Los festivales de cine son cada vez más
numerosos en el mundo. Si uno hace la
cuenta, hay más festivales de cine que días en el año. Los hay de todo tipo y
categoría y suelen ser espacios donde se ve el cine que no llega a la gran
pantalla, o son el trampolín para llegar a ella.
En un primer plano están los festivales internacionales
clásicos, las pasarelas del gran cine mundial: el Festival de Cannes, el
Festival de Venecia, el Festival de Berlín, el Festival de Toronto, el de San Sebastián...
También hay “premios” que no son propiamente festivales, como el Oscar de
Estados Unidos, el Goya de España, el César de Francia o los Premios Platino de
Iberoamérica a los que me ha tocado asistir como invitado un par de veces.
Luego, hay festivales regionales
importantes, donde se puede ver todo el mejor cine que se produce en el año. En
nuestra región destaca desde 1979 el Festival Internacional del Nuevo Cine
Latinoamericano (en La Habana), el Festival Internacional de Cine de Cartagena
de Indias (FICCI) creado en 1960, y el Festival Internacional de Cine en Guadalajara
(FICG) que ha crecido como la espuma hace unos diez años cuando Jorge Sánchez
le dio el impulso definitivo.
Otros festivales latinoamericanos con
vocación regional y pretensión internacional no han logrado ese mismo despegue
a pesar de apoyos institucionales, por ejemplo el Festival de Cine
Latinoamericano y Caribeño de Margarita (Venezuela), el Festival de Cine de
Bogotá, el Festival de Cine de Lima (Perú), entre otros.
Curiosamente, hay varios festivales
europeos que se especializan en el cine latinoamericano. Así comenzó el de San
Sebastián hace muchos años, y también el Festival de Cine de Huelva (España),
el Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse (Francia), la Muestra de Cine
Latinoamericano de Cataluña, y el Festival de Cine Latinoamericano de Utrecht
(Holanda) de corta duración.
Hay eventos de cine que incluyen una discreta
dimensión internacional, pero que no dejan de ser nacionales, como el Festival
Internacional de Cine de Toluca (México), el Festival Internacional de Cine de
Barichara (Colombia), el Festival de Cine de Cuenca (Ecuador), Festival
Internacional de Cine de Barranquilla (Colombia), Festival Internacional de
Cine de Santa Cruz (Bolivia) y tantos otros que podríamos llenar un libro con
las listas.
Cada ciudad quiere su festival de cine y
hay muchos que reciben producciones extranjeras, de modo que por cálculo de
probabilidades si un cineasta envía una película a diez o veinte de ellos, puede
obtener un premio o mención en alguna de las múltiples categorías, y adornar
así con laureles su cartel publicitario. Es una lotería. Bingo.
También hay festivales especializados en
temas o con sesgos específicos, como el Festival de Sundance que organiza Robert
Redford o el de Tribeca que organiza Robert de Niro en New York, especializados
en cine independiente. Hay festivales de cine de terror, como el más
emblemático, en Sitges, Cataluña. Entre los de cine de animación destaca el de
Annecy (Francia). Otros se concentran en cine documental, de cortometraje,
experimental, sobre medio ambiente, derechos humanos, música, cine indígena y
otras categorías para todos los gustos y con todos los sabores.
Ojo, que he mencionado solamente algunos
de esta parte del mundo occidental, porque en Asia, África, Oceanía, hay
muchísimos más.
En diferentes capacidades –ya sea como
jurado, como director o como ponente- me han invitado a unos treinta
festivales, como aquellos de cine Súper 8 que tuvimos en Kelibia (Túnez),
Toronto y Montréal (Canadá), Bruselas (Bélgica), Caracas (Venezuela), Ciudad de
México, Zacatecas y San Luis Potosí (México).
He sido jurado en el Festival
Internacional de Cine Latinoamericano en La Habana (Cuba), en el Séptimo Festival
de Cine de Málaga (España), en el Tercer Festival Latinoamericano de
Teleducación Universitaria, en las XI Jornadas Cinematográficas de Cartago
(Túnez), en la XXXVI Semana Internacional de Cine de Mannheim (Alemania) en el Festival
Llama de Plata, en el Cóndor de Plata y en el IV y el XI Festival Internacional
de Cine y Derechos Humanos en Sucre (Bolivia), entre otros.
Recibiendo el "Diablo de Oro" en Oruro |
Como director y panelista estuve en el primer
y en el tercer Encuentro de Cine Militante en Rennes (Francia), en el Segundo
Festival de Cine Rural (París), en el Festival de Films Prohibidos en Toronto
(Canadá), en la Bienal Internacional de Cine y Arqueología en Tipaza (Argelia),
en el XI Festival Panafricano de Cine en Uagadugú (Burkina Faso), en el XXIX
Festival de Cine Latinoamericano de Huelva, y muchos más.
No vale la pena extender la lista porque lo
que quiero es mencionar el V Festival de Cine “Diablo de Oro” en el que
participé recientemente en Oruro, donde ofrecí la conferencia “Cine, memoria y
democracia” y recibí en la ceremonia de clausura un “Diablo de Oro” como
homenaje a mi trayectoria, junto a Jorge Sanjinés, el gran actor Luis Bredow y
al fundador de ese festival, Juan Pablo Ávila. Dediqué la estatuilla dorada (que,
sinceramente, es más un diseño artesanal que una obra de arte) a mi amigo y
gran orureño Luis Ramiro Beltrán, ido hace 16 meses, el 11 de julio de 2015.
Alejandro Pereyra, Jorge Sanjinés y Alfonso Gumucio |
Durante la semana del festival se exhibieron
películas bolivianas: Carga sellada
de Julia Vargas, Juana Azurduy,
guerrillera de la patria grande de Jorge Sanjinés, Luz en la copa, Mirar y Verse de Alejandro Pereyra, Boquerón de Tonchy Antezana, y otras producciones
que no llegaron a los premios. La película de Jorge Sanjinés se llevó cinco
estatuillas, Alejandro Pereyra se llevó
dos y otras diez producciones fueron reconocidas en varias categorías.
Además se realizaron actividades
paralelas como un taller de actuación a cargo de Juan Carlos Aduviri, y otro de
banda sonora con Oscar García. El actor David Santalla y el director Paolo Agazzi
fueron también homenajeados por su trayectoria.
Es estimulante que la ciudad minera logre
mantener un festival de cine que cada año crece en importancia con el concurso
de instituciones locales como el Club Oruro, la Alcaldía o la Carrera de
Comunicación de la Universidad Técnica de Oruro. En 2016, por primera vez bajo
la dirección de Walter Salguero, un joven meticuloso e inquieto, todo
transcurrió sin problemas, gestionando de manera eficiente los pocos recursos
con que cuenta el festival.
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Un buen
principio y un buen final hacen una buena película siempre
y cuando no pase mucho tiempo entre uno y el otro.
—Federico Fellini
(Una versión corta de este artículo se publicó en Página Siete el 19 de noviembre 2016)