14 diciembre 2009

Gumucio presidente

Marco Enríquez-Ominami Gumucio tiene justificadamente un nombre largo. Es hijo de Miguel Enríquez, el fundador y principal dirigente del MIR chileno, asesinado con diez balazos por la dictadura de Pinochet en 1974, y de mi prima chilena Manuela Gumucio, periodista y directora del Observatorio de Medios FUCATEL, hija de Rafael Agustín Gumucio Vives, dirigente político que evolucionó de la Democracia Cristina hacia posiciones de izquierda en el MAPU. Marco creció con su padre adoptivo, Carlos Ominami, por lo que también lleva su apellido.

El fin de semana pasado los chilenos votaron en elecciones generales y uno de los tres candidatos más votados fue precisamente Marco Enríquez-Ominami Gumucio, que representa la propuesta más progresista, innovadora y de izquierda del espectro político chileno.  Los otros dos son el derechista y millonario empresario Sebastián Piñeira, accionista mayoritario de LAN Chile (entre muchas otras empresas), rodeado de simpatizantes de Pinochet, y el demócrata cristiano Eduardo Frei, ex-Presidente e hijo del expresidente Eduardo Frei Montalvo, quien fuera envenenado por agentes de la dictadura militar. Las encuestas de los últimos días le daban a Marco Enríquez-Ominami Gumucio 18%, pero al final obtuvo más del 20%, menos de diez puntos detrás de Eduardo Frei.
Marco se separó del Partido Socialista debido a la poca transparencia con que la Concertación –la suma de partidos de centro-izquierda que gobierna Chile desde el retorno a la democracia hace 18 años- manejó las primarias -impidiendo que Marco participara en ellas- para decidir en favor de la candidatura de Frei, demócrata cristiano cuyas posiciones con respecto a Pinochet han sido ambiguas.

Detrás de Marco salieron del Partido Socialista muchos militantes y dirigentes de la Concertación, apoyando su candidatura independiente, entre ellos el Senador Carlos Ominami, su padre adoptivo. Otras personalidades, como la Embajadora de Chile en Suiza, Carolina Rossetti, se expresaron públicamente a favor de Enríquez-Ominami Gumucio y rechazaron las presiones de su formación política de influenciar su voto y su posición pública a favor del candidato oficialista.

A pesar de una campaña bastante ácida contra Marco Enríquez Ominami Gumucio, tachándolo de "díscolo" o "niño terrible" y acusándolo de debilitar las aspiraciones continuistas de la Concertación, las encuestas mostraron una progresión continua en las intenciones de voto en su favor.  Cuando lanzó su candidatura no tenía más de 3%, y ahora, al llegar a las elecciones, terminó con un 20% de los votos. En cuatro o cinco meses más hubiera podido disputarle el segundo puesto al candidato de la Concertación. No cabe duda de que Marco será un presidenciable firme en las próximas elecciones. En Chile ya lo califican de "Obama chileno" por su estilo poco convencional y el uso que ha hecho en su campaña de los internet y las redes sociales electrónicas. 

A sus 36 años representa una aire de renovación en la izquierda chilena marcada por el peso de los antiguos liderazgos y la "momificación" generalizada en el ambiente político, inclusive el de la izquierda tradicional, que ha impedido que la Concertación saque ventaja de la fuerza con que llegó al gobierno. Todavía se preguntan los chilenos por qué la Concertación hizo tantas concesiones a la derecha para mantenerse en el poder.
En las próximas elecciones generales Marco se vería probablemente cara a cara con la propia Michelle Bachelet, que sale del gobierno con una popularidad arriba del 60% y con ganas de regresar luego de un periodo de descanso. La Bachelet tiene como presidenta más popularidad que su gobierno, uno se pregunta por qué, ya que al menos dos rasgos deberían poner su liderazgo "progresista" en tela de juicio: por una parte el trato violento y discriminatorio contra las comunidades mapuches en el sur del país, y por otra su personal vocación armamentista que hace de Chile el país que más ha gastado en armas en la región (¿será para combatir contra algún vecino o simplemente para contentar a los militares?).

Todo lo anterior viene a cuento en este blog personal por el parentesco Gumucio, que se remonta al origen cochabambino de la rama chilena de la familia. No faltó durante la campaña contra Marco Enríquez-Ominami Gumucio quienes (como un tal Francisco Figueroa Cerda, más perdido que perro en procesión) lo atacaron por su "pedigrí" boliviano, mencionando a sus parientes "millonarios" al otro lado de la frontera, lo cual tiene su gracia cuando conocemos la historia de la familia.

Los lazos de afecto familiar se han mantenido aunque 160 años se interponen entre los Gumucio de Bolivia y los de Chile. Para todos los efectos, Manuela y yo somos primos y eso basta para sentir una enorme complicidad con las aspiraciones presidenciales de mi sobrino. En todo este juego político no está exento el humor, según constaté la última vez que estuve con Manuela y Carlos Ominami en Santiago. Lejos de la solemnidad que encarna la cara de Frei, el rostro vivaz de Marco saca ronchas en sus enemigos por el solo hecho de ser joven y diferente.

El futuro político está abierto delante de Marco Enríquez-Ominami Gumucio, y qué bueno sería que un filósofo y cineasta llegue a la presidencia de Chile. Marco estudió cine en Francia en 1996 en la Ecole Nationale Supérieure des Métiers de l'Image et du Son (FEMIS, siglas de su nombre inicial: Fondation Européene des Métiers de l'Image et du Son), una escuela de estudios superiores que se creó a partir del Institut des Hautes Etudes Cinematographiques (IDHEC) donde yo me gradué como realizador de cine 20 años antes que Marco ingresara.