Mi vuelo había despegado de Quito el día
anterior pero no sería sino durante la noche del sábado que empecé a recibir
noticias del terremoto. Los primeros datos reportaban 28 personas fallecidas y
7.8 grados en el epicentro del sismo, en la región costera entre las provincias de Manabí y Esmeraldas.
Poco a poco, durante esta semana se
fueron sumando las muertes, la destrucción, el dolor. Al momento de actualizar estas
líneas hay 655 muertes confirmadas, 48 personas desaparecidas y una extensa destrucción
en Pedernales, Manta, Portoviejo y Muisne, con cerca de 800 edificaciones
derruidas.
Muchos edificios colapsaron como castillos
de naipes, lo que me recuerda el terremoto de 1985 en México, cuando en la
avenida Juárez quedó sin rasguño la Torre Latinoamericana (el edificio más alto
de la ciudad en ese entonces) mientras otros más bajos a su alrededor
colapsaban porque no habían sido construidos de acuerdo a normas antisísmicas,
poniendo en evidencia trampas y corrupción.
Mi amiga Alejandra Adoum, en cuyo
departamento en Quito (a 170 kilómetros del epicentro) se rompieron dos cuadros
y se rajó el techo de la cocina, me dice en un mensaje de chat: “… en México harto
saben de estas cosas. Son PhD en la materia. Aquí estamos en el kindergarten:
desconcertados, medio torpes todavía, con el alma cuarteada.”
Aunque el presidente Correa no estaba en
su país (le gusta, como a Evo Morales, andar por el mundo), se activaron
inmediatamente planes de contingencia para atender la zona más afectada y el
gobierno declaró estado de excepción en todo el territorio afectado (algo que
Evo Morales se negó a hacer, por razones políticas, durante las inundaciones de
El Beni en 2014). En la página Gestión de Riesgos del gobierno ecuatoriano se ofrece información actualizada dos veces al día.
No cabe duda de que Correa aprovechará
políticamente la cohesión solidaria que esta tragedia genera en la población. Son
situaciones que permiten al discurso demagógico capitalizar y recuperar terreno.
Lo dice otra amiga ecuatoriana, Wilma Granda: “La condición mesiánica se
actualiza y consolida más, aparte de repartirse entre grandes, medianos y
pequeños funcionarios, la casa caída de los vecinos.”
Edificio colapsado en Manta |
La solidaridad internacional fue
inmediata. No me refiero a las buenas palabras expresadas por el gobierno
boliviano (si hay algo que sobra en nuestro país son las palabras
presidenciales), sino a la solidaridad más concreta de naciones como México,
España, Cuba, Chile y Colombia que enviaron equipos especializados de rescate.
El BID, la CAF, el Banco Mundial, la Unión Europea y Noruega, ofrecieron en
conjunto más de 600 millones de dólares de ayuda.
El perjuicio que semejante movimiento
telúrico ha producido no solamente en la zona directamente afectada sino en
todo el país se eleva a 3 mil millones de dólares, según el presidente Correa.
Además de la pérdida de vidas humanas, el daño a la economía y a la
infraestructura (carreteras, puentes, torres de electricidad y redes de
comunicación) es enorme.
Cómo son las cosas… Luego de haber estado
en Ecuador durante la semana anterior al terremoto, tenía la intención de
dedicarle esta columna a esas carreteras que me sorprendieron durante la visita
que hice a Ambato y a Tamboloma, en la provincia Tungurahua. Cintas de asfalto
de alta calidad, impecables, que vinculan las provincias pero también los
cantones más pequeños. En total, 9.736 kilómetros de red vial estatal.
A diferencia de las carreteras
bolivianas, que a poco de ser inauguradas ya las están parchando y carecen de
señalización adecuada, las carreteras del Ecuador no tienen nada que envidiar a
las de otros países más desarrollados, por la calidad de la compactación del
asfalto y por la señalética vertical y horizontal que se extiende incluso sobre
los tramos de carreteras de la red vial intercomunal que cubre el 95% del
territorio nacional. Carreteras seguras y con límites de velocidad bien controlados.
Un país que sufre semejante desastre
natural queda marcado durante una o dos generaciones. Pero la solidaridad
interna que se ha despertado a raíz del reciente terremoto muestra que el
pueblo ecuatoriano no está dispuesto a doblegarse fácilmente. Y esto ya lo
sabíamos por las luchas de resistencia contra el extractivismo y contra la minería
que destruye reservas forestales, que en años recientes ha generado alianzas
entre poblaciones indígenas y grupos ciudadanos con conciencia ambiental.
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De qué sirve
una casa si no se cuenta con un planeta tolerable donde situarla.
—Henry
David Thoreau