Cerré el año 2016 con la satisfacción de
haber publicado dos libros, Diario
ecuatoriano: cuaderno de rodaje y Poeta
de papel, poemario que me permitió reunir en sus páginas a 20 amigos
artistas.
También fue un año bueno para la difusión
de dos libros anteriores, Pensar desde laexperiencia: comunicación participativa para el cambio social, editado
junto a mi colega y amiga Amparo Cadavid, que alcanzó un gran número de
descargas en línea, y Cine comunitario en América Latina y el Caribe, que tuvo en dos años tres ediciones (Cuba, Colombia y Ecuador)
gracias al concurso de diferentes actores como la Fundación del Nuevo Cine
Latinoamericano, el Consejo Nacional de Cinematografía del Ecuador y el Centro
de Competencias en Comunicación (3C) de la Friedrich-Ebert-Stiftung.
Sobre este último libro me entrevistó
Juan Carlos Sardiñas, editor de la Revista Digital de la Fundación del Nuevo
Cine Latinoamericano (FNCL) en La Habana. Me preguntó sobre los antecedentes de
la investigación y la organización del equipo de trabajo que me tocó coordinar.
La entrevista completa se publicó en el portal de la FNCL, lo que sigue es una
síntesis de mis respuestas:
Edición cubana |
Con la Fundación del Nuevo Cine
Latinoamericano discutimos la posibilidad de investigar los orígenes y la naturaleza
del cine comunitario, precisamente porque no había ninguna investigación
escrita, era muy poco lo que existía a nivel regional. En algunos países se han
documentado las experiencias más que en otros; por ejemplo, en Brasil, la
trayectoria de Video en las Aldeas ha sido documentada por la propia gente que
ha llevado adelante esta experiencia, pero es una excepción, porque en casi
todos los otros países donde hay experiencias de cine comunitario, no se las
conoce, son invisibles, y peor, son invisibilizadas y marginadas por la
corriente comercial de la cinematografía.
La idea de esta primera aproximación es
tratar de detectar en cada país los procesos de comunicación participativa que
utilizan el audiovisual como instrumento. Estamos hablando de formas de
expresión y de organización que quizás están más vinculadas con el concepto de
derecho a la comunicación que con el de cine-arte en el sentido de que el
primer impulso que hemos detectado en los antecedentes del cine comunitario es la
iniciativa de las comunidades para decir aquí estamos, esto somos, esta es
nuestra identidad, aquí nos afirmamos.
Desde el principio me pareció que escoger
solamente seis países iba a derivar en una discusión interminable y también era
un riesgo. ¿Por qué escoger seis países, en base a qué criterios, y qué iban a
decir los otros países si no los escogemos. Entonces fui estirando el mecate, como
dicen en México, estirando los recursos de manera que pudiéramos abarcar más, y
en consulta con los investigadores logramos ampliar el horizonte para
investigar otros países.
Edición colombiana |
De esa manera Cecilia Quiroga, boliviana,
aceptó ocuparse también de Chile y de Perú; Pocho Álvarez, ecuatoriano, se
encargó también de Colombia y Venezuela; Horacio Campodónico, argentino, hizo
además la investigación de Paraguay y Uruguay, y de esa manera fuimos cubriendo
la totalidad de América Latina, sin dejar a nadie afuera.
La investigación fue abarcadora no
solamente geográficamente sino porque decidimos no limitarnos al audiovisual
indígena, sino extendernos al cine comunitario con una visión más amplia que
pudiera incluir todo tipo de comunidades que se organizan y se aglutinan y hacen
comunidad, que construyen comunidad por tener intereses comunes, aunque no
compartan el mismo espacio local.
Hemos sobrepasado las expectativas planteadas
al principio. Se había previsto una investigación de tres meses para relevar unas cuantas experiencias, pero hemos
trabajado un año. He estado un año en la coordinación y los investigadores han
estado un poco menos, ocho meses. En general, cada uno ha invertido cinco o
seis meses más del tiempo que se había asignado inicialmente, y esto fue
posible por el compromiso de los investigadores aunque no se les ha pagado más.
Presentación del proyecto en La Habana |
Son múltiples las repercusiones que un
trabajo de esta naturaleza puede tener. La existencia del libro visibiliza un
tema que había estado escondido durante mucho tiempo, que no se conocía. ¿A
quién le interesa eso? En primer lugar, a las propias comunidades afectadas.
Desde un punto de vista académico una
investigación que abre un tema que no se había estudiado antes, invita a muchos
investigadores a descubrir y profundizar en determinadas experiencias, hacer
estudios de caso más detallados y visitar las comunidades. Uno de los problemas
detectados es que la mayoría de esos grupos comunitarios no hace suficiente
reflexión porque el activismo audiovisual y el activismo político y militante no
deja tiempo para ello: “¿Qué hemos hecho? ¿Cómo podemos reflexionar, como
podemos pensar nuestra práctica?”
En el cine hay ricos y pobres. Quiero decir
con eso que el “rico” es el largometraje de ficción que se ve en las grandes pantallas
de cine. El “pobre” es el cortometraje o documental que no se ve ni en el cine ni
en la televisión. Y entre ambos hay una gama muy amplia, y en el caso del video
y el audiovisual comunitario hay una discriminación que se añade a las que ya
mencioné, ya que en el cine comunitario casi todas son películas de cortometraje
y documentales, pero además hechas por gente no profesional, lo cual las
discrimina en mayor medida.
Edición ecuatoriana, en Cotacachi con Pocho Álvarez y Juan Martín Cueva |
En la formulación de políticas, proteger
y promover este tipo de actividades es importante porque el fortalecimiento del
tejido social, del tejido cultural de las comunidades le interesa a todos los
países de la región.
En la medida en que las comunidades
fortalezcan sus identidades, sus maneras de trabajar colectivamente y se
refuerce el sentido comunitario del trabajo, significa mayor participación de
la gente en su propio desarrollo, apropiación de las decisiones que se toman
para poder avanzar en la vida de las comunidades. Quienes trabajan en
iniciativas de comunicación audiovisual son sujetos más independientes, mucho
más críticos y más participativos.
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La experiencia es el
resultado, el signo y la recompensa de esta interacción del organismo y el
ambiente, que cuando se realiza plenamente es una transformación de la
interacción en participación y comunicación.
—John Dewey
(Este texto se publicó en Página Siete el
domingo 1 de enero 2017)