de Debray (que había salido un mes antes), registró esas terribles escenas en el documental Septiembre chileno (1973) que realizó junto a Bruno Muel. Pierre no manifiesta ese mismo respeto por el cineasta chileno Helvio Soto, que no habiendo estado en Santiago durante el golpe, le pidió más tarde en Buenos Aires que le hiciera un relato pormenorizado de los hechos. Dos años después descubrió que esa información le había servido a Soto para elaborar su largometraje Llueve sobre Santiago (1975), donde el papel de periodista lo interpreta Laurent Terzieff: “Un film fallido de un director mediocre”, escribe Pierre en sus memorias.

Por razones de golpe mayor, una nueva etapa se abrió en la vida de Pierre Kalfon y su familia. Atrás quedó San Pedro de Atacama y muchos sueños y esperanzas. De regreso a París no trabajó como periodista sino en la Unesco, lo cual inaugura otra etapa definitoria de su vida. 

Cuando su relato íntimo aborda el primer quinquenio de la década de 1970, nuestros caminos se “intersectan” (anglicismo que prefiero a “intersecan”, que recomienda la RAE). Conocí a Pierre por intermedio de Theo Robichet, y lo frecuenté desde entonces con el entusiasmo del joven estudiante a quien un maestro acoge generosamente en su casa. Fue Pierre quien me animó a escribir sobre Bolivia para la colección Petite Planète, donde él ya había publicado el correspondiente a Argentina, una obra deliciosa, llena de humor y conocimiento sobre el país donde pasó siete años en su primera incursión latinoamericana. La colección había sido fundada por el cineasta Chris Marker en 1954, quien la describió así: «No son guías, ni libros de historia, ni folletos propagandísticos, ni impresiones viajeras; son conversaciones con personas a las que nos gustaría escuchar porque son sensibles e inteligentes, y porque saben cosas insólitas sobre países adonde nos gustaría ir aunque sólo sea con nuestra imaginación.»

Simone Lacouture, directora de la colección Petite Planète había escrito la obra sobre Egipto. Cuando llegué a verla a su oficina en la Rue Jacob me dijo que el libro de Pierre era el mejor, una suerte de inspiración para todos los demás autores. “Pero usted no puede escribir el libro sobre Bolivia” me dijo sin ambages, y al ver mi rostro entre humillado y sorprendido, añadió: “Por dos razones: el francés no es su idioma materno y además no queremos libros escritos por autores sobre su propio país”. Efectivamente, en los 57 títulos publicados hasta entonces, ninguno había sido escrito por un autor de la misma nacionalidad. Le ofrecí un trato: en un par de meses le iba a entregar dos o tres capítulos del libro, en perfecto francés, y si no le gustaban no había ningún compromiso. Trabajé bastante en esos textos, que traduje yo mismo con la ayuda invalorable (y gratuita) de mi amiga Monique Roumette, y se los llevé a Simone Lacouture. Poco tiempo después firmé el contrato para ese pequeño libro que me dio muchas satisfacciones. Fue la edición más grande que se haya hecho de mis libros: 30 mil ejemplares en el primer tiraje. Bolivie (1981) se publicó con el número 63 en la colección Petite Planète.

De los encuentros memorables con Pierre, está por supuesto nuestra experiencia en la nueva Nicaragua que emergió de la revolución sandinista en julio de 1979. Ambos estuvimos durante unos meses en 1981, él como asesor de Unesco en el ministerio de Cultura y yo como consultor del PNUD en el ministerio de Planificación que encabezaba el “comandante Modesto”, Henry Ruiz, hoy enfrentado a la dictadura de Daniel Ortega. Pierre había comenzado su trabajo con Unesco en Colombia, donde estuvo en 1975 y 1976. Al mirar retrospectivamente su experiencia en Nicaragua, Pierre manifiesta la misma frustración de todos los que vivimos los primeros años estimulantes de la revolución sandinista, totalmente descuartizada por Daniel Ortega tres décadas más tarde. No escatima palabras para calificar al dictador de la república centroamericana.  

A su regreso a Francia, continuó trabajando en la Unesco, en el gabinete del director general con el encargo de escribir los discursos del senegalés Amadou-Mahtar M'Bow (fallecido a los 103 años este 24 de septiembre de 2024). A propósito de ese periodo, desliza algún comentario socarrón cuando cuenta que M’Bow no sabía leer sus discursos, por lo que había que resaltar con lápiz rojo y azul las frases y palabras más importantes, las pausas o los énfasis de entonación.

Definitivamente la burocracia de la Unesco no era lo que prefería, por ello decidió regresar al servicio diplomático francés cuando se abriera una oportunidad. Esta se dio con su nombramiento en 1983 como consejero cultural de la embajada de Francia en Roma, donde lo visité alguna vez en el maravilloso palacio Farnese, de arquitectura renacentista, cedido en 1936 a Francia por el gobierno italiano durante 99 años, situado a dos cuadras del rio Tíber y muy cerca de la plaza Campo di Fiori, donde el año 1600 fue quemado vivo por la Santa Inquisición el astrónomo, filósofo y poeta Giordano Bruno. Los dos años de Pierre en Italia fueron de esparcimiento y dedicados a la cultura, para lo que Roma se presta con creces. Además, fiel a sus inclinaciones traviesas, alquiló un departamento donde el dormitorio contaba con una enorme cama matrimonial rodeada de espejos.   

Los capítulos siguientes de las memorias de Pierre Kalfon parecen narrados con más prisa que placer. Su actividad diplomática en Uruguay (1988-1990) como consejero cultural, su regreso a París (1990-1992), sus múltiples viajes por el mundo, su dedicación a los hijos y nietos, se entretejen en un relato más pausado que rescata episodios dispersos.

Lo más importante de los años que siguen es su investigación para la biografía del Che, considerada una de las mejores junto a la de Jon Lee Anderson. Para escribir Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo, publicada primero en francés en 1997 (y luego en castellano, portugués, italiano y algún otro idioma), Pierre dedicó varios años de su vida no sólo a reunir una enorme biblioteca relacionada con el personaje, sino a recorrer los lugares por los que el Che había pasado y a entrevistar a quienes lo habían conocido.

El inicio de su investigación en 1991 coincidió con su regreso a Chile después del retorno a la democracia y la caída en desgracia de Pinochet (que no sólo resultó ser un dictador sino un ladrón de marca mayor). Pierre volvió por la puerta grande al país de donde había sido expulsado. Como consejero cultural de la embajada de Francia (un rango más alto que el de agregado cultural, que había ocupado a principios de la década de 1970), encontró de 1992 a 1995 un país muy diferente. “En este regreso a Chile, Nicole y yo sentimos la misma ansiedad impaciente de los exiliados que vuelven a casa después de veinte años de ausencia. Sabíamos, por supuesto, que diecisiete años de dictadura habían tenido un efecto definitivo en la sociedad, en el comportamiento de la gente y en su visión política. Pero no sabíamos hasta qué punto se había transformado la mentalidad general”, escribe con amargura. “Nos cambiaron nuestro Chile”, agrega al constatar que el país combativo y solidario que habían conocido, era ahora “un país como los otros”, motivado por el dinero, el consumismo y las apariencias.

Aun así, retomó el proyecto-sueño de construir una casa octogonal en su “querencia”, una colina cerca de San Pedro de Atacama, el lugar que le había fascinado siempre a pesar del paisaje austero y desértico. Pero al consultar sobre la disponibilidad de agua tuvo que abandonar la idea. Aunque no del todo… Escribe en sus memorias que en su testamento dejó establecido que sus cenizas sean dispersadas en aquel lugar. Algo que habría de suceder más temprano que tarde.

La última etapa de la vida y del relato biográfico de Pierre Kalfon transcurre en París a partir de 1995, dedicado de lleno a la actividad intelectual, para lo cual se empeñó en fabricar un buen escritorio y estanterías con media tonelada de madera mañio (Podocarpus nubigenus) endémica en la Patagonia, que llevó desde Chile en el contenedor diplomático al que tenía derecho. Durante ese periodo retomó los viajes de investigación para escribir la biografía del Che. Le dedicó dos años a la escritura, a mano, como siempre. Las únicas interrupciones que se permitía eran para nadar muy temprano en la mañana y para unir su voz a una coral que se reunía una vez por semana en la parroquia de Saint Médard.

Loyola Guzmán, Pierre Kalfon y Ted Córdova Claure

Bolivia fue una de las etapas de su investigación y pude colaborar en el empeño convocando a mi casa, para una velada de animadas conversaciones, a Loyola Guzmán, a Freddy Alborta, a Ted Córdova Claure, a Marcelo Quezada, a Carlos Soria Galvarro y a Amalia Barrón, todos ellos vinculados en mayor o menor medida con la presencia del Che en Bolivia. Pierre menciona ese encuentro en sus memorias y cuando su libro sobre el Che se publicó, me obsequió uno de los primeros ejemplares con una dedicatoria que subraya el logro de haber creado una biografía y no una hagiografía: “Querido Moro, Encore merci pour m’avoir aidé à investiguer l’histoire bolivienne de ce Che à présent débarrassé des secrets de l’hagiographie”. 

No estaba todavía impreso el libro en la editorial Le Seuil, que ya se realizaba un filme documental con guion de Kalfon, dirigido por Maurice Dugowson (fue la última película del director francés, fallecido en 1999) y se estaban negociando versiones a otras lenguas. Pero la traducción al castellano realizada en Barcelona por Plaza & Janés hizo montar en cólera a Pierre porque era pésima y tuvo que corregirla él mismo de pe a pa durante el verano de 1997, con tanta rabia contenida durante ese proceso, que al concluir la tarea fue hospitalizado con un cólico nefrítico.

Es poco usual que en una autobiografía el autor se ocupe de lapidar verbalmente a personajes que le caen mal o que le han hecho algún daño, pero Kalfon lo hace varias veces a lo largo del libro, sin rodeos, con claridad y contundencia. La explicación está no solamente en su libertad de pensamiento adquirida de joven y cultivada a lo largo de su vida, sino también porque este testimonio de vida era parte de un plan concebido meticulosamente.  

La vista de Pierre se deterioraba progresivamente, ya no podía escribir y tampoco leer, aunque lo hizo un tiempo con una lupa enorme que le permitía descifrar textos cortos. Ello no impidió que fueran intensas las actividades en los últimos años de 1990 y toda la primera década del nuevo siglo y milenio. Con el cineasta chileno Patricio Henríquez retornó a Santiago para filmar 11 de septiembre, el último combate de Salvador Allende (1998) donde reconstruye con exactitud la soledad histórica de sus últimas horas y el dramático suicidio de Allende, con testimonios de testigos presenciales. Ese mismo año reunió sus mejores textos sobre Chile publicados dos décadas antes en Le Monde y en Le Nouvelle Observateur, en el libro Allende: Chile 1970-1973, con prefacio del historiador Marc Ferro, su maestro de historia en Orán y amigo desde entonces (otra casualidad: profesor mío en la École Pratique de Hautes Études, en París).  

Su espíritu inquieto lo lleva a iniciar una nueva aventura el año 2000: su novela Pampa (2007) cuyo origen fue una tesis doctoral que nunca cristalizó como tesis, pero sí como un apasionante relato histórico. Para prepararla viajó a Argentina y se adentró durante casi tres meses en un jeep 4 x 4 en los lugares donde la historia de fines del siglo XIX situaba a los personajes y los hechos. Recorrió 11 mil kilómetros en pleno verano austral. Quería sentir el entorno geográfico para no escribir de memoria. Al leer la novela el lector sabe que Pierre estuvo allí, que sus descripciones no sólo se ajustan a la realidad, sino que la recrean en los menores detalles. “Ya terminé mi novela, sólo me queda escribirla”, dice parafraseando a Racine. 

Con esa obra cierra con broche de oro su actividad creativa. Cuando reflexiona en sus memorias sobre Argentina, rinde un homenaje a esa América Latina que adoptó y que fue tan importante para toda su familia, sus cuatro hijos, once nietos y ocho bisnietos. El parto de la novela fue largo, nunca antes había tardado tanto en escribir una obra. Luego, la unidad del libro autobiográfico se rompe para dar paso a un rompecabezas donde se acomodan en la gran fotografía de su vida, las anécdotas, los viajes de placer a diversos rincones del mundo, las invitaciones para presentar sus películas y sus libros anteriores, los encuentros con personajes interesantes, los comentarios sobre política francesa y los infaltables episodios eróticos de los que se vanagloria discretamente, sin ir más allá de las menciones que cualquier lector atento puede interpretar. En la conclusión se refiere a esos frecuentes “guilledou” que Nicole toleraba porque tenía la certeza de ser la única mujer de su vida, Pierre dixit.

Aunque casi ciego y con 80 años encima, no le faltaba energía para seguir practicando, además, otros deportes de alta exigencia física. Era tan feliz esquiando o buceando como lo había sido lanzándose en paracaídas cuando era muy joven. Todo esto está narrado a partir de las notas que tomaba para no olvidar aquello que ya vislumbraba que sería parte de sus memorias. De ahí la impresión fragmentaria de las últimas páginas, donde ya no se toma el tiempo de desarrollar los episodios que la vida le sigue regalando.

Diez líneas antes de poner el punto final a sus memorias y de transcribir en su integridad el poema/canción de Violeta Parra, parece anunciar el desenlace: “Hay que saber retirarse cuando llega el momento”. 

Terminé de leer con emoción las memorias que Pierre Kalfon escribió exclusivamente para su familia y amigos, sin otro sello editorial que su propio nombre. Lo hizo sin pretensiones literarias, en un estilo directo, fresco y sincero. Dan ganas de volver a París y visitarlo una vez más en el departamento de la Rue de Quatrefages para darle un fuerte abrazo, cruzar observaciones, encuentros comunes o lugares en los que coincidimos en diferentes etapas, o simplemente caminar juntos por las arenas romanas de Lutecia, la Gran Mezquita de París o el Jardín de Plantas, lugares emblemáticos de su barrio. Pero sé que ello ya no es posible. Gracias a la vida se publicó en septiembre de 2019. Un mes más tarde, el 14 de octubre, meses antes de cumplir 90 años de edad, decidió partir en tranquilidad y en paz con la vida que vivió intensamente.

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La tragédie est faite, il ne reste plus qu’à l’écrire.

—Jean Racine

 

05 noviembre 2024

Jeanine Añez, presidenta constitucional

(Publicado el sábado 4 de octubre de 2024 en Brújula Digital, Público Bo, ANF, EjuTv y Cabildeo Digital)

Ya me cansé de quienes ponen en la misma balanza a Evo Morales o Arce Catacora y a Jeanine Añez, y acusan a esta última de todos los males. Revelan no solamente desconocimiento de los hechos, sino mala leche. Son tamborileros del desfile de mentiras del oriundo de Orinoca y del des-gobierno de Arce Catacora, que achaca su mal manejo del Estado a los dificultosos 11 meses de gobierno de la presidenta Añez.

Qué fácil es ensañarse con una persona encarcelada, sin posibilidades de defenderse no solamente de la batería de juicios grotescos que le han puesto encima, sino de la denigración y difamación de quienes equiparan los casi 20 años de corrupción generalizada del masismo, con tres o cuatro casos lamentables que se dieron durante la escarpada experiencia de gobierno de transición que le tocó a Jeanine Añez. Y digo bien “le tocó”, porque es lo que corresponde: fueron a buscarla a su casa en Beni para que ocupe la presidencia de la República en respeto del orden de sucesión constitucional. Ella no hizo nada para “merecer” ese honor y esa cruz que hasta ahora carga, y menos aún un “golpe” que se le achaca sin otra base que el odio delirante del cacique del Chapare.

Tal como ha denunciado el exministro de Justicia y Transparencia Institucional, Iván Lima, todo el circo que mantiene cruelmente encarcelada con un juicio penal a Jeanine Añez no es sino “un capricho” de Evo Morales, ahora perseguido por estupro y trata (pero aún no por un centenar de otros motivos graves por los que deberían procesarlo y encarcelarlo).

Si se tiene un mínimo de honestidad (y si se sabe leer), se puede comprobar fácilmente la secuencia de los hechos vividos en 2019, plenamente documentados en el libro Relato de un pueblo (2022) publicado por la Asamblea de Derechos Humanos de La Paz, con un prólogo que me honra haber escrito. Ahí está todo. Lean, flojos.

La secuencia es cristalina: ante la renuncia en cascada de Evo Morales, de García Linera y de las cabezas del Senado y de Diputados, le correspondía por precedencia a la segunda vicepresidenta del Senado ocupar la presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional y luego la presidencia del Estado. Los desmemoriados de mala fe prefieren olvidar que esa sucesión fue avalada por todos los partidos políticos (inclusive el MAS), y por el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) que todavía era una instancia legítima. ¿Pero para qué estoy repitiendo todo esto si todos ya lo saben?

Eva Copa, Jeanine Añez y Sergio Choque

Lo hago porque, aunque es un disparate, el MAS (en sus dos perversas versiones) insiste en que la expresidenta constitucional, que gobernó 11 meses con el propósito principal de convocar a elecciones generales (y lo hizo con el aval de la Asamblea Legislativa Plurinacional presidida por Eva Copa, del MAS), es culpable de todo… mientras otros andan sueltos, tranquilos, y ni siquiera se los cita como testigos en los juicios de un “golpe” que nunca existió.

Quien debería estar preso y procesado por fraude electoral ampliamente demostrado es Evo Morales. Su fraude fue tan grotesco como el de Nicolás Maduro, apoyado también por un tribunal electoral sometido al poder Ejecutivo. Tan evidente fue, que poco antes de huir del país el mismo Evo Morales “destituyó” por decreto a todo el Tribunal Supremo Electoral, como para lavarse las manos y desmarcarse del fraude, que además fue confirmado por las dos empresas de cómputo contratadas por el propio TSE para garantizar la transparencia del proceso: Neotec y Ethical Hacking.

El extenso informe de la OEA y los peritajes de universidades bolivianas y del ingeniero Villegas no hicieron sino confirmar, mediante el análisis de grupos de actas distintas, las irregularidades del proceso electoral. Eso lo saben todos los bolivianos, pero algunos no lo admiten porque son cómplices y se hacen los ciegos por oportunismo.

Se acusa a Jeanine Añez de dos casos de corrupción durante su gobierno, pero esos casos tienen nombre y apellido, y ella no es responsable directa. El pillo Murillo le fue sugerido como ministro de Gobierno por un millonario con veleidades políticas que anda tan campante mientras la expresidenta está presa. Murillo está pagando su condena en Estados Unidos (por un sobreprecio de $US 2,3 millones en compras para la Policía Nacional), pero merecería un castigo mayor por el daño moral que le hizo a la imagen del gobierno de la presidenta Añez.

Arturo Murillo

Luego está el “caso respiradores”, comprados por el ministerio de Salud, donde la acusada, la doctora Eidy Roca (ahora apartada del proceso) es una víctima de la persecución, a punto de perder la vida como antes sucedió con el ingeniero José María Bakovic y con Marco Aramayo, ambos torturados sicológicamente y físicamente hasta su muerte. El monto del supuesto negociado de los respiradores es una bicoca en comparación con cualquiera de los desfalcos del MAS: Fondo Indígena, Gabriela Zapata, Catler Uniservice, Banco Unión, YPFB, barcazas chinas, satélite Tupaj Katari, Neurona Consulting, Quiborax, museo de Orinoca, Jindal, sede de Unasur, y una larguísima lista de un centenar de hechos de corrupción. Además, el responsable de la compra de los respiradores (en momentos en que proliferaba en el mundo la especulación de precios de insumos por la emergencia de la pandemia) fue un masista encargado de adquisiciones en el ministerio de Salud. Otra vez, justos pagan por pecadores en la pantomima de la “justicia” masista.

En el plano político están las acusaciones por las muertes de Senkata y Sacaba, de las que el responsable directo es Evo Morales pues desde México hizo llamadas telefónicas a dirigentes del MAS de El Alto y del Chapare, para que cercaran las ciudades y causaran conmoción. Lo hicieron, fieles a las órdenes recibidas del “jefazo”, lanzando a las calles a grupos belicosos que se enfrentaron a las fuerzas del orden con el grito: “ahora sí guerra civil”. Se desplazaron desde el trópico hasta Sacaba con el propósito de avasallar la ciudad de Cochabamba. ¿Qué habrían hecho si lograban ingresar por la fuerza a la capital del valle? No quiero ni imaginar lo que hubiera sucedido si no intervenían las fuerzas encargadas constitucionalmente de mantener el orden, como en cualquier país con leyes que protegen a los ciudadanos.

Muro perimetral derrumbado en tres lugares

Y el caso de Senkata es aún más escalofriante: los agresores (que no eran vecinos del lugar) derrumbaron en tres lugares (hay fotos y videos) el muro perimetral de protección de la planta de almacenamiento de combustible. ¿Qué hubiera sucedido si ingresaban y no eran repelidos por los soldados que custodiaban el lugar? ¿Qué pasaba si lograban incendiar los depósitos? ¿Cuánta gente de El Alto hubiera fallecido? En cualquier país del mundo civilizado, sin excepción, las fuerzas del orden protegen los bienes del Estado. Repito: sin excepción. Esa defensa era justificada y legítima desde todo punto de vista. Los que llaman a eso “genocidio” ni siquiera han abierto un diccionario para ver la definición del término.

Lo sucedido en Senkata y Sacaba fue dramático por el saldo de una docena de muertos, y nadie hubiese querido que ocurra, pero Evo Morales quería que sucediera, esa era su estrategia de provocación, y sin embargo ni siquiera ha sido citado como testigo de los juicios donde supuestamente es la “víctima”, cuando en realidad es el instigador y el verdugo. El absurdo es tan grande, que pasará a la historia como caso de estudio sobre la corrupción del sistema judicial y su sometimiento al poder político.

foto: Los Tiempos

Parece que algunos bolivianos de mala leche (tanto masistas como otros) olvidan el contexto que se vivió durante los 11 meses de gobierno interino. Les voy a refrescar la memoria, con mucha indignación por su indolencia y por su “desmemoria”: las elecciones generales estaban fijadas para el mes de mayo, el plazo mínimo necesario para organizar un proceso electoral nacional. Sin embargo, a fines de enero se declaró en el mundo una pandemia como la humanidad no había vivido antes. Ni la gripe española de 1918 (que se inició en Estados Unidos y fue la más mortífera), había llegado a América Latina. En cambio, el COVID 19 no dejó libre de contagio a ningún rincón del planeta, fue la primera pandemia realmente mundial. No se sabía qué era exactamente, ni cómo enfrentarla. Fueron meses de incertidumbre, miedo, caos e improvisación en todo el mundo. Bolivia no fue una excepción: el 10 de marzo de 2020 se detectaron los primeros casos y el país cerró sus puertas a fines del mismo mes, como otros países de la región y del mundo. ¿Ya hemos olvidado ese drama global? ¿O los terraplanistas del MAS siguen creyendo que fue una conspiración del imperio?  

foto: ABI

En esas condiciones precarias tuvo que gobernar Jeanine Añez, atacada por todos los frentes, con una insensibilidad de sus agresores que debería darnos vergüenza colectiva. Incluso dentro del círculo más cercano a la presidencia fue víctima de maquinaciones y pésimos consejeros. El colmo de colmos es ahora algún trasnochado diputado de Creemos, aprendiz de dictador, que le reprocha por no haber hecho “desaparecer” al MAS durante su gobierno, seguramente con una varita mágica. 

Jeanine Añez

Ahora bien, ¿cometió errores la presidenta Añez? Por supuesto que sí, pero ninguno de los errores la hace merecedora de la cárcel por más de tres años, desde el 12 de marzo de 2021. A mi entender, cometió dos errores principales, y ambos tienen el mismo responsable político que la “aconsejaba”. Por una parte, el nombramiento como ministro de Gobierno del pillo Murillo, prohijado por Samuel Doria Medina, y por otra, la pretensión de ser candidata a las elecciones generales de 2020 (aunque desistió a tiempo) cargando como candidato a la vicepresidencia adivinen a quién… A su consejero político, el jefe del partido Unidad Democrática, a quien nadie le pide cuentas e incluso anda explorando las posibilidades de ser otra vez candidato. Hasta ahora no entiende que le falta carisma y claridad política, y que ninguna de las dos se compra con millones de dólares ni con toneladas de arrogancia. Mejor que siga bailando para aparecer en TikTok, al menos eso era ridículo, pero no hacía daño a nadie.  

Las cosas claras y el chocolate espeso: la iniquidad que se ha cometido con la expresidenta constitucional Jeanine Añez es monstruosa y aberrante, no sé cómo calificarla con palabras más duras. Quisiera que algún día paguen no solamente quienes la mantienen en la cárcel bajo acusaciones inadmisibles, sino también quienes la aconsejaron mal, quienes le dieron la espalda después y quienes opinan sobre ella con el peso de sus lenguas viperinas y pérfidas.

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Where all are guilty, no one is; confessions of collective guilt are the best possible safeguard against the discovery of culprits, and the very magnitude of the crime the best excuse for doing nothing.

Hannah Arendt