30 enero 2010

Aleteo de mariposa

El terremoto de Haití me hizo postergar algunas notas que tenía en el tintero. Esta es una de ellas. Pasamos el fin de año 2009 en Valle de Bravo, en el Santuario Piedra Herrada, entre mariposas monarca, de esas que migran por millones desde Canadá y se cuelgan en racimos en los altos árboles de Michoacán y el Estado de México. 

Hay que acercarse con extremo cuidado, y sin hacer ruido para no molestarlas. Los árboles en los que se detienen a descansar muestran enormes racimos negros que se desintegran un fragmentos anaranjados cuando aparece el sol. Si el cielo está nublado las mariposas no se mueven, pero si sale el sol comienzan a alborotarse y vuelan en busca de agua.  Revolotean amistosamente alrededor, exhibiendo su alas de tigre, de un anaranjado intenso con rayas, manchas y círculos negros.

Conocida con el nombre científico Dannaeus Plexippuss, la mariposa monarca realiza cada año la proeza de recorrer cerca de 4 mil kilómetros, de norte a sur y luego de sur a norte. Avanza en su viaje aproximadamente120 kilómetros por día, y tarda por lo tanto 33 días en completar su itinerario. En el camino se alimenta de una planta llamada algodoncillo o lengua de vaca (asclepias), que contiene un alcaloide venenoso para otras especies, pero que a la mariposa monarca la protege de predadores.

En esas mismas asclepias colocan sus huevos, que tardan poco más de una semana en convertirse en orugas que se alimentan de la misma planta para sobrevivir. En ese proceso de crecimiento la oruga cambia de piel cinco veces, luego se fija a una rama y teje en torno a si misma un fino capullo de seda, del cual surgirá más tarde la mariposa, producto de una metamorfosis extraordinaria.

Entre octubre y marzo de cada año las mariposas monarca que llegan de Canadá encuentran en los bosques mexicanos las condiciones ideales para desarrollarse y aparearse a una altitud  de 2.300 a 3.500 metros sobre el nivel del mar. La temperatura, la humedad y la exposición a los rayos solares, les permiten vivir sus cortas vidas en armonía con la naturaleza. Durante unas pocas semanas se instalan en los santuarios mexicanos; cada uno alberga entre 7 millones y 20 millones de mariposas.

La vida de las mariposas es corta, y por ello el largo viaje que hacen resulta tan fascinante, pues en él invierten más de la mitad de su vida. La más longeva de estas mariposas tiene un periodo de vida promedio de 5 semanas en primavera y verano, y hasta de 14 semanas en otoño e invierno.

Las que llegaron para morir no saben que el viaje será sin retorno, que es la siguiente generación de mariposas la que a principios de abril, guiada por un instinto sin duda hereditario, emprenderá el regreso al norte. Los científicos han descubierto que para orientarse durante el viaje estos insectos utilizan un reloj interno y una brújula solar que percibe el ángulo del sol.
 
Frente a este fenómeno extraordinario de la naturaleza, uno no puede dejar de pensar en los equilibrios y desequilibrios ecológicos, y en la tesis del "efecto mariposa" de la teoría del caos: dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema caótico, la más mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en formas completamente diferentes. Una pequeña perturbación inicial, como el aleteo de una mariposa en un punto del planeta, mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande que repercuta en cualquier otro punto del planeta. Esto se aplica a sistemas complejos y sensibles, tanto a la meteorología como a la bolsa de valores, que no se pueden predecir con seguridad.

Fue el científico Edward Lorenz, que en 1960 trataba de encontrar un modelo matemático para estudiar el comportamiento de la atmósfera, quien introdujo una fórmula asociando las tres variables de tiempo, velocidad y temperatura del aire.

Qué enorme responsabilidad parece pesar sobre las frágiles alas de las mariposas. Un aleteo de más o uno de menos, y el equilibrio del planeta está en riesgo.

Gracias a las mariposas monarca cerca de 60 mil hectáreas de bosque son ahora una reserva de la biosfera, inscrita por la UNESCO en la lista de Patrimonio de la Humanidad. Quizás las mariposas no lo saben todavía.