04 mayo 2022

Mucho Platino y pocas nueces

(Publicado en Página Siete el domingo 17 de abril de 2022)

 Tal como dijimos dos semanas antes…

 Me hubiera gustado usar la expresión original en inglés de la comedia de Shakespeare, “Much ado about nothing”, en lugar de su traducción al castellano, “Mucho ruido y pocas nueces”, para parafrasear lo que sucede con los premios Platino. Estamos en la recta final del premio de cine que en pocos años se ha convertido para España y América Latina (aquello que algunos insisten en llamar Iberoamérica como si fuera una unidad trasatlántica), en el equivalente del Oscar.

 El 31 de marzo en el Ayuntamiento de Madrid se dio lectura a la lista de películas y actores nominados en diferentes categorías, y no fue una sorpresa saber que entre las cuatro “mejores” películas seleccionadas, tres son españolas y una sola latinoamericana. Es decir, quedó nuevamente invisibilizado el continente que cada año le da al mundo muchas más películas que España. Y no es que las películas españolas de la selección de 2022 sean malas, pero existe una desproporción que salta a la vista.

El buen patrón de Fernando León de Aranoa

 Los Premios Platino son una especie de culminación de los eventos cinematográficos de España. Primero está el Premio José María Forqué, luego los premios Goya y luego los Platino, además de otros exclusivamente españoles. La tendencia suele estar marcada desde el primer certamen en el que ya se preseleccionan las películas que irán acumulando los premios en los dos que siguen. Al menos el Premio José María Forqué y el Goya son más claros en su pertenencia y pertinencia geográfica: por un lado están las películas españolas, y por otro lado hay una categoría latinoamericana, así no hay confusión. Pero en los Premios Platino todo va en el mismo saco y por eso pasan desapercibidas numerosas películas latinoamericanas que, en algunos casos, superan a películas españolas (aunque con frecuencia se trate de coproducciones).

 Escribí en un par de artículos anteriores que estaba “cantado” que la película favorita de este año en todas las competencias es "El buen patrón”. Lo fue desde el principio porque su actor principal es Javier Bardem, el verdadero patrón de este año. Desde que la carrera comenzó ya tenía ventaja. Obtuvo el mayor número de nominaciones en los Goya y ahora con los Platino ha sucedido lo propio: 11 categorías. No es mala la película, pero palidece junto a las otras nominadas. “El buen patrón” se llevó seis Goya de los más importantes (película, dirección, actor principal, música, guion y edición), y ahora puede suceder algo parecido. 

 Todo cineasta y productor de cine sabe que haciendo mucho ruido e invirtiendo en propaganda directa o indirecta, incluso antes del estreno de una cinta, se garantiza su éxito de público y también en los festivales. El ruido publicitario, la presencia en los medios de actores, directores, y otros miembros de los equipos de producción, allanan el terreno. No son ajenas a esos éxitos anunciados las relaciones familiares y el compadrazgo. Así se mueve ese negocio, que a veces es también arte, el tan vapuleado “séptimo arte”. 

Noche de fuego de Tatiana Huezo

 De 103 obras pre-seleccionadas para la categoría “Mejor película iberoamericana de Ficción”, quedaron cuatro: las españolas “El buen patrón” de Fernando León de Aranoa, “Madres paralelas” de Pedro Almodóvar, “Maixabel” de Icíar Bollaín, y la mexicana “Noche de fuego”, de Tatiana Huezo. Los mismos cuatro directores fueron también nominados para el segundo premio más importante, entre las 82 películas pre-seleccionadas en esa categoría.

 Lanzarse a hacer predicciones a estas alturas es ocioso. Obviamente una película con más nominaciones va a cosechar más premios. Ya veremos cuando llegue el día de la entrega en Madrid, el próximo 1º de mayo. Los premios ayudan a difundir las obras, pero no cambian su naturaleza. En mi lista personal, la película que promueve Bardem está en cuarto lugar.

Noche de fuego de Tatiana Huezo

 Pongo en primer lugar el largometraje de Tatiana Huezo que se refiere a algo que está sucediendo ahora mismo, no es una mirada sobre el pasado, como la muy respetable “Maixabel”, sino sobre el drama del tráfico de personas, los feminicidios y el narcotráfico en América Latina, un horror que ha sobrepasado la imaginación más cruel. Ninguna obra de ciencia ficción con monstruos imaginarios, aliens babosos y zombies, podría igualar al horror del narcotráfico es real y cotidiano, y que no se resuelve con “abrazos”, como prometió el populista presidente mexicano. El filme cuenta con una dirección estupenda, con actrices extraordinarias aunque poco conocidas, y la recreación de una atmósfera que no deja indiferente al espectador.

 La historia está narrada desde la perspectiva de Ana, una niña a la que su madre le hace cortar el cabello como muchacho, para que los secuestradores no se la lleven. Desde su mirada vemos la pobreza extrema, la violencia, la incertidumbre, el abandono de las mujeres, la ausencia del padre, los abusos cotidianos, la sexualidad torcida, la falta de esperanza en el horizonte y el miedo de todos a todos. A pesar de la inseguridad cotidiana, la educación es importante para las madres, pero los maestros arriesgan su vida cada día en San Miguel y algunos prefieren ya no llegar. Son pueblos sin hombres, pues han migrado para trabajar de jornaleros en Estados Unidos y se han desentendido de la mujer y de los hijos que dejaron detrás.  Lo que ha quedado es un silencio cruel que flota en el ambiente, porque no se puede confiar en nadie y el miedo obliga a callar. En medio de ese silencio impuesto, las mujeres aprenden a escuchar, a reconocer sonidos casi imperceptibles para evadir el peligro inminente.

Maixabel de Iciar Bollain

 “Maixabel” es la segunda en mi lista personal. La directora que filmó en Bolivia “También la lluvia” (2010) sobre la llamada “guerra del agua” de Cochabamba, obtuvo 14 nominaciones en los premios Goya y ahora 8. El filme aborda el asesinato en julio del año 2000, de Juan María Jáuregui, joven político del PSOE, por un comando terrorista (otro de los 829 asesinatos de la tenebrosa ETA). Ibon (Luis Tosar), uno de los miembros del comando, es un “arrepentido” que no quiere reconocerlo, pero termina reuniéndose con la viuda de Jáuregui en el marco de un programa de reconciliación. Esa relación entre los dos personajes y las interpretaciones de ambos actores, hacen de “Maixabel” una obra conmovedora. El reencuentro de las víctimas con los victimarios es una manera de cauterizar la herida profunda que no acaba de cerrarse en España y que la película describe magistralmente.

Madres paralelas de Pedro Almodóvar

 Aunque “Madres paralelas” dista de ser lo mejor de Pedro Almodóvar, no es para menospreciarla pues está por encima de la más nominada este año. También tiene como telón de fondo hechos reales (el hallazgo de una fosa común de víctimas asesinadas por los franquistas) pero lo sustancial es la historia de dos mujeres que tienen hijos al mismo tiempo. Penélope Cruz (Janis), actriz fetiche de Amodóvar, y Milena Smit (Ana) desarrollan la tensión sicológica y la relación compleja de dos madres solteras, que tienen más en común de lo que imaginan. Los diálogos no son muy buenos y la música de Alberto Iglesias es invasiva, pero los personajes femeninos sostienen la tensión dramática durante el enrevesado desarrollo argumental. La fotografía y la escenografía compensan las carencias, otorgando al filme una atmósfera que lleva el sello del director tantas veces premiado.

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Nunca he llamado a mi trabajo "arte",
es parte del mundo del espectáculo,
el negocio de la construcción de entretenimiento.
—Walt Disney 


22 abril 2022

Luis Espinal: siempre presente

(Publicado en Página Siete el domingo 20 de marzo de 2022)

 Han pasado 42 años de aquella noche en la que se impuso la intolerancia y la crueldad. Al amanecer del sábado 22 de marzo apareció en Achachicala el cuerpo torturado y acribillado de Luis Espinal, el sacerdote jesuita que decidió ser boliviano desde el momento en que pisó nuestro país.

Hace más de cuatro décadas que venimos recordando a un hombre que en apenas 12 años de vida en Bolivia dejó una marca indeleble como sacerdote, cineasta, periodista y maestro.

 Me tocó vivir el secuestro y asesinato de Lucho a 3741 kilómetros de distancia. Ese día estuve en Nicaragua en una jornada histórica: el inicio de la campaña de alfabetización del gobierno sandinista. He relatado en varias ocasiones esa mezcla de dolor y de alegría que sentí entre ambos eventos íntimamente vinculados en el espacio de las luchas por la justicia social.

 Cuando regresé a La Paz, Gregorio Iriarte –de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDHB)- me encomendó coordinar un libro sobre nuestro amigo asesinado. Pasé varias semanas encerrado en el dormitorio de Espinal, contiguo al de Xavier Albó en la casa que ocupaban en Miraflores, revisando sus papeles, sus fotos y sus archivos sobre cine. Uno de los momentos culminantes en la búsqueda de Luis a través de su obra y de sus pertenencias, fue el hallazgo de una caja de cartón donde conservaba decenas de fotografías suyas acumuladas a lo largo de su vida. Escogí algunas para armar una sección iconográfica en el libro. Además, filmé todas esas fotografías, así como los tallados en madera que Luis solía hacer para sus amigos y entrevisté a varias personas que lo conocieron de cerca: Xavier Albó, Oscar Soria, Domitila Chungara, Walter Solón Romero, Aníbal Aguilar, Antonio Peredo y René Bascopé, entre otros, para una película documental que nunca pude terminar. 

Acabé el libro en un tiempo record, incluyendo una selección de textos y fotos de Lucho, y ocupándome del diseño de la portada (foto de Antonio Eguino) y en la contratapa una fotografía mía en la que aparece Lucho en medio de una multitud durante una concentración de la Central Obrera Boliviana, en 1979. El rostro de Luis destaca en medio de los trabajadores y defensores de la democracia con los que se identificaba plenamente. Se lo entregué a Gregorio para que lo hiciera publicar, pero en eso nos cayó encima el golpe militar de García Meza en julio de 1980 y tuvimos que pasar a la clandestinidad y luego emprender la ruta del exilio. El golpe militar y la represión impidieron que tanto la película como el libro pudieran ver la luz. Casi todo lo filmado desapareció: lo más importante se ha extraviado.

 El libro de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos se publicó más tarde en Perú con el título Luis Espinal, el grito de un pueblo (1981) y por razones de seguridad salió sin los nombres de los autores. Dejo establecido que el capítulo “El compromiso del periodista” lo escribió Antonio Peredo, el de Lucho y la religión, “Su vida con Dios”, lo escribió Xavier Albó, el del secuestro y asesinato, “La hora de los asesinos”, lo escribió Gregorio Iriarte, y yo escribí la introducción “Trayectoria del hombre” y el capítulo sobre la actividad de Espinal como crítico y cineasta, “Un hombre de cine”. Un año después la segunda edición del mismo libro se publicó en España con el título Lucho Espinal, testigo de nuestra América (1982), también sin los nombres de los autores. La tercera edición y primera en Bolivia, se publicó recién en 2017 (Plural Editores) con los nombres de los autores y el título y foto de portada originales.

 Mientras preparaba el libro para la Asamblea Permanente de Derechos Humanos fui ampliando mi capítulo sobre Luis Espinal y el cine. Encaré apasionadamente esa tarea, sumiéndome entre los papeles de Luis que estuvieron a mi disposición en la casa donde vivía muy cerca del lugar donde fue secuestrado. Encontré centenares de críticas de cine, ponencias, guiones para cine y televisión. A lo largo de todos esos documentos, su trayectoria como hombre de cine quedaba claramente establecida, tanto en España, como en Bolivia. El libro se publicó primero en México en 1986 y una segunda edición en Bolivia en 2014 (Plural Editores).

 Descubrí algo que pocos bolivianos conocían: la etapa de Luis Espinal en su país de origen, sus estudios de cine, su trabajo en la televisión española. Allí estaba todo, distribuido en prolijos archivadores y carpetas: Luis cineasta, Luis poeta, Luis periodista, Luis sacerdote, Luis crítico cinematográfico. Fue a la vez doloroso y estimulante reconocerlo en su obra. Leí todo lo que escribió sobre cine y acabé clasificando sus archivos y documentos. Al concluir el trabajo, sentí que cerraba una mina muy rica cuando apenas había comenzado a explorarla. De ese modo, al final, tenía otro libro, que tampoco pudo publicarse debido al golpe militar. 

Un golpe es a la vez uno y muchos. No es la contundencia monolítica de un golpe militar –como los que ocurrieron en América Latina- lo que destruye el edificio de la cultura en libertad que nos proponemos construir. Es la suma de golpes, certera y arteramente disparados, la que mina ese edificio debilitándolo por todos sus flancos, aunque sin afectar sus cimientos.

Golpes durísimos fueron el asesinato de Luis Espinal y de Marcelo Quiroga Santa Cruz, ambos comprometidos con el cine en diferentes etapas de sus vidas. Hay otros golpes no menos dañinos: una película censurada, un libro en llamas, un autor marginado o ninguneado por su posición política.

 Todo esto para llegar otra vez al principio, para subrayar lo relevante de la actividad de crítico y cineasta de Luis Espinal, no solamente en Bolivia – donde entregó lo mejor de sí a partir de 1968, sino también en España, donde sembró un precedente libertario en una época oscurantista.

 En honor a Luis Espinal conmemoramos cada año el día del Cine Boliviano el 21 de marzo. La Cinemateca Boliviana ha preparado para el lunes 21 de marzo un nutrido programa de películas nacionales que ofrecen un amplio panorama de la diversidad de nuestra producción cinematográfica. No hay excusa para quienes dicen que no conocen el cine que se hace en Bolivia: en una sola tarde-noche pueden ver diez películas importantes. Y al día siguiente, el 22 de marzo, la Fundación Cinemateca Boliviana hará entrega del Premio Semilla, con el que me honró en 2017.

 Espinal será recordado a las 10:00 hrs. del martes 22 de marzo en Achachicala, donde fue encontrado su cuerpo torturado y donde hay un memorial que lo recuerda. La Asamblea Permanente de Derechos Humanos ha previsto reunir nuevamente a los defensores de la democracia, como lo hizo regularmente cada año hasta que llegó la pandemia.

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Podrán golpearme, romperme los huesos, matarme,
tendrán mi cadáver, pero no mi obediencia.
—Mahatma Gandhi 

19 abril 2022

La crucifixión de Marco Antonio

(Publicado en Página Siete el domingo 17 de abril de 2022)

 No conozco a Marco Antonio Aramayo, ni a su familia ni a sus amigos. Supongo que era uno de los muchos bolivianos que creyó que la llegada de Evo Morales al poder en 2006 podía mejorar la situación del país. Incluso es posible que se haya afiliado al MAS, y que alguna vez haya levantado en alto el puño izquierdo por convicción o conveniencia. La verdad, no lo sé y no importa.

Marco Antonio Aramayo

 Poco a poco Aramayo se dio cuenta de que el “proceso de cambio” era puro cuento, sobre todo cuando él mismo se vio envuelto como denunciante de un esquema de corrupción de gigantescas proporciones. Un esquema tan perverso que no solamente hizo esfumarse cerca de 170 millones de dólares que fueron a parar en parte a cuentas privadas de dirigentes del MAS, sino que cuando él habló de las irregularidades que había constatado durante 9 meses como director del Fondo Indígena y Campesino (FONDIOC), le cayeron encima fiscales corruptos, lo tomaron preso y lo enterraron bajo una montaña de 259 juicios.

 Con enorme disciplina y coraje, Aramayo documentó sus denuncias y presentó listas de las personas que habían recibido dinero del FONDOIC. Nemesia Achacollo, Juanita Ancieta, Rodolfo Machaca, Ever Choquehuanca, Damián Condori, Melva Hurtado, son apenas un puñado de los 4.400 masistas que hicieron del Fondo Indígena un fondo perdido.

 Según el periodista Andrés Gómez, que ha seguido el caso de cerca y con mucha seriedad, Aramayo anotó con la misma disciplina los nombres de cada uno de los 84 jueces, 91 fiscales, 6 policías investigadores y 32 técnicos del Fondo Indígena que conoció en 259 juicios, y las 50 prisiones donde estuvo encerrado en los primeros seis años de su via crucis.

Aramayo, otra víctima del MAS 

 Este Viernes Santo, Marco Antonio fue hospitalizado de emergencia. Lo llevaron cuando ya estaba en las últimas, como suelen hacer los crueles carceleros masistas. En la tarde del mismo día los médicos que lo revisaron informaron que estaba en coma. Así se consumó el largo proceso de crucifixión de Marco Antonio Aramayo, sin medidas cautelares de los cómplices del masismo en la CIDH, condenado por decir la verdad y revelar uno de los escándalos que involucra a la cúpula masista y a dirigentes de los llamados “movimientos sociales” que se beneficiaron con el asalto a las arcas del Estado.

Dibujo de Abecor en Página Siete

 Mientras Marco Antonio está muriendo, andan sueltos todos los pillos a los que denunció, desde la ex ministra Nemesia Achacollo para abajo. El círculo cercano a Evo Morales fue protagonista de la corrupción bajo la mirada indiferente del “jefazo”, que conoce bien el negocio de comprar lealtades y manipular conciencias con cañonazos de billetes, vehículos nuevos y otros “regalos” que paga el Estado, es decir, los bolivianos. Es más, para su posesión el 21 de enero de 2015, organizaciones afines a Morales recibieron 300.000 Bs del FONDIOC. Seguramente parte de ese dinero fue usado para acarrear gente y montar un espectáculo “autóctono” con trajes y rituales inventados que harían palidecer de envidia a los dibujos animados de Disney. 

 La técnica usada contra Marco Antonio Aramayo es la misma que el régimen del MAS y su podrida maquinaria de “justicia” utilizó para asesinar en 2013 al ingeniero José María Bakovic, a quien con 72 procesos judiciales se le obligaba a presentarse en audiencias (muchas veces canceladas a último minuto), en diferentes ciudades del territorio nacional. Los acusados tienen que pagar pasajes, hoteles, medicinas, y sufrir maltratos de parte de jueces y fiscales corruptos.

 Deberíamos registrar y difundir una lista completa de todos los asesinos, aquellos que le hicieron juicios a Marco Antonio Aramayo, los pillos que robaron del Fondo Indígena y los fiscales y jueces corruptos como Ariel Serafín Gutiérrez, que lo mantuvieron preso durante siete años. Un largo inventario con fotos de los 84 jueces, 91 fiscales, 6 policías investigadores y 32 técnicos del Fondo Indígena que conoció en su peregrinar de 40 mil kilómetros por el territorio nacional para responder a los 259 juicios que le metieron para quebrarlo físicamente, porque moralmente mostró una envidiable entereza.

 A ese inventario de torturadores corruptos yo añadiría en primera fila a Evo Morales y los secuaces que ocuparon cargos para beneficiarse económicamente y los que actuaron como cómplices, mirado a otro lado mientras se producían aberrantes violaciones de los derechos del ex director del FONDIOC.  

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Nadie tiene hoy en tan alto valor la palabra escrita como los regímenes policíacos.
—Italo Calvino
 

18 abril 2022

El pajpaku de la plaza Murillo

 Nuevamente aparece el pajpaku de la Plaza Murillo. Para no caer en el olvido y mantenerse a flote, la figura más decorativa del régimen del MAS hace declaraciones como un pavorreal que despliega sus plumas para hacer notar que sigue allí, entre las palomas de la plaza.

 Probablemente muy frustrado por no haberse graduado, ya que nunca pudo presentar su tesis de licenciatura, el sujeto arremete contra cualquier indicio de inteligencia, y hace pensar en Millán-Astray, el general fascista que, durante la Guerra Civil de España, irrumpió el 12 de octubre de 1936 en una conferencia de Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca, al grito de “Viva la muerte, muera la inteligencia”. Aunque los historiadores no se ponen de acuerdo en los detalles, el hecho ocurrió y hoy podría definir de cuerpo entero a David Choquehuanca, que estuvo 15 años a cargo del ministerio de Relaciones Exteriores y luego cruzó la plaza para asumir la vicepresidencia del Estado y la presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional.

 ¿Cómo llega un personaje tan mediocre a tan altos cargos en el Estado? Unos dicen que por su obsecuencia y oportunismo, y otros porque conocía muchos secretos de la vida de Evo Morales y podía chantajearlo. Ahora, en medio de la confrontación entre Morales y Arce, lo único que le espera a este aymara proveniente de una familia evangélica, es una caída libre al vacío.

 Las frases vertidas por este servidor público son siempre estridentes. Sus dichos y hechos podrían llenar un libro como los que fueron dedicados a Melgarejo, Barrientos o a Evo Morales (con varias ediciones). Hay algo en la ceguera del poder que hace que estos personajes oportunistas crean que todo lo que dicen va a ser tomado en serio, y no se dan cuenta de que quedan como payasos en la historia.

Choquehuanca fue de los últimos en vacunarse,
después de tener Covid dos veces

 Algunos llevan la cuenta de las majaderías del “sabio rebelde” sobre el sexo de las piedras, los derechos humanos de las hormigas, la papalisa como viagra, o el pasto para curar el Covid (menudo ejemplo: enfermó dos veces y fue el último funcionario en vacunarse). Yo recuerdo una insólita: “no leo libros, solo las arrugas de los abuelos”, la cual me dio pie para preguntar: “¿También ve televisión en las arrugas de los abuelos?”, porque me pareció inconcebible que un Canciller no leyera al menos un centenar de libros sobre la causa marítima. Y así nos fue en el tema del mar, gracias a personajes como este y los que lo sucedieron: el del sombrero y el esotérico, enfundados en trajes de diseño exclusivo con ribetes supuestamente tiwanakotas.

 Hay ilusos que querían a la fuerza auto-convencerse de que el “guerrero del arcoíris” era “diferente”. No les bastó conocer sus acciones durante los primeros 15 años del MAS, se dejaron engatusar con frases oportunistas como “ya no más judicialización de la política”, el discurso meloso del cóndor que equilibra sus alas y otras imágenes para desfile escolar. Esos devotos lo calificaron de “aymara universal”, “hombre clave a la hora de reconciliar el país”, y le dijeron “en quien más podemos confiar es en ti”, pero se dieron cuenta después de la distancia abismal entre el discurso urbano (castellano) y rural (aymara), y entre la pose “for export” y la realidad.

Producto de oportunistas de ONG

 Aupado por asesores de ONG que le hacían creer que era un gran líder (ahora se volvieron invisibles, pero siguen cobrando), Choquehuanca fue siempre un racista resentido y odiador (“ni un blanco más en el gobierno”). Ya no va a cambiar a la edad que tiene y menos con la poca educación que exhibe. Copia sus frases poéticas de amautas que ha conocido o de algún folleto sobre el buen vivir, pero el fiasco pachamamista salta a la vista. La realidad ha demostrado que “el último inca” no ha cambiado, que sigue siendo el hombre vengativo que hizo asaltar la casa de su primo Víctor Hugo Cárdenas para mostrarle su poder.

 Dos semanas antes del choque frontal con los “licenciados”, en un evento de profesionales indígenas con títulos (no como él), se permitió encomendar a su “wawa”, un joven disfrazado de indígena que partió a combazos la nariz de la estatua de Cristóbal Colón pero que aparece en fotos de las redes virtuales muy occidental, menos chascoso y hasta sonriente. Choquehuanca avaló la impostura y la barbarie contra la cultura y la memoria, porque él mismo es un impostor sin trayectoria previa a su llegada al poder.

Reloj del Congreso

 De muchos personajes caprichosos está hecha la historia, algunos peligrosos porque su ignorancia es letal. Toda racionalidad parece ser derrotada cuando emergen esperpentos como Trump, Bolsonaro, Putin o Maduro. Las ideologías pasan a un tercer plano porque en el primer plano aparece la megalomanía y en el segundo la mediocridad.

 David Choquehuanca pasará a la historia por un reloj que marcha hacia atrás. No habrá nada más que recordar sobre él que esa tontería que se copió de una relojería que visitó en Londres.

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Los políticos son siempre lo mismo. Prometen construir un puente aunque no haya río.
—Nikita Jrushchov
 

14 abril 2022

Día cero, año uno

(Publicado en Página Siete el sábado 5 de marzo de 2022)

 Viernes 13, marzo del 2020. Día cero del año uno, que cada quien vivió a su manera. Poco después del medio día cayó la noticia como bomba de fragmentación en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, que acababa de ser suspendido por disposición del gobierno colombiano. Me encontraba allí como invitado y había participado en varias actividades los dos días anteriores, mientras una sensación de incertidumbre crecía hora tras hora en el ambiente.

 El 6 de marzo se había detectado y aislado el primer caso de coronavirus en Colombia, pero no se consideró necesario tomar medidas radicales, por lo que el festival de cine se inauguró normalmente cuatro días después con la participación de Werner Herzog, entre otras personalidades. El jueves se determinó que el aforo en los grandes eventos en todo el territorio nacional se limitaría a 400 personas, lo que afectó principalmente a los grandes acontecimientos deportivos.

 El viernes en la mañana se anunció que solamente podían estar en un mismo ambiente cerrado menos de 50 personas, y horas más tarde, se cancelaron todas las actividades públicas en el país: la pandemia estaba declarada, como quien declara una guerra contra un enemigo invisible y solapado. Corrimos al hotel a meter las cosas en la maleta y luego al aeropuerto para adelantar el vuelo. Era imposible hacerlo por teléfono, las líneas estaban saturadas.

 En los días siguientes el gobierno colombiano anunció el cierre de todas sus fronteras. Los aeropuertos funcionarían todavía unos días, pero los últimos vuelos internacionales saldrían el 30 de marzo. Otros países de la región tomaron medidas similares, entre ellos Bolivia, Perú y Chile.

 La embajada de Bolivia en Colombia aconsejó a todos los connacionales que estaban como turistas, regresar cuanto antes a Bolivia, pero muchos subestimaron la gravedad de la situación: “tengo mi hotel pagado hasta la primera semana de abril”, “mi vuelo está confirmado, no quiero cambiar de fecha”, “no hay que ser tan alarmistas”, y otras burradas de ese estilo. Otros actuaron con responsabilidad. Un grupo de ocho mujeres que visitaba Cartagena no pudo conseguir espacio en los vuelos directos a Bolivia, pero compró nuevos boletos vía Panamá. Otro grupo que estaba en Medellín hizo lo propio y logró embarcarse a tiempo antes de finales de marzo. Nunca se arrepentirán de haber reaccionado con celeridad.

 Los que no tomaron en serio la pandemia y las disposiciones de los gobiernos, quedaron varados en Colombia. En pocas semanas se les acabó el dinero de sus vacaciones. Pero no eran los únicos que querían regresar a Bolivia. También había estudiantes inscritos en universidades colombianas, varios deportistas que estaban de paso, bolivianos residentes que tenían trabajo estable o temporal y lo perdieron por la pandemia, y no faltaban quienes estaban en Colombia ilegalmente.

 Los estudiantes se vieron perjudicados porque las clases se interrumpieron durante un tiempo mayor al que todos habían imaginado, ya que la cuarentena se fue ampliando cada dos semanas y la generalización de contagios se agravó. Veían que no tenía sentido seguir esperando y querían regresar. Los becarios ya no tenían apoyo económico, y las familias de los que estaban por su cuenta ya no podían mantenerlos en el exterior, ni pagar sus pasajes de retorno.

 Muchos creyeron que era cuestión de días para que la situación se “normalizara”, nadie podía imaginar en ese mes de marzo de 2020 que en el mundo iban a cambiar muchas cosas definitivamente debido a la pandemia. En las semanas siguientes el alcohol iba a escasear y habría que comprar barbijos a precios irracionales, cuando había en existencia. Sin vacunas, solo quedaba crear alrededor un escudo protector. El confinamiento estricto fue sin duda una solución.

 En Colombia como en otros países, cada semana cambiaban los protocolos porque los gobiernos y los gobernados estaban aprendiendo cada día a lidiar con la pandemia. Nadie podía decir, en ninguna parte del planeta, que sabía lo que había que hacer y lo que iría a pasar.

 Los bolivianos que no regresaron a tiempo pidieron ayuda de la embajada para ser repatriados, pero esa no era una tarea fácil para ningún gobierno de la región ya que los aeropuertos estaban cerrados. Aparecieron para pedir ayuda, decenas de connacionales que nunca se habían registrado en el consulado, muchos más de los que se creía que había en Colombia, exigiendo que el gobierno se hiciera cargo de ellos: pagarles el hotel, la comida, los pasajes de retorno, etc.

 Ese capítulo, el de los repatriados, amerita otra nota porque como dice el dicho: “hay de todo en la viña del señor”.

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La felicidad para mí consiste en gozar de buena salud,
en dormir sin miedo y despertarme sin angustia
—Françoise Sagan

 

10 abril 2022

La soberanía boliviana sobre el Silala

(Publicado en Página Siete el domingo 19 de diciembre de 2021) 

Entrevista: Antonio Araníbar, excanciller de Bolivia

El 28 de octubre de 1908, una resolución de la Prefectura de Potosí adjudicó el uso de aguas de las vertientes del Silala, en el vice-cantón Quetena, en la Provincia de Sud Lípez, a favor de la compañía The Antofagasta and Bolivian Railway Company Limited, mediante escritura de aguas N048/1908.

Desde entonces Chile (y ya no esa compañía privada) ha utilizado las aguas del Silala sin que Bolivia haya podido articular una política de Estado que ponga fin al abuso de un recurso natural de nuestro país.

Puesto que el tema está otra vez sobre el tapete a raíz de una reunión de alto nivel que convocaría próximamente el gobierno del presidente Arce Catacora, Página Siete conversó con el ex canciller de Bolivia, Antonio Araníbar Quiroga, durante cuya gestión (1993-1997) se dio un giro al tratamiento del tema de las aguas del Silala.

-  Entiendo que el presidente Arce Catacora ha convocado al más alto nivel una reunión de excancilleres sobre el tema del Silala. ¿Fuiste invitado?

El día 7 de diciembre recibí, por medio de un correo electrónico dirigido a mi hija Lorena, la invitación del actual canciller a una reunión de excancilleres para tratar con el presidente Arce Catacora el tema del Silala, la misma que debía efectuarse el día viernes 10 de diciembre. Dicha invitación no venía acompañada —cuando en mi caso era indispensable que lo fuera— con las seguridades y garantías del respeto al Estado de derecho para el disfrute de mis derechos ciudadanos conculcados por los gobiernos del mal llamado “proceso de cambio”, toda vez que soy objeto de un procesamiento judicial que no respeta las mínimas normas del debido proceso y constituye una forma vil y artera de judicialización de la política, además de una muestra de la careta “democrática” de un régimen dictatorial que es lo que en definitiva caracteriza a los gobiernos de Morales y Arce Catacora.

-  Para los lectores que no tienen idea del tema, ¿podrías resumir cual es el origen del conflicto entre Bolivia y Chile por las aguas del Silala?

No es tarea fácil resumir, pero lo intentaré. El Silala es una zona muy agreste y seca del departamento de Potosí situada en la zona fronteriza con Chile, donde existe una aglomeración de ojos de agua a lo largo de un perímetro bastante grande, de donde brota agua que ha sido canalizada a principios del siglo pasado para su utilización en el lado chileno, aunque las aguas nacen exclusivamente en el lado boliviano.

Su utilización por Chile fue posibilitada en 1908 mediante una resolución prefectural de Potosí, con base en la Ley de Aguas de 1906, vigente en ese momento y aún en 1997, cuando me ocupé del tema. Esa resolución favoreció a la compañía The Antofagasta (Chili) and Bolivian Railway Company Limited, para el funcionamiento del ferrocarril de la empresa inglesa que tenía su sede en Chile.

El tema se desató en 1996 cuando yo estaba de ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada que llevó adelante, como bien se sabe, el proceso llamado “de capitalización” de empresas públicas, incluyendo a la empresa nacional encargada del agua.

Fue ese año que El Diario de La Paz inició una campaña periodística destinada a presionar al gobierno, partiendo de un supuesto que atribuía una falta de ética y de probidad a los sectores críticos al proceso de capitalización, ya que no mencionaban que se habría establecido un acuerdo secreto con Chile para enviar a ese país gas y petróleo boliviano, de manera contraria a los intereses de Bolivia.

-  ¿Quién estaba detrás de esa campaña de El Diario?

No sé concretamente qué personas estaban detrás, pero El Diario era el vocero que desató y desarrolló la campaña, con la enorme fuerza que tienen los medios de información y en particular con la que tenía ese medio en nuestro país, en aquel momento. Los ataques estaban dirigidos en particular a la cancillería que estaba a mi cargo, por lo que era claro que el propósito, antes que golpear solamente al gobierno del MNR, era golpearme a mí y sacarme del juego, un viejo interés de El Diario que nunca me dio el menor crédito o reconocimiento por las acciones que llevé adelante. Fue siempre un crítico acerbo e implacable en sus designios, buscando objetivos que al final no logró.

-  De alguna manera, esa campaña fue provechosa, porque provocó un pedido de informe en el Senado que derivó en acciones que permitieron diseñar un nuevo concepto sobre el Silala en la cancillería. En tu autobiografía “La política como opción de vida” valoras la intervención del senador Liebers, ya que contribuyó en tu manera de encarar el tema.

Lo relevante de este episodio es que finalmente el tema fue tratado en el Senado nacional, y allí yo desmonté la mentira de que el proceso de capitalización pretendía construir un oleoducto hacia Chile que habría significado una traición al país. En esa discusión que fue de mucha altura y contenido patriótico, destacó la figura del senador de oposición, Arturo Liebers, de Tarija (del MIR Nueva Mayoría), cuya intervención yo reconocí públicamente, porque tuvo el acierto de señalar que no existía ningún río en el Silala y de lo que se trataba era de una situación distinta a la que aludían los interpelantes.

La verdad es que quienes hablaban del Silala, los que acusaban y el país entero, no tenían idea del tema, inclusive el Instituto Geográfico Militar, cuyos mapas contienen la referencia a un supuesto e inexistente “río Siloli”. Así pues, incluyendo a la propia Cancillería, todos aludían a un “río internacional de curso sucesivo”, denominación que se popularizó a raíz del conflicto de Bolivia con Chile a propósito del desvío por Chile de las aguas del Río Lauca y por el cual se llegó a la ruptura de relaciones diplomáticas en 1978.

-  ¿Quién construyó y quien controla la infraestructura de canales que lleva las aguas hacia Chile?

Para desviar las aguas hacia Chile, The Antofagasta and Bolivian Railway Company Limited construyó a principios del siglo pasado un sistema de canales de piedra en territorio boliviano. Nadie parecía darse cuenta de que esos canales hacía mucho tiempo que ya no servían a la empresa de ferrocarriles, pero seguían llevando agua a Chile.

En el país se hablaba del tema, pero nadie lo conocía, ni siquiera los más fervorosos críticos. De ahí es que yo tomé la decisión de pedir un cuarto intermedio en la sesión congresal, y organicé un viaje al lugar invitando a varios senadores, para hacer la revisión in situ, donde constatamos que no se trataba de un río, y que no había razón para hablar de un “río internacional de curso sucesivo”, y que esas aguas eran manantiales, ojos de agua, todos en territorio boliviano. De ahí la necesidad de la revocatoria de la resolución de 1908 y de la anulación de la concesión, decisión que no le correspondía adoptar al gobierno central, sino a la prefectura de Potosí.

-  En tu autobiografía dices que trabajar con Gonzalo Sánchez de Lozada no era fácil, debido a su obsesión por los detalles, lo cual le impedía tomar decisiones oportunamente. Por ello decidiste acudir directamente al Prefecto de Potosí, Omar Manzano, para lograr en poco tiempo una resolución prefectural que cambió la definición y que luego fue elevada a Decreto Supremo, sin involucrar inicialmente al presidente y a dos ministros que tenían tuición sobre el prefecto.

En general, el estilo de gobierno de Goni era examinar muy en detalle cada tema sobre el que tenía que tomar una determinación, y por ello resultaba a veces difícil llegar a una resolución en el momento oportuno. No pretendo hacer una crítica, sino a describir cual era el tipo de relación que Goni mantenía con sus ministros, con el gobierno y con el país. Por ello, mi decisión fue no involucrar a Goni en el tiempo de poner en marcha una estrategia jurídica y política como la que fui pergeñando, y entonces quise llegar a él con las cosas ya encaminadas. Siempre conté con el apoyo de Goni justamente porque había el respeto mutuo entre personas que pueden confiar entre sí. Ese fue el camino que utilicé.

Hay otro elemento que no señalé en el libro, y en el que no quiero profundizar porque son terrenos poco explorados documentalmente, me refiero a que el interés por esas aguas y su utilización era fundamentalmente de la industria minera, tanto de Chile como de Bolivia, de ahí que la implicación personal de Goni era más que evidente. Entonces, había que cuidar todos esos aspectos para evitar que el tema se enturbiara, y eso es lo que hice, y creo que lo hice no solamente con lucidez sino con absoluto sentido patriótico. Quería evitar a gente como Carlos Sánchez Berzaín, que jugaba roles que prefiero no calificar, a diferencia del otro ministro, José Guillermo (Chacho) Justiniano, de gran valía intelectual, política y humana, con quien se podía trabajar, y de hecho lo hicimos de manera muy estrecha a lo largo de la gestión ministerial. De aquellos dos ministros dependía el prefecto de Potosí, y por ello la importancia de que ese prefecto, que actuó con patriotismo y determinación, fuera el que tomara la responsabilidad de emitir esa resolución prefectural (que fue íntegramente preparada y redactada por la Cancillería a mi cargo), y lo hizo con plena convicción y coraje. Ese fue el rol de Omar Manzano.

-   ¿Qué relación existe entre este reclamo boliviano y la reivindicación marítima?

Esa pregunta debe ser respondida y yo lo planteo en mi artículo: ¿Cómo, cuándo y por qué quid pro quo, se hizo por parte del gobierno de Banzer y de su canciller Javier Murillo de la Rocha, la incorporación del tema del Silala a la agenda binacional con Chile, cuando este era y es un tema de exclusivo interés y responsabilidad del Estado y del gobierno boliviano? Esto es lo que no se ha respondido y tiene que aclararse. No lo aclaró Murillo de la Rocha en el momento de incorporar el tema en la “agenda bilateral de 13 puntos” de la que se ufanaba, donde se introdujo el tema de la reivindicación marítima como justificativo, cuando en el fondo ni lo uno ni lo otro se encaró nunca con seriedad y credibilidad por ese gobierno. De modo que cuando gobiernos posteriores pretenden hacer algo respecto del Silala, tiene que salir a la luz el eslabón de por qué y qué es lo que se hizo con la resolución que adoptó el prefecto de Potosí. ¿dónde está la información? No hay esa información al alcance de la ciudadanía y de las instituciones de nuestro país.

-   ¿Es realista el pedido de una indemnización por cien años de uso de esas aguas, que tú calificas de “ilegal e ilegítimo”, aunque fue una concesión acordada por el Estado boliviano en 1908?

La concesión fue en su momento legal, pero la utilización que hizo Chile de esas aguas no correspondía a la causal inicial. En ese sentido era ilegal e ilegítimo, y lo sostengo, pues no hay razón que vincule una cosa con la otra, y la elite boliviana sabía para qué estaban sirviendo esas aguas, y probablemente desde Chile se ocupaban de “aceitar” y hacer marchar las cosas. Es una elite pro-chilena y anti-patriota que ha estado vigente desde la época de la oligarquía, pero que lamentablemente el MNR no desmontó, sino que adquirió nuevas formas y siguió vigente. Sabido es que no pocos de los que ritualmente se llenan la boca gritando contra Chile el 23 de marzo de cada año, no son sino patrioteros que ocultan los verdaderos problemas, ya que sobre el tema del agua transfronteriza, por ejemplo, no se ha actuado en forma patriótica, y ahí vienen los intereses personales de protagonismo y por supuesto toda la politiquería que se ha hecho en torno a la política internacional con Chile.

-   ¿Cómo beneficiaría a Bolivia un mayor control sobre las vertientes? ¿Valdría mejor desviar las aguas hacia Bolivia para su uso en la agricultura, o vender el recurso hídrico a Chile?

Es eso lo que yo había pedido a técnicos que nos dijeran, porque no tenía ni tengo elementos de juicio para decidir el mejor camino. Han pasado muchos años como para que la Cancillería de Bolivia tenga una respuesta posible sobre el tema, que es de una complejidad inmensa, y no es para que un abogado y embajador “a la carrera” —como me decían los opositores en el afán de desacreditar mi intervención en estos temas— pueda tener un criterio técnico, para determinar lo que debemos hacer. Eso fue dicho en 1997, hemos tenido como país mucho tiempo para hacer algo, y no se ha avanzado nada en 25 años. El tema es levantado de tiempo en tiempo por quienes pretenden aprovecharlo políticamente en su beneficio personal y/o grupal.

-   Si dependiera de ti, ¿cuál sería el camino diplomático a seguir?

Hay que examinar el estado completo de la situación, y si se tienen estudios que corroboran esta posición, conversar con Chile sobre el tema y encontrar una solución. Este es un agravio más de la larga lista que tenemos con Chile, pero tenemos que encararlo con una política de largo aliento y de efectiva noción de Estado. A esto he dedicado un pequeño libro titulado “Bolivia, Chile y Perú: hacia un futuro compartido”, donde planteo que es absolutamente necesario incidir en eso. La posibilidad de una integración trinacional del norte de Chile, el sur de Perú y el oeste de Bolivia sigue pareciéndome un camino no solamente posible, sino indispensable para nosotros. Somos los bolivianos los que debemos impulsar eso. Paradójicamente, hubo una señal positiva en el discurso de posesión de Banzer en 1997, ya que la parte que se refiere a las relaciones con Chile está tomada de mi libro. El enfoque trinacional de beneficios mutuos con Chile y el Perú, está planteado por Hugo Banzer el año 1997 en los mismos términos formulados en mi libro, aunque lamentablemente  quedó solamente en el enunciado sin dársele contenido práctico.

-   La probable victoria en Chile del candidato de izquierda Gabriel Boric en la segunda vuelta electoral, ¿podría facilitar el tratamiento del tema del Silala entre ambos gobiernos?

No me hago ninguna ilusión sobre las izquierdas del socialismo del Siglo XXI que están más empeñadas en llegar al poder y mantenerse en él a cualquier costo, y menos de un gobierno como el que pueda surgir en estas circunstancias. Por la pugna interna y por los intereses poderosos transnacionales que se asientan en Chile, por supuesto que van a actuar con la lucidez y con la prepotencia que los caracteriza.

-   Vives fuera de Bolivia desde hace muchos años, ¿te consideras un exiliado?

Por supuesto que sí, soy un perseguido político de Evo Morales y de su “proceso de cambio” entre comillas. Hay un juicio que se me sigue, y hay mandamientos de apremio que no son resultado de la aplicación de la ley y del estado de derecho, sino todo lo contrario, son el resultado de la arbitrariedad, la injusticia y la impostura del gobierno de Evo que lamentablemente continua el presidente Arce. Si hubiera la posibilidad de un tratamiento jurídico serio, estaríamos dando la batalla en el país, pero lo que hay con esta gente —como lo demuestra la actitud inadmisible con el dirigente cívico Marco Pumari— es que recurren a la violencia estatal y a un uso indiscriminado de ella para someter al país a una dictadura, frente a la cual el pueblo boliviano con su historia de luchas consecuentes contra las dictaduras de ayer y de siempre, se va a expresar. Ojalá más pronto que tarde. 


29 marzo 2022

Tiempo de adolescer

(Publicado en Página Siete el domingo 28 de noviembre de 2021)  

 Aunque la mayoría de los diccionarios solamente registra el verbo “adolecer”, otros reconocen “adolescer”, con “s”, como el verbo de las transiciones. No tendría sentido la palabra adolescente sin un verbo que la respalde y que no signifique enfermedad o carencia, como es el caso de “adolecer”, sino transición y tránsito de la inocencia a la madurez física y espiritual. Por ello prefiero usar “adolescer” aunque me digan que no existe.

98 segundos sin sombra” de Juan Pablo Richter

 Adolescer significa un desgajamiento del ámbito familiar en el proceso de crecer hacia otro estado. Así lo entiende la psicoanalista argentina Cristina María Calcagnini cuando habla de “oscuras transiciones” de la pubertad, una metamorfosis que no solo tiene la felicidad del descubrimiento, sino que se asemeja a una cuerda de equilibrista sin red, donde abajo espera el suicidio y al frente está la posibilidad de llegar a la edad adulta con dolor, pero con esperanza. 

 La película “98 segundos sin sombra” (2021, 94 minutos), título dotado del misterio de la poesía, es precisamente un retrato de adolescencia en el sentido de tránsito hacia una etapa de la vida en la que las responsabilidades individuales se conjugan con los cambios del cuerpo y con las circunstancias de la independencia personal.

 El largometraje más reciente de Juan Pablo Richter es una propuesta temática diferente en el cine boliviano de años recientes, bien nutrido de películas sobre las dictaduras militares (“Cuando los hombres quedan solos”, “La casa del sur” o “El novio de la muerte”) o sobre la guerra del Chaco (“Boquerón”, “Fuertes”, “Chaco” o “Tres pasos al frente”). En el panorama del cine reciente de Bolivia, la obra de Richter destaca porque no se deja llevar por ninguna corriente, es una expresión propia y renovadora.

 “98 segundos sin sombra” se construye a partir de una novela de Giovanna Rivero, y por lo tanto ofrece una calidad literaria y testimonial muchas veces ausente en películas donde los diálogos parecen de relleno, como si los silencios fueran temidos. En este caso hay silencios y hay tiempos para los diálogos y sobre todo para los monólogos del personaje principal, la joven Genoveva Bravo (Irán Zeitun), adolescente que vive una peculiar situación familiar en el “culo del mundo” (“shithole”) un pueblo en algún lugar del oriente de Bolivia.

98 segundos sin sombra” de Juan Pablo Richter 

 El tiempo está en el título y está en cada minuto de la obra. Es a la vez un leit motiv argumental y una manera de hacerlo transcurrir, de una vez, para llegar a otro estado. El juego de Genoveva consiste en medir desde su mundo interior los segundos de las acciones en el mundo exterior. “Cuento los segundos importantes, segundos en los que sucede o va sucediendo un cambio radical”, dice el personaje protagonista en el plano de apertura del filme.

 Su medición de los segundos es también un tiempo de reflexión, un tiempo secreto que solamente comparte con dos o tres personas, ni siquiera con su padre y su madre, extraviados en circunstancias personales que los agobian y que no pudieron resolver. De alguna manera ambos siguen encerrados en una adolescencia no resuelta, algo que Genoveva está determinada a no repetir.

 La familia de Genoveva es disfuncional desde donde se mire: la madre (Patricia García) está sumida en un transe místico casi permanente, incluso cuando tiene que atender a Nacho, su hijo recién nacido y repudiado por el padre (Fernando Arze), que pasa sus noches en bares y parece estar implicado en el tráfico de cocaína. Aunque no me parece un personaje que incida realmente en la historia, tanto la madre como Genoveva acuden a la casa/templo del “maestro” Hernán, un joven que posa como guía espiritual con un aire de misterio que seduce a las mujeres.

98 segundos sin sombra” de Juan Pablo Richter 

 No solo la familia es disfuncional, sino el pueblo donde reina el machismo, la violencia sexual, y la corrupción que nace del narcotráfico. El colegio de monjas no constituye un espacio libre de presiones: los profesores abusan sexualmente de las adolescentes, el bullying entre estudiantes es moneda cotidiana, y las monjas actúan con hipocresía imponiendo una disciplina absurda e ineficiente.

 La obra describe en primera persona, con mucha profundidad y a la vez sin dramatismo exacerbado, la vida adolescente de Genoveva y sus amigas del colegio. Cada una de ellas tiene una vida interior compleja, que adivinamos a través de las excelentes interpretaciones que ofrecen las actrices, pero solo podemos penetrar en la intimidad de la protagonista. La realidad que le ha tocado vivir a Genoveva la obliga a refugiarse en un mundo de fantasía que comparte con una amiga íntima y la abuela Clarita (Geraldine Chaplin), dependiente de un tubo de oxígeno probablemente luego de una larga trayectoria como fumadora.

 La obra retrata my bien la amistad y la solidaridad entre mujeres adolescentes que comparten problemas y valores. Sin recurrir a la violencia explícita, ni en el lenguaje ni en la imagen, el relato aborda temas tan vitales como el acoso sexual, la anorexia o el tráfico de drogas.

 La solidaridad entre adolescentes es un refugio, una cueva para aislarse de una sociedad hostil. Inés (Florencia Ramírez), anoréxica, la mejor amiga de Genoveva, y Vacaflor (Luciana Carrasco), embarazada por el profesor de historia, comparten ese escudo defensivo, y lo hacen también con su imaginación. La obra incluye pinceladas de poesía tejida con la realidad, como el cometa que cruza la noche que nace Nacho, hermano de Genoveva, repudiado por su padre y no deseado por su madre.

98 segundos sin sombra” de Juan Pablo Richter

 La interpretación de Irán Zeitun es estupenda, muy madura como actriz, a tal punto que a su lado los personajes de la madre, el padre y la abuela parecen caricaturas. Supongo que el director quiso rodearse de actores conocidos para promocionar mejor su obra, pero en términos dramáticos no tiene mucho sentido la presencia de Fernando Arze, Patty García y Geraldine Chaplin en papeles secundarios bastante planos, que distraen de la joven protagonista. No se explora el potencial de Arze o García, y Geraldine Chaplin queda para el anecdotario de que ha actuado en dos películas bolivianas.

 Es inevitable establecer relaciones con otras obras que hablan desde la perspectiva de mujeres adolescentes. Pienso en “Noche de fuego” de Tatiana Huezo (aunque el ámbito en que se desarrolla es muy diferente), y “Las niñas” de Pilar Palomero, con la que tiene varios puntos de conexión, para no mencionar sino dos obras recientes y excelentes, de México y España respectivamente.

 “98 segundos sin sombra” cuenta con una banda sonora muy cuidadosa, enriquecida por once composiciones de Gabriel Lema (dos son canciones), creador versátil, cuya música apoya de manera incidental muchas escenas de la obra, sin buscar protagonismo propio y sin distraer al espectador de la pantalla.

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El vino de la adolescencia no siempre aclara según pasan los años,
a veces se vuelve turbio.
—Carl Jung