Estuve en Quito a fines de febrero para participar en la Mesa Redonda sobre Comunicación para el Desarrollo, organizada por el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (Ciespal) y la Unesco.
Volver Ciespal en esta nueva etapa de la institución, bajo la conducción de Fernando Checa, fue muy grato porque no se puede olvidar que Ciespal fue durante varias décadas la casa de la comunicación de todos los latinoamericanos interesados en el tema. Las décadas de 1970 y 1980 permitieron resultados emblemáticos, tanto en el área de capacitación (mediante una alianza importante con RNTC), como en las investigaciones y publicaciones, entre ellas la revista Chasqui y las colecciones de libros que inspiraron a las nuevas generaciones de comunicadores.
Pero sobre todo, ese elevado hongo de cemento donde se encuentra Ciespal en la Avenida Diego de Almagro en Quito, fue el gran lugar de encuentro de tantos especialistas de comunicación para el desarrollo, una comunicación con perspectiva de derechos, de la cual América Latina ha sido pionera.
Una segunda razón para sentirse “en casa” durante el evento, fue el auspicio de Unesco, la agencia líder de comunicación en el sistema de Naciones Unidas, sin duda la única que a lo largo de su historia se ha tomado la comunicación en serio, tanto, que a principios de los años 1980 su posicionamiento estratégico a favor de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC), provocó la salida de Estados Unidos y de Inglaterra de la organización.
Mi presencia en Quito tuvo que ver precisamente con un trabajo de análisis del papel que cumple la comunicación para el desarrollo en el ámbito de las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas en Ecuador. Unesco ha realizado este tipo de estudios en varios países (yo conduje otro ejercicio similar en Uruguay a fines del 2010), como un aporte al proceso de preparación de la 12ª Mesa Redonda de Comunicación para el Desarrollo que tendrá lugar en la India en noviembre de 2011.
Además de mi estudio, Ciespal y Unesco encomendaron dos más a especialistas ecuatorianos. Elianor Franco se ocupó de analizar el mundo de las ONGs desde la perspectiva de la comunicación para el desarrollo, y lo propio hizo Rubén Bravo con las instituciones del Estado.
Nuestras constataciones, y también las de quienes comentaron nuestras presentaciones (José Ignacio López Vigil, Marco Encalada y Francisco Ordóñez respectivamente), son similares: con algunas excepciones honrosas, la comunicación para el desarrollo no está en la agenda ni del Estado, ni de las organizaciones no-gubernamentales, ni de la mayor parte de agencias del sistema de Naciones Unidas.
En general, esos tres sectores carecen de políticas, estrategias y acciones que específicamente se enmarquen en el concepto de comunicación para el desarrollo, en cambio muestran una inclinación a promover la difusión de información y la visibilidad institucional.
Y sin embargo, muchos documentos políticos y estratégicos tanto del Estado ecuatoriano, así como del sistema de Naciones Unidas, se ocupan de subrayar la importancia de la participación social en los procesos de desarrollo, desde una perspectiva de derechos. La nueva constitución ecuatoriana establece, por ejemplo, importantes consideraciones en torno al “buen vivir” o sumak kawsay, que lamentablemente no se traducen en políticas de participación en las que la comunicación para el desarrollo tendría un papel central.
En el mismo Ciespal, abierta al público esta vez, me tocó ofrecer una conferencia sobre comunicación para el cambio social que fue transmitida en vivo a través de la página web de Ciespal.
Queda mucho por hacer (no solamente en Ecuador) para cambiar esa percepción de que la comunicación es lo mismo que la difusión de informaciones o –peor aún- una mera actividad de visibilidad y posicionamiento institucional. De eso hablé en una entrevista que Carlos Rabascall me hizo en CN Plus.