31 mayo 2025

Alcalde majadero

(Publicado en Brújula Digital y ANF el 24 de mayo de 2025) 

Ciudad caótica 

No sé si el principal problema de la alcaldía de La Paz es la corrupción o la incapacidad de gestión, o quizás ambas, íntimamente trenzadas entre sí. En todo caso, desde que tengo memoria no ha habido peor alcalde, quizás con excepción de un pillo al que finalmente apresaron escondido en el ropero de su casa.           

Tenemos un alcalde majadero que no puede con La Paz (ciertamente, una ciudad complicada), y tampoco puede poner orden dentro de la propia alcaldía, que rebalsa de burocracia y funcionarios corruptos. Cualquier trámite es un via crucisque puede durar meses o años, porque los funcionarios están acostumbrados a pedir coimas (sobornos) y si no se satisface sus exigencias, dejan dormir los expedientes, sin apuro y sin cumplir con los plazos que figuran en la letra muerta de los procedimientos ediles. 

Veamos, por ejemplo, lo que sucede en las construcciones de edificios. Con el argumento de los desmanes y corrupción de constructores bribones como Harold Lora, amigote de varios concejales y del propio alcalde, se han detenido los trámites de otros edificios que cumplen con las normas. Justos pagan por pecadores: aquellas construcciones que están en regla son sancionadas sin motivo. Basta cualquier tontería detectada por un inspector corrupto, para que el trámite se detenga. Incluso cuando todas las autorizaciones están en regla, pasan semanas para que un expediente pase de un escritorio a otro. 

¿Cuántos escritorios hay? Demasiados. Cada uno es un metro cuadrado de poder abusivo y corrupto. Para poner un sello y una firma los burócratas piden dinero, a veces miles de dólares. No hay quien los supervise, porque los supervisores son también corruptos. Es una pirámide interminable. Nadie sanciona a los corruptos y cuando hay alguna queja probada, los cambian de escritorio, para que sigan ejerciendo su pequeño poderío corrupto desde otra esquina o ventanilla. Los ciudadanos pagamos los salarios y luego las coimas. Estamos indefensos. 

Así como hay edificios probadamente ilegales, que “arreglan” con la alcaldía para seguir construyendo fuera de norma (desde mi ventana veo varios y ya los he nombrado en otros artículos anteriores), hay otros que no han cometido ninguna irregularidad y que son penalizados de todas maneras. ¿Hay alguien que fiscalice? Supuestamente, el Concejo Municipal debería hacerlo, pero allí también se necesita alguien con un sentido muy fuerte de la ética y fuerza suficiente como para procesar a los funcionarios corruptos.          

Nadie mueve un dedo para que la alcaldía sea eficiente, para que cada trámite tenga una hoja de ruta con plazos claramente establecidos, y para que sean sancionados los funcionarios que no cumplen con esos plazos. 

El alcalde majadero parece un turista de paso, se dedica a frivolidades que al parecer son inherentes a su personalidad desde hace mucho tiempo. Su complejo provinciano lo hace erigir un costoso letrero para La Paz en el estilo de Hollywood, o arruinar plazas y parques cortando árboles y remplazándolos con troncos de cemento, mientras arguye que no tiene dinero para obras que realmente son importantes. 

No me cansaré de señalar el abandono de varias obras que quedan a medias y que no avanzan en muchos meses. Aquí van tres ejemplos, pero hay más:            

La avenida del Poeta sufrió en 2024 varios sifonamientos que primero fueron parchados “a la quete” (es decir muy mal), y ahora ni siquiera eso. Cualquiera que pase por encima en el teleférico celeste puede constatar que los trabajos de reparación de esa importante avenida no avanzan, no se ve obreros ni se ve maquinaria, y lo que sí podemos constatar gracias a esa negligencia, es enormes trancaderas de vehículos en las otras avenidas que vinculan el centro de la ciudad con la zona sur: la avenida Kantutani, la avenida del Libertador y la avenida de Los Leones. Mientras la avenida del Poeta siga clausurada, el caos en el tráfico no mejorará. Menos aun cuando en los cuellos de botella viales están instaladas gasolineras que contribuyen al caos vehicular y que nunca debieron haber sido construidas ahí. ¿Quién, cuándo y porqué autorizó la instalación de gasolineras en los lugares más perjudiciales?

Futura Avenida La Paz 

El otro ejemplo es continuación del anterior, una continuación en el sentido literal, ya que se trata de la nueva avenida La Paz, que une el final de la avenida del Poeta con el barrio de Obrajes, sobre el doble embovedado del rio Choqueyapu. Esta obra contribuiría a desahogar el tráfico desde y hacia la zona sur de la ciudad, pero que tampoco avanza desde hace años. Sucede allí exactamente lo mismo que hemos señalado antes: no se ve obreros trabajando, ni maquinaria, ni movimiento alguno. Este proyecto de vital importancia ya estaba muy avanzado cuando el ex alcalde Luis Revilla dejó su cargo. Iván Arias, que fue electo en su reemplazo, no ha hecho sino “entregar” cada año y con fanfarria la misma obra que no avanza. Díganme si no es un bribón.             

Av Abdón Saavedra 

El tercer ejemplo es la avenida Abdón Saavedra, en la zona de Sopocachi, que hace más de un año está patas arriba, sin adoquinado y sin solución. No se han respetado los plazos que estaban establecidos para su conclusión el 31 de octubre de 2024: “Estamos hablando de una obra que debería haber sido entregada hace meses y que hoy, no solo sigue inconclusa, sino que perjudica gravemente la vida diaria de vecinos, comerciantes y estudiantes de la zona”, denunció la concejal Roxana Pérez del Castillo, una de las pocas autoridades que fiscaliza ese desastre de alcaldía. Las irregularidades señaladas y las quejas de los vecinos no le hacen cosquillas al alcalde majadero, que sin embargo dilapidó recursos poniendo una nueva capa de asfalto sobre la avenida Ballivián de Calacoto, que no necesitaba semejante gasto.           

He utilizado la palabra “majadero” para referirme a un alcalde que ha demostrado ampliamente su falta de visión sobre nuestra ciudad, pero también su cinismo y su torpeza. En pleno año del Bicentenario de la república, tenemos la sede de gobierno en escombros, atosigada como un embudo sin salida, dilapidada por la mala gestión, la incapacidad y la frivolidad. En su momento, las auditorías le caerán encima al actual alcalde, pero será demasiado tarde para remediar lo que ahora sufrimos los ciudadanos: corrupción generalizada e irresponsabilidad. No pararemos de denunciarlo.       

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He knows nothing; and he thinks he knows everything. 
That points clearly to a political career.
—George Bernard Shaw 
 

26 mayo 2025

Necios volátiles

(Publicado en ANF, EjuTv y Brújula Digital el sábado 17 de mayo de 2025) 

En artículos anteriores escribí que la volatilidad de la política boliviana es tan grande, que los analistas se la pasan cambiando sus predicciones cada semana, modificando “la papeleta” electoral posible, aunque todavía falta bastante para las elecciones (una eternidad), y aunque las candidaturas se inscriban hasta el 19 de mayo en cumplimiento del calendario del Tribunal Supremo Electoral (TSE), es todavía posible que algunos partidos se bajen del tren para no perder su sigla con menos del 3% de votación.            

De aquí al domingo 17 de agosto faltan larguísimos 90 días… Si recordamos todo lo que ha pasado en los 90 días anteriores, nos daremos cuenta de que nada está escrito sobre el papel y menos sobre piedra. 

El panorama es cada vez más confuso, a pesar de que parece aclararse. Me explico: cada día se producen nuevos “reacomodos” de quienes pretenden aparecer en las listas de senadores y diputados. Cuando no les dan gusto, algunos arman berrinche y se van a otra tienda política sin el menor empacho, como si fuera lo mismo estar con una sigla que con otra. La coreografía del oportunismo no deja de sorprenderme porque la ideología brilla por su ausencia.          

Hay jóvenes que creen que, con diez días de “pititas” en 2019 y cinco años de curul, ya son dirigentes políticos importantes. En lugar de seguir aprendiendo y construyéndose como figuras con futuro potencial político, hacen gala de inmediatismo y de soberbia. Siempre hubo transfugio en el país, pero nunca tan veloz y extendido. Por eso respeto a quienes mantienen sus posiciones sin pretender cargos en un eventual próximo gobierno.

Comencé con estas reflexiones hace un par de meses y no quise publicarlas hasta que la confusión fuera más clara. Parece una contradicción de términos, un oxímoron como “inteligencia militar” pero no lo es: la confusión creciente es política e ideológica, y lo que se aclara cada día es el oportunismo voraz de quienes no se guían por la ideología sino por apetitos personales, escudándose a veces detrás de acusaciones de una gran pobreza ética contra líderes políticos con más experiencia. Quienes se consideran en una “lista negra” son tan arrogantes que no se dan cuenta de que no han hecho los méritos suficientes para estar en ninguna lista. “La culpa la tiene Carlos Mesa”, “la culpa es de Camacho”, “el culpable es Tuto”… o lo que fuera, son coartadas pueriles que sólo subrayan el carácter débil y adolescente de la nueva camada de políticos bolivianos, con honrosas excepciones que señalaré, y espero no morderme la lengua en los siguientes días o semanas. 

Me encantó la reacción de la diputada Andrea Barrientos hacia quienes lloriquean porque temen perder el tren electoral: “En la única lista negra que estoy es en la de mi ex, todo lo demás tiene puertas abiertas”, escribió con humor en Twitter. Claro que yo votaría por una mujer como ella. Otra valiente es la diputada Samantha Nogales, que dijo sin pelos en la lengua: “No busco una candidatura parlamentaria porque tengo otros planes, políticos y personales, y así se lo dije a Samuel: mi apoyo es total y sin condiciones. Los berrinches por no figurar en listas no deberían salpicar a quienes no tienen nada que ver”. También votaría por ella si queda en la misma lista que Andrea Barrientos, Cecilia Requena y otras que se han hecho conocer por su trabajo y no por sus berrinches. Vicente Cuellar también se manifestó con desprendimiento y consecuencia política: no quiere ningún puesto, pero mantiene su postura invariable. Mis respetos.        

En cambio, me apena que se cobijen bajo otras tiendas políticas (por las que no votaré ni muerto), personas que me parecían prometedoras como Luisa Nayar, Beto Astorga, José Manuel Ormachea, Luciana Campero y otras que llegaron donde llegaron gracias a Comunidad Ciudadana (y no gracias a Tuto Quiroga o algún otro veleta como él).        

A medida que se publicaban las encuestas truchas (incluidas las del empresario Claure), se produjo una coreografía pancista deplorable. Los que ya no tienen “palo donde arrimarse” (como dicen en Nicaragua), aparecen declarando que apoyarán a tal o cual candidato, como si a alguien le importara lo que puedan hacer los que siempre fueron satélites de otros. En el momento en que parecía que Reyes Villa o Chi tenían mayor intención de voto, en febrero, se apresuraban los otros candidatos a cerrar alianzas con grupos que ya no representan a nadie. Todos tratando de asegurarse una sigla, cualquiera que esta sea, porque ya no se trata de ideología, sino de oportunismo indecoroso. 

Dibujo de Abel Bellido

Tal como dije en el artículo “Pelotón de cantidatos” publicado el 1º de marzo del 2025, los espontáneos que se lanzaron al ruedo electoral autoproclamándose, lograron su objetivo principal: aparecer un día en los titulares. Otros se autoproclamaron para arrimarse a quienes les darán algún cargo (si ganan) o los protegerán de juicios que tienen pendientes. Branko Marinkovic, Rubén Costas y una fracción de Condepa se fueron a la botica de Tuto Quiroga (FRI), que terminará representando, en paralelo con Jaime Dunn, la posición populista extrema en la derecha del espectro, mientras que Carlos Bohrt, Toribia Lero o Amparo Ballivián (que ya se salió de la foto en la que aparecía sentada e incómoda), le ofrecieron su mínimo balance a Samuel Doria Medina. En cuanto a Manfred Reyes Villa, además de recibir inicialmente flores verbales del millonario dueño del Club Bolívar, recibió el beso envenenado del evangélico coreano Chi Hyun Chung (pero pronto se dio cuenta de la metida de pata y se distanció de él) y de diputados tránsfugas de Comunidad Ciudadana y de Creemos cuyos nombres ni siquiera habían trascendido antes, que no vale la pena mencionar (además ni me acuerdo).          

En el grupo de perdedores (losers en inglés, para que se den por aludidos) que lanzaron sus candidaturas como quien lanza un anzuelo en una poza de agua estancada con la ilusión de pescar aunque sea un zapato viejo: Antonio Saravia, de un partido “liberal” inexistente que “le quita su apoyo” al candidato Dunn, como si eso le hiciera cosquillas; un sobrino (¿?) del exministro Carlos Sánchez Berzaín, José Carlos Sánchez Verazaín (que prometió extraditar a su tío); Carol Blenda Ilievski, que sacó a relucir sus estudios en “Jarvard” (pero no se acordaba de su campo de especialidad); Manuel Morales Álvarez, que renunció a su consecuente activismo en Conade y nunca más se supo de él; y el periodista Andrés “Chino” Gómez, que pisó el mismo palito de la ambición (o de la desesperación) con la ilusión de entrar en alguna lista. ¿Por qué las ambiciones de todos son tan cortoplacistas? ¿Por qué esa angurria de poder? ¿No podían trabajar 5 añitos más para construir su plataforma política? Lo cierto es que dan lástima. Eran perdedores desde que abrieron la boca para autoproclamarse, y desde que lo hicieron me pareció que sus actos eran ridículos, no exentos de soberbia, pero sobre todo desubicados políticamente.        

Nos aproximamos a paso de tortuga a las elecciones generales, descorazonados porque las opciones presidenciales dan pena. No hay un solo candidato que convoque nuestro voto entusiasta. Todos son una manga de oportunistas que prometen el cielo y la luna y que a lo largo de los primeros meses de 2025 han lanzado sus candidaturas con la misma consigna: “Yo soy el que puede salvar a Bolivia”, en cien días (Samuel), en un día (Quiroga) o en una hora (Dunn). La ciudadanía está desmoralizada frente a ese panorama desolador. Cuando algunos amigos que me leen me preguntan por quién voy a votar, ya no sé qué decir.          

¿Con que físico van a “salvar a Bolivia”, esos necios volátiles, esa manga de tarados? ¿Cómo es posible que no tengamos un candidato presidencial, aunque sea uno solo, por quien valga la pena votar, alguien que inspire admiración y respeto como los viejos líderes de hace cuatro o cinco décadas? Si ponemos en fila a los candidatos, ninguno merece mi confianza, y voy a decir detalladamente por qué en un próximo artículo que ya tengo escrito (porque si no lo hago público, mi hígado sufrirá severas consecuencias). Espero tener donde publicarlos, porque misteriosamente se siguen cerrando puertas cuando expreso lo que pienso. Parece que los medios “independientes” lo son cada vez menos.

Es un tremendo fallo de nuestro sistema democrático, que el calendario del sistema electoral no contemple las elecciones de diputados y senadores en otro momento que las presidenciales. Resulta una perversidad que uno tenga que votar por una “plancha” casada a un candidato. En otros países que han aprendido la lección, las elecciones parlamentarias se celebran en dos ocasiones durante un periodo presidencial, para renovar la mitad de los curules, lo que permite tomar el pulso a los cambios de percepción en la población.       

“Si las elecciones fueran ayer…” (pregunta absolutamente retórica) yo votaría por una lista ideal de potenciales diputados y senadores donde figuren Cecilia Requena, Luciana Campero, Toribia Lero, Andrea Barrientos, Luisa Nayar, Samantha Nogales, Alberto Astorga, José Manuel Ormachea, Janira Román, Carlos Alarcón, Lissa Claros, María René Álvarez, Alejandro Reyes, Mayra Zalles (y otras y otros, pero no “otres”) que representan a varios departamentos y varias áreas de debate público (medio ambiente, justicia, corrupción, indígenas, violencia, trata y tráfico, etc.) que tienen en común juventud y compromiso con el país. 

Pero como esa plancha ideal ya se ha dispersado, hasta las ganas de votar se me quitan. Más aún cuando el Bloque de Unidad (que ya no lo es) elige como candidato a la vicepresidencia a alguien que no va a aportar ni un solo voto, ni uno. Un funcionario internacional que ha vivido fuera de Bolivia muchos años, cuyo perfil técnico podría ser ideal para dirigir como ministro la economía del país, pero no el poder legislativo. Parece confirmarse que Doria Medina es “q’encha” y que su olfato político sigue atrofiado.      

Tuto Quiroga como Rodrigo Paz hacen algo parecido: eligen de acompañantes de fórmula a empresarios sin trayectoria política, que (quizás) aportan votos de sectores jóvenes. Clarito será. ¿Será que esa estrategia les servirá para ganar la elección equilibrando la juventud (pero no la habilidad política) de Andrónico? Yo lo dudo. 

Otros dirigentes políticos hicieron esfuerzos para vender al mejor precio el capital social que les queda. Eva Copa no tuvo mejor idea que plagiar para su nuevo partido político el nombre de Morena, que logró la certificación del Tribunal Supremo Electoral con la misma facilidad que Manfred Reyes Villa, y le dará a la alcaldesa de El Alto una buena posición negociadora: una sigla que se suma al hecho de ser mujer y líder de la segunda ciudad del país. Su decisión de no participar en las elecciones generales es sensata: perdería la sigla recién adquirida. 

Patzi, que se hizo proclamar el 4 de febrero por su partido MTS, tiene una sigla que venderá al mejor postor (si su exesposa se lo permite). El MNR hizo bien en congelar su sigla con dignidad, en lugar de buscar la sobrevivencia a cualquier precio. 

Estos meses pre electorales también permiten que salgan de las catacumbas algunos zombis como el “Tata” Quispe (que ha pasado por varios partidos), quien decidió arrimarse a Reyes Villa porque cree que es el caballo ganador. El oportunismo tiene una larga escuela en Bolivia. 

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Éstos son mis principios; si no le gustan, tengo otros. 
― Groucho Marx  


21 mayo 2025

Gabo íntimo

(Publicado el miércoles 14 de mayo de 2025 en Brújula Digital, ANF y Público Bo)

Lo más interesante en Bogotá en este mes de mayo no es la Feria Internacional del Libro (FILBO) sino la exposición sobre Gabriel García Márquez en la Biblioteca Nacional de Colombia, que, bajo el título “Todo se sabe, el cuento de la creación de Gabo”, reúne infinidad de fotografías, cartas, documentos, comentarios, recortes de prensa, y primeras ediciones de sus libros, entre otros objetos personales muy valiosos como la máquina de escribir Smith-Corona eléctrica (con la que escribió Cien años de soledad y otras obras) o el “liqui-liqui” blanco (una guayabera larga) con el que recibió el Premio Nobel de Literatura el año 1982 (que no se había mostrado desde 2015 y que sólo puede exhibirse durante tres meses para preservar el textil), además del telegrama original donde le comunican que ha ganado el Nobel y la medalla bañada en oro de 24 quilates, que honra a toda la literatura de nuestro continente.            

La muestra ha sido organizada por el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, la Biblioteca Nacional de Colombia y la Fundación Gabo, en alianza con la CAF (banco de desarrollo de América Latina y el Caribe) y el Harry Ransom Center, que conserva una parte importante de los archivos personales del escritor colombiano (27.500 documentos ya digitalizados). Ese centro de la Universidad de Texas en Austin compró la colección personal de García Márquez por 2.2 millones de dólares el año 2014. 

El visitante puede recorrer la exposición en orden cronológico, pues cada sección hace referencia a una etapa importante de la vida de Gabo, desde el “Gabito” que dibujaba historietas antes de cumplir 12 años, hasta el premio Nobel, pasando por sus primeros años como periodista y crítico de cine, sus primeros libros y películas, su exilio en México, la escritura de su obra magna Cien años de soledad, y los siguientes libros, así como su intervención en política y su afinidad con la Revolución Cubana y amistad personal con Fidel Castro.          

En varias vitrinas de la muestra están ejemplares personales de las lecturas que influenciaron su escritura: Las uvas de la ira de John Steinbeck, Manhattan Transfer de John Dos Passos, Antígona de Sófocles, La metamorfosis de Kafka, Ulises de James Joyce, entre otras. 

El joven periodista que nunca dejó de ser, publicó a principios de la década de 1950 en El Heraldo de Barranquilla una columna diaria titulada “La Jirafa”, que firmaba con el seudónimo Septimus (personaje de la novela La señora Dallowayde Virginia Woolf). En más de 300 “jirafas” escribió sobre libros, cine, historias de sus amigos, hechos de la vida cotidiana y cuanto se le ocurriera, incluyendo concursos de belleza. Su inconfundible prosa ya es notoria en esos textos tempranos. Unos años más tarde, en 1955, encontró editor para su primera novela, La hojarasca. Inmediatamente después decidió irse por cuatro años a Europa, donde vivió en Ginebra, Roma y París. Tenía entonces 28 años y la firme convicción de que quería dedicarse a escribir. A pesar de las dificultades económicas escribió en Europa El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora, que se publicaron en 1961 y 1962 respectivamente.          

El cine fue importante desde muy joven, al extremo de que quiso ser cineasta antes de encaminarse por completo a la literatura. En el camino no solamente elaboró varios guiones de películas, sino numerosas críticas que escribió sobre las obras que se estrenaban en Colombia. En cierta ocasión un cineasta se quejó de que G.G.M. (así firmaba sus comentarios de cine) no lo había tomado en cuenta, a lo que el aludido respondió en una siguiente columna: “Camilo Correa, inquieto cineísta de Medellín, fundador, gerente y director de Procinal, ha publicado en El Colombiano una carta abierta al director de esta sección, que es un cordial reclamo porque no se ha tenido en cuenta su producción. La respuesta es la misma de siempre: esta sección comenta películas vistas, y el autor de ella no ha visto aún ninguna producida por Procinal, aunque reconoce -por las fotografías que ha recibido de su director- que la empresa antioqueña dispone de un equipo material excelente, del cual saldrán seguramente excelentes películas. En realidad, en esta sección se dice que el cine japonés es bueno, sin conocerlo, pero la pequeña diferencia entre el cine japonés y las producciones de Procinal, es que aquel se está llevando desde hace cuatro años los primeros premios en los festivales internacionales”. Como si lo dijera entre líneas, Gabo vaticinó la frustrada carrera fílmica de Corral, quien no figura muy bien en las páginas del cine colombiano. 

Tanto le gustaba a García Márquez el cine, que en 1954 se lanzó como guionista y director en la producción de una obra experimental y artesanal de 29 minutos, La langosta azul, que escribió, dirigió y produjo con tres amigos: su amigo periodista Álvaro Cepeda Samudio, el pintor Enrique Grau Araujo y Luis Vicens, editor español republicano exiliado en Colombia y más tarde en México (donde tuve la fortuna de conocerlo en su casa de Coyoacán).    

Con uno de los más importantes directores mexicanos, Alberto Isaac, Gabo colaboró como guionista en el largometraje En este pueblo no hay ladrones (1965) donde podemos ver en breves apariciones nada menos que a Luis Buñuel, José Luis Cuevas, Abel Quezada, Leonora Carrington y Juan Rulfo, además de los actores principales entre los que figura Alfonso Arau, Luis Vicens y Julián Pastor en la primera de sus 76 películas como actor. Junto a Carlos Fuentes escribió el guion de Tiempo de morir (1966) que dirigió Arturo Ripstein. Lo demás es historia… 

Cuentos y novelas de García Márquez han sido llevadas al cine por estupendos directores, una y otra vez, con diferente suerte porque trasladar a imágenes su narrativa es una proeza que pocos logran. La prueba es la más reciente serie de Netfilx sobre Cien años de soledad (2024) que no logra convencer a pesar de la onerosa producción, quizás porque “muchas manos en un plato causan arrebato…” Entre las muchas películas y series que se han basado en sus obras, tuve el privilegio de participar en México en la filmación de La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada (1983) dirigida por el brasilero Ruy Guerra, con Irene Papas en el papel estelar. Creo que es de las mejores.        

El visitante tiene la oportunidad de manipular una copia facsímil del manuscrito de la novela que lo iba a catapultar a la fama mundial. Recordemos que la condición económica de Gabo y Mercedes no les permitió enviar a la editorial Sudamericana de Argentina la novela completa, sino que tuvieron que remitir primero una parte. Cuando llegaron a la oficina del correo en México descubrieron que el envío de las casi 500 páginas mecanografiadas costaba en aquel momento 82 pesos mexicanos, y ellos tenían solamente 53 pesos: “Abrimos el paquete, lo dividimos en dos partes iguales y mandamos una a Buenos Aires, sin preguntar siquiera cómo íbamos a conseguir el dinero para el resto. Sólo después caímos en la cuenta de que no habíamos mandado la primera sino la última parte…” 

No es la única anécdota sabrosa en torno a Cien años de soledad: la primera edición tuvo dos cubiertas, casi al mismo tiempo. La que García Márquez le había pedido a Vicente Rojo se perdió en el correo y no llegó a tiempo a Buenos Aires, por lo que la diseñadora de la editorial Sudamericana, Iris Pagano, improvisó una cubierta inspirándose en la imagen del galeón perdido en la selva. Cuando llegó la portada de Vicente Rojo se hizo el cambio, pero ya había circulado el primer tiraje de 8 mil ejemplares que salió en venta el 5 de junio de 1967 y se agotó en tres semanas, y no en seis o doce meses como se había calculado. El lanzamiento de las siguientes ediciones del libro en Buenos Aires, se hizo con tres breves comentarios de lujo, escritos por Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes.         

Entre todos los documentos y objetos se exhibe por primera vez en Colombia una selección de cartas, entre las que destacan para mi gusto las que García Márquez intercambiaba con Carmen Balcells, la catalana que fue su agente literario, como lo fue de una pléyade de grandes narradores como Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Pablo Neruda, Miguel Delibes, Álvaro Mutis, Camilo José Cela, Arturo Uslar Pietri, Vicente Aleixandre, Gonzalo Torrente Ballester, Manuel Vázquez Montalbán, José Luis Sampedro, Terenci Moix, Juan Carlos Onetti, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Josep María Castellet, Juan Goytisolo, Alfredo Bryce Echenique, Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Isabel Allende, Rosa Montero… es decir, lo mejor de lo mejor. 

Balcells era editora y agente literaria de las que ya no hay en este planeta, pues mantenía una relación personal cálida con sus autores y los mimaba. En la exposición hay, por ejemplo, una carta que le dirige a García Márquez donde luego de informarle en cuatro líneas sobre asuntos literarios, emplea otros párrafos para anunciar el envío de los encargos que le hacían Mercedes y Gabo, por ejemplo: jabones, máquinas de afeitar y “pirulises”. Eran otros tiempos.        

Hay textos poco conocidos de Gabo sobre los escritores que admira. Sobre Faulkner dice algo muy interesante: “Desde mis primeras lecturas de William Faulkner a mis 20 años -Santuario y Luz de agosto- me pareció un escritor del Caribe. Esto se hizo más evidente cuando traté de describir ambientes y caracteres de Macondo, y tuve que hacer grandes esfuerzos para que no se parecieran a los de Faulkner. Pues, al contrario de lo que se cree, lo difícil para un escritor honrado no es parecerse a los autores que admira, sino todo lo contrario: saber evitarlos”.

Recorrer la exposición fue en lo personal un mágico retorno al pasado. Recordé la década de 1960 y 1970, cuando recién salido de la adolescencia comenzaba a leer ávidamente la nueva literatura latinoamericana que descubríamos con los escritores de mi generación en la trastienda de la Librería Difusión de Jorge Catalano, guiados por nuestro hermano mayor, Pedro Shimose. Cada vez que salía un nuevo libro de los autores del “boom”, esperábamos su llegada a Bolivia para adquirirlo. Teníamos en nuestras bibliotecas ediciones tempranas de Cortázar, Vargas llosa, Carlos Fuentes, Guimarães Rosa, Juan Carlos Onetti, Borges y otros que Luis Harss había consagrado visionariamente en su magnífico libro Los nuestros (1966). Muchos años después tuve la fortuna de conocer a algunos de los que nos habían inspirado: con Cortázar estuve un par de veces en París, a Carlos Fuentes y a Gabo los conocí en México.          

Me cuesta creer que las nuevas generaciones prefieren leer las sagas de Harry Potter o El señor de los anillos, en lugar de nuestra poderosa narrativa latinoamericana. 

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La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda 
y cómo la recuerda para contarla. 
—Gabriel García Márquez 
 

14 mayo 2025

Subasta de siglas

(Publicado el sábado 10 de mayo 2025 en ANF, EjuTv y Brújula Digital)

Dibujo de Abel Bellido 

Desde hace más de un año que corre tinta sobre las elecciones generales del 17 de agosto de 2025, mientras yo trato de morderme la lengua hasta el final, con la certeza de que este es un país de sorpresas: cada semana y a veces cada día hay alguna, generalmente desagradable y poco alentadora. La subasta de siglas y la coreografía oportunista de candidatos de una tienda política a otra es francamente deplorable.            

A fines de 2024 y a principios de 2025 muchos nos sentimos entusiasmados por el surgimiento de un bloque opositor unido en torno a Carlos Mesa, Tuto Quiroga, Luis Fernando Camacho y Samuel Doria Medina como núcleo de personalidades con trayectoria y posibilidades, al que se fueron sumando satélites sin posibilidad de votación pero con prestigio personal, como Amparo Ballivián, el rector cruceño Vicente Cuellar, y la diputada Toribia Lero, personas comprometidas y confiables, y algún tránsfuga de toda la vida como Carlos Bohrt (Albus), con su larga trayectoria de “pasa-pasa”. 

Frente a ellos apareció un bellaco con pinta de cantante de rancheras (y no de Freddy Mercury como él quisiera): el alcalde de Cochabamba Manfred Reyes Villa, que pactó con el gobierno masista de Luis Arce para que por arte de magia desaparezcan los juicios por enriquecimiento ilícito que tenía encima. Reyes Villa creó su nuevo partido, Súmate, con mucha facilidad, sin una auditoría de los libros de firmas por parte del Órgano Electoral Plurinacional (OEP), y sumó hábilmente a su bando a una veintena de diputados de Creemos y de Comunidad Ciudadana, los más oportunistas, corruptibles y desconocidos.             

Se especuló en febrero sobre una supuesta alianza entre Reyes Villa y Eva Copa, que también creó sin mayor exigencia su partido, con el mismo nombre que el de Manuel López Obrador en México: Morena. Poca imaginación, pero bueno, en política no está prohibido plagiar, lo mismo sucedió con Podemos años atrás. Manfred estuvo coqueteando con todos los partidos políticos e incluso firmó un acuerdo con Chi Hyun Chung,  pero se dio cuenta muy pronto de que le restaba votos en lugar de sumarle. Hasta el momento de escribir estas líneas, Manfred podría ir con cualquiera o intentar correr solito, aunque ya es altamente improbable que acabe con una mayoría suficiente para pasar a la segunda vuelta electoral (como parecía en febrero, en su mejor momento de las encuestas).

“¿Por quien votaría usted si las elecciones fueran hoy?” se ha convertido en una pregunta fútil con fecha de caducidad de 24 horas. Es decir, no sirve para nada en Bolivia gracias al alto grado de volatilidad política. 

Tuto Quiroga proclamado por el FRI

Por ejemplo, la coalición de oposición nació resquebrajada pues incluso horas antes de ser anunciada oficialmente, ya saltó a la escena Tuto Quiroga (“Quico” o el “Niño de Praga”), con cara de travieso porque le había hurtado a Comunidad Ciudadana la alianza con el FRI. Luego pareció regresar al redil del Bloque de Oposición, pero no dejó de declarar que el candidato sería él, sí o sí, sin respetar los acuerdos con los otros dirigentes de la alianza, hasta que hizo lo que siempre quiso hacer: zafarse del acuerdo y correr solo (de soledad), perdiendo el terreno que había ganado cuando estuvo en el Bloque Opositor.           

Samuel Doria Medina, probó con las nuevas generaciones de votantes, entre bailecitos de TikTok y promesas electorales estridentes, iluminadas en los cielos de Cochabamba con drones: “100 días carajo”. Mesa y Camacho fueron más cautos, declarando hasta el último momento que respetarían el resultado de una elección primaria o de encuestas confiables, y ambos declinaron cualquier aspiración a la presidencia, lo cual muestra desprendimiento y verdadero aporte a la frágil democracia. No se los podrá culpar de la debacle.        

Hemos vivido veinte semanas de especulación delirante donde cada encuesta estaba manipulada en favor de uno u otro candidato y ninguna era confiable ni comparable entre sí. El multimillonario Claure, en un afán de parecerse a Elon Musk a quien admira, o con vocación de árbitro futbolístico, ofreció generosamente pagar encuestas “serias” para ayudar a identificar a un candidato de oposición con posibilidades de derrotar al MAS, pero las encuestas que pagó tampoco ofrecían mayor confiabilidad, ya que contrató para ello a la empresa Panterra, que es una consultora política y no una encuestadora electoral reconocida. Si realmente hubiera querido ayudar con encuestas serias, habría contratado a empresas mundialmente conocidas, como Gallup o Nielsen. Panterra contrató a la empresa boliviana Captura Consulting para el trabajo de campo, la misma que fue empleada para una encuesta del canal de televisión Red Uno. En suma, casi todas las encuestas las hacía esa misma empresa, por lo que los resultados apuntaban en la misma dirección.

Las encuestas de Claure 

No hablemos de las encuestas virtuales en Facebook o Twitter, donde el que quisiera podía subir su voto, sin ninguna consideración por la representatividad demográfica ni una metodología transparente. Un absurdo total, pero que también influyó en los futuros votantes.          

Luego apareció (de nuevo) el ciudadano coreano Chi Hyun Chung, pastor evangélico que sólo en un país tan anacrónico como el nuestro podría figurar entre los principales candidatos, ya que ni siquiera nació en Bolivia. Es como si un boliviano se fuera a Corea y en unos pocos años se lanzara como candidato a la presidencia. Estoy seguro de que las leyes de ese país lo prohíben, más aún cuando los coreanos no toleran ni a los presidentes nacidos en su país, los cambian con frecuencia. 

Por fuera de esos frentes y candidatos con mayores posibilidades de obtener votos, surgieron otros. Por una parte, Rodrigo Paz, que durante meses, prematuramente, gastó todos los recursos que tenía a su disposición como senador de Comunidad Ciudadana, para recorrer el país en campaña electoral, sin sonrojarse siquiera por el uso indebido de bienes del Estado. Recordé que, cuando él y su hermano fueron diputados, todavía jóvenes veinteañeros, hicieron una declaración de bienes de un millón de dólares cada uno. Siempre me hice la pregunta: ¿de dónde, por favor? Ahora anuncia una curiosa alianza con un ex capitán de policía que antes estuvo en alianza con el pastor evangélico coreano. ¿Quién los entiende? Parecen todos desesperados.           

En la cola de candidatos auto-propuestos estuvo uno del Bunker, Zambrana, al que ya le fue tan mal la anterior vez con la sigla del MNR, y otro autoproclamado sin sigla, profesor en universidades de Estados Unidos, un pollito de Milei de apellido Saravia, que se declaró candidato precipitadamente, y con la misma rapidez se dio cuenta de que no tenía ninguna posibilidad con sus propuestas “libertarias” que hacen sonreir a mis amigos anarquistas, los libertarios de verdad. Si revisamos las noticias de esos tres primeros meses del año veremos nombres totalmente desconocidos lanzados como “candidatos” al olvido. 

El panorama, ahora, es diferente. Todo lo anterior ya fue historia en pocas semanas. Como supuse, cambiaron las cosas y los cálculos de muchos analistas resultaron errados. En este país no hay lealtades, no hay consecuencia, no hay tampoco propuestas que valgan. Por eso es que “herrar” es humano, una actividad noble que involucra a los caballos. 

Decir que lo importante en una elección son “las propuestas”, no es más que wishfull thinking (casi, casi… escribo wet dreams, que también vendría al caso). En primer lugar, porque la gente ni siquiera lee las propuestas, entonces de nada vale tenerlas. Hay gente que decía en las dos anteriores elecciones: “pero cuál es la propuesta de Comunidad Ciudadana…” y ni siquiera sabía que sí existían las propuestas, accesibles en internet o impresas, pero les daba flojera buscarlas y leerlas, querían que se las den resumiditas con cucharilla, como papilla para infantes. Hay otra razón para que las “propuestas” sean moco de pavo: nada garantiza que el vencedor de una elección las respete. La propuesta no sirve para nada cuando la persona que llega al poder es un politiquero que ha vendido humo. Puede ofrecer las cosas más anheladas por los votantes, y llegado al gobierno olvidarse de ellas completamente. Esto no sucede solamente en Bolivia, sino en todas partes. 

Entonces, finalmente, ¿cómo decide uno su voto? La opción que se presentó en estas elecciones desde el principio fue “sacar al MAS de gobierno”, para que el país se libre de esa lacra que destruyó la economía y la ética. Sin embargo, la reflexión que yo me hago es la siguiente: el MAS ya está en la lona, en sus dos versiones (hay gente ingenua que seguía insistiendo en que iban a unirse porque era “teatro”). Ni Arce ni Evo tienen ninguna posibilidad. Andrónico ha jugado hábilmente sus cartas porque es más inteligente que Evo y Arce juntos, pero no le alcanzan los números para ir solo como candidato. De ahí que no es sorprendente su probable (hasta hoy) alianza con Eva Copa (Morena) y el Movimiento Tercer Sistema de Patzi (cuyo futuro político es tan improbable como una reconciliación con su ex esposa).              

Otro autoproclamado, Jaime Dunn, estuvo unas semanas en la cresta de la ola, pero todo parece indicar que tampoco llegará muy lejos como representante del sector ultraliberal, porque la subasta de siglas está llegando a su fin y no le quedaría más remedio que subirse a algún carro en marcha o renunciar a sus veleidades presidenciales. 

Entonces, ¿por quién votar? ¿Vamos a anular el voto o nos quedamos en casa leyendo un buen libro? Yo iré a votar, aunque nadie me obliga a hacerlo, pero no votaré “contra el MAS” porque ya no existe como movimiento sino como masa dispersa que se aglutinará como una nube de estorninos en torno a Andrónico, por instinto de sobrevivencia.         

Votaré por una figura de unidad en cuya lista de diputados y senadores figuren personas que respeto, honestas cuando hablan y honradas cuando accedan al poder. Votaré por la integridad, por la sensatez, por la sinceridad y por la voluntad de enderezar el camino, desbaratando el aparato de prebendas armado por el MAS a lo largo de casi 20 años, y sancionando la corrupción con auditorías para procesar a los responsables de tanto desfalco, de tanto abuso de poder, de tanto contrato sin transparencia.

No aspiro a que el próximo gobierno salve la economía moribunda del país, eso tomará mucho más tiempo, pero sí que limpie el aparato del Estado, que elimine las alimañas de todas las cañerías, que lo haga eficientemente para que la burocracia no sea más un aparato de coerción de los ciudadanos, y para que haya seguridad jurídica y un marco de legalidad con una renovación total de los poderes del Estado: Judicial, Ejecutivo, Legislativo y Electoral. 

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Perdono al que roba y al que mata, pero al que traiciona, nunca.
—Emiliano Zapata 
 

07 mayo 2025

La globalización feudal

(Publicado el sábado 3 de mayo de 2025 en Brújula Digital, Público Bo y ANF)

Imagen generada con Meta AI (©Gumucio)

En términos de la globalización, hay un antes y un después de la pandemia del coronavirus del año 2020. Ese hecho histórico está íntimamente relacionado con las nuevas manifestaciones de la globalización y no puede ser soslayado. Ciertamente, hemos vivido otras formas de globalización o de mundialización (como dicen en Europa), desde el siglo pasado, incluso algunos autores se remontan a la revolución industrial de fines del siglo XVIII, mientras otros le otorgan mayor peso global a la revolución digital a partir de la creación de internet. Lo cierto es que ha habido sucesivas oleadas y que la pandemia ha sido un hecho globalizador de carácter instantáneo: en apenas tres días el mundo entero se detuvo por primera vez en su historia, cerraron todos los aeropuertos y fronteras, y nos vimos de pronto sumidos en una incertidumbre global, con más preguntas que respuestas.          

La gran paradoja de ese hecho globalizador, es que el coronavirus obligó a la humanidad a encerrarse, a replegarse sobre sí misma, en lugar de abrirse como era propio en los procesos globalizadores (ya sea económicos o culturales), que eran progresivos, nunca antes tan concentrados en un momento definido y con tanto alcance territorial. Nunca antes estuvimos tan vinculados de manera inmediata por un fenómeno globalizador que no lo es solamente por su alcance poblacional, sino porque afectó también de manera inmediata la economía, la sociedad, la política y la cultura. Podemos desglosar esos planos del quehacer humano y en cada nivel encontraremos impactos globales, imbricados en un mismo tejido: el medio ambiente, la salud, la educación, las migraciones, los recursos naturales, la geopolítica, la ciencia, la investigación, la convivialidad, el multilateralismo, las comunicaciones, los desafíos energéticos, las políticas de Estado, la democracia, etc. 

Esos términos contienen conceptos diferenciados, pero están todos relacionados en un mismo sistema complejo. Por mi formación inicial de cineasta, pero también por mis investigaciones académicas sobre sistemas complejos (Piaget y Rolando García), recomiendo una película reveladora y visionaria, que predijo diez años antes, escena por escena, lo que nos tocó vivir en la pandemia: Contagio (2011) de Steven Soderbergh, interpretada por una pléyade de formidables actores. Lo extraordinario de ella es la precisión milimétrica con que el guionista y el director imaginaron lo que iba a suceder en 2020.      

Contagio (2011) de Steven Soderbergh

Todo está allí, narrado día a día durante las primeras semanas de una pandemia que, por definición, es un hecho globalizador: se inicia en Asia, a partir de un animal que transmite el virus a una persona que viaja a occidente, que contagia a muchas otras siguiendo las mismas pautas y la velocidad de reproducción con que diez años más tarde se produjo la expansión del coronavirus. El director ha tenido la habilidad de mostrarnos la relación íntima que existe entre el cuidado del medio ambiente y el virus: lo que pasó está relacionado con procesos de deforestación que expulsan de su medio natural a animales que portan virus transmisibles a humanos. Las consecuencias son globales: intervienen las relaciones internacionales, el papel de la OMS y de la investigación científica, el poder del dinero y de las empresas farmacéuticas, la marginación de los más vulnerables, los costos sociales y económicos, la transformación de la vida cotidiana, la violencia social, las migraciones, la geopolítica, etc. Todo lo que hemos vivido en 2020, condensado en dos horas de cine, lo cual, a su vez, es una muestra de la incidencia enorme de la cultura popular globalizada, con sus ventajas y desventajas.          

Pensamiento feudal globalizado

A partir de 2020 (que coincide con la primera presidencia de Donald Trump), se inicia una suerte de globalización feudal. Me explico: nunca antes nuestro planeta ha estado tan librado a decisiones feudales que se toman en los centros de poder económico y político del mundo. Ya no se trata de una repartición de zonas de influencia del planeta, como sucedió durante la época colonial en África y Asia, cuando las potencias (Francia, Inglaterra, Bélgica, etc.) trazaron las fronteras que hasta hoy persisten. Hoy vivimos algo diferente y más grave: el trilema de Dani Rodrik (2007) —globalización, Estado nación y democracia— parece tan lejano como la revolución industrial, apenas un objeto de estudio académico. Hoy, el planeta entero está a la merced de dos señoríos medievales con un alcance planetario. Por una parte, el sistema Trump (que es mucho más de lo que representa Estados Unidos como potencia), y por otra, el sistema feudal de China, encarnado en la figura de Xi Jinping, primer presidente en obtener el tercer mandato consecutivo a la cabeza de los principales órganos de autoridad. Ni Mao, el “gran timonel”, en su mejor momento, había concentrado tanto poder.       

Hay otros actores en esta etapa globalizadora, pero disminuidos como sucedió después de la Segunda Guerra Mundial. La vieja Europa ha sido reducida a un papel reactivo, sintiéndose como araña fumigada por dos costados, al igual que Canadá. Mientras tanto, los países petroleros del golfo pérsico mantienen su crecimiento económico exponencial, pero se alejan de cualquier tema de conflicto, como si dijeran: no nos metemos con el pleito feudal global, y ustedes no se metan con nuestra sociedad discriminadora y ajena a los derechos humanos. 

En ese contexto global polarizado, América Latina y África no tienen peso político, pero cargan con el peso de las consecuencias. Los BRICS harán lo que China decida, a menos que India y Brasil hagan valer su condición de las mayores economías en sus regiones. Rusia, con Vladimir Putin como jefe supremo vitalicio, con más de 30 años en el poder absoluto, jugará hábilmente como bisagra entre China y Estados Unidos, para los que no constituye una amenaza, sino un factor de equilibrio por su influencia en países del todavía existente “tercer mundo”. En la guerra de agresión de Rusia a Ucrania, confluyen paradójicamente los apoyos directos o velado de China y Estados Unidos. Rusia es la bisagra geopolítica.     

Los dos señores feudales que dominan el planeta lo hacen de diferente manera. 

Trump no deja de tener razón cuando proclama demagógicamente “Make America Great Again (MAGA)”. No nos equivoquemos minimizando el alcance de su prepotencia, creyendo que es solamente un slogan demagógico, porque en algún momento seremos simplemente caña de moler. Estados Unidos sigue siendo la principal potencia económica mundial, aunque los desmanes de Trump tengan un costo social y de infraestructura muy altos. Su deuda pública se eleva a cifras irreversibles, con muchísimos ceros, mientras que su industria está en decadencia y en la periferia urbana crece la violencia y la discriminación. 

Dibujo de ©Magú 

Aunque hace pocos meses nos hubiera parecido una locura, Trump pretende imponer su globalización feudal por las armas, sin excluir la expansión territorial. No sólo ratifica el papel de árbitro mundial que ejerce Estados Unidos, sino el de policía del planeta, con criterios más cercanos al terrorismo de Estado que a la democracia. No sólo ha desatado una guerra comercial, sino una guerra militar. Eso de “recuperar” el canal de Panamá (por lo tanto, el país entero) o Groenlandia, no es sólo una amenaza, es un anuncio. Los bombardeos de Yemen, de los que poco se habla porque el horror de Gaza mantiene las miradas dirigidas hacia Israel, son un globo de ensayo para la estrategia de control territorial a través del juego de dividir para reinar. Lo mismo hizo en Camboya cuando fabricó el ejército de los Khmer Rojos, o en Medio Oriente cuando armó a ISIS. No es improbable que divisiones políticas en la propia población de Groenlandia (resentida con Dinamarca), faciliten una ocupación de facto de su territorio.         

Dibujo de ©HenriCartoon 

La estrategia de Trump es sorprender lanzando bombas de fragmentación verbales para ver cómo reacciona el planeta. Hasta ahora ha tenido más éxito fuera de las fronteras de Estados Unidos que adentro. Una cierta institucionalidad que todavía subsiste en Estados Unidos ha permitido que jueces independientes, en aplicación de las leyes y de la constitución, puedan frenar o al menos cuestionar algunas de sus medidas altamente antisociales, pero probablemente serán neutralizados por nuevas “órdenes ejecutivas” que otorgan poderes absolutos al presidente. Un indicio del descontento interno es el impresionante discurso del senador demócrata de New Jersey, Cory Booker, quien el lunes 31 de marzo pasado habló en la cámara del Senado (en vivo y en directo por TV) durante 25 horas y 4 minutos, sobre lo que significa la segunda presidencia de Trump para los ciudadanos de su país.        

A nivel internacional vemos reacciones de temor y alarma, en algún caso desafiantes (Canadá o Alemania) y en otros casos conciliadoras (Francia o México). Europa parece desconcertada y desconcentrada. Trump está tomando el pulso de su paciente global antes de administrarle la dosis adecuada de veneno (sin la discreción de Putin cuando hace lo propio con sus adversarios). Si Trump siente que ha ido muy lejos, por ejemplo, con las tarifas que terminarán afectando en el corto plazo a la industria de su país, o la expulsión de migrantes que afectará a la agricultura, podrá retroceder unos pasos sin que ello signifique una derrota, pues ya habrá avanzado demasiado en la dirección a la que quiere ir para mantenerse en el poder otros cuatro años, aunque la constitución lo prohíbe. 

Trump pretende crear una burbuja de impunidad para sí mismo y para favorecer a los gigantes tecnológicos (Meta, Musk, Amazon, etc.) sobre los que se sostiene Wall Street, pero no debemos menospreciar el hecho de que la apuesta de cerrar las fronteras (migración, tarifas) y al mismo tiempo ampliarlas hacia nuevos territorios con ventajas económicas (Groenlandia, Panamá), marcará la geopolítica mundial durante su gobierno. Ya no podemos reducir el análisis al caso patético de un loco megalómano, ignorante y corrupto que dice estupideces, como tan bien lo describe el escritor inglés Nate White. La política proteccionista global de Estados Unidos puede ser un gran éxito para Trump o un fracaso rotundo, dependiendo de cómo respondan los otros bloques mundiales, sobre todo Asia y Europa.         

China mueve sus peones 

Por otra parte, está el feudalismo chino. La globalización económica de los últimos cincuenta años no ha favorecido tanto a Estados Unidos como a China. Sin grandes alardes, en los 12 años que tiene de gobierno Xi Jinping ha transformado su país hacia adentro, con obras de infraestructura gigantescas y maravillosas (por qué no decirlo, lo son), un desarrollo tecnológico y científico abrumador, y una productividad laboral que sólo un sistema tan centralizado y autoritario puede garantizar. Hemos visto la evidencia del hospital de Wuhan, de 1.600 camas y alta tecnología construido en diez días, puentes y estaciones de trenes de alta velocidad en 48 horas, ciudades enteras que florecen en un par de años, y otras proezas que igualan las más grandes del mundo contemporáneo. No por nada la muralla China es el parámetro de grandeza de esa civilización. Al mismo tiempo, China ha ocupado territorios en todo el mundo sin necesidad de bombardearlos. Su voracidad por las materias primas y su imperiosa necesidad de expandir mercados ha resultado en la ocupación sigilosa de economías y territorios donde hace apenas una década era impensable semejante penetración. 

Cuando trabajé en África en la década de 1990, la presencia internacional en la economía se reducía a supermercados cuyos propietarios eran indios, y empresas europeas de hotelería y turismo. El neocolonialismo europeo palidece hoy de humildad frente al avasallamiento chino. Las inversiones son enormes y no solamente generan empleo sino una cultura de trabajo eficiente antes inexistente en África. La explotación laboral de las empresas chinas supera con creces a las formas arcaicas y salvajes de explotación de niños en yacimientos de cobalto y coltán, en su mayoría víctimas de empresas de Europa, Estados Unidos y también China. Esta última, con más capacidad y más inversión, ha llegado a África para quedarse, además de afianzarse aún más en Asia. El más cercano golpe a la arrogancia de Estados Unidos, es el tratado de libre comercio entre China, Japón y Corea del Sur, que se hizo público el 30 de marzo de 2025: tres potencias económicas, las dos últimas aliadas incondicionales de Estados Unidos, pero que esta vez unidas por sus intereses regionales.       

Mega puerto en Chancay, Perú 

La presencia china en Latinoamérica es aún pequeña comparada a la que tiene en África y, por supuesto, en los países asiáticos de su periferia. El mega puerto de Chancay, a apenas 75 kilómetros de Lima, aparece como la inversión más emblemática en nuestra región, pero está también la red de transmisión de electricidad de ultra alta tensión desde la central hidroeléctrica de Belo Monte (Brasil), el parque solar Cauchari, cerca de Jujuy (Argentina), el segundo más grande de la región con un millón de paneles solares. Además, gigantescos proyectos de litio en Argentina y Chile, la represa hidroeléctrica Rucalhue en Bío Bío, en el centro de Chile, la explotación minera de Mirador en la Amazonía ecuatoriana, y otros proyectos mineros y carreteros bajo la iniciativa llamada “de la Franja y la Ruta”. China es el primer destino de exportaciones de Brasil, Chile, Perú, Uruguay y Panamá; y el primer origen de importaciones para Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Paraguay, Ecuador, Perú y Bolivia. Entre 2000 y 2024 el comercio entre el país asiático y nuestra región se multiplicó por 35.         

Dibujo de ©Marian Kamensky 

Los grandes proyectos chinos favorecen la expansión china de la misma manera que lo hacían los programas de desarrollo de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. La filosofía es la misma: crear condiciones económicas en Asia, África y América Latina para que la mejoría del poder adquisitivo (países de renta media) impulse la creación de nuevos mercados para los productos chinos, favorecidos por la nueva política arancelaria de Estados Unidos. Las consecuencias de los megaproyectos chinos para los países receptores han sido estudiadas y denunciadas por instituciones de investigación: daños al medio ambiente y al tejido social local, contratos desventajosos para los países receptores (con cláusulas secretas), injerencia en políticas públicas nacionales, entre otros. Más de 50 organizaciones de la sociedad civil presentaron en febrero de 2023 al Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CDESC) de la ONU un informe que analiza en detalle 14 proyectos (de energía, infraestructura y extractivos) de empresas chinas en nueve países latinoamericanos, donde se denuncia impactos ambientales negativos.           

Aunque Bolivia no significa nada para China en términos económicos, el horizonte de los intercambios comerciales ya tiene efectos nocivos en nuestro país. Un ejemplo es la producción de carne vacuna que se exporta a China, con graves daños ambientales por la deforestación masiva para pastizales y el uso intensivo de fuentes de agua dulce. Ello no representa nada para el consumo en China, pero deriva en un daño mayúsculo para Bolivia: China cuida sus bosques para que nosotros destruyamos los nuestros.             

Entre los dos proyectos de dominación feudal, nuestra región está en mayor desventaja que otras, cuyas economías son más fuertes y sus dispositivos políticos menos volátiles. 

 

El multilateralismo en decadencia 

En el escenario global, Naciones Unidas ha perdido su rol rector. Aunque la Asamblea General multiplique votos resolutivos, estos son letra muerta porque el Consejo de Seguridad decide y en particular los miembros permanentes con derecho a veto. Las 56 acciones de buena voluntad comprometidas por líderes mundiales en el Pacto para el futuro, firmado el 22 de septiembre de 2024, son letra muerta apenas siete meses después, porque el gobierno de Trump pulveriza con su sola indiferencia cualquier intento de disminuir su poder en el sistema multilateral. Patear el tablero de negociación es el deporte favorito del nuevo gobierno estadounidense. Ya lo ha demostrado retirándose sin pestañear de la OMS y otras agencias de la ONU. Ni siquiera necesita apartarse, basta con dejar de financiar la parte que le corresponde, que, en la tradición demócrata de Carter, ha sido siempre significativa.           

Las figuras asociativas regionales para hacer contrapeso a Estados Unidos se han debilitado al mismo ritmo que han perdido contenido sus discursos políticos. Lo más tangible en representación de lo que antes se llamaba el “tercer mundo” es el BRICS, solo que ya no responde a su idea original y está controlado por China. Ni siquiera una economía tan importante como la de India tiene peso específico, menos aún Brasil, que sería la representación latinoamericana en esa sigla. Es un chiste ver los esfuerzos de Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Cuba para adherirse al BRICS: ¿qué podrían aportarle? Más bien le restarían. En cuanto a México, su dependencia de Estados Unidos es mayor que nunca, y no le queda otro camino que estar a la defensiva y aceptar el papel que la potencia del norte le asigne en el tema de los migrantes y de las maquiladoras. Brasil tiene algo más de posibilidades de fortalecer el BRICS con un gobierno como el de Lula, pero no sabemos lo que vendrá después.        

América Latina no cuenta con una organización que represente al conjunto de la región porque con discursos no se llega muy lejos y las siglas regionales se han quedado en el discurso, incluyendo a la CAN y al MERCOSUR. La integración latinoamericana está más debilitada que nunca por fronteras ideológicas. Quizás las gestiones de Chile, Perú, México y Colombia en la Alianza del Pacífico, tendiendo la mano hacia potenciales socios asiáticos, sea un camino a fortalecer, siempre y cuando se sumen a Singapur los otros países de esa región. 

El panorama es sombrío para los Estados más débiles, con gobiernos corruptos como el nuestro, que han dilapidado las riquezas y escondido detrás de discursos de impostura su incapacidad de gestión y sus prácticas depredadoras de la naturaleza. No hay nada que esperar por ese lado. 

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Lo que preocupa es que la globalización esté produciendo 
países ricos con población pobre.
—Joseph Stiglitz