Marco Enríquez-Ominami Gumucio tiene justificadamente un nombre largo. Es hijo de Miguel Enríquez, el fundador y principal dirigente del MIR chileno, asesinado con diez balazos por la dictadura de Pinochet en 1974, y de mi prima chilena Manuela Gumucio, periodista y directora del Observatorio de Medios FUCATEL, hija de Rafael Agustín Gumucio Vives, dirigente político que evolucionó de la Democracia Cristina hacia posiciones de izquierda en el MAPU. Marco creció con su padre adoptivo, Carlos Ominami, por lo que también lleva su apellido.
El fin de semana pasado los chilenos votaron en elecciones generales y uno de los tres candidatos más votados fue precisamente Marco Enríquez-Ominami Gumucio, que representa la propuesta más progresista, innovadora y de izquierda del espectro político chileno. Los otros dos son el derechista y millonario empresario Sebastián Piñeira, accionista mayoritario de LAN Chile (entre muchas otras empresas), rodeado de simpatizantes de Pinochet, y el demócrata cristiano Eduardo Frei, ex-Presidente e hijo del expresidente Eduardo Frei Montalvo, quien fuera envenenado por agentes de la dictadura militar. Las encuestas de los últimos días le daban a Marco Enríquez-Ominami Gumucio 18%, pero al final obtuvo más del 20%, menos de diez puntos detrás de Eduardo Frei.
A pesar de una campaña bastante ácida contra Marco Enríquez Ominami Gumucio, tachándolo de "díscolo" o "niño terrible" y acusándolo de debilitar las aspiraciones continuistas de la Concertación, las encuestas mostraron una progresión continua en las intenciones de voto en su favor. Cuando lanzó su candidatura no tenía más de 3%, y ahora, al llegar a las elecciones, terminó con un 20% de los votos. En cuatro o cinco meses más hubiera podido disputarle el segundo puesto al candidato de la Concertación. No cabe duda de que Marco será un presidenciable firme en las próximas elecciones. En Chile ya lo califican de "Obama chileno" por su estilo poco convencional y el uso que ha hecho en su campaña de los internet y las redes sociales electrónicas. A sus 36 años representa una aire de renovación en la izquierda chilena marcada por el peso de los antiguos liderazgos y la "momificación" generalizada en el ambiente político, inclusive el de la izquierda tradicional, que ha impedido que la Concertación saque ventaja de la fuerza con que llegó al gobierno. Todavía se preguntan los chilenos por qué la Concertación hizo tantas concesiones a la derecha para mantenerse en el poder.
En las próximas elecciones generales Marco se vería probablemente cara a cara con la propia Michelle Bachelet, que sale del gobierno con una popularidad arriba del 60% y con ganas de regresar luego de un periodo de descanso. La Bachelet tiene como presidenta más popularidad que su gobierno, uno se pregunta por qué, ya que al menos dos rasgos deberían poner su liderazgo "progresista" en tela de juicio: por una parte el trato violento y discriminatorio contra las comunidades mapuches en el sur del país, y por otra su personal vocación armamentista que hace de Chile el país que más ha gastado en armas en la región (¿será para combatir contra algún vecino o simplemente para contentar a los militares?). 