08 marzo 2011

El ojo de Cristóbal


La fotografía es el arte de representar la realidad en imágenes y muchos suponen que se trata solamente de reproducirla. Antes de existir la fotografía, la pintura cumplía esa función: representar la realidad, no solamente copiarla. La creatividad de los pintores, aún los que hacían pintura realista, permitía plasmar miradas diferentes sobre los mismos temas: un paisaje, una naturaleza muerta, un retrato. No en vano cada pintor realista tenía su sello inconfundible, no es lo mismo Manet que Degas, Courbet que Corot.

La tecnología ha avanzado tanto y tan rápido en décadas recientes, y su accesibilidad se ha ampliado tanto, que hoy cualquier persona que posee una cámara fotográfica sofisticada, se considera fotógrafo. Y sin embargo, entre millones de instantáneas que se disparan cada hora en el mundo, siguen siendo muy pocas, un porcentaje ínfimo, las destinadas a trascender como expresión artística.

Es una verdad de Perogrullo –diría Quevedo si viviera hoy- que la cámara no hace al fotógrafo. La fotografía es obra de luz y de composición, y la tecnología por sí sola no puede hacer nada si no es por el ojo del fotógrafo.  Y por “ojo” entendemos obviamente lo que hay detrás, la experiencia, la sensibilidad y creatividad artística, y la capacidad de mirar la realidad como algo que tiene muchas dimensiones y una profundidad que el ojo común no puede ver.

Lo que precede es para hablar de Cristóbal Corral, el “Pecas”, fotógrafo ecuatoriano al que volví a encontrar luego de varías décadas. Nos conocimos en Ecuador en 1975 durante la filmación del largometraje “Fuera de aquí” de Jorge Sanjinés, donde trabajé como asistente de dirección, y nos volvimos a encontrar 35 años más tarde gracias a nuestra amiga común Alejandra Adoum y al cineasta Pocho Álvarez. Con ellos tres, unidos por una amistad a toda prueba, estuve de nuevo en Quito a fines de febrero.

El Pecas me regaló su libro “Ecuador, el camino del sol”, una hermosa edición con textos de Pocho Álvarez, a través de cuyas páginas ambos hacen un recorrido por el país que tanto quieren y conocen. Los textos de Pocho no solamente ofrecen información sobre cada fotografía, sino que también muestran un enorme conocimiento y respeto por las culturas y tradiciones, por la naturaleza y las amenazas que se ciernen sobre ella, por los hombres y mujeres –siempre nombrados e identificados- que hacen lo que es hoy el Ecuador.

Cristóbal Corral se alimentó de fotografía desde niño y aún recuerda la magia del laboratorio que su padre instaló en la casa y las visitas a la Botica Central del doctor Sojos, en Cuenca, donde adquiría los químicos y reactivos para revelar y fijar los negativos en blanco y negro.  Desde entonces el Pecas vivió con la fotografía y el cine, y encaminó su carrera profesional hacia la fotografía documental, la que más estrechamente ligada está a la memoria y a la realidad.

La mirada estética de Cristóbal Corral se complementa con la mirada ética del fotógrafo, porque la fotografía no es simplemente apretar un botón impunemente sino comprometerse con la realidad.  El fotógrafo no solamente descubre la diversidad, sino que asume un papel de interlocutor entre la gente, desde la realidad de cada quien.

Dice bien Esteban Michelena en el prólogo del libro, cuando afirma que las fotos de Corral provocan al mismo tiempo sensaciones de “alegría y regocijo desbordantes al ver la ternura, la vitalidad, la inocencia, la tenacidad y otros dignos materiales con los que, día a día, el país de nuestra gente se va haciendo, se va tejiendo, inventando y construyendo”; pero también la tristeza por la incertidumbre, porque “no existe certeza de hasta cuando va a sobrevivir ese país festivo, lleno de vida, bañado de colores y bendito de luz”.

Las 115 fotografías del libro son la síntesis de un largo itinerario de Cristóbal Corral, cuya gran versatilidad le permite fotografiar por igual paisajes, naturaleza, personas, fiestas populares, oficios o poblaciones indígenas.

De ahí la importancia del ojo del fotógrafo, el ojo que es la ventana de la sensibilidad, de la cultura, de la memoria.