07 mayo 2025

La globalización feudal

(Publicado el sábado 3 de mayo de 2025 en Brújula Digital, Público Bo y ANF)

Imagen generada con Meta AI (©Gumucio)

En términos de la globalización, hay un antes y un después de la pandemia del coronavirus del año 2020. Ese hecho histórico está íntimamente relacionado con las nuevas manifestaciones de la globalización y no puede ser soslayado. Ciertamente, hemos vivido otras formas de globalización o de mundialización (como dicen en Europa), desde el siglo pasado, incluso algunos autores se remontan a la revolución industrial de fines del siglo XVIII, mientras otros le otorgan mayor peso global a la revolución digital a partir de la creación de internet. Lo cierto es que ha habido sucesivas oleadas y que la pandemia ha sido un hecho globalizador de carácter instantáneo: en apenas tres días el mundo entero se detuvo por primera vez en su historia, cerraron todos los aeropuertos y fronteras, y nos vimos de pronto sumidos en una incertidumbre global, con más preguntas que respuestas.          

La gran paradoja de ese hecho globalizador, es que el coronavirus obligó a la humanidad a encerrarse, a replegarse sobre sí misma, en lugar de abrirse como era propio en los procesos globalizadores (ya sea económicos o culturales), que eran progresivos, nunca antes tan concentrados en un momento definido y con tanto alcance territorial. Nunca antes estuvimos tan vinculados de manera inmediata por un fenómeno globalizador que no lo es solamente por su alcance poblacional, sino porque afectó también de manera inmediata la economía, la sociedad, la política y la cultura. Podemos desglosar esos planos del quehacer humano y en cada nivel encontraremos impactos globales, imbricados en un mismo tejido: el medio ambiente, la salud, la educación, las migraciones, los recursos naturales, la geopolítica, la ciencia, la investigación, la convivialidad, el multilateralismo, las comunicaciones, los desafíos energéticos, las políticas de Estado, la democracia, etc. 

Esos términos contienen conceptos diferenciados, pero están todos relacionados en un mismo sistema complejo. Por mi formación inicial de cineasta, pero también por mis investigaciones académicas sobre sistemas complejos (Piaget y Rolando García), recomiendo una película reveladora y visionaria, que predijo diez años antes, escena por escena, lo que nos tocó vivir en la pandemia: Contagio (2011) de Steven Soderbergh, interpretada por una pléyade de formidables actores. Lo extraordinario de ella es la precisión milimétrica con que el guionista y el director imaginaron lo que iba a suceder en 2020.      

Contagio (2011) de Steven Soderbergh

Todo está allí, narrado día a día durante las primeras semanas de una pandemia que, por definición, es un hecho globalizador: se inicia en Asia, a partir de un animal que transmite el virus a una persona que viaja a occidente, que contagia a muchas otras siguiendo las mismas pautas y la velocidad de reproducción con que diez años más tarde se produjo la expansión del coronavirus. El director ha tenido la habilidad de mostrarnos la relación íntima que existe entre el cuidado del medio ambiente y el virus: lo que pasó está relacionado con procesos de deforestación que expulsan de su medio natural a animales que portan virus transmisibles a humanos. Las consecuencias son globales: intervienen las relaciones internacionales, el papel de la OMS y de la investigación científica, el poder del dinero y de las empresas farmacéuticas, la marginación de los más vulnerables, los costos sociales y económicos, la transformación de la vida cotidiana, la violencia social, las migraciones, la geopolítica, etc. Todo lo que hemos vivido en 2020, condensado en dos horas de cine, lo cual, a su vez, es una muestra de la incidencia enorme de la cultura popular globalizada, con sus ventajas y desventajas.          

Pensamiento feudal globalizado

A partir de 2020 (que coincide con la primera presidencia de Donald Trump), se inicia una suerte de globalización feudal. Me explico: nunca antes nuestro planeta ha estado tan librado a decisiones feudales que se toman en los centros de poder económico y político del mundo. Ya no se trata de una repartición de zonas de influencia del planeta, como sucedió durante la época colonial en África y Asia, cuando las potencias (Francia, Inglaterra, Bélgica, etc.) trazaron las fronteras que hasta hoy persisten. Hoy vivimos algo diferente y más grave: el trilema de Dani Rodrik (2007) —globalización, Estado nación y democracia— parece tan lejano como la revolución industrial, apenas un objeto de estudio académico. Hoy, el planeta entero está a la merced de dos señoríos medievales con un alcance planetario. Por una parte, el sistema Trump (que es mucho más de lo que representa Estados Unidos como potencia), y por otra, el sistema feudal de China, encarnado en la figura de Xi Jinping, primer presidente en obtener el tercer mandato consecutivo a la cabeza de los principales órganos de autoridad. Ni Mao, el “gran timonel”, en su mejor momento, había concentrado tanto poder.       

Hay otros actores en esta etapa globalizadora, pero disminuidos como sucedió después de la Segunda Guerra Mundial. La vieja Europa ha sido reducida a un papel reactivo, sintiéndose como araña fumigada por dos costados, al igual que Canadá. Mientras tanto, los países petroleros del golfo pérsico mantienen su crecimiento económico exponencial, pero se alejan de cualquier tema de conflicto, como si dijeran: no nos metemos con el pleito feudal global, y ustedes no se metan con nuestra sociedad discriminadora y ajena a los derechos humanos. 

En ese contexto global polarizado, América Latina y África no tienen peso político, pero cargan con el peso de las consecuencias. Los BRICS harán lo que China decida, a menos que India y Brasil hagan valer su condición de las mayores economías en sus regiones. Rusia, con Vladimir Putin como jefe supremo vitalicio, con más de 30 años en el poder absoluto, jugará hábilmente como bisagra entre China y Estados Unidos, para los que no constituye una amenaza, sino un factor de equilibrio por su influencia en países del todavía existente “tercer mundo”. En la guerra de agresión de Rusia a Ucrania, confluyen paradójicamente los apoyos directos o velado de China y Estados Unidos. Rusia es la bisagra geopolítica.     

Los dos señores feudales que dominan el planeta lo hacen de diferente manera. 

Trump no deja de tener razón cuando proclama demagógicamente “Make America Great Again (MAGA)”. No nos equivoquemos minimizando el alcance de su prepotencia, creyendo que es solamente un slogan demagógico, porque en algún momento seremos simplemente caña de moler. Estados Unidos sigue siendo la principal potencia económica mundial, aunque los desmanes de Trump tengan un costo social y de infraestructura muy altos. Su deuda pública se eleva a cifras irreversibles, con muchísimos ceros, mientras que su industria está en decadencia y en la periferia urbana crece la violencia y la discriminación. 

Dibujo de ©Magú 

Aunque hace pocos meses nos hubiera parecido una locura, Trump pretende imponer su globalización feudal por las armas, sin excluir la expansión territorial. No sólo ratifica el papel de árbitro mundial que ejerce Estados Unidos, sino el de policía del planeta, con criterios más cercanos al terrorismo de Estado que a la democracia. No sólo ha desatado una guerra comercial, sino una guerra militar. Eso de “recuperar” el canal de Panamá (por lo tanto, el país entero) o Groenlandia, no es sólo una amenaza, es un anuncio. Los bombardeos de Yemen, de los que poco se habla porque el horror de Gaza mantiene las miradas dirigidas hacia Israel, son un globo de ensayo para la estrategia de control territorial a través del juego de dividir para reinar. Lo mismo hizo en Camboya cuando fabricó el ejército de los Khmer Rojos, o en Medio Oriente cuando armó a ISIS. No es improbable que divisiones políticas en la propia población de Groenlandia (resentida con Dinamarca), faciliten una ocupación de facto de su territorio.         

Dibujo de ©HenriCartoon 

La estrategia de Trump es sorprender lanzando bombas de fragmentación verbales para ver cómo reacciona el planeta. Hasta ahora ha tenido más éxito fuera de las fronteras de Estados Unidos que adentro. Una cierta institucionalidad que todavía subsiste en Estados Unidos ha permitido que jueces independientes, en aplicación de las leyes y de la constitución, puedan frenar o al menos cuestionar algunas de sus medidas altamente antisociales, pero probablemente serán neutralizados por nuevas “órdenes ejecutivas” que otorgan poderes absolutos al presidente. Un indicio del descontento interno es el impresionante discurso del senador demócrata de New Jersey, Cory Booker, quien el lunes 31 de marzo pasado habló en la cámara del Senado (en vivo y en directo por TV) durante 25 horas y 4 minutos, sobre lo que significa la segunda presidencia de Trump para los ciudadanos de su país.        

A nivel internacional vemos reacciones de temor y alarma, en algún caso desafiantes (Canadá o Alemania) y en otros casos conciliadoras (Francia o México). Europa parece desconcertada y desconcentrada. Trump está tomando el pulso de su paciente global antes de administrarle la dosis adecuada de veneno (sin la discreción de Putin cuando hace lo propio con sus adversarios). Si Trump siente que ha ido muy lejos, por ejemplo, con las tarifas que terminarán afectando en el corto plazo a la industria de su país, o la expulsión de migrantes que afectará a la agricultura, podrá retroceder unos pasos sin que ello signifique una derrota, pues ya habrá avanzado demasiado en la dirección a la que quiere ir para mantenerse en el poder otros cuatro años, aunque la constitución lo prohíbe. 

Trump pretende crear una burbuja de impunidad para sí mismo y para favorecer a los gigantes tecnológicos (Meta, Musk, Amazon, etc.) sobre los que se sostiene Wall Street, pero no debemos menospreciar el hecho de que la apuesta de cerrar las fronteras (migración, tarifas) y al mismo tiempo ampliarlas hacia nuevos territorios con ventajas económicas (Groenlandia, Panamá), marcará la geopolítica mundial durante su gobierno. Ya no podemos reducir el análisis al caso patético de un loco megalómano, ignorante y corrupto que dice estupideces, como tan bien lo describe el escritor inglés Nate White. La política proteccionista global de Estados Unidos puede ser un gran éxito para Trump o un fracaso rotundo, dependiendo de cómo respondan los otros bloques mundiales, sobre todo Asia y Europa.         

China mueve sus peones 

Por otra parte, está el feudalismo chino. La globalización económica de los últimos cincuenta años no ha favorecido tanto a Estados Unidos como a China. Sin grandes alardes, en los 12 años que tiene de gobierno Xi Jinping ha transformado su país hacia adentro, con obras de infraestructura gigantescas y maravillosas (por qué no decirlo, los son), un desarrollo tecnológico y científico abrumador, y una productividad laboral que sólo un sistema tan centralizado y autoritario puede garantizar. Hemos visto la evidencia del hospital de Wuhan, de 1.600 camas y alta tecnología construido en diez días, puentes y estaciones de trenes de alta velocidad en 48 horas, ciudades enteras que florecen en un par de años, y otras proezas que igualan las más grandes del mundo contemporáneo. No por nada la muralla China es el parámetro de grandeza de esa civilización. Al mismo tiempo, China ha ocupado territorios en todo el mundo sin necesidad de bombardearlos. Su voracidad por las materias primas y su imperiosa necesidad de expandir mercados ha resultado en la ocupación sigilosa de economías y territorios donde hace apenas una década era impensable semejante penetración. 

Cuando trabajé en África en la década de 1990, la presencia internacional en la economía se reducía a supermercados cuyos propietarios eran indios, y empresas europeas de hotelería y turismo. El neocolonialismo europeo palidece hoy de humildad frente al avasallamiento chino. Las inversiones son enormes y no solamente generan empleo sino una cultura de trabajo eficiente antes inexistente en África. La explotación laboral de las empresas chinas supera con creces a las formas arcaicas y salvajes de explotación de niños en yacimientos de cobalto y coltán, en su mayoría víctimas de empresas de Europa, Estados Unidos y también China. Esta última, con más capacidad y más inversión, ha llegado a África para quedarse, además de afianzarse aún más en Asia. El más cercano golpe a la arrogancia de Estados Unidos, es el tratado de libre comercio entre China, Japón y Corea del Sur, que se hizo público el 30 de marzo de 2025: tres potencias económicas, las dos últimas aliadas incondicionales de Estados Unidos, pero que esta vez unidas por sus intereses regionales.       

Mega puerto en Chancay, Perú 

La presencia china en Latinoamérica es aún pequeña comparada a la que tiene en África y, por supuesto, en los países asiáticos de su periferia. El mega puerto de Chancay, a apenas 75 kilómetros de Lima, aparece como la inversión más emblemática en nuestra región, pero está también la red de transmisión de electricidad de ultra alta tensión desde la central hidroeléctrica de Belo Monte (Brasil), el parque solar Cauchari, cerca de Jujuy (Argentina), el segundo más grande de la región con un millón de paneles solares. Además, gigantescos proyectos de litio en Argentina y Chile, la represa hidroeléctrica Rucalhue en Bío Bío, en el centro de Chile, la explotación minera de Mirador en la Amazonía ecuatoriana, y otros proyectos mineros y carreteros bajo la iniciativa llamada “de la Franja y la Ruta”. China es el primer destino de exportaciones de Brasil, Chile, Perú, Uruguay y Panamá; y el primer origen de importaciones para Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Paraguay, Ecuador, Perú y Bolivia. Entre 2000 y 2024 el comercio entre el país asiático y nuestra región se multiplicó por 35.         

Dibujo de ©Marian Kamensky 

Los grandes proyectos chinos favorecen la expansión china de la misma manera que lo hacían los programas de desarrollo de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. La filosofía es la misma: crear condiciones económicas en Asia, África y América Latina para que la mejoría del poder adquisitivo (países de renta media) impulse la creación de nuevos mercados para los productos chinos, favorecidos por la nueva política arancelaria de Estados Unidos. Las consecuencias de los megaproyectos chinos para los países receptores han sido estudiadas y denunciadas por instituciones de investigación: daños al medio ambiente y al tejido social local, contratos desventajosos para los países receptores (con cláusulas secretas), injerencia en políticas públicas nacionales, entre otros. Más de 50 organizaciones de la sociedad civil presentaron en febrero de 2023 al Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CDESC) de la ONU un informe que analiza en detalle 14 proyectos (de energía, infraestructura y extractivos) de empresas chinas en nueve países latinoamericanos, donde se denuncia impactos ambientales negativos.           

Aunque Bolivia no significa nada para China en términos económicos, el horizonte de los intercambios comerciales ya tiene efectos nocivos en nuestro país. Un ejemplo es la producción de carne vacuna que se exporta a China, con graves daños ambientales por la deforestación masiva para pastizales y el uso intensivo de fuentes de agua dulce. Ello no representa nada para el consumo en China, pero deriva en un daño mayúsculo para Bolivia: China cuida sus bosques para que nosotros destruyamos los nuestros.             

Entre los dos proyectos de dominación feudal, nuestra región está en mayor desventaja que otras, cuyas economías son más fuertes y sus dispositivos políticos menos volátiles. 

 

El multilateralismo en decadencia 

En el escenario global, Naciones Unidas ha perdido su rol rector. Aunque la Asamblea General multiplique votos resolutivos, estos son letra muerta porque el Consejo de Seguridad decide y en particular los miembros permanentes con derecho a veto. Las 56 acciones de buena voluntad comprometidas por líderes mundiales en el Pacto para el futuro, firmado el 22 de septiembre de 2024, son letra muerta apenas siete meses después, porque el gobierno de Trump pulveriza con su sola indiferencia cualquier intento de disminuir su poder en el sistema multilateral. Patear el tablero de negociación es el deporte favorito del nuevo gobierno estadounidense. Ya lo ha demostrado retirándose sin pestañear de la OMS y otras agencias de la ONU. Ni siquiera necesita apartarse, basta con dejar de financiar la parte que le corresponde, que, en la tradición demócrata de Carter, ha sido siempre significativa.           

Las figuras asociativas regionales para hacer contrapeso a Estados Unidos se han debilitado al mismo ritmo que han perdido contenido sus discursos políticos. Lo más tangible en representación de lo que antes se llamaba el “tercer mundo” es el BRICS, solo que ya no responde a su idea original y está controlado por China. Ni siquiera una economía tan importante como la de India tiene peso específico, menos aún Brasil, que sería la representación latinoamericana en esa sigla. Es un chiste ver los esfuerzos de Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Cuba para adherirse al BRICS: ¿qué podrían aportarle? Más bien le restarían. En cuanto a México, su dependencia de Estados Unidos es mayor que nunca, y no le queda otro camino que estar a la defensiva y aceptar el papel que la potencia del norte le asigne en el tema de los migrantes y de las maquiladoras. Brasil tiene algo más de posibilidades de fortalecer el BRICS con un gobierno como el de Lula, pero no sabemos lo que vendrá después.        

América Latina no cuenta con una organización que represente al conjunto de la región porque con discursos no se llega muy lejos y las siglas regionales se han quedado en el discurso, incluyendo a la CAN y al MERCOSUR. La integración latinoamericana está más debilitada que nunca por fronteras ideológicas. Quizás las gestiones de Chile, Perú, México y Colombia en la Alianza del Pacífico, tendiendo la mano hacia potenciales socios asiáticos, sea un camino a fortalecer, siempre y cuando se sumen a Singapur los otros países de esa región. 

El panorama es sombrío para los Estados más débiles, con gobiernos corruptos como el nuestro, que han dilapidado las riquezas y escondido detrás de discursos de impostura su incapacidad de gestión y sus prácticas depredadoras de la naturaleza. No hay nada que esperar por ese lado. 

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Lo que preocupa es que la globalización esté produciendo 
países ricos con población pobre.
—Joseph Stiglitz  
 

 

02 mayo 2025

Abusivos, delirantes y depredadores

(Publicado el sábado 26 de abril de 2025 en Público Bo, ANF, EjuTv y Brújula Digital) 

No he visto nunca antes en mi vida un pliego petitorio tan prepotente, abusivo y delirante como el que han presentado a mediados de abril los “cooperativistas mineros”, y que el gobierno acaba de suscribir irresponsablemente. Uso las palabras “cooperativistas” y “mineros” con disgusto, porque se trata de mafias que desnaturalizan el concepto solidario de las cooperativas y son un insulto para los verdaderos trabajadores de la mina.          

Estos patrones del extractivismo sin conciencia nacional, no tienen nada que ver con las organizaciones mineras que en su momento fueron el orgullo de Bolivia, con dirigentes comprometidos y responsables que pensaban ante todo en el país, como Simón Reyes, Alberto Jara, Irineo Pimentel, Víctor López, Filemón Escobar entre otros que tuve el honor de conocer en 1967 (cuando mi padre estuvo preso con ellos en el Panóptico de San Pedro), y cuya amistad cultivé después durante las luchas de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) y la Central Obrera Boliviana (COB) encabezadas por Juan Lechín Oquendo. 

Ambas organizaciones fueron sistemáticamente desmanteladas durante los gobiernos de Evo Morales y el MAS. Por una parte, con prebendas que corrompieron hasta la médula a los dirigentes, de los cuales el nefasto Juan Carlos Huarachi es el más elocuente ejemplo de servilismo y corrupción, y por otra, fortaleciendo a los mal llamados cooperativistas hasta romper la espina dorsal de las organizaciones legítimas de los trabajadores, que durante más de medio siglo habían sido un ejemplo para toda América Latina. Fueron tan favorecidos por Evo Morales para ganar su favor político, que todos recordamos aquellos años en que andaban en vagonetas de lujo y vehículos Hummer que costaban más de 70 mil dólares.        

Lo que tenemos ahora es varias bandas delincuenciales de “mineros” con guardatojos flamantes (llenos de stickers), que nunca han entrado a una mina, que se hacen llamar cooperativistas cuando en realidad son patrones que explotan a mineros pobres y a indígenas en diferentes zonas del país donde obtienen irregularmente concesiones para extraer minerales, dañar el medio ambiente ignorando leyes y reglamentos, para luego exportar de contrabando metales preciosos sin dejar al Estado sino las migajas.          

Estos peligrosos explotadores mineros lograron que el gobierno ceda en una serie de medidas inaceptables, que no deberían tener curso porque son demandas prepotentes, abusivas y delirantes que van en contra de principios, leyes e intereses que tenemos que defender en nuestro país. “Cría cuervos y te sacaran los ojos”, eso es lo que está sucediendo, pero nadie parece haber leído el contenido de las irracionales exigencias.

Los 19 puntos del pliego petitorio son una sarta de disparates que se apoyan en el chantaje de bloqueos “en mil esquinas” y otras medidas que hacen que la población los aborrezca y los insulte en las calles. El gobierno tendría que haber intervenido con la misma fuerza que ha empleado en otras ocasiones, por ejemplo, cuando reprimió injustamente a indefensos discapacitados que pedían un reajuste del bono con el que apenas sobreviven. Hubiéramos querido ver esta semana a la policía usar camiones Neptuno, granadas de gas, porras y cachiporras, y tomar presos a los alborotadores que querían poner de rodillas a la población.          

Con la firma del acuerdo espurio, este gobierno (que sabe que está de salida), no hace más que dejarle un “presente griego” al próximo, que tendrá que lidiar de nuevo con las demandas inadmisibles del sector más abusivo y que menos contribuye al desarrollo de nuestro país. La Asamblea Legislativa Plurinacional debería inmediatamente cuestionar y anular esos acuerdos que dañan en lo más profundo al Estado, pero los diputados y senadores están demasiado ocupados con sus campañas políticas para aferrarse a las mieles del poder y sus privilegios. 

El primer punto del pliego petitorio revela las peleas internas de las diferentes mafias de ese sector, ya que exige al gobierno “Respeto y reconocimiento a la Fencomin como única Federación Nacional de Cooperativas mineras de Bolivia”. 

El asesino impune Josué Caricari

El dirigente máximo de Fencomin, Josué Caricari, ha estado preso en 2017 por su implicación en el linchamiento del viceministro Rodolfo Illanes, además de otros cuatro delitos, por lo que el Ministerio Público solicitó su detención preventiva en el penal de máxima seguridad de Chonchocoro: “El 25 de agosto de 2016 en la localidad de Panduro, se contactó con otro sindicado para llevar el auto oficial a la loma de un cerro cercano, a fin de sustraer un arma de fuego, dos bolsones y un chaleco. Posteriormente el imputado junto a otros sindicados hicieron explotar el vehículo oficial para no dejar evidencias, y trasladaron al exviceministro hasta una de las antenas de alta tensión del cerro Pucara, mientras se suscitaba el conflicto entre mineros y policías”. Estamos hablando de un asesino que le dobla el brazo a un gobierno pusilánime.         

El segundo punto del pliego entra “en materia”, poniendo sin ambages sobre el tapete el carácter depredador de la actividad, ya que demanda “Garantía para el normal suministro de material explosivo en todo el país de acuerdo al requerimiento de cada cooperativa”. Cuesta creer lo que uno lee. Estos bellacos pretenden destruir a Bolivia sin restricciones exigiendo al gobierno que les entregue explosivos “en todo el país” de acuerdo a lo que cada cooperativa demande para seguir envenenando ríos, destruyendo bosques, y operando en lugares donde no tienen autorización para hacerlo, o donde han obtenido concesiones ilegalmente. 

Dibujo de ©AbelBellido

Sigue un tercer punto digno de Ripley: en un país que está sufriendo todos los días la carencia de combustibles para trasladar alimentos, para obras de infraestructura o para que los niños puedan llegar a sus escuelas, estos malandrines piden la “Regulación inmediata en la distribución de combustible respetando los cupos requeridos por las cooperativas mineras”, es decir, quieren ser los privilegiados que tienen asegurado el combustible para sus operaciones depredadoras, cuando ni siquiera las instituciones del Estado, la Policía Nacional o el transporte municipal, tienen reservas propias de combustible.    

Los puntos 4, 5, 6, 7 y 10 son igualmente delirantes, pues estos grupos de presión que se atienen al chantaje, piden la destitución de por menos una decena de ministros, viceministros, directores y otras autoridades del Estado (porque seguramente no hacen exactamente lo que ellos quieren), y el nombramiento de otros que son sin duda afines a sus caprichos. 

¿Y qué tal el punto 8 donde demandan “Pago en dólares por la venta de los minerales”? Los trúhanes piden lo imposible en un contexto donde los ciudadanos no pueden siquiera retirar sus propios dólares de las cuentas bancarias, porque ya no hay billetes. Es como si dijeran: “Si quieren que dejemos de sacar el oro clandestinamente a Brasil y a Perú, páguenos en dólares”. 

No contentos con el avasallamiento ilegal de aires de río, de bosques en reservas forestales y de territorios indígenas protegidos, los angurrientos cooperativistas añaden en su lista (que parece una carta de navidad a Papa Noel), en el punto 11, la “Otorgación de mayores áreas de trabajo a las cooperativas mineras” y en el punto 13 la “Autorización permanente para la exportación de estaño de baja ley”. Ya hay más de 450 dragas, en su mayoría clandestinas, en los ríos en el norte del país, y numerosas operaciones mineras clandestinas en las faldas de las montañas, incluyendo en el Illimani, pero los depredadores quieren más y más y más, sin límite razonable.        

El lenguaje imperativo que utilizan no deja de asombrar. En su pliego petitorio usan varias veces las palabras “inmediata” o “permanente”, como reyezuelos feudales capaces de imponer al Estado todos sus antojos. Por ejemplo, en el punto 12, “Atención inmediata del ministro de Medio Ambiente a los requerimientos de las cooperativas afiliadas a Fencomin” y en el punto 16, “Inmediata construcción de las plantas refinadoras de zinc en Oruro y Potosí”. Es decir, quieren el Estado a sus pies y todo lo que les permita lucrar más. 

El punto 15, “La firma inmediata de todos los contratos administrativos mineros por adecuación, la firma de contratos administrativos nuevos y la firma de contratos por reubicación”, no es otra cosa que el intento de legalizar todas las explotaciones ilegales, que son la mayoría.     

Cuando en sus demandas incluyen, en el punto 17, la “Conciliación de deudas con el Servicio Nacional de Patrimonio del Estado (Senape)”, están exigiendo en realidad la condonación de esas deudas. Es decir, sólo falta que se los premie por el daño irreversible que le hacen a Bolivia.          

Los últimos puntos, 18 y 19, afectan a la legislación, que los favorece arbitrariamente como resultado de concesiones anteriores que hizo el gobierno masista. Exigen “La aplicación de la vigencia del Decreto Supremo 5095

” y “La modificación de la siguiente ley la 535, Ley de Minería y Metalurgia y modificación de la ley 400 de ley de armas”. 

Ese decreto supremo no es otro que la “Exención del impuesto al valor agregado a la importación” de bienes de capital y plantas industriales, destinadas a la minería y otros sectores. Por otra parte, la Ley 535 que pretenden cambiar, garantiza el respeto a los pueblos indígenas en situación de alta vulnerabilidad, sus derechos al agua, medio ambiente y consulta previa, libre e informada. Modificarla significa total impunidad y menos control para las operaciones mineras, levantando las restricciones sobre impactos ambientales y sobre la ocupación de reservas naturales que son patrimonio de todos los bolivianos y en particular de las comunidades indígenas que las habitan. Finalmente, la Ley de Armas que quieren modificar es la que garantiza “la convivencia pacífica y la vida de las personas; prevenir, luchar y sancionar los delitos relacionados al tráfico ilícito de armas de fuego y otros, los delitos contra la Seguridad y Defensa del Estado y la Seguridad Ciudadana”. En otras palabras, quieren armas y explosivos sin control, y libertad absoluta para hacer lo que les da la gana, como si nuestro territorio fuera tierra de nadie (que en eso se ha convertido, por obra de bellacos como estos y los narcos del Chapare, parecidos por su falta de conciencia de patria).         

Los “cooperativistas mineros” causan enormes daños en los lugares que avasallan con o sin autorización del Estado. No solamente han destruido el medio ambiente envenenando los ríos y las comunidades indígenas con mercurio, devastando bosques en áreas protegidas y explotando minerales en faldas de montaña donde es prohibida la minería, sino que además han corrompido a comunidades indígenas, y han llevado la prostitución y la violencia a los lugares donde se instalan. Los funestos resultados de esas invasiones “sin Dios ni ley” han sido documentados en detalle y denunciados por varias organizaciones de la sociedad civil, pero los gobiernos pusilánimes y sobre todo cómplices del MAS, no han ejercido las medidas de restricción y represión que deberían tomar por ley.        

Bolivia estaría mucho mejor sin estas cooperativas mafiosas. Votaré en las elecciones por quienes prometan ponerles coto, porque son una verdadera lacra, empezando por el ministro que las representa en lugar de defender los intereses del Estado.

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There is something fundamentally wrong in treating the Earth 
as if it were a business in liquidation. 
—Herman E. Daly 


28 abril 2025

Forqué, Goya y Platino 2025

(Publicado el miércoles 23 de abril de 2025 en Brújula Digital y Público Bo) 

El domingo 27 de abril de 2025 se conocieron en Madrid a los ganadores de los premios Platino. Cinco películas de largometraje aspiraban al premio mayor, cuatro a la mejor Dirección, otras cuatro al mejor Documental, y así sucesivamente hasta cubrir las 23 categorías, que sería largo enumerar, pero que se asemejan a las de otros grandes premios de cine internacionales, porque incluyen categorías técnicas y artísticas similares. 

Premios Platino

Los premios Platino son la culminación de un proceso de varios meses que lleva a los espectadores, a las películas y a sus autores, a través de tres ciclos competitivos en secuencia: los premios José María Forqué, los premios Goya y los premios Platino, que no son precisamente festivales de cine, sino premios de las academias cinematográficas. Es algo parecido a lo que sucede en Estados Unidos con los Globos de Oro, los SAG Awards y los DGA Awards, que culminan en los Oscar, los cuatro en los primeros meses del año. La diferencia es que los premios de Estados Unidos están concentrados en ese país. No son internacionales, aunque tengan una categoría para películas en otro idioma y convoquen una enorme atención mundial.      

Para quienes no están familiarizados con los tres premios iberoamericanos, vale la pena despachar estas líneas. Los Forqué son como la etapa de calentamiento de una larga maratón. Ahí se presenta toda la producción, o al menos la más importante, de América Latina y España, y de alguna manera sirve de trampolín para las otras premiaciones. Los Goya son en España como los Oscar en Estados Unido o los Cesar en Francia, donde se suelen ratificar (y santificar) las preferencias de los seleccionadores y jurados. Luego, los premios Platino suman toda la mejor producción española y latinoamericana, y desde su creación en el año 2014 han crecido de manera exponencial, para convertirse sin la menor duda en los premios de cine más importantes del mundo, por una razón lógica: son los únicos que representan a más de 30 países. No hay otro que se les parezca, en ninguna otra región geográfica. 

Premios Forqué

Es imposible ver todas las películas inscritas para los tres premios, porque son muchas. Para los premios Forqué se inscribieron 379 producciones en 2024. Para los Goya 209 largometrajes españoles, 21 europeos y 17 provenientes de América Latina (un total de 247). En los premios Platino esa cifra se cuadruplicó: 625 películas de ficción, 407 documentales, 17 de animación y 147 series de televisión. Son cifras apabullantes. Todas esas obras aspiran no solamente a la mejor película del año, sino a las otras categorías.        

Uno de los méritos de los premios Platino (que explica también su rápido reconocimiento en apenas una década), es el hecho de que no se celebran cada año en el mismo lugar, sino que alternan a uno y otro lado del Atlántico. Las ceremonias de premiación se han llevado a cabo en Panamá (2014), Marbella (2015), Punta del Este (2016), Madrid (2017, 2021, 2022, 2024), Cancún (2018 y 2019), Riviera Maya (2024) y nuevamente Madrid este año. Las profundas crisis políticas y económicas de nuestra región han impedido una mayor diversificación. 

Por mi experiencia anterior con los premios Platino y José María Forqué (de los que soy miembro del jurado), sé que no basta ver las películas nominadas, porque a veces algunas de las buenas no llegan a la lista final. En ocasiones me ha parecido que en los premios obran influencias y consideraciones ajenas a la calidad cinematográfica, por lo que no siempre son nominadas obras que lo merecerían más que otras. Sin duda se tejen relaciones de interés económico dentro de la industria de cine de España. Sin embargo, mientras más se consolidan los premios, más me parece que las mejores obras llegan a consagrarse. 

Premios Goya

En los recientes premios José María Forqué, las obras nominadas para el mejor largometraje de ficción fueron: “El 47” de Marcel Barrena (España), “La estrella azul” de Javier Macipe (España-Argentina), “La infiltrada” de Arantxa Echevarría (España), y “Segundo premio” de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez (España). Mayoría absoluta de españolas, aunque había obras latinoamericanas y también españolas mejores que dos de las finalistas, por ejemplo “La virgen roja” de Paula Ortiz (España), “Soy Nevenka” de Iciar Bollaín (España), “El lugar de la otra” de Maite Alberdi (Chile) o “Casa en flames” de Daniel De La Orden (España). Al final, ganó “El 47”, excelente film, aunque el premio del público fue para “Casa en flames”.        

En los premios Goya se confirmaron las tendencias con la preselección de las mismas cuatro obras seleccionadas para los Forqué, además de “Casa en flames”.  Por primera vez en cuatro décadas de existencia de estos premios de la Academia de Cine de España, el premio fue compartido por “El 47” y “La infiltrada”, dos de mis favoritas. No es sorprendente entonces que entre las nominadas para los Platino también figuren esas dos obras, además de “Grand tour” de Miguel Gomes (Portugal) y dos latinoamericanas: “El jockey” de Luis Ortega (Argentina) y “Aún estoy aquí” de Walter Salles (Brasil). 

El ladron de perros, de Vinko Domicic 

Centenares de películas (incluso las bolivianas: “Mano propia” de Gory Patiño, “Los viejos soldados” de Jorge Sanjinés y “Los de abajo” de Alejandro Quiroga, y una filmada en Bolivia “El ladrón de perros” del chileno Vinko Domicic), fueron quedando rezagadas en las diferentes etapas de preselección de los Platino. Sólo “El ladrón de perros” estaba entre las nominadas en la categoría de “Cine y educación en valores” y Opera Prima, con buenas posibilidades de ganar (y ganó como mejor Opera Prima, por lo que reclamarán el mérito tanto Chile como Bolivia).      

Concedamos que las otras categorías en las que participaron las películas “olvidadas” compensa de alguna manera su ausencia en los dos premios mayores: mejor Película y mejor Dirección. Por ejemplo “La habitación de al lado” de Pedro Almodóvar, estaba en las nominaciones para Mejor Guion Adaptado, Mejor Música Original, Mejor Dirección de Fotografía, Mejor Dirección de Arte, Mejor Sonido… y por supuesto para Mejor Actriz Protagonista (para ambas actrices no españolas: Julianne Moore y Tilda Swinton). 

Algo que llama la atención en estos últimos años es que muchas de las películas preseleccionadas y nominadas, tienen dos (o más) directores, como si el concepto de “autor” cinematográfico se diluyera. Quizás esto se debe a la práctica cada vez más frecuente de tándems provenientes de la publicidad y la televisión, donde se trabaja de otra manera. Esa vía la abrieron en el cine de Estados Unidos los hermanos Coen, y mucho antes en Italia los hermanos Taviani, pero no hay muchos otros casos similares. 

La infiltrada, de Arantxa Echevarría 

De las obras que se disputaron los premios mayores en los Platino de 2025, “La infiltrada” era mi preferida. Aborda un momento histórico duro en la historia contemporánea de España, cuando el movimiento independentista ETA (Euskadi Ta Askatasuna), comete acciones terroristas. El filme cuenta la historia real de Aranzazu Berradre Marín (Carolina Yuste), seudónimo de una joven policía de 20 años de edad que se infiltró en ETA y convivió con la banda terrorista logrando la desarticulación del comando Donosti. El suspenso es mayúsculo ya que uno siente como espectador enorme simpatía por esa mujer que corre riesgos tan grandes. Es formidable el retrato sicológico de la protagonista y su evolución durante ocho años para ganar la confianza de los militantes terroristas, bajo la tensión de ser descubierta y la presión del mando del operativo de la policía nacional (Luis Tosar). La relación que se teje entre ella y los otros personajes es la fuerza central del filme, que evita hacer una caricatura de ETA, aunque muestra al personaje sádico y machista de Sergio (Diego Anido), que existió en la realidad.       

El 47, de Marcel Barrena 

Otra candidata fuerte era “El 47”, también una de las que prefiero. Cada vez más, el cine español está indagando en su historia reciente, con películas magníficas basadas en hechos reales. En este caso, el argumento se remonta a 1958, en pleno franquismo (que me tocó vivir de joven), cuando la dictadura trataba de impedir que crecieran barrios periféricos en torno a las grandes ciudades. Las disposiciones legales eran curiosas, por decir lo menos: si la policía descubría casas sin techar, en pleno proceso de construcción, las hacía demoler. Por ello, había que construirlas y techarlas en un mismo día, antes de que llegara la siguiente ronda represiva. Y cuando la gente que llegaba de otras localidades más pequeñas en busca de trabajo, lograba finalmente formar una comunidad barrial, el Estado le negaba servicios básicos como agua, electricidad y transporte.         

Es sobre este último tema, el transporte, que se construye el nivel simbólico de esta historia: 20 años más tarde (en 1978, ya muerto Franco), en la época de la reconstrucción de Barcelona, el conductor del autobús número 47 se atreve a desviar su ruta para prestarle servicio a Torre Baró, el barrio periférico al norte de la ciudad. Es una historia de solidaridad comunitaria, filmada en estilo documental (cámara en mano), con personajes e interpretaciones entrañables. El entramado de relaciones humanas está muy bien descrito, sin grandes dramatismos o suspenso.      

Aún estoy aquí, de Walter Salles 

La finalista latinoamericana que se llevó los mayores premio Platino es la brasileña “Aún estoy aquí”, la película más taquillera durante la época del Covid, que costó menos de 1.5 millones de dólares hacerla, pero recaudó más de 35 millones. Situada en 1971, durante la dictadura militar, es otra obra con base testimonial, que narra la experiencia del exdiputado Rubens Paiva, quien regresa a Río de Janeiro después de seis años de exilio tras el golpe de Estado brasileño de 1964. Muy pronto, se ve envuelto en una redada militar que lo secuestra y desaparece el 20 de enero de 1971. La película está narrada a través de la memoria de Eunice, interpretada por Fernanda Torres (joven) y Fernanda Montenegro (vieja), ambas actrices hija y madre en la vida real. Es una obra plena, fuerte, que hace revivir los horrores de la dictadura y la capacidad de resiliencia de las víctimas. Esta obra obtuvo también el premio en las categorías de mejor dirección y mejor interpretación femenina. En los Goya se llevó el premio a la mejor película iberoamericana.             

El jockey, de Luis Ortega 

Entre las cinco películas que aspiraban al premio mayor está también “El jockey” de Luis Ortega, una coproducción de Argentina, Dinamarca, España, México, EEUU, aunque fundamentalmente argentina. Me pareció caricatural y falsa desde la primera escena, una comedia tan bien filmada como un anuncio publicitario. La fotografía es impecable, pero los personajes no tienen espesor. Está llena de escenas que atrapan la mirada por su colorido y su composición, pero no deja de ser una caricatura sin mucho sentido. Los diálogos son frases talladas como refranes, la música incidental no cesa nunca, los personajes extraños acercan la realización a un comic. Si todo no fuera tan maniqueo, la idea de un jockey muerto (pero no del todo), sería interesante. Junto a las otras obras finalistas, esta es la más pobre, sin asidero con nada que pueda ser importante para la vida de las personas, como no sea pasar un rato de distracción.      

Segundo premio, de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez 

No entiendo bien cómo “La estrella azul” fue finalista tanto en los Forqué como en los Goya, aunque sólo en algunas categorías de los Platino. Es la historia de un exitoso rockero español que viaja a Argentina en busca de Atahuallpa Yupanqui y de sí mismo, una suerte de reaprendizaje identitario. El filme está lleno de lugares comunes sobre nuestra región, e incluye largas secuencias de música y bailes que hacen lenta la progresión. Como su estilo es semi-documental, la fotografía no está bien cuidada y tampoco la edición. Durante la primera media hora no pasa casi nada. Mi impresión fue similar con “Segundo premio”, que también retrata en estilo documental a un grupo de música rock de Granada (España), que viaja a Nueva York a fines de la década de 1990 con la intención de reinventarse. Hay más densidad sicológica en “Segundo premio” que en “La estrella azul”.         

Soy Nevenka, de Iciar Bollaín

“Soy Nevenka” de Iciar Bollaín (que filmó en Bolivia “También la lluvia” en 2010), quedó fuera de los principales premios Forqué, Goya y Platino, pero es una excelente obra sobre el acoso sexual, basada en una historia real relativamente reciente. Todos los personajes están representados con complejidad, no hay ninguna caricatura en el relato. Los chantajes emocionales, las presiones laborales, la corrupción, la manipulación de las personas y de la justicia, todo está narrado con maestría y verosimilitud. En los premios Forqué fue finalista entre las nominadas en la categoría de Cine y educación en valores, pero no ganó. En los Goya fue nominada para las categorías de mejor Guion Adaptado, mejor Actor Protagonista, mejor Dirección de Fotografía y mejor Actriz Revelación, pero no ganó en ninguna. En los Platino estaba entre las nominadas para Cine y educación en valores, pero no ganó.        

La virgen roja, de Paula Ortiz 

A lo largo de los meses que median entre los premios Forqué, los Goya y los Platino, “La virgen roja” de Paula Ortiz (España) se mantuvo bien posicionada en varias categorías. En los Forqué fue candidata a la mejor Interpretación Femenina, pero no ganó. En los Goya acumuló nueve nominaciones: mejor Dirección, mejor Canción Original, mejor Actriz de Reparto, mejor Dirección de Producción, mejor Maquillaje y Peluquería, mejor Sonido, mejores Efectos Especiales, mejor Diseño de Vestuario y mejor Dirección de Arte, pero sólo ganó en las dos últimas. En los Platino apenas una: mejor Dirección de Arte, ni siquiera mejor Interpretación Femenina o de Reparto.  Sin embargo, me parece una de las mejores películas y la pongo sin dudarlo al mismo nivel de “El 47”, “La infiltrada” o “Soy Nevenka”, todas ellas basadas en hechos históricos reales. Es un misterio (para mí, pero quizás no en el contexto de España) que “La virgen roja” haya sido dejada a un lado.      

La virgen roja

La historia que narra es fascinante: en la década de 1930, Hildegart Rodríguez, fue educada desde niña por una madre autoritaria y exigente, para convertirse en un modelo para las mujeres del futuro. A los dos años de edad ya sabía leer, a los tres sabía escribir, “cada minuto de su vida estaba organizado de acuerdo a un plan”, a los 17 años era la abogada más joven de España y se convirtió en una escritora precoz y prolífica, que participó en política durante la formación de la República, cuando era un terreno todavía vetado para la mayoría de las mujeres. Esa educación para la libertad, pero no en libertad, tenía que hacer crisis en algún momento, cuando la joven se enfrenta a la madre posesiva e intenta desmarcarse de ella, sólo para terminar en una tragedia en 1933. El "Proyecto Hildegart", por perfecto que pareciera, tenía límites: la propia libertad de la protagonista. Si fuera una historia totalmente inventada, sería igualmente fascinante, pero lo es más cuando sabemos que se inspira en hechos históricos, representada con mucha maestría para llevarnos a la época de la República, con escenografía, vestuario, música, interpretaciones, ambientación y todo lo demás que hace a una obra de extraordinario valor. ¿Por qué no fue tomada en cuenta para los premios más importantes? Queda esa duda, pero es una película que recomiendo sin dudarlo.         

El lugar de la otra, de Maite Alberdi 

Me apena que “El lugar de la otra” de Maite Alberdi (Chile), que ganó el premio a la mejor Película Latinoamericana en los Forqué y fue finalista en la misma categoría en los Goya, no haya llegado a los Platino con buen pie, aunque está nominada en la categoría de mejor Interpretación de Reparto (pero merece mucho más). Maite Alberdi nos regaló en 2023 el magnífico documental “La memoria infinita” sobre los años finales del cineasta Augusto Góngora (a quien conocí hace mucho tiempo), enfermo de Alzheimer. En esta nueva película se remonta a 1955, cuando María Carolina Geel, una escritora muy conocida, asesina con cuatro disparos a su amante, en el restaurante del Hotel Crillón, a la vista de todos.  Mercedes, una asistente que trabaja para el juez encargado de defender a la acusada, se interesa particularmente en el caso y es sobre la relación de ambas mujeres que se construye esta historia basada en hechos reales. La reconstrucción de época es estupenda, así como las interpretaciones y los apuntes sobre la condición de las mujeres en aquellos años. A lo largo del filme se produce un proceso de identificación entre la joven Mercedes que se siente reprimida y menospreciada, y la famosa escritora a quien ve como una mujer libre, aunque está recluida en El Buen Pastor. La sicología de los personajes tiene espesor gracias a la actuación de Elisa Zulueta y Francisca Lewin. “Estamos aburridos de ser quienes somos, necesitamos un lugar donde podamos ser nadie”, es una de las frases clave del filme.              

Memorias de un cuerpo que arde, de A. Sudassasi 

“Memorias de un cuerpo que arde” es un falso documental sobre la sexualidad, vista por mujeres que no tuvieron la oportunidad de ejercerla ni hablarla sin tapujos. El filme está basado en testimonios reales de mujeres ya mayores que reviven su relación con el sexo, su vivencia del placer, de la menopausia, de la violencia y de las frustraciones. Aunque incluye escenas de flash back a la infancia, y reconstrucciones de carácter surrealista, el peso está en las voces testimoniales, es decir, en la palabra y no en la imagen. Los testimonios de varias mujeres convergen en la memoria de una, la actriz que las representa, pero ellas aparecen hacia el final, de espaldas. “Memorias de un cuerpo que arde” estuvo nominada en los Forqué en la categoría de mejor Película Latinoamericana, y también en los Goya en la misma categoría, pero no ganó. En los Platino tenía posibilidades en las categorías de mejor Guion, mejor Interpretación     Femenina, mejor Interpretación Femenina de Reparto, y ganó en Cine y educación en valores.       

Rita, de Jayro Bustamante 

Esperaba más de “Rita”, del guatemalteco Jayro Bustamante, de quien vi anteriormente “Ixcanul” (2015) y “La llorona” (2019), obras de talento que abordan la realidad política y social de su país. “Rita” lleva a otro nivel el registro fantástico que ya aparecía en “La llorona”. Es una extraña alegoría de la represión (“inspirada en hechos reales”), donde nuevamente el personaje femenino es central, como en las películas anteriormente citadas. Sin embargo, la alegoría de las niñas abusadas por sus padres (o por el Estado) es llevada al extremo en el intento de exacerbar la representación de la violencia (la inmolación final). Los personajes, las niñas encerradas en una extraña prisión, son personajes esquemáticos, sin profundidad, al igual que los diálogos.  Mucho del “mensaje” está dicho en palabras, sobre todo el desenlace del filme. “La primera coproducción Hollywood-Guatemala” no me convenció, pero sin duda la prefiero a algunas de las películas que tuvieron mejor suerte en las preselecciones de los Forqué, Goya y Platino.             

Finalmente, unos párrafos sobre las series que me tocó ver como miembro del jurado de los Platino. Las series para televisión y miniseries se han convertido en un género de extraordinaria calidad, más aún desde que grandes empresas multinacionales como Amazon, Netflix, HBO, Warner o Disney, entre otras, invierten sumas fabulosas en la producción en otros países, trascendiendo las fronteras de Estados Unidos. 

Cada minuto cuenta 

“Cada minuto cuenta” (Amazon, 10 episodios) narra el terremoto que sacudió la Ciudad de México en septiembre de 1985, con lujo de detalles, historias que se cruzan y una ambientación perfecta en el Centro Médico que colapsó y en otros espacios donde la tragedia revela la solidaridad, pero también el egoísmo, la ausencia del Estado, la politiquería y los negocios sucios. Es decir, todo lo que sacó a la superficie el terremoto. El hecho de que yo residía en México cuando ocurrió el terremoto me hizo prestar mayor atención a esta serie.          

Algo similar sucede con la serie “Argentina 78”, que desnuda otro hecho histórico: el mundial de fútbol en tiempos de la dictadura militar. Creo que ningún otro documental podría narrar mejor las implicaciones políticas de aquel evento deportivo alrededor del cual se tejieron intereses de los militares golpistas, pero también reivindicaciones populares y la actividad de grupos guerrilleros como los Montoneros. Los personajes que ofrecen su testimonio (Mario Firmenich, Mario Kempes, Matías Bauso, Menotti), las escenas de archivo, las historias personales que se entretejen… Todo contribuye a hacer de esta serie algo excepcional. 

Cidade de Deus 

Ninguna de estas dos series quedó entre las nominadas, en cambio sí “Cidade de Deus” (Warner) y otras que son secuelas o adaptaciones de libros famosos: “Como agua para chocolate” (HBO) o “Cien años de soledad” (Netflix), que se llevó varios Platino. La cuarta seleccionada es “Senna” (Netflix) sobre el piloto brasileño de Fórmula 1.           

“Cidade de Deus” (7 episodios) me parece la mejor entre las nominadas, porque muestra con grandes recursos creativos la mirada de un fotógrafo (Rockett) sobre la vida en la favela, la violencia, la marginalidad, el narcotráfico, las rivalidades y los intentos de desmarcarse de esa forma de vida. Como es propio en las series, muchos personajes se cruzan de un capítulo a otro, algunos emergen y otros desaparecen. El estilo narrativo es testimonial, con mucha cámara subjetiva, lo que le otorga una calidad mayor mientras disimula la enormidad de la producción. Es un mundo aparte, con sus propios códigos y leyes, ajeno al propio país donde está situado geográficamente. El conjunto es una obra con mucha fuerza, que difícilmente cabría en una sola película de largometraje. 

En cambio, “Como agua para chocolate” (7 episodios) parece más de lo mismo, una serie amable, ocurrente, bien filmada, con “sabor mexicano”, que no esconde todos los recursos con los que cuenta la producción, pero al menos destaca por la frescura de algunas interpretaciones, en particular de Azul Guaita (Tita). El personaje de la madre, sin matices, parece demasiado acartonado, como la bruja de un cuento de hadas. Cuando se accede a ese nivel de producción, los aspectos técnicos son notables: largos planos secuencia le dan fluidez a la narración, el espectador se desplaza con la cámara por todos los espacios magníficamente recreados. No hay donde equivocarse. 

Cien años de Soledad 

Algo similar ocurre con la adaptación de otra gran obra literaria, la que todos temían llevar a la pantalla (grande o chica), y la que el propio autor se mostraba reticente a autorizar. No es otra, por supuesto, que “Cien años de soledad” (8 episodios), donde sucede exactamente lo que García Márquez quería evitar que sucediera: se traslada a imágenes concretas lo que cada lector creó en su imaginación al leer la magna obra del premio Nobel de Literatura 1982. El problema radica en que la obra literaria es capaz de desatar en cada lector un universo imaginario diferente, pero de pronto ese lector se siente coartado como espectador, obligado a aceptar una sola interpretación de ese mundo imaginado. Por supuesto, la serie está magníficamente realizada, con ingentes recursos económicos y técnicos, paisajes lujuriosos, vestuario, escenografía, fotografía espectacular, centenares de personajes y todo lo que puede pedir el espectador más exigente, pero no es lo que estaba en mi cabeza, ni en tu cabeza, ni en la de ella. Incluso el acento excesivamente caribeño de los actores parece contrastar con lo que cada lector “oía” en su cabeza al leer la novela (paradójicamente, la voz del narrador que lee frases textuales, es neutra). Pero bueno, quizás la apreciación es diferente para quienes no leyeron la obra original, o para quienes son capaces de abstraerse y concentrarse solamente en la pantalla. Yo no pude.             

Cristóbal Balenciaga

Al margen de las seleccionadas quedaron otras series interesantes, bien realizadas, aunque con menos medios. Una de ellas, “Cristóbal Balenciaga” (Disney, 6 episodios), descubre para el espectador la vida fascinante de uno de los más importantes diseñadores de moda del siglo pasado, y a través de él el mundo de la moda en Francia y un pedazo importante de la historia de Europa entre las dos grandes guerras, incluyendo la difícil convivencia del diseñador con la ocupación nazi en París. A los extraordinarios colores y formas de los diseños que Balenciaga realizaba con sus propias manos, se suman en esta serie la sobriedad de las interpretaciones y del estilo narrativo, que evita todo alarde estilístico para subrayar mejor la presencia del personaje principal a través de una imagen depurada.        

El cine iberoamericano mantiene su vigor y creatividad a pesar de las crisis políticas y económicas de la región latinoamericana y de la fluctuante relación con España. Los tres premios más importantes (Forqué, Goya y Platino) muestran una cantidad impresionante de temáticas y de propuestas narrativas diferentes, pero mi conclusión sobre las ediciones de 2025 es que el cine español supera en calidad al de nuestra región, particularmente con películas basadas en hechos históricos que están todavía frescos en la memoria de los españoles. 

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El artista sabe lo que hace, pero para que merezca la pena 
debe saltar esa barrera y hacer lo que no sabe. 
—Eduardo Chillida