Las
urnas son implacables y cuando se cuenta con una institución electoral que trata
de mantener su independencia, el voto ciudadano puede castigar a regímenes autocráticos
como el de Bolivia. Así sucedió en las Elecciones
Judiciales del 3 de diciembre, donde los votos nulos y blancos sumaron cerca
del 70% y con el 30% restante se eligieron a los magistrados. El Tribunal
Supremo Electoral no publicó el cómputo de los porcentajes totales nacionales
de votos nulos, blancos y válidos, de manera que estos datos se basan en cálculos
que hicieron los diarios.
Este
artículo se publicó inicialmente en mi columna sabatina de Página Siete, el sábado
2 de diciembre, un día antes del acto electoral. Lo he actualizado ligeramente después de conocer
nuevos detalles. La tesis central es que las elecciones judiciales carecían
desde un inicio de legitimidad y la ciudadanía se volcó a las urnas para
manifestar su rechazo al gobierno mediante el voto nulo, aún a sabiendas que
ese voto no era vinculante.
Magistrados tramposos |
En el
periodo anterior al acto electoral muchos candidatos hicieron propaganda por su
candidaturas, aunque estaba estrictamente prohibido hacerlo por el reglamento.
En el resultado final, más de la mitad de los magistrados electos había hecho
propaganda, pero los Tribunales Electorales Departamentales (TED) no los
sancionaron ni los inhabilitaron, y el TSE no podía intervenir sin que la
primera instancia, los TED, actuaran.
¿Qué se
puede esperar de magistrados que hicieron trampa para ser elegidos?
Con o
sin nuestro voto, se eligieron las nuevas autoridades del sistema de justicia de
Bolivia: 9 magistrados para el Tribunal Supremo de Justicia, 5 magistrados para
el Tribunal Agroambiental, 3 para el Consejo de la magistratura, y 9 titulares para
el Tribunal Constitucional Plurinacional. La justicia de Bolivia estará en sus manos y lo más probable es que sea un chasco nuevamente, ya que Bolivia es el único país del mundo que ha tenido la demagógica idea de elegir a los magistrados del sistema judicial.
Poco
importa si pudimos conocer las propuestas de los postulantes ya sus
candidaturas fueron filtradas por una Asamblea Legislativa Plurinacional (APL)
de mayoría masista, donde el proceso fue supervisado por algunos de los más
obsecuentes mastines del partido de gobierno: Alberto González (Presidente del
Senado), Gabriela Montaño (Presidenta de Diputados), y Susana Rivero
(Presidenta de la Comisión de Constitución).
Los
ciudadanos saben que el proceso de selección estuvo manchado por el color azul
del partido que gobierna. Muchos de los que llegaron a la papeleta electoral habían
ocupado puestos en el gobierno y en varios casos el MAS hizo abiertamente
campaña para que los votantes los favorezcan con su voto, sin que los
Tribunales Electorales Departamentales (TED), la primera instancia de oficio,
actuara, como era su obligación.
A pesar
del enorme costo para los contribuyentes y de la voluntad del Órgano Electoral
Plurinacional (OEP) de llevar adelante un proceso transparente y ajustado a las
normas, el periodo de cacería de votos estuvo maleado por innumerables
violaciones del reglamento. Estas violaciones no fueron sancionadas por los
Tribunales Departamentales (TED).
El
Tribunal Supremo Electoral, que actuó con imparcialidad en el Referendo del
21F, como prueban los resultados de ese proceso, recibió un presente griego de
la Asamblea Legislativa Plurinacional, un caramelo envenenado que hizo saltar
todos los fusibles del TSE tratando de mitigar el daño a su propia imagen. En
el nivel departamental varios TED mostraron incapacidad, lentitud y poca voluntad
de garantizar un proceso electoral transparente.
En 2011
el gobierno metió la pata hasta la cintura manipulando las elecciones
judiciales cuyo resultado fue desastroso no solamente porque los votos nulos
superaron a los votos válidos, sino porque el sistema de justicia sufrió en los
años siguientes un deterioro tan notable, que se hizo común la percepción de
que la justicia nunca había sido tan ineficiente y corrupta en Bolivia como
durante el régimen de Evo Morales. El propio vicepresidente García Linera dijo
que “la justicia está podrida” y un estudio del World Justice Project
(WJP), confirma que Bolivia es uno de los 10 países con peor sistema de
justicia del mundo. O sea, estamos peor que con gobiernos anteriores.
La
oportunidad de enmendar y corregir los errores en las nuevas elecciones
judiciales fue saboteada por el propio presidente Evo Morales y sus principales
colaboradores cuando en contra de las leyes y de la propia Constitución
Política del Estado, así como ignorando los resultados del Referendo del 21 de
febrero de 2016 y olvidado sus propias declaraciones de que se retiraría al
Chapare en 2019, decidió que iba a presentarse nuevamente como candidato en las
elecciones presidenciales. En otras palabras: se disparó de nuevo en el pie y pagó
las consecuencias de ello porque no dejó a los ciudadanos ninguna otra opción
que votar nulo.
El
bochornoso circo montado durante los seis meses anteriores para forzar la re re
re re elección contra toda lógica y contra toda ética, le ha dado un golpe
mortal, nuevamente, a la elección de magistrados de justicia. La ambición de
poder aleja cada vez más a los simpatizantes del régimen y aísla al autócrata
sinvergüenza.
La
arbitraria decisión del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) de
convalidar el asalto a la Constitución Política del Estado fue el último
cartucho quemado. Con mayor razón el voto nulo del domingo 3 de diciembre los hizo
morder el polvo y despojó a Evo Morales de toda legitimidad para seguir
gobernando.
Ya no
importó quiénes eran los candidatos en las elecciones judiciales, ni los
méritos que tuvieran, porque el voto fue un plebiscito sobre el presidente Evo
Morales, y tanto los votos en blanco como los votos nulos son una clara señal
de que la mayoría de los bolivianos, hartos de corrupción y de autoritarismo,
le están diciendo: váyase de una vez el año 2020.
Y probablemente
con los nuevos magistrados azules (del MAS) y celestes (masófilos) nuestro
sistema de justicia seguirá siendo uno de los peores y más corruptos del mundo,
hasta que deje de estar influenciado por la política.
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El político se convierte en estadista cuando
comienza a pensar en las próximas generaciones
y no en las próximas elecciones.
——Winston Churchill