Para muchos bolivianos el documental de
Sergio Sanjinés El carnaval de Oruro en
Iztacalco será una revelación, como lo fue para mí. Quién puede creer que
en un barrio de los más tradicionales y antiguos de la gigantesca Ciudad de
México, sus habitantes organizan desde hace 20 años una versión del carnaval de
Oruro y lo hacen con una devoción sorprendente hacia la Virgen del Socavón. No es raro que en ciudades donde hay
comunidades numerosas de bolivianos, se organicen fiestas que les permiten
reconstruir prácticas rituales que se llevaron de Bolivia. Lo maravilloso, en
el caso de Iztacalco, es que los habitantes mexicanos de ese barrio se hayan
apropiado de la tradición de una manera que trasciende lo folklórico e
interpela sentimientos religiosos y emociones muy profundas.
El mérito del documental de Sergio
Sanjinés radica en esa manera de adentrarse en la intimidad de los personajes,
en lugar de quedarse en la mera descripción de las formas folklóricas que
caracterizan a la festividad.
Se han hecho a lo largo de las últimas
décadas muchos documentales vistosos sobre el Carnaval de Oruro, que muestran
su ritmo vertiginoso, sus trajes coloridos, su música y sus bailes que
maravillan a propios y a extraños. Se ha escrito mucho sobre esa festividad que
es Patrimonio de la Humanidad por determinación de la Unesco. Abunda la
literatura laudatoria y algo de aproximaciones críticas que subrayan los cambios
absurdos (máscaras de diablo de plástico, cuernos con humo y luces de navidad)
que ponen en riesgo la manifestación cultural.
Sin embargo, no habíamos visto antes un
documental que nos transporte en un ir y venir de Iztacalco a Oruro para
presenciar en imágenes entrelazadas el arraigo del carnaval, y que explore su
historia, sus orígenes, los personajes que lo hicieron posible, aquellos que
desarrollaron y mantienen la tradición.
Conozco a Sergio desde hace décadas y nos
hemos cruzado muchas veces en México, en La Paz y en algún aeropuerto. Es un cineasta boliviano radicado en México
desde 1981, cuando inició sus estudios en el Centro de Capacitación
Cinematográfica (CCC). Ha trabajado en
este proyecto durante varios años, casi sin apoyo externo, dedicándole su
tiempo, sus propios recursos y su compromiso con Bolivia y con México. Sergio
ha sido contagiado por la motivación de los personajes que retrata, cuya
característica común es la devoción por una virgen de otras tierras, que llegó
a sus vidas en un momento para ellos muy significativo.
Todo comenzó con un médico orureño, el
Dr. Ivar Rocha, que tenía una imagen de la virgen del socavón en su casa en
Iztacalco, una virgen de grandes ojos almendrados. Estela Vázquez de Domínguez,
mexicana casada con otro médico boliviano, pasaba entonces por una delicada
situación de salud que superó según ella gracias a su devoción por la virgen
boliviana. Cuando el Dr. Rocha decidió regresar a Bolivia, ella le pidió que
dejara la imagen de la virgen a su cuidado.
Alrededor de estos hechos casi fortuitos
se desarrolló la festividad del Carnaval de Oruro en Iztacalco, donde los
principales actores son ahora mexicanos. La particularidad del documental de Sergio
es indagar las motivaciones que tuvieron ellos para mantener viva una tradición
de fe que los une ahora indisolublemente con Bolivia y es parte de su
identidad.
La cultura se incorpora en la identidad,
es decir, le da cuerpo a la identidad. Por eso afirma Itzel Carpio Pavón, una
joven antropóloga de Iztacalco: “Puedo ser yo en todas mis dimensiones”,
aludiendo a la manera como ha integrado en su vivencia una tradición que en
principio le era ajena.
El documental crece progresivamente desde
la propia historia de Iztacalco, que alguna vez fue un pueblo con canales de
agua que unían el centro de Ciudad de México con Xochimilco. Los canales se
secaron, las chinampas dejaron de producir las legumbres que alimentaban a los
pobladores. El golpe final a esa vida de armonía con la naturaleza llegó con la
expropiación de tierras en 1974, privando a Iztacalco de la agricultura
familiar que mantenía a sus habitantes.
Lo que no se perdió en esa comunidad que
ahora es una de las 16 delegaciones de Ciudad de México y alcanza casi medio
millón de habitantes, es un profundo sentido de religiosidad que por simbiosis
o sincretismo cultural se ha transferido a la boliviana Virgen del Socavón.
Entretejiendo imágenes de los bailes en
Iztacalco y en Oruro, el director del documental nos lleva hacia la culminación
de un proceso que todos los mexicanos involucrados en la tradición esperan:
bailar en el carnaval de Oruro, y en Oruro. El film narra ese proceso, no
exento de dificultades, por el que pudieron lograr su cometido, a pesar de un
paro de transportes que paralizó a Bolivia aquel año y que obligó a las
bailarinas mexicanas a llegar desde La Paz en una avioneta rentada.
Sentimientos muy fuertes se desatan en
los principales personajes entrevistados en el documental cuando ofrecen su
testimonio sobre lo que significó bailar en Oruro y luego de cinco horas llegar
a la iglesia del Socavón para arrodillarse frente a la virgen.
Los testimonios Itzel Carpio Pavón y de
Teresa Ortega Guerrero, dos jóvenes mexicanas que logran su objetivo, son
particularmente emotivos y transmiten al espectador su sensibilidad y orgullo
identitario. Durante su estadía en Oruro y luego de haber cumplido con la
promesa de bailar para la Virgen del Socavón, ambas mujeres se presentan de
nuevo en la iglesia vestidas con hermoso trajes típicos mexicanos, como una
manera de decir que en Bolivia son mexicanas y en México son bolivianas de
adopción.
Este documental es una reflexión sobre la
interculturalidad en una escala mayor a la que normalmente nos interpela, es
decir, más allá de las fronteras nacionales. “Aquí pasó algo…” dice uno de los
entrevistados, algo que tiene de magia, de identidad y de amor: “una fuerza que
te mueve, que sale del corazón”.
Sergio Sanjinés Franck nació en La Paz
Bolivia, y realizó estudios de arquitectura, ciencias de la comunicación y cinematografía.
Ha colaborado muchos años con la Organización de las Naciones Unidas para a Agricultura
y la Alimentación (FAO), en la producción de materiales audiovisuales y
documentales. Produjo más de sesenta programas y series educativas en la
Universidad Pedagógica Nacional (UPN), así como documentales y películas de
largometraje.
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Musa,
la máscara apresta,
ensaya
un aire jovial y goza
y ríe
en la fiesta del Carnaval.
—Rubén
Darío
(Publicado inicialmente en Página Siete el 26 de febrero 2017)