El Illimani ya no es lo que era |
Confieso que llegar a La Paz es siempre una experiencia traumática. Me deprime la ciudad de El Alto, una de las más feas del mundo, y bajar por esa aglomeración urbana aferrada a las laderas, cuyo paisaje es el de una ciudad en ruinas, como un proyecto siempre a medias, con las casas sin terminar (para no pagar impuestos) -cada una un monumento a la fealdad- las vigas de cemento y los muros de ladrillo visto sin revocar.
Pero luego los amigos, las actividades culturales, las discusiones siempre apasionadas sobre la política local, y el reconocimiento de los espacios que de alguna manera me pertenecen, suele aliviar esa sensación de ahogo que “la hoyada” me produce. Antes, cuatro décadas atrás, se veía el esplendor del Illimani desde cualquier punto de la ciudad, se circulaba con tranquilidad por sus calles y había menos basura y malos olores.
Entre las actividades que esta vez me tocó presenciar -por lo menos una interesante cada día- disfruté el concierto público que ofreció mi amigo Luis Rico en la Plaza Abaroa, del barrio de Sopocachi, con motivo de una nueva recordación de la pérdida de territorio boliviano en la Guerra del Pacífico (1879-1883), que definió hasta hoy el enclaustramiento geográfico del país. Para la gente más joven, o para aquella que no tiene acceso a los libros, este repaso didáctico-artístico de nuestra historia fue muy oportuno en circunstancias en que las negociaciones diplomáticas entre Bolivia y Chile están un callejón sin salida.
Aunque el gobierno boliviano ha esgrimido de manera continua y demagógica la ida de que “estamos cerca de llegar a un acuerdo”, en lo concreto no hay ni ha habido absolutamente ningún avance con el gobierno socialista de Michelle Bachelet y menos aún con el Sebastián Piñeira. Chile no está dispuesto a ceder ningún espacio territorial con soberanía boliviana. Quizás esto hizo que hace poco el presidente Evo Morales lanzara la torpe frase “No es el día del mar, es el día del carajo”. Nada raro en él, que ya es autor de un extenso anecdotario de pachotadas.
Luis Rico y Alfonso Gumucio asilados en la Embajada de México, en 1980 |
Con Lucho Rico tenemos una amistad de esas que se sellan tanto en la lucha social y el exilio, como en el trabajo creativo a favor de la cultura, él desde la música popular, y yo desde la literatura y el cine. Estuvimos asilados primero y exiliados luego en México, y nuestras rutas se han cruzado casualmente en otros continentes. Por eso cuando me encontré con él ahora y me invitó a su concierto, decidí que no me lo iba a perder.
Fue una experiencia a la vez artística y didáctica para todos los que se dieron cita en la Plaza Abaroa, porque Lucho ofreció una larga cantata con textos de Eduardo Galeano y música propia, en la que narra los episodios históricos que llevaron a la guerra entre Chile, Bolivia y Perú, que concluyó con la victoria del primero y de los intereses ingleses en la región.
Cuatro días después del concierto, el 23 de marzo, en la misma Plaza Abaroa el Presidente Evo Morales sorprendió a todos con un discurso que tira por la borda los cinco años de “éxitos” en las negociaciones con Chile. Leyó –cosa poco habitual en él- un texto en el que anuncia que Bolivia desestima las negociaciones bilaterales y en cambio presentará a partir de ahora su demanda en tribunales internacionales. Un cambio de timón notable, pero no un cambio de timonero… Luego de cinco años de engaños y demagogia, estamos en fojas cero. Como que no lo sabíamos desde un principio.
Dejemos de lado los exabruptos del primer mandatario boliviano, para volver al concierto. Los textos de Galeano, adaptados y recitados con la poderosa voz de Luis Rico, narran las historia de una manera que penetra no solamente por los oídos, sino por el centro del pecho.
Más allá de los discursos patrioteros, la cantata señala la responsabilidad de los gobernantes militares, Melgarejo entre otros, que llevaron a Bolivia al desastre. Las manipulaciones de Inglaterra para apropiarse de los recursos naturales en lo que hoy es el norte de Chile son muy parecidas a las que ponen en práctica ahora las potencias modernas para apropiarse del petróleo de Libia con la excusa de proteger a la población de ese país. El mismo cinismo de Europa y Estados Unidos para lograr sus objetivos económicos y políticos.
Sin duda más importantes que cinco años de discursos de Evo Morales son las palabras de Eduardo Galeano y la voz y música de Luis Rico, para recordarnos que la cultura es al final lo que nos une y lo que construye nuestra identidad.